domingo, 4 de enero de 2015

HISTORIA DE LA CIUDAD DE ALCALÁ DE HENARES (ANTIGUA COMPLUTO) POR ESTEBAN AZAÑA CATARINEU

HISTORIA DE LA CIUDAD DE ALCALÁ DE HENARES (ANTIGUA COMPLUTO) POR ESTEBAN AZAÑA

“Adios , pues, patria mia, recibe este tributo de amor que te dedica el ultimo de tus hijos, no le peses ni le aquilates con el escalpelo y la balanza de tus críticos (en el sentido puro de la frase) no le compares á nada de lo que en ti vió la luz, porque á nada es comparable, tú, la productora de tan sana ciencia y de tan rica literatura, no midas á este tu hijo por la talla de lo que diste al mundo civilizado, mira en él un entusiasta admirador de tu pasado glorioso; un pobre trovador de tu decadencia general en el presente siglo, en que tanto se encumbran ciudades á quienes distes leyes; mira en su obra un acto de patriotismo de quien, si no fuera  por sagradas atenciones , todo lo diera por ti y asi aprecie el fruto de su trabajo y estaré pagado de los desvelos de tres años, y después, cuando mi cuerpo convertido en polvo haya desaparecido para siempre, no borres mi nombre de la lista de tus hijos verdaderos. FIN DE LA HISTORIA DE ALCALÁ DE HENARES”

De esta manera, Esteban Azaña Catarineu, ponía termino a los dos volúmenes que sobre su ciudad, la antigua Iplacea, la romana Compluto o la más reciente y arábiga Alcalá, más tarde de Henares, donde relataba los acontecimientos que habían tenido lugar, su historia, la de sus monumentos, como el nombre y apellido de sus hijos más preclaros.

Fue probablemente allá por 1975, si mal no recuerdo, cuando me disponía a recoger un puñado de la noble tierra alacalaína para ofrendarla a otro de sus más insignes hijos, quien fuera presidente de una República de la que en su abandono por tierras del Sur de Francia, en sus últimos días, no recordaba de qué nación lo había sido, ni, quizás, quiénes eran sus antepasados, ni por qué se habían alzado contra sus políticas de progreso y prosperidad en un país dividido, que sucumbió, una vez más,  a lo más lóbrego que unos hermanos se podían ofrecer unos a otros, un enfrentamiento civil para dirimir sus diferencias, que los abocaba a una dictadura, al silencio, a la oscuridad y la miseria.

Paseaba yo por sus calles, la de los Libreros, la calle Mayor, la misma por donde este hijo olvidado, ocultado para la gran mayoría, como por la de la Imagen, donde nació y aún, por lo menos, sigue en pie el que fuera su primer hogar, digna casa de una familia de gran abolengo en estos Campos Laudables, de notario, que fuera su abuelo Gregorio, un gran liberal que no quiso ninguna condecoración monárquica, o la de su propio padre, que fuera alcalde, Esteban Azaña Catarineu y que acompañó y mostró a Alfonso XII el gran señorío de su pueblo, que pasaría desde entonces a ser apelado por Excelencia, en agradecimiento que los monarcas, en cada una de sus visitas a Alcalá de Henares, le habían otorgado alguna ventaja desde tiempos inmemoriales.

