RABINDRANATH TAGORE. GITANJALI. PREMIO NOBEL AÑO 1913.
EL POETA
Para que en el transcurrir del tiempo, mi florecilla Daniela
guste leer estos versos y le causen la misma emoción que le causaba a quien tanto la quiso
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“Anda, no esperes
más; coge esta florecilla, no se muestre y se deshoje.
Quizás no tengas
sitio para ella en tu guirnalda; pero hónrala, lastimándola con tu mano, y
arráncala, no sea que se acabe el día sin que yo me dé cuenta, y se pase el
tiempo de la ofrenda.
Aunque su color sea
tan pobre, y tan poco su olor, ¡anda, ten esta flor para ti, arrancándola ahora
que es tiempo!”
A todas las madres que se afanan en lucirnos en la
primera Comunión.
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“El niño vestido de
príncipe, colgado de ricas cadenas, pierde el gusto de su juego, porque su
atavío le estorba a cada paso.
Por temor a rozarse
o a empolvarse, se aparta del mundo, y no se atreve ni siquiera a moverse.
Madre, ¿gana él
algo con ser esclavo de ese lujo que se aparta del polvo saludable de la
tierra, que le roba el derecho de entrar en la gran fiesta de la vida de todos
los hombres”
De mi yo, que nunca sabré si estuvo a la altura que quiso
su Creador
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“Salí solo a mi
cita. ¿quién es ese que me sigue en la oscuridad silenciosa? Me echo a un lado
para que pase, pero no pasa”
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A España, el solar de mis padres y abuelos, de mis
antepasados y de Azaña, que por la sabiduría y fraternidad de sus hijos
conserve su historia unida y progrese en libertad, justicia y prosperidad por
la eternidad de los siglos.
“Permite, Padre,
que mi patria se despierte en ese cielo donde nada teme el alma, y se lleve
erguida la cabeza; donde el saber es libre; donde no está roto el mundo en
pedazos por las paredes caseras; donde la palabra surge de las honduras de la
verdad; donde el luchar infatigable tiende sus brazos a la perfección; donde la
clara fuente de la razón no se ha perdido en el triste arenal desierto de la
yerta costumbre; donde el entendimiento va contigo a acciones e ideales
ascendentes…
¡Permite, Padre
mío, que mi patria se despierte en ese cielo de libertad”
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A aquel mendigo joven que tañendo su guitarra y con vos lastimera, no le pude dar una moneda, en el
Paseo de Almería, una mañana con su desesperanza y su paro juvenil, mientras la calle era un hervidero de transeúntes y el sol de otoño bañaba con su lujuria las playas cercanas, mientras yo ocultaba en mi interior, mis lágrimas y
mi rebelión sin que por ello nada mejor pudiera hacer por él.
“Mi oración, Dios
mío, es ésta:
Hiere, hiere la
raíz de la miseria en mi corazón.
Dame fuerza para
que mi amor dé frutos útiles.
Dame fuerza para no
renegar nunca del pobre, ni doblar mi rodilla al poder del insolente.
Dame fuerza para
levantar mi pensamiento sobre la pequeñez cotidiana.
Dame, en fin,
fuerza para rendir mi fuerza, enamorado, a tu voluntad”
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Por los desahuciados, los sin techo, los desamparados de
la fortuna. Por los que su hogar está en los soportales de nuestras plazas
mayores y por manta tienen un roñoso cartón o los periódicos que mece el
viento, y de almohada les sirve un escuálido perro negro cargado de pulgas y de triste mirada, se alimentan de los desechos de una bolsa de basura y se embriagan
con el vino amargo del olvido.
“Iba yo pidiendo,
de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció
a lo lejos, como un ensueño magnífico. Y yo me preguntaba maravillado, quién
sería aquel Rey de reyes.
Mis esperanzas
volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me
quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró
a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo.
Sentía que la
felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu
diestra diciéndome: “¿puedes darme alguna cosa?”
