jueves, 11 de abril de 2024

ARDE GRANADA. Tres días de fuego en la Granada de agosto de 1932.

 

ARDE GRANADA

                        Tres días de fuego en la Granada de agosto de 1932

Prólogo



Releyendo los Diarios de Azaña, que son parte de mi “catecismo” sobre la historia de España, por lo relevante de lo que sucediera bajo el liderazgo de este literato y político  alcalaíno burgués, reformista y posteriormente republicano, tuve la inspiración de que en el momento de la Sanjurjada, intento de golpe de estado en agosto de 1932 por un elenco de militares, encabezados por el general Sanjurjo, en Granada, mis abuelos y mis padres, entonces pequeños, conocieron de primera mano los luctuosos hechos que tuvieron lugar con tal motivo y decidí contarlo, como mi imaginación y las musas que me acompañan decidieran que le diera forma con la pluma, ya que, por otra parte, me pareció que enlazaban con las palabras premonitorias de Azaña de aquel año 32, a saber: Temo que en lo porvenir, la República no encuentre hombres con autoridad; no con la autoridad del que manda porque ejerce una función, sino con la autoridad que nace de la conducta desinteresada y limpia y del afán de servir.

Y viendo cómo en el Senado el Presidente de Gobierno y Secretario General del PSOE, era repudiado, por una parte de la Cámara, por los actos de corrupción de buen número de sus ministros, como de su partido, también de su señora Begoña Gómez, volví a sumergirme en ese año 32 y en ese deseo de Azaña para España de hombres desinteresados y de limpio afán de servir, que, a tenor de lo que publican los medios, desgraciadamente, ni ayer logró encontrar Azaña, pues la República terminó en una guerra civil por esa carencia de hombres, y en 2024, siglo XXI, España se vuelve a encontrar al borde del precipicio, pues un gobernante ha amnistiado a unos golpistas y exonerado del robo y daños que cometieron, con tal de él y su camarilla, seguir ostentando el Poder.



En el siglo XX, en el año 1932, Azaña, después de un golpe de Estado, el de Sanjurjo un 10 de agosto de 1932, no encontraba hombres para conducir a los españoles por la senda de la renovación y la prosperidad. En el siglo XXI, superada la Guerra Civil, alcanzada la Democracia y 40 años de paz y prosperidad, por mor de la corrupción y de la ambición desmedida de Pedro Sánchez Castejón, militante del PSOE, España tiene un funesto devenir, como en aquel aciago 1932, espoleta de lo que más tarde sería la mayor tragedia conocida y que, después de lo que sucedió y vivieron nuestros padres y abuelos, no deseamos repetir.

La deriva actual en la política española y aquel funesto mes de agosto del 32, son la razón de este relato que he querido vincular a mis antepasados, como a mi ciudad natal, pues parecen tener ciertas similitudes en la ausencia de líderes honestos y dispuestos a servir, en lugar de ostentar el cargo desinteresadamente como pedía Azaña, y cómo no, hacer posible que mis descendientes conozcan también sus raíces y a sus antepasados. También debo dar las gracias a la hemeroteca de los diarios La Publicidad y El Defensor de Granada, que han hecho posible la obtención de buena parte de la información que mis abuelos, no obstante, quisieron ocultarnos para nuestro bien, según ellos consideraban, y que he podido integrar aquí.

Miércoles,  10 de agosto de 1932



En la cuarta planta del edificio de la acera de Canasteros, número doce, en Granada, cuya terraza vecinal abierta a todos los vientos, soles y miradas,  para tender la ropa de la comunidad, separa, de un lado las dos habitaciones que sirven de cocina, aseo y comedor;  del otro,  un dormitorio, dividido por una cortina en su mitad, se encuentra el hogar del joven matrimonio formado por  Francisco Sáez de Tejada Flores, de profesión chófer de un taxi en la parada de Gran Vía, y su esposa María Martín López, sus labores.  Se habían casado un 2 de abril de 1929, en la cercana iglesia mudéjar de San Ildefonso, la novia contaba 18 años y el novio  26 años, cuando se dieron el sí quiero.  

La noche del miércoles 10 de agosto de 1932 no ha sido nada fácil en este hogar,  pues la hija que acaban de tener el 1 de mayo de 1931; día que Fernando de los Ríos, la UGT, los socialistas y los republicanos mostraron su fuerza descomunal en un desfile multitudinario por las calles de Granada; el tórrido verano y la dificultad para coger el pecho por parte  de la niña, bautizada  Ángeles Sáez de Tejada Martín, a quien todos conocerán, inexplicablemente por Maruja, les ha imposibilitado descansar, además de un calor sofocante.  Si a esto le añadimos que el marido, hijo único, ha cobijado con ellos a su madre, Matilde Flores Prados, que hace malas migas con su nuera y no ve con buenos ojos las carantoñas, agasajos y caricias que se regala mutuamente la joven pareja, como que de un tiempo a esta parte, en todo el país, existe un cierto runrún contra la República, por parte de la aristocracia, la derecha católica y los militares, el amanecer de ese día no es nada alentador para Paco, con el carnet de la UGT en la camisa, que a duras penas logra reunir al mes 150 pesetas como salario, mientras el pan escasea, se suceden los atracos: un individuo apuñala a un carbonero para robarle y el periódico la Publicidad, fundado en 1881, propiedad de don Fernando Gómez de la Cruz, con sede e  imprenta en la calle Gracia 4, diario de la mañana,  próximo al partido Radical y claramente republicano y anticlerical, según expresa su portada, habla del alza de los alquileres, da consejos a las damas para el hogar, informa del cambio de domicilio del doctor Claudio Hernández, advierte en asuntos internacionales sobre la influencia de las deudas de guerra en la crisis internacional y la próxima visita del señor Herriot, jefe del gobierno de la República francesa; además de anunciar el nuevo horario de trenes, con salida en la estación de los Andaluces, destino Alicante, Málaga, Sevilla, Algeciras, Córdoba, Belmez,  Linares; ómnibus para Moreda, combinación Almería; mixto Bobadilla y Madrid; amén de anuncios de todo pelaje, ecos de sociedad, guía del forastero, guía del turista;  oferta  un Anuario general de España, en 4 tomos y la carta abierta que a su director dirige desde la Rábita, el compañero de partido, Octavio López Amat, así como desde Murtas, Quentar, Capileira, los delegados del mismo movimiento político republicano, cuya principal figura es Alejandro Lerroux, y la nueva temporada de verano en los cines Coliseo Olympia y el Salón Nacional, con precios populares: Butaca de patio, 50 céntimos; principal, 30 céntimos y general, 20 céntimos.

 

Y, el Defensor de Granada, que fundara en 1880, Luis Seco de Lucena, y que ahora dirige Constantino Ruíz Carnero, próximo a las ideas socialistas y republicanas, con dos ediciones diarias, mientras que el Ideal, que acaba de abrirse en la calle de san Jerónimo, esquina Arandas, a instancias de los propietarios de El Debate de Madrid y de corte católico, muestran a la sociedad de Granada el ambiente hostil que reina entre los diferentes partidos políticos que dirimen en las Cortes sus proclamas, pero que en Granada, también son la voz y el escaparate de cada una de las corrientes políticas antagónicas que recorren la calle y el vecindario de la excelsa ciudad de la Alhambra, como el eco de una animadversión social que nadie logra apacentar y que pronto estallará de la manera más cruel, pero esto último es ya otra historia que ahora no toca contar.

Mientras tanto, María se despereza y  cuenta que le faltan tres meses para dar a luz al  varón que porta en su seno, Francisco Sáez de Tejada Martín, quien a partir del 2 de octubre de 1932, será el fiel compañero de juegos de su hermana Maruja, y la gran esperanza de un porvenir mejor  para su familia, que con el tiempo honrará y sacará de apuros con una enorme inteligencia natural, su preclara honradez  y el tesón para los negocios de cerámica, saneamiento, hostelería y construcción.

