CARTA A UNA ABUELA
Querida abuela. En estas fechas de Navidad y en la proximidad de la Epifanía, quisiera pedirte permiso para enviar mi carta a los Reyes Magos de Oriente en tu nombre, que en cabalgata por la Gran Vía, Reyes Católicos y otras singulares y queridas calles de nuestra Granada eterna, pasearán su cortejo de luz y alegría, de sueños y esperanzas, de amor y paz.
Tú que en aquella modesta casa de entrañable terraza, con una vista única sobre nuestra vega, que día tras día desaparece entre un mar de hormigón y ajena a nuestra tradicional arquitectura de azulejo, teja y cal, preparabas antaño los juguetes a tu copiosa prole y también a este nieto, con regalos de enorme valor sentimental, pasados los años, aunque de modesta relevancia entonces.
Hoy, probablemente en esa mente que se adormece, que me hace siempre las mismas preguntas a las que tengo, por desgracia, escasa respuesta: -¿cómo sabes que estoy aquí?, ¿me puedes llevar a mi casa? ¿cuándo vienes a por mí?,…- , a esa senilidad que sobrecoge a quien te conoció fuerte, guapa y portentosa. Cuando cogida del brazo de tu Paco llevabas como pocas el porte de una abuela de semblante y hechuras de reina, a quien la vejez parecía no llegarle nunca.
Ahora, sola, sentada en una silla de ruedas, cada día más decrépita, eso sí, en una residencia, con hermosas vistas y en una cumbre desde donde se divisa uno de los paisajes más bellos que se puedan apreciar, aunque tú, rodeada de otros tantos ancianos: los unos la mirada perdida y quizás vagando en recuerdos y sinsabores; otros, deambulando sin ton ni son en pasos que a nada conducen; aquella, gritando; aquél, dando razón de su estado de micciones o deposiciones a la enfermera; aquel otro, dormido en su silla; los más sentados, aparcados, esperando, esperando, esperando…
Quiero pedirles a esos tres Reyes Magos de mi infancia, Melchor, Gaspar y Baltasar, de aquella cabalgata que veía pasar delante del colegio Padre Suárez, que uno de los pajes que regrese con ellos a darle cuentas al Todopoderoso del reparto hecho de juguetes, sea mi abuela, que aquí en la tierra ya en su casi centenaria vida, ha hecho suficientes méritos para descansar junto a su esposo que la está esperando en la eternidad.
También quisiera pedirles a esos Reyes Magos por los otros abuelos que se quedan, probablemente también por nuestra propia vejez, que de seguro ha de llegarnos, para que nuestras familias, la sociedad toda, hagan factible que cada anciano siga residiendo en su hogar, en aquella casa donde están sus recuerdos, en el barrio, en el piso, en la calle, que año tras año, ha visto como el reloj del tiempo y de la vida seguía marcando las horas de manera inexorable.
A quienes por circunstancias, están obligados a ir a una residencia de ancianos, que quienes les atiendan lo hagan con la devoción y el sacrificio que supone tener en sus brazos la memoria y el trabajo de nuestros antepasados, de quienes han hecho realidad nuestra existencia y el marco en el que nos desenvolvemos.
A nosotros, los hijos, nietos y familiares cercanos, que nuestros abuelos sepan perdonar la codicia de nuestra vida y nuestro egoísmo, que nos impide darnos cuenta de cómo perdemos los valores de fraternidad y que nuestros hijos nos paguen mañana mejor de cómo nosotros lo hacemos con nuestros abuelos.
domingo, 27 de diciembre de 2009
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Una bella carta.
ResponderEliminarDemasiado triste enfretarse a la realidad de la vejez que nos acecha a todos, nos quedaremos con los recuerdos bonitos de los que ahora no pueden contarlos porque, o no están, o simplemente, no los recuerdan.
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