Me impregnaba de la atmósfera que a los Azañas le había hecho amar tanto a su solar patrio, cuando me detuve en una modesta tienda de recuerdos de Alcalá, para que me orientaran sobre mis pesquisas, después de haber visitado la modesta casa museo de Cervantes, el hospital de Antezana; visitado la Magistral o su antigua Universidad, con su opulenta y magnífica fachada isabelina, la plaza donde fue erigido el monumento al autor del Quijote, y las calles que tenía presente en mi memoria habían recorrido en los trágicos años del 37 Azaña, que con su mirada buscaba a buen seguro a su amigo Vicario o a aquellos de su mocedad que escribieron en el periódico Brisas del Henares. Allí estaba también Prieto con su abrigo y su boina, la misma que la de mi abuelo “ Paco, el de los niños”, cuando subía ya agotado las escaleras de su casa en la Acera Canasteros y me dedicaba una sonrisa y se mullía la boina negra con su mano mutilada de cuatro dedos sobre su calva;  el entonces coronel El Campesino, el general Miaja, y Negrín, con su clásica gabardina blanca, sus gafas de miope e intelectual.  Alrededor de ellos el vecindario ocupando los soportales y los balcones, los niños corriendo llenos de gozo y una mujer con su mandil, el de aquellos tristes años, como lo serían luego también los del franquismo, dedicando un piropo a Prieto que se descubre ligeramente o se rasca la frente, nunca se sabe en él.. Qué poco, sin embargo, sabían ellos lo que les esperaba. Las fuerzas del mal acechaban y no iban a descansar hasta dejar en ruinas la ciudad que más quiso aquel hombre de estado que fuera Ximenez de Cisneros. Volverían las fuerzas moras, esta vez acompañadas por fuerzas regulares del ejército hispano que otrora los llevó más allá de Gibraltar. No respetaron ni las nobles espadañas con su campana que llamaba de continuo a la oración, ni lo que fueron ilustres colegios, donde se hospedaron desde Santa Teresa a San Felix, o el arzobispo Don Bernardo, o Sancho IV; o el jerarca de la iglesia en tiempos de Isabel la Católica, Alonso Carrillo; o las huellas de los mismos Reyes Católicos, ya que aquí pasaron buenos períodos de tiempo; o los lugares donde vieron la luz Catalina o el que luego sería emperador en Viena, Fernando; o Carlos II y al mismo Cisneros, o a la memoria de los santos Niños y las sagradas Formas, o a tantos otros que combatieron por la conquista de Orán o dieron su nombre de manera anónima en tierras de América y de Flandes. Mientras a Esteban Azaña Catarineu ya la parca le había puesto fecha, no sin antes alumbrar algunas modestas obras literarias y este portentoso libro de amor a su ciudad y tres años más tarde, con el nacimiento de una de las figuras más ilústres del siglo XX que ha tenido España, en su hijo, Don Manuel Azaña Díaz.

Estaba yo con ese modesto empresario, hoy emprendedor que diría nuestro actual preisdente de Gobierno, Sr. Rajoy, quien también me expresó lo mucho que le satisfacía que ambos tuviéramos la misma pasión por su coterráneo,  burgués y repúblico, razón por la que me remitió a una librería cercana donde hallaría un libro, editado en facsímil, que en su día escribiera el padre de Don Manuel
.
Desde esa fecha ha estado conmigo ese libro, al que, un cierto pudor y otras prioridades, me habían impedido leer sus páginas, en estos días lo he podido hacer, y me congratulo de la compra que en su día hice, de la obra que poseo y de la lectura que he hecho.
En estos dos volúmenes que él escribiera para dejarlos a la posteridad, todo es un cantar hacia su ciudad, de la que, indudablemente, tiene razones para sentirse orgulloso.  Nos hablará del Campo Laudable, de don Alonso Carrillo de Albornoz y Acuña, arzobispo; del cardenal Cisneros, que fuera regente de España los siglos XV y XVI y que logró frenar las divisiones que se cernían a la llegada de Carlos V. Nos presentará  al arquitecto Pedro Gumiel, de cómo se elevó a a Magistral la colegiata de San Justo y Pastor de Alcalá. También del sucesor, Domingo Croy, de nación flamenca, arzobispo de Cambray. De  las cenizas del gran franciscano y confesor de la Católica Isabel, en la Magistral y su cenotafio, hecho en mármol de Carrara y uno de los más excelsos por la belleza y realismo de sus tallas, depositado en San Ildefonso. De la visita que le hiciera a su universidad Francisco I, estando preso del magnánimo Carlos V, que fuera apresado en Pavía por un vízcaino, Urbieta, un gallego, Pita y un granadino, Diego Dávila. De su paso y los estudios de filosofía hechos en las aulas de Alcalá por Ignacio de Loyola. De Fonseca, de Tavera, ambos cardenales. Del nacimiento de Cervantes y de su certificado bautismal. Del encargo de Cisneros para la elaboración de la Biblia, llamada la Políglota, por estar redactada en latín, hebreo y griego. De la visita que le rinde Felipe II y su esposa. De la residencia de los RR.CC. Del nacimiento de Catalina y el archiduque Fernando. De las visitas de D. Juan de Austria y Alejandro de Farnesio, en 1599. De la difteria y enorme mortandad . De San Diego, que aunque naciera en la Bética, sintió predilección por Alcalá. De la beata María de Jesús, que naciera en Granada y que fundó el convento de la Imagen de la Purísima Concepción. De la hermana de Cervantes, Luisa, que fuera monja en las carmelitas de Santa Teresa, en el convento de las Carmelitas descalzas de Alcalá.