Volviendo a la capital de la nueva República, Madrid, el 14 de abril de 1931, el pueblo había logrado encumbrar pacíficamente a una élite social y burguesa  que, desde el Pacto de san Sebastián, verano de 1930, y tras la toma del poder por parte de Primo de Rivera, en Barcelona, con la anuencia y el silencio cómplice de Alfonso XIII, en 1923, habían apostado por la República y el derrocamiento de la Monarquía. Delenda est Monarchia, que escribiera Ortega y Gasset, la masa encefálica de la república, que acuñaría el socialista Indalecio Prieto,  por el respaldo de los intelectuales españoles a la nueva corriente republicana y el desapego de la Monarquía, tras los panfletos de Apelación a la República que en 1924 lanzara Azaña en diversas ciudades españolas y la creación del partido Acción Republicana, en la trastienda de la farmacia de Giral, en la calle madrileña de Atocha.

Un gobierno provisional, presidido por un acérrimo católico, natural de Priego de Córdoba, que ocupara antes varios ministerios bajo la Monarquía,  Niceto Alcalá Zamora, con un ministro de la Guerra, Manuel Azaña, que terminará sucediéndole en la cabecera del banco azul y convirtiéndose en la estrella de esta revolución popular , junto a radicales, socialistas, radicales socialistas, ORGA, el conservador Miguel Maura y la Esquerra de Nicolau d’Olwer,  posteriormente Carner;  compuesto por doce ministros, llevarán a cabo la nueva Constitución republicana, la expulsión de Alfonso XIII, la Reforma Agraria, el estatuto de Cataluña, la conversión en Estado laico, la expulsión de los jesuitas e incautación de sus bienes; y la enorme transformación, mediante decretos, de la organización del ejército, así como la reorganización de las fábricas militares, la supresión de la pena de muerte, un nuevo presupuesto, la supresión de la Academia Militar de Zaragoza, entre las leyes más destacadas.

Viajes de Azaña a Granada, Santander, Valladolid, Gerona, Barcelona, La Coruña, en suma,  un tiempo de gigantescas ambiciones como las calificará Santos Juliá en su prólogo a las obras completas de este insigne alcalaíno.  Con decretos puntuales que contenían las principales reformas para un ejército nuevo cuya misión consistiría en la defensa de la patria en tiempo de guerra y la preparación para la guerra en tiempos de paz. De 18 capitanías generales se pasaba a 8 divisiones orgánicas, se suprimían las regiones militares, eran abolidos los títulos, honores y prerrogativas del capitán General, se autorizaba el voto femenino, introducción del divorcio, secularización de los cementerios, supresión de la pena de muerte, cuarteles nuevos en Carabanchel, compra del Goloso para el ejército, en Córdoba Cerro Muriano para la instrucción de reclutas, desarrollo de la Castellana en Madrid y proyecto de nuevos ministerios.

Si ya como ministro de la Guerra Azaña llevó a cabo uno de los cambios más titánicos para la transformación de la nación española, reconocido por el mismo Franco en el libro escrito por su primo,  es como presidente de Gobierno y con la cartera del ministerio  de la Guerra,  después de que Alcalá Zamora presentara su dimisión, estando en el hemiciclo de las Cortes constituyentes la discusión del punto 24, que finalmente pasaría a ser el 26 de la Constitución, sobre la implantación del laicismo del Estado, con la pretensión socialista de disolución inmediata de todas las órdenes religiosas,  con aquel primer discurso de España ha dejado de ser católica, que tan desacertadamente fuera interpretado por la opinión pública, que don Manuel Azaña, aquel literato de Plumas y Palabras, la obra de teatro la Corona o la novela el Jardín de los frailes,  alcance el cénit en su exitosa gestión política, y en los libros de historia se conozca como el bienio progresista,  mientras Lerroux  se convence que enfrente tiene un férreo adversario a sus aspiraciones de liderar el republicanismo y alcanzar el Poder, le felicite y le cubra de elogios: ¿de modo que se tenía usted eso guardado?, le dirá,  cuando las Cortes en pleno, casi todos los diputados puestos en pie,  prorrumpían en grandes y prolongados aplausos  al término de su discurso, y el filósofo don José Ortega y Gasset le diga que no había oído nunca un discurso parlamentario mejor , cuando entre continuos abrazos y muestras de admiración, tardara más de media hora en poder salir del banco azul y en reunirse con los ministros. Todos estaban contentos.

Si gracias a su intervención  y su discurso del 13 de octubre del 31, Azaña libraba a buena parte de la Iglesia de la furia anticlerical de socialistas y  tomando como cabeza de turco a la Compañía de Jesús,  en aquel martes de su consagración política, sin por ello  vencer  la amenaza previa  de dimisión de Miguel Maura y  Alcalá Zamora, si prevalecía el texto de la Comisión, que él mitigaría con la aprobación de un nuevo dictamen de nueva redacción, pues le repugnaba que en el Paular, Silos, los benedictinos, el Escorial, las úrsulas de Alcalá, las bernardas y las innumerables ordenes  de varones y hembras por toda la geografía hispana de religiosos fueran expulsados.

Don Niceto, ese día 10 de 1931, pronunció un discurso frente a la hostilidad de casi todo el Congreso, intentando frenar la demolición que el Congreso pretendía llevar a cabo sobre los católicos y, a su término, Lerroux le daba un abrazo y le decía: es un acto de valor cívico



No lejos de ese inmueble de la acera de Canasteros, que mira a la lujuriosa vega y que por su altura uno puede contemplar extasiado, mirando a poniente, unas puestas de sol de bermejos y rosicleres atardeceres,  inigualables por su melancolía;  en la calle de Niños Luchando, número 18, esquina con Cocheras de Santa Paula, en pleno centro, rodeada de conventos, iglesias y la universidad, que fundara Carlos V, la familia del carpintero Francisco Orero Montoro, natural de Andújar, su esposa, María Aguado Moreno, del pueblo de Benalúa de las Villas, junto a sus dos hijos de 5 y 2 años respectivamente, Fernando Francisco de la Santísima Trinidad y María Luisa Orero Aguado, como fueran bautizados por su padrinos don Fernando Contreras Gómez de las Cortinas y Pérez de Herrasti Atienza y doña Natividad  Contreras Gómez de las Cortinas y Pérez de Herrasti Atienza, hijos del ilustre prócer monárquico  don Ramón Contreras y Pérez de Herrasti, y después de haberse recientemente mudado desde el barrio de la Magdalena, en la calle Jardines, número 20 donde habían nacido los dos vástagos, también han dormido mal, pues desde la iglesia de la Magdalena, por medio del sacerdote granadino don Manuel Hurtado, la monja María Luisa Contreras Gómez de las Cortinas y Pérez de Herrasti  Atienza y su otra cofundadora Márquez Benavides de las Siervas del Evangelio, en 1934,  en el callejón de Nevot, como desde el palacio de las Columnas,  en la calle Puentezuelas esquina con Las Tablas, les llegan preocupantes noticias de la inestabilidad política de la República en Madrid, como de frecuentes conciliábulos entre los tradicionalistas, agrarios y militares para derribar el gobierno de Azaña, opuestos, según ellos, al orden y el Dios, Patria y Rey de sus antepasados y de su heráldica que se remonta a los Reyes Católicos. También la creciente implantación del movimiento anárquico en  el campo, que tendrá su más célebre y sangriento estruendo con Casas Viejas, ya en Enero de 1933, pondrá otra piedra más en la inestabilidad general de esos años por toda España.



En el taller de ebanistería y la vivienda de Paco el carpintero,  que ocupa todo el bajo de Niños Luchando 18, la clientela de abogados, canónigos, policía de asalto, aristócratas, monjas, sacerdotes, militares, médicos, practicantes, catedráticos, ujieres y modestos funcionarios, las idas y venidas no cesan, como también parientes y conocidos de Deifontes, Chauchina, Cogollos, Atarfe, Calicasas, Iznalloz, Colomera y el servicio de los señoricos, no ya sólo por la destreza y los encargos al maestro, sino porque saben del gran predicamento que su esposa, María Aguado Moreno, tiene con don Ramón Contreras, influyente personaje granadino,  por haber cuidado a sus hijos, particularmente a Fernando, quien por ella siempre profesará el mismo cariño que por la madre que nunca llegó a conocer, como por la bondad que atesora y su profunda fe religiosa,  buscarán informarse de lo que está pasando,  todos un tanto asustados por las persistentes disputas en el campo entre los  patronos y el campesinado, como del anticlericalismo y los constantes enfrentamientos y amenazas contra todos aquellos que muestren sus inclinaciones religiosas y de solidaridad con un clero que no pasa por sus mejores momentos y no saben lo que les deparará el futuro, así como la hostilidad de la que son objeto por una parte de la ciudadanía.



