domingo, 14 de octubre de 2018

Entre Ríos. Historias del Zaidín (1953-1979), de Isidro Olgoso

ZAIDÍN, CIUDAD SIN LEY

Aún cuando mi estadía, como la de mi familia, fue un tanto breve en este barrio del Sur de Granada, concretamente en una tercer planta de la calle Galicia, de cuya vivienda nada pudimos conservar, a no ser para mí el recuerdo de las golondrinas sobre los cables del tendido eléctrico de la calle, dispuestas a su regreso a Africa, cuando el otoño empezaba a poner su nota oscura; mi madre ayudándome a aprender la lección en aquel luminoso y destartalado salón; las bofetadas que un profesor nos daba para que aprendiéramos de una vez el mundo de los quebrados, un terremoto que además del ruido ensordecedor de un trueno subterráneo no podía contener el cimbreo de las paredes; mi hermano José Manuel con un amago de difteria y la desolación de mi madre; los días familiares de cine de verano, cuando al anochecer regresábamos de del cercano Apolo, con la juventud de mis progenitores y las salamanquesas clavadas en una pared enjabelgada; paseando cogidos todos de la mano. El amigo cojo de la del piso bajo izquierda, con su escuálida muleta, cuya madre nos ponía las vacunas de manera rudimentaria y a bajo coste; la calle llena de barro; los encargos de mamá y el dile “que me lo apunten”, cuando la cuenta ya arrojaba varias hojas; la muerte repentina de un chiquillo vecino en los descampados de la Avenida Dílar cercana y la generosidad de mi madre vistiéndole con el traje de marinero azul y blanco con el que hice mi Primera Comunión. Mis primeras correrías detrás de las chiquillas, con la inocencia de la edad y la emulación de los mayores. Las primeras clases de máquina de escribir, en el anexo de la Iglesia, animado por mi tío Pepe Luis y la vigilancia de un sacerdote o jesuita.

Así podría seguir una larga enumeración de hechos y recuerdos que se han hecho más presentes con la lectura del libro de Isidro Olgoso, Entre Ríos, Historias del Zaidín (1953-1979), con el que he tenido la fortuna de tropezarme en la biblioteca de Francisco Ayala.

El Zaidín, en la antigüedad era llamado Alfoz Haw Al-Saelin, distrito rural del sur de la ciudad de Granada, a donde pertenecía también Armila Alcobra, o la grande, y Almila Assugra, o la pequeña, hoy todo ello Armilla.
Saedin era el nombre del pago en el siglo XV, que viene a significar en árabe, “brazo de agua” o tierra entre dos ríos, el Flum (Monachil) y el Xenil (Genil). Una superficie de unas 300 ha.

Pero todo este idílico lugar, toda esta inmensa vega de cereales y frutales, de cortijos y vaquerías, de choperas, moreras, castaños y la mayor variedad de plantas que en las noches de verano, al mismo Federico, desde su balcón, embriagaban sus sentidos, vería crecer el cemento, de la manera más despiadada y brutal que se pueda describir.
Ya en las fiestas del Corpus de 1959, una caroca decía:
             

                En tamañas proporciones
                se está la vega achicando
                con las nuevas construcciones
                que acabaremos sembrando
                las “papas” en los balcones

Durante un tiempo, convivieron en dramática armonía los campos de cultivo y el ladrillo, en núcleos como Casillas de Santa Adela, Torremocha, La Cruzada, Ciudad Jardín, Divina Infantita, Comandante Valdés.


Se aguantaban los cortijos de San Antonio y la Calderona, con leche. El Vino lo encontraríamos en el Cobertizo de la carretera la Zubia, mientras que las habas, estaban en el Cortijo Ronquillo, hoy avenida Italia.

Barracones de madera, cuevas y hacinamiento humano, como fue el caso de mis abuelos maternos, en el último piso de la Acera Canasteros, o con mis otros abuelos paternos, en Niños Luchando 12, a unos pasos de la Universidad,  eran la nota predominante en la mayoría de las familias obreras, menestrales y humildes de la Granada de posguerra, donde las condiciones de salubridad e higiene se solventaban con la enorme carga de trabajo de las mujeres, pues los hombres o pasaban largas horas en empleos mal retribuidos o se encontraban con los amigos en la bodega Espadafor de san Juan de Dios, donde los enormes toneles siempre me recordaban los numerosos azulejos donde la historia del Quijote era contada.


Pronto, los numerosos secaderos de tabaco, las vaquerías, las acequias, con sus abundantes inundaciones o las moreras en sus cauces y paseos, sucumbían.

El Zaidín en sus distintas fases no cejaría en su crecimiento y expansión: calle Palencia, Circunvalación, Santa Clara, los Vergeles, Avda. de Cádiz, etc.