Desde Cisneros, todos querían abrir colegios en Alcalá de Henares. Cada uno se identificaba por la vestimenta que portaban, lo que les distinguía e identificaba según cada cual.
De la triste traslación en 1836 a Madrid de la Universidad Complutense y el empobrecimiento de la villa. De los bienes desamortizados y la ruina de los colegios y conventos
De Antonio Solís y Rivadeneyra, historiador de Méjico, bautizado en san Justo, autor de la Historia de la conquista de Méjico.
De los Mendosas, rico-homes de Alcalá que recibían pendón y caldera por los reyes
Del casamiento de doña Ana de Mendoza y la Cerda, princesa de Éboli, que casa con Ruy Gómez de Silva y desde El Pardo, donde se encontraba, acude presuroso Felipe II. Los padres de la princesa eran los condes de Mélito.
De muchos moradores de Alcalá que dejan sus bienes en herencia a la Iglesia.
De la entrada triunfal de Felipe V.
Del doctorado de una mujer, Doña María Isidra, en 1789, como de los estudios de Jovellanos en Alcalá, también del saqueo de España en 1812 por parte de los franceses  y de la victoria de Juan Martín el Empecinado, en Alcalá, derrotando a las fuerzas imperiales de Napoleón con sus guerrillas.
Un bisabuelo de Manuel Azaña, Esteban Azaña Hernández, hace la lectura del código liberal.
Triste época la de 1820 a 1840.
Los embajadores de las potencias de entonces, Austria, Rusia, Prusia y Francia, abandonan el país en oposición a nuestra Constitución del 12.
Luis XVIII envía a los Cien Mil hijos de San Luis para sostener en el absolutismo a su pariente, Fernando VII, según dice: “para conservar el trono de España a un nieto de Enrique IV, y preservar aquel hermoso país de la ruina y reconciliarlo con Europa”. (me supongo que algo aprecido diría en el siglo XXI la Merkel o los truts financieros si el poder en España lo llegan a alcanzar quienes no se pliegan a los designios de los centros económicos y financieros del mundo en Frankfurt, Lóndres o Nueva York.)
Enfrentamientos entre absolutistas y liberales, al grito de “Vivan las caenas”, se desatan los motines contra los liberales.
En Alcalá se lleva a cabo el capítulo de los Franciscanos, el año 1830.
Intento de llevar los restos de Cisneros a Madrid, a un panteón nacional, a lo que se oponen las fuerzas vivas de la ciudad de Alcalá, llevándolo a la Magistral, en el crucero de la Iglesia. También las del arzobispo Carrillo.
Los habitantes reúnen 90.000 reales que pagan al conde de Quinto para recuperar la escuela de Cisneros que iba a ser demolida, en escritura otorgada el 12 de enero de 1851 ante el notario don Gregorio Azaña, abuelo de don Manuel y padre de Esteban, gracias a una sociedad de condueños que se creó a tal efecto, con el compromiso de que nadie pudiese poseer más de 10 acciones de un valor de 100 reales cada una.
D. Ramón María Narvaez, llamado también el espadón y originario de Loja en Granada, en febrero de 1857, como presidente del Consejo de Ministros, firmaba la restauración del mausoleo de Cisneros de la Magistral. A las nuevas exequias del cardenal Ximenez, asisten entre otros: Martínez de la Rosa, granadino, ministro y escritor, Mesonero Romanos, gran escritor costumbrista de Madrid, Amador de los Ríos, insigne escritor de la historia de España y sobre los judíos, era el 16 de abril de 1857, en agradecimiento a quien en el siglo XVI fue el impulsor del siglo de oro de las letras hispanas, gracias también, a los desvelos del Marqués de Morante, en la inhumación de Cisneros.
Revolución de Setiembre, llegada al poder de Prim. Visita del rey Amadeo a Alcalá.
Proclamación de la Iª república con poco lucimiento y entusiasmo.
Llegada de la Restauración. Es padrino de bodas de Don Esteban, Cánovas del Castillo. Visita la ciudad el nuevo monarca, Alfonso XII, que le otorga el título de excelencia.
D. Antonio Seraldi construye la plaza de toros, fuera de la puerta de los Mártires, toda ella en ladrillo, en su fachada exterior, con once gradas. Costó unas cincuenta mil pesetas y tenía cabida para unas 6.000 personas que en el día de su inauguración, un 30 de julio de 1879, vieron la lidia de Rafael Sánchez (a) Frascuelo, otro granaíno. Las localidades costaron veinte duros los palcos, 24 reales las delanteras de grada, tabloncillo 20 reales, meseta de toril, 28; sobrepuerta, 20 reales; barreras, 24 reales, tendido de sombra, 14 como 11 reales el de sol.
Nuevos intentos de traslación de nuevo a Alcalá de su Universidad, apoyados por Narvaez. En 1879, bajo los auspicios de su alcalde don Esteban Azaña, que no menciona en este libro, se inaugura la estatua de Cervantes, año 1879. La del Empecinado, que había sido destruida cuando los absolutistas que dieron muerte cruel a este héroe siendo ya brigadier realista, en 1835.
Se fundan los Escolapios en el antiguo de san Ildefonso, donde estudiará el mismo Esteban Azaña, interno.
La ciudad es ahora lugar de cuarteles militares y de una cárcel.
El Sr. Vinader, en las Cortes, hace una hermosa disertación para el retorno de la Universidad a Alcalá.
En 1872 fundan una asociación protectora de adultos. Se inscribieron alumnos desde trece hasta los cuarenta años.
Aparición de numerosos periódicos de escaso recorrido: El Heraldo, El Eco de Camarmilla, el Complutense, el Tío Camarmilla.

