jueves, 1 de enero de 2015

LA HOJA ROJA, DE MIGUEL DELIBES

LA HOJA ROJA, DE MIGUEL DELIBES.
Biblioteca Básica Salvat. Libro RTV 17

“Puesta en pie, miró dócilmente al viejo, que también se había levantado, y sus ojos se llenaron de agua. Dijo apenas con un hilo de voz:
-Como usted mande, señorito.”

De esta manera el narrador, en este caso su propio autor, el insigne escritor de la posguerra, Miguel Delibes, frente a frente sus dos principales personajes de esta novela, el viejo Eloy y la cerril campesina, Desi, pone fin a una magnífica obra, sencilla, con prólogo de otro gran autor de las letras hispanas contemporáneas, Francisco Umbral, cuya técnica y estilo, son dignos del mismo Galdós costumbrista o de Balzac.

La hoja roja, es una novela donde un viejo de provincias, en los años cincuenta, se despide como funcionario del ayuntamiento y del servicio de limpieza, para pasar a clases pasivas, para pasar a la jubilación, con una cena a la que asiste el mismo alcalde y que, sus mismos compañeros funcionarios, nada más terminada la misma, nada más condecorado el nuevo jubilado, se marchan presurosos y dejan al viejo, que a sus setenta años, con cuarenta de trabajador y “colocado a dedo”, como le reprocha su otrora convecino, el señor Carrasco, en la más absoluta soledad.

Sin embargo, en su modesta casa, al precio de cuarenta duros, cuenta desde hace dos años con Desi, una campesina que aconsejada por otra de su pueblo también al servicio de otro vecino, la Marce, la recomienda para el servicio del señor Eloy, viudo, y a quien un hijo, Leoncito, a los cuarenta y dos años, por oposición, había logrado ser notario en Madrid, mientras el menor, Goyito, a los 22 no quiso hacer antesala y se fue al otro mundo.

La cerril campesina y analfabeta Desi, sueña con regresar a su pueblo y ahorra para un día tener completo su modesto ajuar, mientras con su rebeca heliotropo, los martes y los jueves sale de paseo o aspira a que un mozo que ha venido a Madrid como recluta, el Picaza, se siga interesando por ella, a pesar de la veta y de sus piernas zambas y de no saber hacer la o como un canuto.

La novela, con el preciosismo del lenguaje del campo, como de las costumbres provincianas, nos va mostrando el paisaje de aquellos tristes años de una España inerme, donde este viejo, Eloy, nos recuerda su vejez, con el empleo abundante de frases tópicas, propias de personas cuya memoria instantánea se debilita, mientras el poso de los recuerdos y del pasado se agiganta, que aparecen como en círculos concentricos en diversos pasajes, o mientras le enseña a leer a su sirvienta Desi, o se arrima a los fogones de la cocina para calentarse los huesos de anciano.

La hoja roja, es una hoja que las cartulinas para liar el tabaco de aquellos entonces, aparecía avisando a su usuario de que ya sólo le quedaban otras cinco cuartillas para terminar el envoltorio. Razón por la que Delibes, en boca del viejo Eloy, la emplea como recordatorio de que ya tiene en el  cementerio más amigos descansando que fuera.y que sus días están contados, sobre todo desde la muerte repentina de su amigo Isaias, con quien paseaba a diario y desde que empieza a orinar sangre.

Novela que, con el tiempo, como Cinco horas con Mario, se convertirá en un clásico de las letras hispanas, pues la soledad del jubilado, la soledad de la persona mayor, es un fenómeno eterno.

Hoy, en este siglo XXI, cuando muchos de nuestros ancianos, muchos de nuestros jubilados, reciben 400 euros al mes para vivir, probablemente, no sólo sea una razón de frío interior, sino del frío lacerante del entorno por no poder pagar la luz o temer verse desahuciados de la casa que ha sido toda su vida, cuando no tienen que emplear esa mísera gratificación para ayudar a sus hijos y nietos, lo que le conmovería y lo que nos conmueve a todos.

Si viviera hoy Delibes, posiblemente ya no sería tan candoroso, pues su novela está basada sobre hechos de una posguerra, ni tan humana, sobria, simpática y candorosa. Posiblemente no podría ser tan tierna, ya que los esfuerzos de sus compatriotas por alcanzar un bienestar social general mayor, cuando siguen haciendo sacrificios  ímprobos, sólo ha servido para que unos pocos, para que una casta, para que unos políticos, unos banqueros y unos funcionarios, empresarios y, como no, muchos obreros y empleados mal honestos, hayan llevado a este país a la misma y fría penumbra que aparecen en las páginas de la Hoja roja.



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