Lejos queda ya la felicidad del joven matrimonio de Sáez de Tejada y Martín López, como aquella foto un 2 de abril de 1929, tras la boda,  posando en el estudio de Garzón delante de un arco ojival, ella con su cara de niña, vestida de mantilla,  al cuello un sencillo collar de doble vuelta  y una esclavina en el corpiño;  él con su traje cruzado, al modo príncipe de Gales,  camisa blanca y corbata a juego,  asomando el pañuelo blanco por el bolsillo de la chaqueta; ella, en mano derecha sosteniendo un guante blanco, él lo aprieta en su puño izquierdo,  en una pose y  ambiente de claustro medieval, mientras en sus caras la suave sonrisa juvenil de la pareja y la confiada mirada de ambos es bien patente.



Ese día tan feliz habían podido firmar como testigos de los contrayentes, los padres del esposo,  Francisco Sáez de Tejada Paso y Matilde Flores Prados, como Alfredo Martín Fernández y Francisca López López, por parte de la esposa y pronto abuelos, que también estarían presentes en el bautizo de la primogénita, aquel 11 de junio de 1931, en San Ildefonso, siendo sus padrinos Nicolás Sánchez Marín y Ángeles Vílchez López, ministro oficiante Don David González.

También había sido un día de celebración y alegría la boda de Francisco Orero Montoro con María Aguado Moreno, unos años antes, en la singular capilla del palacete de las Columnas,  en la calle Puentezuelas, residencia de uno de los Pérez de Herrasti, descendiente de aquel general español que dirigiera la defensa de Ciudad Rodrigo durante el sitio de los franceses allá por 1810,  y de hondas raíces en Granada, para quien María había sido la fiel niñera de sus tres hijos, Natividad nacida año 1914, Fernando, en 1915 y María Luisa Dolores, en 1917, el mismo año del fallecimiento de la esposa y madre, doña Manuela Gómez de las Cortinas y Atienza.

Esos días previos a la monarquía evanescente y los próximos albores del clamor popular por una regeneración política y social, que todos creyeron amanecería con la República de abril del 31, numerosos eran los invitados en el patio del palacio de las Columnas o del Conde de Luque, con su marcado estilo neoclásico, tenía lugar el ágape dado a los contrayentes con la presencia de los organizadores, la familia Contreras Pérez de Herrasti y Gómez de las Cortinas y Atienza, su hermano don José Contreras, su esposa, Paz González de Anleó y González del Pino,  al igual que don Ramón Gómez de las Cortinas López Morales de Ayala y Escalante, caballeros de la Maestranza de Granada. Eran también invitadas las ya excompañeras de María Aguado al servicio de la casa, con su  adormilado y entrañable acento de Arjona. Desde Andújar y Benalúa de las Villas acudieron también familiares de los contrayentes: Miguel Orero Barragán, Francisca Montoro Gavilán, Agapito Aguado Gálvez, Leoncia Moreno Romero; los hermanos de María, el barbero de Benalúa, que pronto emigraría a Argentina llevando con el su violín y su enorme simpatía veguera, Agapito; la menor, Concha, que ya noviaba con Rafael Burgos Herrera, y uno de los hermanos de Francisco Orero, el mayor, Miguel. Relación ésta abreviada de una efemérides sencilla y espléndida a la vez, rodeados del boj del jardín, con la fuente en el centro y el encanto de una de las obras civiles del mejor gusto, por el diseño de sus salones, vidrieras, rejas y estancias, que a todos los presentes sobrecogía por la humildad de la ceremonia y los invitados forasteros, aunque por ello, don Ramón, padrino en la boda de la ahora esposa de Francisco, con su acendrada generosidad, regalaba a María por sus muchos desvelos y el enorme cariño dispensado a esta señorial y ancestral casa granadina, todas las atenciones de ese día de gala.

Jueves, 11 de agosto de 1932

Alrededor del palacio de Buenavista en Madrid, en las cercanías de Cibeles, los asaltantes al Ministerio de la Guerra y residencia de don Manuel Azaña Díaz, han sido rápidamente depuestos. En distintas ciudades, los generales Goded, Cavalcanti, Barrera, entre los más destacados de este complot, son detenidos, mientras Sanjurjo, el líder espiritual, en Sevilla, ve pasar las horas de su frustrado golpe de Estado de la madrugada del 10 de agosto,   no tardará en ser detenido y conducido por carretera, por el secretario del Ministerio de la Guerra, directamente a Madrid para su posterior enjuiciamiento.

Mientras la sublevación en Madrid y Sevilla es portada en los distintos diarios de Granada, alguno como el Ideal a punto de ser incendiado y por orden gubernativa clausurado, la ciudad toda amanece en tensión, como cuando el trueno y los rayos anuncian la próxima descarga de la tormenta. Los periódicos, al precio de 10 céntimos, en las ediciones de mañana y tarde, por parte de El Defensor de Granada, son objeto de la codicia y arrebatados de las manos de los chiquillos que por calles, placetas y plazoletas, vocean las primeras planas y la mancheta de los periódicos a su cargo, aunque sus infantiles vendedores aún sean analfabetos y, en su mayoría, corran por las calles la ropa en jirones, incluso con alpargatas y la única esperanza para su familia del mísero óbolo con el que estos gorriones de la ciudad de la Alhambra,  al anochecer,  lleven a una casa angustiada para afrontar el diario sustento.

Las reuniones en la Casa del pueblo, la federación local de sindicatos únicos, la detención del ex conde de Guadiana, las declaraciones del jefe de Gobierno a las Cortes Constituyentes, quien declara la inexorable aplicación de la Ley y la solicitud a la Cámara de un voto de confianza, mientras la tropa es acuartelada y se produce un cambio de gobernador civil, son noticias que ansiosamente recorren todos los mentideros de la ciudad y los pueblos del cinturón de Granada.

 

A las dos y media de la madrugada, grupos de descontrolados, habían incendiado el Casino Cultural, en la Acera del Casino y a pesar de la pronta intervención de la brigada del Parque de bomberos, el fuego adquirió caracteres de verdadero peligro para todos los edificios adyacentes. Se oyen numerosos disparos en el centro de la ciudad y se habla ya de algunas víctimas.

Las armerías son asaltadas, también la cuchillería del Pie de la Torre, mientras a la Casa de Socorro son llevados numerosos heridos, dos de los cuales fallecerán, también ingresan heridos los obreros Mariano Cañete, electricista, y Donato Gómez,  a resultas del tiroteo en el Embovedado contra la Guardia de Asalto y la Guardia civil, que llegaron para controlar los disturbios.

Los desmanes y los incendios se suceden. Arde por completo en el Albayzín, la iglesia de San Nicolás, cuyas elevadas llamas se ven desde cualquier lejano rincón,  mientras que el convento de las Tomasas también es asaltado a la vez que la fábrica de cerámica de los señores Morales, más conocida por Fajalauza. En Santafé y Cijuela, en un choque con la Guardia civil, resultan varios muertos.

Todo el comercio de Granada, ese día 11 de agosto de 1932, permanece cerrado y pocos son los transeúntes que desafían el miedo y el terror que les ha producido la madrugada. Ni siquiera quien tenga premiado con 400 pesetas un número de la lotería nacional intentará pasarse por las oficinas del banco de la familia Acosta, en Gran Vía, para su cobro.