Siempre existieron imprentas en Alcalá, aunque con la traslación de su Universidad y la desaparición de sus colegios y conventos, desaparecieron muchas.
Industria del ladrillo y la forja. Campos fértiles. Aguas salutíferas y clima saludable.

Esto es a grandes rasgos, el libro que me ha hecho ver por qué razón la estirpe de los Azaña es tan grande, por qué su hijo más preclaro, don Manuel, alcanzó la cima, aún cuando sus restos descansan en Montauban y que tuvo que ver cómo sus compatriotas se enfrentaban en una guerra sin cuartel que nada ni a nadie respetó.

He tardado en abrir sus páginas, pero me ha reconfortado su lectura y espero que allá en el azur del éter, en el cénit de los cielos, Esteban Azaña Catarineu, se sienta reconfortado, pues su obra, su libro, sus dos volúmenes, por lo menos a mí, me han hecho darme cuenta de la grandeza de un linaje, de un paisaje entrañable, de unos castellanos de bien y de una ciudad que guardo en el recuerdo por sus espadañas, sus cigüeñas, sus soportales y su singulares bóvedas que en el  llano de Madrid a Guadalajara, alumbran el paisaje y una historia tan grande como la de Oxford o como la de la misma Granada, como faro de cultura, que en este caso, ha tenido la fortuna de hallar en Esteban Azaña, el desinteresado trovador.




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