¡Ah, qué ocurrencia
la de tu realeza! Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer.
Luego, saqué de mi saco un granito de trigo y te lo di.
Pero qué sorpresa
la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito
de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido el
corazón para dárteme todo!
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A esos niños que un día fuimos todos. A esos niños que se
fotografiaban en el aeropuerto de Zaventem, un día gris y plomizo del Bruselas
generoso. A esos niños que quisiera conocer y que ya no conoceré. Y a esa madre
que pletórica de juventud e ilusiones, sostenía en sus brazos al menor de mis
hermanos y que ya el peso de los años curva su espalda aún cuando no logren
nunca torcer su eterno optimismo.
“Sabe alguien de
dónde viene el sueño que pasa, volando, por los ojos del niño? Sí. Dicen que
mora en la aldea de las hadas; que por la sombra de una floresta vagamente
alumbrada de luciérnagas, cuelgan de tímidos capullos de encanto, de donde
viene el sueño a besar los ojos del niño.
¿Sabe alguien de dónde
viene la sonrisa que revuela por los labios del niño dormido? Sí. Cuentan que,
en el ensueño de una mañana de otoño, fresca de rocío, el pálido rayo primero
de la luna nueva, dorando el borde de una nube que se iba, hizo la sonrisa que
vaga en los labios del niño dormido.
¿Sabe alguien en
dónde estuvo escondida tanto tiempo la dulce y suave frescura que florece en
las carnecitas del niño? Sí. Cuando la madre era joven, empapaba su corazón de
un tierno y misterioso silencio de amor, la dulce y suave frescura que ha
florecido en las carnecitas del niño”
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Para el poeta universal que nació y murió en su Granada, entre Viznar y Alfacar, próximo a la Fuente de las Lágrimas, bajo el aroma del espliego y el canto del ruiseñor, no lejos del mirto y los surtidores a los pies de la Alhambra. El siempre añorado, Federico García Lorca, que en la Colina de los Chopos, un atardecer esperó con ansiedad la nunca venida del poeta hindú.
“Qué divina bebida
quieres tú, Dios mío, de esta rebosante copa de mi vida?
Poeta mío, ¿te
encanta ver la creación con mis ojos, oír, silencioso, en los umbrales de mis
oídos, tu propia armonía eterna?
Tu mundo teje
palabras en mi pensamiento, y tu alegría las hace más melodiosas. Tu me das,
enamorado, y luego sientes tu propia dulzura en mí”
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Por todos aquellos que han decidido no rendirse nunca,
otrora derribando las columnas de Hércules cual Blas de Lezo, Hernán Cortés,
Pizarro, el mismo Cervantes y conquistando nuevas tierras
lejanas con el español como baluarte y hoy, penan para seguir adelante con la
sola aventura de derribar molinos de viento, mientras algunos de sus
coterráneos se enriquecen vilmente hoy.
“El mismo caudal de
vida que corre, día y noche, por mis venas, corre por el mundo y danza en
compás rítmico.
Es la misma vida
que salta de gozo por el polvo de la tierra, en innumerables briznas de hierba,
que irrumpe en tumultuosas olas de hojas y de flores.
Es la misma vida
que la cuna del mar mece, creciendo y bajando, del nacimiento a la muerte.
Y siento que mi
cuerpo se glorifica al contacto de este universo de vida; y me lleno de
orgullo, porque el latido de la vida de todos los siglos, danza en este
instante en mi sangre.”
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Del amor que aún queda como rastrojo que sólo si se le abanica, esparce
las miles de estrellas que alberga el fuego de un corazón herido.
Es él, mi más
íntimo él, quien despierta mi vida con sus profundas llamadas secretas.
El, quien pone este
encanto en mis ojos; quien pulsa,
alegremente, las cuerdas de mi corazón en su múltiple armonía de placer
y de pesar.
El, quien teje la
tela de esta maya con matices tornasoles de oro y plata, azul y verde; quien
asoma por sus pliegues los pies, cuyo contacto me enajena.
