lunes, 23 de mayo de 2011
ESPAÑOLES EN PARÍS, DE AZORÍN
En los anaqueles de las viejas librerías de Madrid, siempre busco aquellos libros que me hablen de nuestros antepasados, sobre todo de esos amargos años de la Guerra Civil, o de aquellos aciagos años de la expatriación de un buen puñado de españoles que, por diversas circunstancias, se vieron obligados a abandonar su tierra al mismo tiempo que se alejaban de sus familiares, amigos y costumbres.
En las obras como en los escritos de estos expatriados, siempre encuentro la desolación por el abandono, como la melancolía y la añoranza de la madre patria.
En todos ellos, especialmente en esta obra de cuyo libro me hago eco, el sentimiento español es tan profundo, que traspasa los años y vincula a quien tiene entre sus manos este tipo de entrañables escritos.
Azorín, seudónimo de José Martínez Ruíz, que naciera en Monóvar (Alicante) en 1873 y falleció en Madrid en el año 1967, no sólo fue un gran crítico de obras de teatro, sino que participó en política en las Cortes de la monarquía de Alfonso XIII y culminó su obra con un caudal literario que destaca por la elevada elegancia de su prosa y la belleza de las descripciones que hace de personas y lugares.
En este libro “Españoles en París”, a modo de cuentos, en sus 29 relatos, describe la angustia, la melancolía, la añoranza y el amor por cuanto le recuerda su patria, España.
En el primero, Otra vez en París, nos muestra la melancolía y la desolación de su propia persona a su llegada a la ciudad de la luz.
Edipo llega a París, se trata del modo en que él muestra a un ciego, a quien no le dejan acariciar las estatuas marmóreas de la antigua Grecia expuestas en el Louvre, por medio de la palabra, la enorme belleza de aquella talla que este hispano junto a su lazarillo no pudo tocar con las yemas de los dedos.
"-Dime cómo es, Antonio -profiere Edipo.
-Su cara es plácida y noble -responde Antonio- Sófocles es tan humano, es como si fuera un amigo nuestro de ahora.
-¡Si yo pudiera verlo, Antonio! -suspira Edipo-"
No está la Venus de Milo. Hermoso cuento donde un aristócrata exiliado en parís, en el Louvre, delante de la Venus, descubre a su propia mujer, asesinada por las hordas del odio y la sinrazón de la guerra fratricida.
San Sebastián en París, bella descripción de tres cuadros donde figura este santo cargado su costado de flechas, que también soporta el poeta en silencio por su alejamiento de España.
Una carta de España. De cómo un matrimonio espera la carta que cuando por fin llega, no se atreven a abrir, temiendo las malas noticias que pueda darles la misiva oculta tras el sobre.
Job está en París. También su sufrimiento es parejo al del santo.
Hay loto en París. Un emigrado busca la flor de loto para apagar por un momento su continuo sueño de España.
El anhelo de Roma. Se mezcla la esperanza y el sueño que parece realidad para que en su pobreza un antiguo sacerdote pueda llegar hasta Roma por medio del cariño que repentinamente le manifiesta un chiquillo.
En Tobías en París, por fin llega el hijo aunque sumamente cambiado
En las 4 arpías, un chapitel con cuatro cabezas de féminas desgreñadas, de una modesta iglesia parisina, una vez adquirido por un coleccionista, una vez que es llevado a la casa museo de su afortunado comprador, el administrador le manifiesta que desde que entrara en su casa, las disputas entre sus hijas no han cesado.
Como quiera que el Louvre fue el lugar de su esparcimiento mental, en Emaus y en París, nos describe la fuerza de la luz en el cuadro de Rembrandt allí expuesto, que se desprende del cuerpo de Jesús que se aparece a un apóstol.
En el pobre pescador, éste descubre en el vientre de un pececillo atrapado en el Sena, que lleva dentro un anillo, que según el giro que le dé en su dedo, lo lleva a representarse con toda la magnificencia y riqueza y si el giro es a la izquierda, en la desnudez bajo la que vive.