Tampoco transitan los aguadores que honrara en su obra Granada la Bella, Ángel Ganivet, desde la fuente del Avellano;  ni en Pasiegas,  sobre su modesto tenderete, a la sombra de una esquina y al pie de la escalinata, las gitanas ofrecerán a los viandantes el dulce manjar de unos frescos  higos chumbos. Ni siquiera las largas reatas de mulos que acostumbran  llevar en sus serones la arena del cauce del Genil para la obras, incluso esa miríada de niños que asolan las calles en esta época sin colegios y sin miedo al insoportable calor, que a la sombra suele por estas fechas  alcanzar los 37 grados, cruzan hoy Granada. La ciudad entera se ha detenido, enclaustrada voluntariamente, como cuando las tropas imperiales de Napoléon un día tomaron Granada, allá por enero de 1810, para dos años después el general Sebastiani a la cabeza, expoliarla e intentar destruir sus adarves, y ningún granadino saliera a verlos desfilar.

Un grupo de revoltosos intenta incendiar el convento de Santa Paula, a quienes les hizo frente el portero, Cipriano Marín, sufriendo varios disparos que le hirieron, mientras los agentes de Vigilancia, señores Miranda Mingorance, Ballesteros y otros, se incautaban  de armas en diversos domicilios.



En el 18 de la calle de Niños Luchando, las monjas del convento frontero de las Siervas de María, de madrugada y por miedo a que su casa también pueda ser incendiada, han sido cobijadas en sus modestas dependencias por el matrimonio del carpintero Francisco Orero Montoro y de su esposa María Aguado Moreno, ante la perplejidad de los dos hijos de éstos, Fernando y María Luisa,  como de algún apresurado noctámbulo transeúnte.

Viernes, 12 de agosto de 1932

La ciudad toda se levanta bastante cansada, en la casi totalidad de los hogares, desde los más pudientes hasta los más decrépitos, otra madrugada más sin poder conciliar el sueño, pues las carreras, los disparos y el humo de los incendios que poco a poco van extinguiéndose ha sido la tónica dominante de la noche que acaban de dejar atrás.

Como cualquier otro verano, un cielo azul inmaculado abarca el firmamento, mientras el sol inicia su apremiante recorrido de luz y calor, bañando los campanarios, las torres y las murallas de la Alhambra, con el reflejo plateresco de las nieves veteadas en Sierra Nevada, que dibujan sus contornos con los rayos de Oriente y pronto alcanzarán su cénit e inundarán toda la ciudad sin compasión, con el mero consuelo de la sombra de un ciprés, un raquítico naranjo, las arboledas de la Alhambra o el eterno e incansable murmullo de sus innumerables fuentes y acequias.

Sin embargo, el miedo, la escasez de alimentos, siguen postrando la ciudad y su lujuriosa vega, a quien ya la Unión General de Trabajadores pide que vuelvan al trabajo sus afiliados, mientras en la prensa se anuncia que a las doce y media se verificará el entierro de las víctimas.

De este modo, al mediodía, desde el Hospital de San Juan de Dios, los féretros de Mariano Cañete y Donato Gómez, víctimas el día anterior de los disparos que se produjeron en el Embovedado,  a hombros de obreros, por la Gran Vía y la misma Cuesta de Gomérez, son portados a su última morada en el cementerio de San José. Se oyeron algunos gritos de ¡Viva la libertad! ¡Viva la Confederación Nacional del Trabajo! En un acto que constituirá una imponente manifestación de duelo nunca antes vista en Granada.

A la tarde, las calles seguían esta vez con tranquilidad, ocupados los sitios estratégicos por la Guardia civil, soldados de Infantería y Artillería, mientras los bares y cafés permanecían cerrados y en el Compás de San Jerónimo, la Agrupación Socialista abría una suscripción en favor de las familias de los fallecidos, con un monto de 500 pesetas, también Juan Carreño y Virgilio Castilla, lo hacían con 100 pesetas. Un bando del gobernador civil, señor González López, gobernador de la provincia de Córdoba y comisionado especial por el Gobierno de la República a Granada para el restablecimiento del orden público, insistía en la necesidad de sosiego y la vuelta al trabajo, como la apertura del comercio.



Mientras tanto, después de bajar del cementerio la multitud allí congregada, en grupos de cuatro y cinco personas con emoción y rabia contenida, a eso de las dos y media  en la Acera de Canasteros, Paco Sáez de Tejada Flores, subía lentamente las escaleras de su inmueble bastante preocupado, aunque el duelo y el desfile de los dos obreros había sido una pacífica y contenida manifestación popular, a la que había asistido como militante sindicalista por solidaridad con los compañeros de su gremio y con la justificada y juvenil esperanza de un futuro mejor para su familia que parecía presagiar un oscuro porvenir, lo sucedido en estos tres días de la Sanjurjada, como titulaban los periódicos, le hacía pensar en la tenaza que los monárquicos, militares  y los anarquistas le estaban haciendo a la República, pudiendo derivar todo en una dictadura o lo que es peor, en una guerra civil, que, por desgracia, así sucedería pocos años después, pues los tambores de guerra cada día sonaban con más fuerza, como se había demostrado en este fracasado golpe de Estado del general Sanjurjo.

En la calle de Niños Luchando y, más concretamente en la carpintería y hogar de Francisco Orero Montoro y María Aguado Moreno, en el número 18,  la tranquilidad parecía reinar. Las monjas del convento de las Siervas de María, vecinas, habían vuelto cautelosamente esa mañana a su casa, con el enorme agradecimiento de la madre superiora, una navarra de recio carácter y beatería, también de la siempre sonriente y andaluza despensera, como de dos hermanas mayores en sillas de ruedas y del resto de la comunidad religiosa.

Junto al tazón de café migado, Paco el carpintero volvía a leer la prensa, donde los anuncios de La Isla de Cuba, en Hileras, 4 y 6, teléfono 2178, ofertaba sus productos para los novios; la Confianza, en Reyes Católicos, 36, seguían realizado todos los géneros de verano a precios de verdadera ganga; las pastillas Bonald, de mentol y cocaína para toses, garganta, preventivas de la gripe, cantaban sus cuarenta años de éxito y la posibilidad de adquirirlas en farmacias, droguerías y centros de especialidades. La información militar al servicio de la plaza, volvía a ser rutinaria, como también el boletín religioso, el nuevo horario de Tranvías Eléctricos de Granada para Durcal, Pinos Puente, Chauchina, Santafé, Gabia la Grande, la Zubia y Líneas de la capital. Numerosas páginas dedicadas a los sucesos de Madrid y Sevilla y la lista de los precios de los principales productos, siendo el aceite de oliva, 1ª calidad 1 litro a 1,75 ptas, el azúcar refinado a 1,60 el kilo, el café torrefacto marca Toro, a 12 ptas el kilo, las habas finas a 0,80 ptas kilo, los garbanzos tiernos a 1,40 ptas el kilo, el jabón verde primera, a 1 pta el kilo, el vino Rioja, clarete, de Haro, la botella 1,50 ptas. La carne en la carnicería de la calle la Alhondiga, esquina a la de Gracia o en el mercado de Capuchinas, podía adquirirse ese día a 5,50 ptas el kilo de vaca, de primera; costillas y falda, a 4,00 ptas el kilo y el borrego con hueso, a 3,75 ptas el kilo, cuando el chocolate Alhambra, en el establecimiento de Pescadería 9 y 11, selecto y especialísimo, tenía de añadido el obsequio de un globo. También podía uno encontrar novelas publicadas por capítulos en la prensa o el anuncio de libros de título La fecundidad y los vicios conyugales, en la librería de Prieto, Mesones 65, cerrando la prensa con la viñeta de humor que siempre solía aparecer en la última página y que consagró a Miranda, con su mosca sempiterna, en el diario Ideal, años más tarde.

La carpintería volvía a abrir sus puertas, con las idas y venidas de clientes y empleados, como el tris-tras del cepillo o el tras-tras de la sierra, las virutas saltando desde el banco al suelo y el olor inconfundible de maderas de okume, roble o pino, impregnando toda la casa.

La calle Niños Luchando volvía a ver a los numerosos viandantes que acostumbraban a pasar por allí hacia el Boquerón, Arandas o camino de Santa Paula y la misma Universidad, como los restantes vecinos entraban y salían para gestionar la compra de vituallas, acudir a los rezos,  misas en las iglesias cercanas o las gestiones propias de sus negocios y quehaceres diarios.