Los días pasan,
mueren los años, y él sigue moviendo mi corazón con mil nombres, con mil
disfraces en innumerables transportes de placer y de pesar.”
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Mes jours à
Bruxelles. Mes souvenirs secrets et le temps passé
“Combien de jours
oisifs j’ai sentí peine pour le temps perdu!
Mais, a-t-il été
perdu , Seigneur? N’a pas tu tenu ma vie, à chaque instant, entre tes mains?
Caché dans le coeur
des choses, tu nourris les semences et tu les rends en bourgeons, et les
boutons en fleurs, et les fleurs en fruits.
J’étais somnolent,
rendu, dans mon lit oisif, et je pensais que je ne faisais rien. Quand je me
suis éveillé, dans la matinée, j’ai vu mon jardín plein de fleurs
merveilleuses.”
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“A los seres queridos, a los amigos, a aquellos que ya no
están, pero que nos acompañaron en el peregrinar por esta vida.
La Muerte, tu
esclava, está a mi puerta. Ha cruzado el mar desconocido y llama, en tu nombre,
a mi casa.
Está oscura la
noche y tiene miedo mi corazón. Pero yo cogeré mi lámpara, abriré mi puerta, y
le daré, rendido, la bienvenida; porque es mensajera tuya la que está a mi
puerta.
La adoraré,
llorando con las manos juntas. La adoraré echando a sus pies el tesoro de mi
corazón.
Y ella se volverá,
cumplido su mandato, dejando su sombra negra en mi mañana. Y en mi casa
desolada quedaré yo, solo y mustio, con mi última ofrenda a ti.”
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El día que a todos nos ha de llegar.
“Qué ofrecerás a la muerte el día que llame a tu puerta?
-Le tenderé el caliz de mi vida, lleno de dulce mosto de
mis días de otoño y de mis noches de verano.
¡No se irá con las manos vacías! Todas las cosechas y
todas las ganancias de mi afán, se las daré, el último día, cuando ella llame a
mi puerta.”
Le jour
qui nous attend à tous. En hommage de mes premières lectures en francais
et mes premiers pas à Bruxelles.
“Qu’offriras-tu à la mort le jour qu’elle frappe à ta porte?
-je lui tendrai le calice de ma vie, plei du doux moût de mes jours d’automne et de mes nuits
d’été.
Il ne partira pas les mains vides! Toutes les moisons et
touts les profits de mon ardeur, je lui donnerai, le dernier jour, quand elle
frappe ma porte”
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Para mis hermanos y sobrinos, esparcidos todos, y por mis
hijos, único logro venturoso de mi vida.
“Me han llamado.
¡Decidme adiós, hermanos míos! ¡Adiós, me voy!
Aquí os dejo la
llave de mi puerta; renuncio a todo derecho sobre mi casa. Sólo os pido buenas
palabras de despedida.
Vivimos mucho
tiempo juntos, y recibí más de lo que pude dar.
Y ahora es de día,
y la lámpara que iluminó mi rincón oscuro se ha apagado. Me llaman, y estoy
dispuesto para mi viaje.”
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A mi compañera de empresas y de lecho ya cansado, aún
cuando en la balanza del paso del tiempo queden jirones de cariño que nunca podrán
borrar las rutinas caseras, los fracasos
y disputas de los negocios y el hogar.
“Toda ni vida te
busqué con mis canciones. Ellas me llevaron de puerta en puerta, y con ellas
tanteé a mi alrededor, buscando,
buscando mi mundo.
Lo que he aprendido
en mi vida, ellas me lo enseñaron; me abrieron sendas secretas, encendieron a
mis ojos todas las estrellas que hay sobre el horizonte de mi corazón.
Mis canciones me guiaron,
cada día, a los misterios del placer y del dolor. Y ahora, ¿a qué portal de qué
palacio me han traído, en este anochecer que acaba mi camino?"
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