A hurtadillas, Pepito (Avila Rojas), el “ Palustras” (C. Rodríguez), don Nicolás (Osuna), Construcciones Navarro, y una legión de pequeños especuladores hicieron “el milagro” (para sus propios bolsillos). Cientos y cientos de viviendas hacinadas, unas sobre otras, sin dejar un metro de aire o verde. Un barrio que nació del concubinato gobernantes-especuladores y de la necesidad de viviendas para emigrantes y desertores del arado.


El 23 de enero de 1943, el único y digno alcalde que merezca Granada guardar su memoria, en el paraninfo de la Universidad, Antonio Gallego Burín, quien también fuera tertuliano del Rinconcillo con García Lorca, bajo el título “La Reforma de Granada”, hará un análisis de la problemática urbana y de la necesidad de ensanche para una ciudad que se preveía de unos 250.000 personas. Cien mil más que en 1943.

Para la población pobre cede solares en el Albayzín, Triunfo Viejo y hacia la salida del camino de Ronda, además de llevar a cabo la demolición de la Manigua, la apertura de la calle Angel Ganivet y de numerosas disposiciones para embellecer y ordenar mejor Granada.

La situación de este primitivo enclave del Zaidín era  donde hoy están los Alminares, palacio de Congresos, ocupando terrenos posteriores a los colegios de “Las Brujas” y los Escolapios.

Gallego Burín abandona la alcaldía en 1951 (alguien debería investigar las razones de esta pérdida para Granada), cuando los debates y las contradicciones del Anteproyecto de 1943 y el Plan de Alineaciones de 1951.


Es el Patronato de santa Adela quien inicia la construcción de este barrio, en el suelo más barato que encuentra, pues no existía allí derecho de riego, en el Pago Seco.

Ya el 15 de mayo de 1962, la Agrupación Granada Nuestra y en un coloquio sobre urbanismo en Granada, siendo su coordinador el arquitecto Perpigna, hace una feroz crítica sobre el hacinamiento del Zaidín:

“la ciudad, en lugar de extenderse como mancha de aceite hacia la vega como lo hace inadecuadamente el Zaidín, debe extenderse en sentido longitudinal por las lomas cercanas a la ciudad”


El alcalde Sola (Manuel Sola Rodríguez-Bolívar) , el rector de la Universidad (Dr. D. Emilio Muñoz Fernández, catedrático de farmacología) y numerosas personalidades de la ciudad, presentes en el acto, harán oídos sordos.

El plan de 1943 tenía una “insuficiencia legal”, por donde se inició la debacle y la destrucción total de la vega.

El censo de 1950 daba una población de 154.378 habitantes, de los cuales eran 75.900 de la capital en 1900.

En los años 20, coincidiendo con el cultivo de la remolacha, ya se había empezado la construcción de los barrios Fígares, la Quinta, Paseo de la Bomba, Hotelitos de Belén, en el Realejo, y grupo Azul, en carretera de la Sierra, finalizado en 1936.

Pobladores de San Miguel, barranco de Puente Quebrada, del Abogado, de la Zorra,  del Beiro, del Cementerio, del Martinete (junto la fuente de la Bicha), por su extrema pobreza e insalubridad, se irán alojando en el Zaidín.

La Iglesia impulsará el patronato Benéfico de santa Adela, en la barriada de Haza Grande, con 300 viviendas, debajo de los montes del Serrallo y junto a la Bola de Oro, siendo gobernador civil D. Servando Fernández-Vitorio y Camps, militar, falangista que pone el nombre de su madre a este patronato. Construirá miles de casas, el pantano de Cubillas y los Bernejales.


El Consejo General del patronato estaba integrado por personalidades de la vida política, militar, religiosa y económica de la provincia.

Desde 1939 a a 1957, directamente dependientes del Ministerio de Gobernación.

El 12 de octubre de 1952, en haza Grande, Franco hará entrega de 300 viviendas, sin agua, sin iluminación, sin asfalto de calles y ningún equipamiento, eso sí la que visita el Dictador, con todo el atrezo para engañar y    teatralizar lo que debería haber sido y no era.

En 1952 nace el patronato Benéfico de Nta. Sra. De las Angustias, con tómbola del Campillo pro-viviendas de manos del mismo arzobispo y con el sueño de quienes compraban la papeleta que su óbolo mereciera el premio que anhelaban.


También ese año del 52, los sindicatos franquistas no iban a quedarse atrás, nace la Obra Sindical del Hogar.

Sólo en 1960 empezará la iniciativa privada.

El precio medio de la vivienda estaba en torno a las 25.000 pesetas. Se amortizaban entre 40 y 50 años y nunca fueron adjudicadas gratuitamente, siempre necesitaron un “padrino” o la entrega de 5.000 pesetas, cuando no también la cuota al patronato correspondiente, los buenos informes sobre la persona o familia del Gobierno Civil, así como de la Iglesia.

Entre los años 50-60 existe un enorme desarrollo legislativo sobre la vivienda, fruto de la imperiosa necesidad de atenderla.

El Instituto Nacional de la Vivienda anticipaba el 80% sin intereses, abonaba los gastos de urbanización para su ulterior amortización por los ayuntamientos, en 40 años.