En unos y en otros, en la Granada de aquel año de 1932, de aquel caluroso verano, sin embargo, una cierta amargura, un leve desencanto y la muestra de que latía un oscuro rumor, silente como en un volcán, antes de su dislocada erupción, parecía anidar en la sociedad, nublando los corazones y menguando las esperanzas de todos, especialmente de estas dos familias que tan bien he conocido y que me he tomado la libertad de presentar en este relato, que más tarde se unirían, dando lugar a que yo pueda cargar con su legado, conservar su memoria y honrarles modestamente, al igual que a la ciudad que me vio nacer y en la que ellos, de un modo u de otro, en aquellos tres días de la Sajurjada, como posteriormente en los más graves de la Guerra Civil, no guardaron rencor a tan ácigos días, ni a lo que, posteriormente,  tuvieron que sufrir y, a sus descendientes, nunca quisieron contarles la zozobra de aquel verano que puso en llamas la ciudad de Granada, con ánimo de que nunca pasáramos por donde ellos sí tuvieron que transitar.

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 24 de marzo de 2024

AQUELLA SEMANA SANTA DE MI MEMORIA.

 


                    AQUELLA SEMANA SANTA DE GRANADA


Para nosotros,  los niños en el 18 de la calle de Niños Luchando, la Semana Santa siempre llegaba mucho antes, pues en la carpintería de mi abuelo, con la ayuda de mi padre y algún que otro auxiliar o aprendiz,  el ir y venir a la iglesia de San Antón, a su sacristía para ir llevando los materiales que luego darían forma al canastillo de la Virgen de los Dolores y el Cristo del Rescate, como del resto de la urdimbre de madera de los pasos,  en su posterior culminación y atrezo definitivo para el desfile por las calles de Granada,  hacía tensionar el hogar de los abuelos y del joven matrimonio que se iba cargando de hijos, en unos años en los que la economía de la ciudanía no era nada lustrosa y tampoco el trabajo de un ebanista estaba bien retribuido, menos aún dos familias enracimadas en el mismo lugar y con una prole que no paraba de crecer, en número y en necesidad de alimento.

El ras-ras, ras-ras,  de la sierra, el clavar las puntillas, los golpes de martillo,  el lijado con el cepillo o la garlopa, el eterno olor a madera, el aire siempre viciado de polvo,  la viruta como alfombra mullida y las mismas voces del taller, los juramentos o las estridentes blasfemias por alguna equivocación o irritación: me cago en el copón bendito; podían ser imprecaciones que aún hoy vienen a mi mente, como el murmullo entre labios de la abuela al oírlo: perdónalo señor porque no sabe lo que dice; formaban parte de mi geografía infantil, mientras mi madre dejaba la costura y ensombrecía el semblante, pues bien sabía que se avecinaba tormenta y magro dinero para el alimento de los churumbeles o la imposibilidad de comprar d nuevos hilos, nuevas blondas y telas en la mercería para acabar un vestido, como también  el escenario previo al drama de la Muerte y Resurrección de Jesús Cristo y de las vacaciones de la Pascua en el vecino colegio de la plazoleta Cocheras de Santa Paula, donde acudía para aprender mis primeras letras.


Por esas calles de mi amada ciudad natal, yo también desfilé, no ya como acostumbraba a hacerlo mi padre, vestido con capirote y en el pecho luciendo la cruz roja de San Andrés, sobre un inmaculado sayal blanco, lo hice como si fuera monaguillo, en medio de las hileras de penitentes y llevando una bandeja de plata en auxilio de los cirios o quizás portando el incienso, pues tardó tiempo en desvanecerse ese cautivante olor de mí. O eso quiero creer ahora. ¡Ha pasado ya tanto tiempo!

Éramos devotos de la Virgen de los Dolores y del Cristo del Rescate, pues las dos cofradías habían sido fundadas por don Ramón Contreras Pérez de Herrasti y los Gómez de las Cortinas Atienza, forzados por la enorme relación afectiva que mis abuelos y mi padre siempre tuvieron con este ilustre prócer granadino y su familia, a quien nada podían negarle, aunque poco fruto y muchos desvelos le ocasionaba, como por haber estado muy vinculados al barrio de la Magdalena antes de irse a vivir al Centro, en Niños Luchando, concretamente desde la calle Jardines.

En la madrugada del Martes santo, tras una oración a la virgen y a oscuras en la iglesia, toda desmantelada para poder acoger el cierre del cortejo, las monjas tras las rejas esperando a la madre celestial, ya devuelta,  mis progenitores habrían podido saborear en lo más íntimo de su ser la alegría de haber concluido con éxito lo que con tantos anatemas y esfuerzo antes de esta festividad a ellos tanto les había costado y que, por otra parte, escasos ingresos les permitían, y que ya en días posteriores concluiría con el desmantelamiento de todo el entramado, que Granada había contemplado, con el silencio entre bambalinas de sus humildes artesanos y hacedores, como también de un puñado de costaleros cazados por la necesidad y el hambre, de unos duros en aquellos años de miseria, tendidos en el suelo recuperaban el resuello de horas de esfuerzo bajo palio.


Esta vez, con el eco de algún beodo de los que habían portado las andas y acaba de gastarse el estipendio convenido que el capataz le ha entregado, con la corriente invernal del Darro, que hace que los tres vayamos con la mirada fija en el suelo, en silencio y cansados; abuelo, padre y nieto, despojados ya de toda vestimenta ornamental, por Puerta Real, Mesones, placeta de la Trinidad, Botánico, estatua de Carlos V, la Encarnación,  andemos sin palabras, arrastrando los pies,   buscando, con el último rezo, la entrañable calle de Niños Luchando.

Pasará Jesús de la Burriquilla  debajo del arco de Elvira, el domingo de Pascua, como si estuviéramos en aquel Jerusalén, mientras la multitud pareciera también bajar del monte de los olivos y no del vecino Albayzín, con los chiquillos vestidos a usanza hebrea. Volverán los barrios del Realejo, Centro, Fígares , Albayzín, Magdalena; calles como la Alcaicería, la Cárcel, Elvira, acera del Darro, Pavaneras, la Colcha, la Alhondiga y tantas y tantas, a llenarse del olor de incienso y de colores, como de las palmas o las ramas de olivo a la salida de la misa, dando así comienzo, a las cinco de la tarde, de una nueva Semana Santa.

En las casas el potaje de vigilia, las torrijas, los buñuelos, la leche frita, el bacalao o los roscos, harán las delicias de chicos y grandes, mientras las mujeres planchan, cosen y miran con embeleso cómo quedan las vestimentas, trajes y mantillas de quienes desfilarán o simplemente irán a visitar al Señor en iglesias o conventos, o en la misma majestuosa catedral metropolitana


Así con mayor fervor penitencial o simplemente por conservar  las tradiciones que nos legaron nuestros antepasados, las calles de Granada, ayer como hoy,... y quizás, cuando ya no estemos, volverán a ser escenario del paseo del Hijo de Dios y de su madre con una imaginería rica de arte y del humilde trabajo de algún que otro artesano que nunca firmará su obra, pero que con su granito de arena habrá contribuido en otro momento culminante de la historia de Granada.

 



FOTOS EXTRAÍDAS DEL LIBRO NUESTRA SEMANA SANTA, DE JORGE MARTÍNEZ GARZÓN, Y AUTORES JOSE MARÍA GONZÁLEZ MOLERO, RAMÓN L. PÉREZ PINAR Y ALFREDO AGUILAR. Edición Ideal.

A todos ellos, gracias.