Por gaiteros preguntad. Con su enorme elocuencia y conocimientos históricos, enlaza unos dichos antiguos, de época de Carlomagno.
Rebeca en París. A menudo, aunque deseamos evitar las malas noticias a nuestros seres queridos, la Providencia, actúa a pesar de todas nuestras prevenciones, como le ocurrió a Rebeca que no sabía cómo decirle desde París a su esposo, ciego, exiliado en Argentina, que de sus dos hijos, su favorito, el preferido, de los mellizos, había muerto en Madrid. Después de consultar a un sabio, a fin de hallar la mejor respuesta, un telegrama le llegaba comunicándole el fallecimiento de su esposo.
Un simple llavero, comprado para regalarlo al ser querido como recuerdo de París, cuando lo tiene en su poder, ayuda cual si fuera una musa a escribir, ya que la melancolía sume al escritor frecuentemente en el abandono.
Un sacerdote que había tenido que huir presuroso, había dedicado gran parte de su vida en dominar el Latín, cuando en la Sorbona un profesor descubre que ese alumno en su timidez está a tan alto nivel como su maestro, sus compañeros lo considera “un fou”. Un loco en la Sorbona.
Jacob en París. De los sueños que pueden hacerse realidad.
Un cartujo en París. Dos amigos de infancia se reencuentran en las calles y uno de ellos es invitado a almorzar a un palacio donde su antiguo amigo se descubre con los hábitos del cartujo.
No se puede publicar. De cómo introduce una historia bíblica, de David y Betsabé, en un relato del tiempo presente, donde también un rey se enamora de la esposa de un militar, que este monarca enviará a primera línea de combate para apoderarse de la que será hermosa y bella viuda.
Un astrólogo en París. Del pretérito, el presente y el futuro. Relaciones que extrae de los cuadros de Emaus y Betsabé de Rembrandt
La capilla desierta. Pequeñas reflexiones sobre el orden, la justicia y el progreso, que auspiciara Augusto Comte, creador del positivismo
Misa mayor en la Magdalena. Le trae el recuerdo y la pregunta de qué habrá sido de las iglesias de España
La maravilla de París. “Participa el agua las calidades de la tierra por donde pasa”, dice Gracián. El hombre está moldeado por la tierra donde ha nacido. Una tienda con todos los productos de la miel y sus obreras, le retrotrae a su tierra levantina.
La aventura de Corot. De cómo se ve atrapado por la filigrana del trazo de Camilla Corot.
Homero en el Louvre. Reflexiones sobre la literatura helenística
La experiencia del Louvre. Busca seleccionar tres cuadros para llevárselos con él. Destaca a Montegna, Da Vinci y el entierro de Ornans de Coubert, cuyos trazos oscuros, su sobriedad y la soledad de los presentes, recuerdan nuestras tradiciones
El milagro de la flor. Una cruz de enebro que un expatriado quiere hacer llegar al Sumo Pontífice y que en su azaroso periplo, frecuentemente se convierte en una rosa blanca..
En todo estos cuentos, sus paseos por el Louvre, único lugar junto a la Magdalena próxima a donde reside, le distraen levemente de la gran carga emotiva que tiene presente con el pensamiento que le lleva allá los Pirineos donde sus compatriotas luchan en una guerra atroz .
Cuando te sumerges con estos expatriados en su abandono y en cuanto han dejado atrás, una vez más uno se acuerda de la gran tragedia de esta España que desde los judíos, allá por 1492 en aquel edicto de los RR CC, pasando por los moriscos y los frecuentes exilios de los opositores a los gobiernos existentes, las guerras carlistas, la Guerra Civil, el exilio y la emigración en los años 50 y 60, el peregrinar de los hispanos no ha sido nada fácil y sin embargo, el amor a nuestras gentes y a nuestros orígenes nunca han mermado la gran atracción que siempre ha ejercido España para todos ellos.
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