Festivales taurinos, Donativos, Tómbolas, “padrinos” y prestamistas, fueron los mediadores para que una familia pudiera dar esa primer entrada o disponer de esos primeros fondos.

Fue un 2 de marzo de 1953, fiesta del santo Angel Custodio, patrón de la policía, cuando se ponga la primera piedra del Zaidín. Asisten el alcalde Juan Ossorio Morales, el arquitecto del proyecto,  Ramón Laca-Primo, Jesús salas del Villar, del patronato Santa Adela; Luis Gutierrez Egea, Cámara Agrícola.

Un obrero ganaba diariamente 30 ptas. (0,18 eur.). El periódico Ideal costaba 0,75 ptas, el azúcar 11 ptas. el kg, 2,40 ptas una barra de pan (0,014 eur.), aceite 12,88 ptas el litro, café 105 ptas. kg, chanquetes 16 ptas.kg y pescada 20 ptas.

Las viviendas empezaron con 49 m2 útiles, 3 dormitorios, comedor, aseo, despensa, cocina y corral, hasta alcanzar los 80 m2 útiles.

La ausencia de instrumentos legales que frenaran la invasión especulativa, permitieron el nacimiento de esa gran parte del Zaidín tan masificado e impersonal urbanísticamente hablando. Eso dio origen a que una legión de especuladores se hicieran empresarios de la construcción de la noche a la mañana. Arquitectos, aparejadores, funcionarios, militares y empresarios de otras ramas, vieron claro el negocio y sus nulos riesgos económicos, por lo que se lanzaron a construir.

La procedencia de los nuevos habitantes es Granada capital 61,5%, de la provincia 25,3%, 7% de otras capitales andaluzas y 3,4% del resto de España.

Los encuentros sociales y de asueto tendrían lugar en el bar Requena (1961), el bar David (frente al cine Apolo), el bar Terraza (1960), el bar Conti, siguieron  el bar Yubri, Bernardo, Bar Olimpia, sede también del Zaidín C.F. que tuvo como figura destacada a Barrachina que fichó el Valencia, cada uno se distinguía por la variedad de sus tapas y bebidas: “pajarillos fritos”, “follazas”, o calamares, además de partida dominguera para los autobuses que en verano iban de excursión a Torrenueva y Salobreña.

El grueso de la población era muy joven: el 43,9% entre los 0-19 años; el 47%, entre 20-60 años; sólo elk 10,1% con más de 60 años.

El índice de natalidad entre 1961-1970, de un 32,7% y el déficit de viviendas en la provincia de Granada en 1967, de 32.815.

La media de habitantes por vivienda era de 4,64 personas.

Zaidín, ciudad sin ley, será el calificativo que reciba por un crimen pasional con dos muertes, los cristales rotos, los golfillos haciendo guerrillas, los hurtos y el mal estado general de las calles, además de una población variopinta con escaso nivel académico y con enormes dificultades para atender los pagos de la hipoteca, como las letras de los enseres en esa nueva residencia.

Mientras esa población que va fluyendo por el Zaidín crece, el torrente de construcciones sigue sin parar, siendo Avila Rojas, Construcciones Rodríguez (el “palustras”), Osuna, Chinchilla Navarro, Manuel Bertos, Mariano Luján Rodríguez, Francisco Jiménez Muñoz, etc,  algunos de los innumerables constructores y depredadores de esta área de Granada, que con la connivencia de alcaldes como Sola y Jose Luis Pérez Serrabona, contribuirán en la destrucción de esa feraz vega, de ese paisaje de ensueño, de esa arcadia granadina, mientras ellos se embolsaban sumas que ni sus hijos, ni sus nietos tendrán tiempo para gastar.

De un aparejador pequeño, nervioso, siempre inquieto,  y que formó parte de más de veinte  sociedades, que además los hermanos de san Juan de Dios premiaron,  mis abuelos le tuvieron siempre en gran estima, pues como hijo de albañiles, había logrado salir del anonimato y alcanzar una sólida posición económica, además de por su amistad con mi familia y algún que otro favor, sin embargo, yo que, aún muy joven ya tuve con él algún desencuentro por su “voracidad” y defender a mi hermana de un contrato de alquiler draconiano de sus socios , leyendo este libro y encontrándome con su nombre, me queda la duda si con su proceder respondió a la gran admiración que le profesaban mis deudos y si él, como cuantos han colaborado en la desaparición de la vega de Granada, como aquellos otros tristes Valdés, Nestares, Romero Funes, Ruiz Alonso y los siniestros hermanos abogados Jiménez de Parga, que lo hicieron con granadinos, no serán también recordados, como Jara con la desaparición de Caja Granada, como los sepultureros de una hermosa ciudad que nuestros hijos y nietos nunca podrán conocer, pues unos pocos, con su codicia, su falsedad, su hipocresía, contribuyeron en la destrucción de una parte de lo más bello y frondoso que le quedaba a Granada , que nunca podremos recuperar.



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