 

martes, 12 de marzo de 2024

FREDERICK FORSYTH, EL CUARTO PROTOCOLO, Y SU PROIMIDAD CON EL 11-M EN MADRID, A TENER EN CUENTA

 


FREDERICK FORSYTH, EL CUARTO PROTOCOLO Y SU POSIBLE RELACIÓN CON EL 11-M

El autor británico de novelas de espionaje y ficción, en esta novela que trata sobre el intento de hacer estallar una bomba nuclear en suelo inglés por parte de un ilegal ruso, es decir un espía enviado por el KGB ruso para desestabilizar la democracia británica, a unos días de las elecciones y ante la creciente ola popular de un desarme nuclear,  que el partido laborista patrocina, dentro del emocionante modo de adentrarnos en los círculos del espionaje y contraespionaje británico, alrededor del MI5 o MI6, como de las diferentes células que en el Reino Unido han hecho del espionaje un motivo de atracción para el poder soviético, también se interna en las distintas maneras que los soviéticos llevan a cabo el espionaje, la formación de sus espías y la captación de traidores a la causa de su nación, a veces empleando el subterfugio de un país tercero, en esta obra será Sudáfrica y un diplomático, Jean Marais, al igual que un alto funcionario en el Ministerio de Defensa británico, Berenson, casado con una aristócrata, que irá desvelando secretos armamentísticos de su nación como de las relaciones con la OTAN, y que por un casual robo en su apartamento en un elitista barrio de la City, pondrá en marcha la búsqueda del traidor, de los documentos transmitidos y del por qué de esa captación como agente al servicio de otro país.

Un antiguo comandante militar, que fue quemado en Irlanda del Norte, mientras se enfrentaba a los terroristas del IRA, Preston, ahora en el MI6 y en contacto directo con un alto director de los servicios de información británicos, Sir Nigel Irvine, será quien con su perseverancia desmantele el intento de un enorme atentado nuclear en Gran Bretaña.

Novela muy cinematográfica, como la mayoría de los libros escritos por este autor: Odessa, Chacal,  que además nos describe perfectamente armamento y medios empleados en esta esfera de la oscura y apresurada  defensa de su país.

Cómo son las intrigas en la Unión Soviética, la lucha por el poder, la senectud de sus dirigentes y en este caso del secretario general del partido comunista, los edificios, las dachas, el servicio y también las instalaciones británicas de espionaje, posiblemente muy bien documentado todo por que el mismo Frederick trabajó en el MI6, junto a la trama, hacen de este libro un ameno entretenimiento, pero también le hacen a uno reflexionar sobre el modo de proceder inherente al Poder ruso de ayer, como el de Putín hoy, capaz de intentar desestabilizar las democracias en Occidente, como así pasó en España un 11-M, tres días antes de las elecciones, con un brutal atentado en Madrid, que hizo posible que el PSOE con Rodríguez Zapatero a la cabeza, alcanzara el poder de manera inesperada, pues todos los vaticinios estaban con el PP., que aceptó esas elecciones cuando la opinión pública no podía llevar a cabo esa celebración por el golpe recibido y el miedo existente, pues la devastadora influencia del atentado y el empleo hecho por el mismo partido socialista de culpar a Aznar en la intervención española en Irak, terminaron volcando las votaciones sin fundamento en los días previos.

Señalado fue la Yihad, pero no se ha podido demostrar fehacientemente quién fue el director del programa de este atentado y, si uno lee este libro, se da cuenta que Rusia, antes como ahora, están siempre detrás de acontecimientos que no parecen tener una autoría concreta, pero que buscan quebrantar las democracias o agredir Estados vecinos que ya no quieren seguir bajo su yugo, como Ucrania.

En esta obra, Preston logró que Margaret Thacher pudiera derrotar a los laboristas, eliminando a los topos rusos en Gran Bretaña, como al espía dispuesto a causar una hecatombe, no así  en España, el 11-M de hace veinte años, todo el mundo pensó que sería ETA, pues sobraban los antecedentes y los intentos en la estación de Zaragoza como en trenes, mientras unos simples y vulgares muslimes, ayudados por drogadictos españoles, atentaron en Madrid de la manera más cruel y vil que se recuerde tras la masacre de las Torres Gemelas de Nueva York, sin que la Justicia haya sido capaz de saber quién fue la inteligencia de la muerte de tantos inocentes, los mismos que en el Cuarto Protocolo, de no haber tenido éxito la perseverancia de John Preston, habrían abierto las puertas a la victoria laborista y la toma de poder del comunismo y, por ende de los Rusos.

Es una ficción que, si la extrapolamos a ese 11-M en España, y a las pruebas, el juicio, como la toma del poder por parte del PSOE, nos indican que Putin podía estar detrás, como también está demostrado que está vinculado al separatismo catalán y al fugado Puigdemont en Waterloo.

Novela para pasar una grata tarde, como para reflexionar de la barbarie y las conexiones que Rusia sigue teniendo en su afán de desestabilizar el mundo y, sobre todo, de tener países y gobernantes satélites de su gobernanza.

domingo, 3 de marzo de 2024

CUATRO LIBROS, TRES AUTORES Y SIEMPRE UNA INVESTIGACIÓN

 

CUATRO LIBROS, TRES AUTORES Y SIEMPRE UN ASUNTO POLICÍACO



En El problema final, su autor Pérez Reverte, se aventura en desvelar los pasos que Arthur Conan Doyle y buen número de escritores, caso de Agatha Christie, el mismo Ellery Qeen, sobre el que también hablaremos, llevan a cabo una minuciosa tarea para hallar al asesino de su relato, así como los pasos intermedios que necesitan para poder atrapar al culpable y tener atento al lector hasta el término del libro, cada escritor a su manera.

En este modesto análisis, tres son los autores: Arturo Pérez Reverte, Georges Simenon y Ellery Queen, en este último caso este nombre es un seudónimo de dos primos neoyorkinos judíos, Frederic Dannay y Manfred Bennington, que dan vida al investigador Ellery Queen como a otros protagonistas, en esa búsqueda del culpable de un crimen, de un modo bastante intelectual.

Empezamos por nuestro compatriota, el murciano  Pérez Reverte, cuya obra ya es mundialmente conocida y sus libros, de todos los estilos, éxitos de ventas o traducidos a innumerables lenguas, que en este libro sigue las enseñanzas del afamado Arthur Conan Doyle con su famoso protagonista Sherlock Holmes, mostrando a lo largo de esta trama, su enorme conocimiento de la obra literaria del británico, de ascendencia irlandesa, así como de los métodos y maneras en las que a través de la revista Strand Magazine, quien iba para médico, presentará al público quien será su mayor y mejor protagonista literario,  Sherlock Holmes, a quien, en carta dirigida a su madre, pretenderá poner fin con el problema final, título éste de esta misma novela en la que el prolífico novelista español se introduce para, empleando como protagonista a quien fuera el actor más popular en el cine de Sherlock Holmes, ya retirado y por casualidad, encerrado en una isla frente a Corfú por causas de un temporal, presenciará la muerte de tres huéspedes y el compromiso de investigar, como hacía en la pantalla, quién, cómo  y por qué de estos asesinatos.

Tres son los muertos, primero Edith Mander, dentro de una cabaña cercana a la playa, con la apariencia de un suicidio, después el doctor turco Karabin, arruinado, y, por último, un alemán jubilado con oscuro pasado en un campo de concentración.

En el hotel de la isla Utakos, frente a Corfú, la señora Auslander, judía, ayudada por una camarera, Evangelista, un joven camarero, Spyros, y el maître de diente de oro, Gérard, junto a los huéspedes, una pareja italiana del cine y el bel canto, el matrimonio alemán, un español escritor de folletines de venta en kioskos, Foxá, que hará de Watson, dos inglesas frisando los cuarenta, Edith y Vesper Dundas, junto al antiguo actor británico Hopalong Basil, de apodo Hoppy, forman parte de este escenario donde las tres muertes y búsqueda del asesino se convierte en una tarea de investigación y hábil juego, que terminará desvelando, en el último capítulo, quien en la pantalla hiciera de Sherlock Holmes, en un giro previsible, en una segunda lectura del libro, pero bellamente elucubrado.

Como en todo su obra literaria, Pérez Reverte, logra aquí arrastrar al lector de manera sutil, sin grandes alardes escénicos, con un lenguaje, esta vez, más cuidado y siguiendo las pautas de esos grandes autores de la investigación policial y el suspense. Desvelando que quien fue asesinada en la playa no era quién se creía, pues hábilmente había cambiado su nombre y ocultado su pasado.


Mientras tanto, en el Misterio de la Cruz Egipcia, Ellery Queen, como investigador y protagonista del libro, con gran sabiduría y enredo histórico, nos lleva en la América del cercano Oeste, como en Long Island, en post  de un asesino que cojea, tiene un extraño nombre del este europeo, crucifica y descabeza a sus víctimas, las tres con nombres de ciudades buscadas en un Atlas y originarios todos de Armenia, con un pasado de ladrones y en un asunto de venganza, bien aposentados ahora en los Estados Unidos.

Trata de retar al lector para, tras las diferentes pistas y situaciones que nos va desvelando el relato, imponernos que le demos el nombre del culpable, que termina siendo uno de los mismos dos hermanos que habían sido asesinados, como del vengador por hechos llevados a cabo en su país de origen con su familia, en un cruel robo.

En Soplo Caliente, Soplo Frío, el asesinato de los Walters, una pareja  y unos vecinos de barbacoas amistosas, de jóvenes matrimonios, nos lleva a una hábil manera de asesinar para que las culpas parezcan una muerte pasional y un suicidio posterior, con enredos que van emergiendo, aunque todas las pruebas conducen al mismo matrimonio del doctor Richmond y su esposa, antigua enfermera, uno de los cuales, por despecho, odio y venganza, llevará a cabo ese asesinato en un caluroso condado de los USA.


Con Georges Simenon, en Maigret y los testigos recalcitrantes; Maigret a pensión o Un fracaso de Maigret, el lector se sumerge en una obra sencilla, con artificios suaves, pero con un enorme grado de humanidad, ya que en todos sus novelas siempre se saca la conclusión de que el asesino también merece el perdón y hubo algo que le empujó a tan fatal decisión.

Maigret y los testigos recalcitrantes se adentra el autor belga en una familia industrial venida a menos, en una casona de París que cae en ruinas y una industria de galletas que se muere, pero que sus fundadores y sus dos hijos, tratan de sostener de pie con matrimonios de conveniencia, mientras el negocio sigue dando sus últimas bocanadas, aunque una hija alejada de este ambiente mortecino, desvele a Maigret las razones de ruina latente.

Desde una pensión, Maigret hará el trabajo de investigación para descubrir el intento de asesinato de uno de sus fieles policías, descubriendo que, en el fondo, era una cuestión de amor, que no quería ser desvelada y que, casualmente, ese policía se vio inmerso.

No fracasa Maigret, sino que muestra su enorme humanidad y comprensión por el asesino, en este caso quienes tratan de hacer frente a un empresario despótico, que casualmente había nacido en el mismo pueblo de Maigret y que, con su emporio de carnicería, había triunfado en París y es respaldado por los políticos. Algo peremne y si no que se lo pregunten a los

En este último relato, los que se ven obligados a padecer el asesino, como el mismo pasado de la infancia del asesinado, hacen que sea “bienveillant”, es decir benevolente, bondadoso con todos cuantos desfilan por esta amarga historia, donde el dinero no logra hacer feliz al carnicero,  y quienes para él trabajan sólo saben que intentar robarle para soportar la humillación y la ruindad del patrón.

Tres autores y una obra con modos distintos de darle forma literaria y de investigación, como de juego y reto al lector.


Llegamos al final, aunque quizás debiera haber sido, probablemente el principio, El club Dumas, posiblemente una de las mejores obras que ha escrito Pérez Reverte.

La terminó de escribir en la Navata, la sierra madrileña, una primavera de 1993, cuando los fríos, las nieves y el río Guadarrama que no lejos discurre, ya empezaban a desvanecerse, mientras que la obra con la que este libro se relaciona enormemente, El problema final, lo hace en un soleado y cálido invierno en la isla de Corfú.

Puede parecer extraño, pero el ambiente oscuro irradia en este Club Dumas, y aunque la Irene Adler del 2 de Baker Street, residencia de Sherlock Holmes, aparezcan en las dos obras, todas ellas son fruto de la enorme pasión de bibliófilo que atesora el escritor, de su admiración por A. Dumas y la colaboración de Maquet , que utiliza en un supuesto manuscrito de ambos como una de las piezas para construir esta magnífica novela de investigación llevada a cabo por Corso, el protagonista, y con la frecuente presencia del mismo autor en el detalle y los pasos de la trama como narrador en tres episodios con el nombre de Boris Balkan.

La pasión por los libros, especialmente antiguos, como el interés del trasunto del autor, Boris Balkan, en la creación del club Dumas, que anualmente se congrega en el castillo de Meung, como corresponde al inicio de los Mosqueteros, y tres muertes, en Madrid, un adinerado Taillefer de extraño suicidio y de bellísima esposa, asemejada a Kim Novack; en Sintra, la del coleccionista arruinado Fargas y ya en París, la marquesa Ungern, que además de bibliotecas y colecciones de libros extraordinarios, cuentan con el libro de las Siete puertas, impreso por Aristide Torchia, que muriera por el fuego de la Inquisición italiana, y con un supuesto misterioso secreto que busca desentrañar el millonario Varo Borja, también coleccionista de libros en la ciudad de Toledo y con enloquecido y diabólico final.

En este libro, el lenguaje del protagonista, que hace referencia a su origen de paisano de Napoleón, Corso, es cercano al que suelen emplear los héroes de los libros de Pérez Reverte, el que él mismo acostumbra a usar en sus entrevistas televisivas, que, sin embargo, ya en su último libro, El problema final, descarta, quizás por los intervinientes y que, en otras publicaciones: Alatriste, Revolución, Los perros duros, El italiano, emplea indiferentemente y con abundancia.

Todo en este libro de El club de Dumas, es una muestra del gran talento que nuestro compatriota atesora, y que, como él mismo señala: “Pero lo mío es el folletín. La novela policíaca debe usted buscarla en otra parte”, además de ser un subterfugio lo enlaza treinta años después, para, esta vez sí, acometer un proyecto policíaco, ya que el Club Dumas es muyo más excelso y elaborado que su último libro.

En su pasión por los libros, Pérez Reverte nos hace navegar con autores que a él conquistaron con sus historias y que a quien esto firma, también le hicieron viajar y soñar, además de permitirle a él, introducirlos en sus relatos con una maestría ventajosa.

 

 

sábado, 3 de febrero de 2024

CARTA A IRENE MONTERO, PROBABLE PRÓXIMA EURODIPUTADA EN BRUSELAS

 


CARTA A IRENE MONTERO, LA QUE FUERA MINISTRA DE PODEMOS

Muy Señora mía,

Me tomo la libertad de dirigirle la presente, ya que, si los hados no lo remedian, vd. viajará y vivirá próximamente en la que fuera mi apreciada ciudad escolar: Bruselas, razón por la que, además de felicitarla por este presumible logro, lo haga también ahora con admiración por su trayectoria política, ya que desde un humilde hogar obrero de Vallecas y una profesión de reponedora en un supermercado, alcanzara vd. el cénit desde el nadir de su escasa formación, estimulando así a cualquier español o española (siguiendo su dicterio y su personal lenguaje) para abrazar la política y, en el camino algún macho alfa dirigente que te enchufe, llegar a  poder disfrutar de un palacete en la sierra madrileña, como la maternidad, y vivir felizmente sin los agobios y la dificultad de llegar a fin de mes de buen número de  mujeres españolas. Si en el camino han quedado leyes que ni  vd. misma ni sus asesores/as entienden, pero que han permitido que pederastas logren una menor condena, algo más a su favor para recordarla, en un país donde vd. diría que es envidiada por haberse alzado hasta el pináculo de la política española ¿o no, señora?

Valga este exordio para en su memoria, enseñarle que un 1 de octubre de 1931, en  las Cortes, en el mismo lugar donde años después, sin que muchos de esos atrabiliarios admiradores/as aún se lo expliquen, vd. posara su agraciado pompis, nada menos que en el banco azul.  Se debatía si bajar la edad de votación a los veintiún años o permanecer, como así fue, a los veintitrés y, además,  más relevante aún, se discutía si se daba o no el derecho electoral a las mujeres, en suma aceptar el voto femenino, hasta entonces negado para las hembras de este país.

El diario de sesiones del uno de octubre, como en los Diarios de Azaña, podemos sumergirnos en esa destacada tarde, ya que la sesión de Cortes se abrió a las cuatro y cuarenta minutos, prolongándose hasta la una de la madrugada, con el colofón de 161 votos a favor frente a los 121 en contra de la aprobación de ese voto femenino. Entre medias, mucho griterío, chocarrerías, que diría Azaña, y el combate oratorio entre la señorita Victoria Kent (1892-1987, malagueña, abogada y militante del partido de izquierdas Radical Socialista, cuyo líder era el sevillano Martínez Barrios) que votaría, junto a la mayoría de sus compañeros del partido Radical de Lerroux, en contra, ya que no estimaban que la mujer de entonces estuviera capacitada para votarles a ellos y, probablemente según la Kent, votarían antes por las derechas, dado el posible influjo de curas y frailes.


La Campoamor (1888-1972, abogada y escritora, Acción Republicana), con brillante criterio y razones, defendió su votación favorable, incluso enfrentándose a la mayoría de su partido, el Radical.


De acuerdo con el relato de Azaña, la Kent hablaba para su canesú y acciona con la diestra sacudiendo el aire con giros violentos y cerrando el puño como si cazara moscas al vuelo. Clara Campoamor, más lista, más elocuente, pero más antipática a juicio de Azaña,  entonces formaba parte del partido Radical, por poco tiempo, cuyos votos eran contrarios a ese sufragio femenino, que, sin embargo, Campoamor supo defender y, junto a socialistas y las derechas, de Niceto Alcalá Zamora, Presidente provisional, y Miguel Maura, ministro de la Gobernación, además de los vasconavarros y los catalanistas como Formiguera y Companys, abanderar esa derrota de la Kent y los contrarios al voto femenino, ganando así en la Cámara el voto para las mujeres.

Por todo cuanto antecede, señora Montero, acuérdese de la Kent y Campoamor, únicas dos mujeres que entonces estuvieron presentes en el Hemiciclo de San Jerónimo, especialmente de la escritora que, con la defensa que brillantemente hizo del voto femenino, logró vencer la resistencia de esas otras mujeres y de esos particulares intereses de partido, para otorgar igualdad a la mujer, como de buen número de varones que sabían que era injusta esa oposición y que, hombres y mujeres somos iguales, con la única diferencia del talento y el aprovechamiento escolar que cada uno y una de nosotros hayamos podido lograr antes.

Mientras se va diluyendo su partido y el caciquismo del que su pareja y sus líderes hicieron gala en Podemos, bien aprovechado ahora por la rubia platino de Yolanda, le recomiendo en Bruselas que lleve a los mellizos y Aitana a un colegio privado e internacional, de los muchos, buenos y costosos que existen en las cercanías del Bois de la Cambre. Si después de sus agotadoras y maratonianas reuniones parlamentarias quiere saber dónde los emigrantes paseaban a sus hijos, allá por los años 70, no dude en acudir al Jardín Botánico y disfrute de la gran variedad de flores allí cultivadas. Y cuando el apetito sexual se le despierte o quiera rememorar sus pasadas orgías del piso de Vallecas, no dude en visitar el Hotel Metropole, donde también residió Azaña en su visita a Bruselas, en la place de Brouckère, lugar éste que cada día uno de mayo Carrillo y los comunistas españoles exiliados desfilaban junto a sus compañeros de infortunio, pero eso sí festejando después, en la calle Boulangers,  alrededor de una gran mesa repleta de mejillones cocidos al vapor, endivias, patatas fritas en grasa de buey, aderezado de coles de Bruselas con costillas de cerdo bien chamuscadas y toda la gran variedad culinaria belga, donde no puede faltar la cerveza. Eso sí, cuidado con pasearse por el barrio du Midi, o des Marolles, la podrían confundir y requerir en amores. En aquellos años 70, judíos y españoles convivieron en la modestia de aquel pintoresco barrio, a los pies del monumental palacio de Justicia y del mercado ropaovejero de las Pulgas en la plaza del Sablon, hoy atestado de marroquíes.

Y si le queda tiempo para buscar algún vestigio de nuestro pasado imperial, aparte el Ayuntamiento en la bella y dorada Grand Place, algunas de las iglesias, en sus lápidas, podrán mostrarle el nombre de próceres españoles del tiempo de la Regente de Flandes, la sabia Margarita de Austria, o el Duque de Alba.

Y si el eterno cielo de plomo belga la agobia, no dude en pedirle el Falcón a Sánchez, que gustoso la traerá a Mojácar para disfrutar días de sol, un buen vino español y un plato de jamón de la Alpujarra.

Por último, próxima señora eurodiputada, que le quiten lo bailao, no mire pa´tras, que la vida son dos días y ya quisieran ocupar su sitio todos aquellos enfervorizados del Congreso de Vista Alegre, aquellos brigadistas y anticapitalistas oliendo a sudor y a ajo; ahora vd. tan fina, con su vestuario de Lorenzo Caprile o Carolina Herrera, su chófer y los guardaespaldas hercúleos y sin leyes del sí es sí, que fue historia.

Y cuando definitivamente regrese, no dude en contarle al Selu, por carnaval, que los políticos ya no comen langostas a disgusto para poder llevar a su casa un plato de lentejas, que están a dieta y sus ahorros, como los de Zapatero, son custodiados en Venezuela por la prima Delcy Rodríguez o en las cuentas bancarias que posee Maduro en Suiza.

Que lo pase bien y se despide de vd.  el Mirlo Blanco, un admirador, un esclavo, un amigo, un ciervo y un compatriota, de los de antes.

 

domingo, 28 de enero de 2024

EL TIEMPO DE LOS REGALOS, DE PATRICK LEIGH FERMOR.

 


EL TIEMPO DE LOS REGALOS, DE PATRICK LEIGH FERMOR

Patrick Leigh Fermor, británico, de infancia y formación turbulenta, pero con el mismo resuello que acostumbran muchos de sus conterráneos de las islas por abrirse a nuevos horizontes, que también elegirán España para ello, a los dieciocho años decide partir en busca de Istambul, viajando a lo largo del Rin y el Danubio.

Es el año 1933, cuando en Alemania Hitler ha alcanzado el poder, a pesar del asombro y la penosa situación económica y lo incierto del futuro,  a través de los Polders y el Zuidersee holandés inicia su marcha, con un pasaporte donde certifica que es estudiante y con la firme voluntad de aprender y ser receptivo a todo lo que irá descubriendo.

Lo primero que le atrae es el modo afectuoso y sencillo que las gentes del camino le atienden, dándole cobijo en cobertizos, como en residencias para estudiantes, cuando no en palacetes de las diversas etnias que conforman el mosaico de la Europa central, describiéndonos brillantemente los caracteres del idioma, la geografía y la arquitectura, mostrándose como uno de los autores de viajes más brillantes por sus descripciones y el relato que hace de las personas que encuentra como el paisaje.

Logrará, en esos casi dos meses y medio de viaje, aprender el alemán y hacer amigos por donde pasa, a los que les regalará algunos dibujos de los que, ya en Viena, y tras el encuentro en una residencia para vagabundos de Konrad, logrará poder salir a flote con las caricaturas que hace de puerta en puerta y a nueva amistad.

Para el incendio que desde la Alemania nazi se va forjando y que culminará con una tragedia que supere la guerra de los 30 años, a la que él hace a menudo mención y tiene presente,   y de lugar al Holocausto judío, resulta ser un tiempo para los regalos por la generosidad de holandeses, alemanes, bosnios, húngaros, bohemios, austriacos, checos y judíos de Bratislava, pues irá describiendo la belleza de los lugares, como el pasado histórico de los mismos, alcanzando su libro una brillante descripción de viajes que, quien lo desee, hoy podría repetir el trazado gracias a las cumplidas descripciones que Leigh Fermor hace en este libro.

Después del enorme cataclismo que sacudió Europa en 1940, a Patrick Leigh Fermor le costaría trabajo  entender cómo había podido pasar por esas fértiles tierras que bañan el Rin y el Danubio tamaña barbarie teutónica, por lo que tuvo la fortuna de recibir un gran regalo, contemplar la belleza de lugares que pronto serían pasto de las bombas, la destrucción y la ruina, lugares que él conoció pacíficos y fraternos.