HISTORIA DE LA CIUDAD DE ALCALÁ DE
HENARES (ANTIGUA COMPLUTO) POR ESTEBAN AZAÑA
“Adios , pues, patria mia, recibe
este tributo de amor que te dedica el ultimo de tus hijos, no le peses ni le
aquilates con el escalpelo y la balanza de tus críticos (en el sentido puro de
la frase) no le compares á nada de lo que en ti vió la luz, porque á nada es
comparable, tú, la productora de tan sana ciencia y de tan rica literatura, no
midas á este tu hijo por la talla de lo que diste al mundo civilizado, mira en
él un entusiasta admirador de tu pasado glorioso; un pobre trovador de tu
decadencia general en el presente siglo, en que tanto se encumbran ciudades á
quienes distes leyes; mira en su obra un acto de patriotismo de quien, si no
fuera por sagradas atenciones , todo lo
diera por ti y asi aprecie el fruto de su trabajo y estaré pagado de los desvelos
de tres años, y después, cuando mi cuerpo convertido en polvo haya desaparecido
para siempre, no borres mi nombre de la lista de tus hijos verdaderos. FIN DE
LA HISTORIA DE ALCALÁ DE HENARES”
De esta manera, Esteban Azaña
Catarineu, ponía termino a los dos volúmenes que sobre su ciudad, la antigua
Iplacea, la romana Compluto o la más reciente y arábiga Alcalá, más tarde de
Henares, donde relataba los acontecimientos que habían tenido lugar, su
historia, la de sus monumentos, como el nombre y apellido de sus hijos más
preclaros.
Fue probablemente allá por 1975,
si mal no recuerdo, cuando me disponía a recoger un puñado de la noble tierra
alacalaína para ofrendarla a otro de sus más insignes hijos, quien fuera
presidente de una República de la que en su abandono por tierras del Sur de
Francia, en sus últimos días, no recordaba de qué nación lo había sido, ni,
quizás, quiénes eran sus antepasados, ni por qué se habían alzado contra sus
políticas de progreso y prosperidad en un país dividido, que sucumbió, una vez
más, a lo más lóbrego que unos hermanos
se podían ofrecer unos a otros, un enfrentamiento civil para dirimir sus
diferencias, que los abocaba a una dictadura, al silencio, a la oscuridad y la
miseria.
Paseaba yo por sus calles, la de
los Libreros, la calle Mayor, la misma por donde este hijo olvidado, ocultado
para la gran mayoría, como por la de la Imagen, donde nació y aún, por lo
menos, sigue en pie el que fuera su primer hogar, digna casa de una familia de
gran abolengo en estos Campos Laudables, de notario, que fuera su abuelo
Gregorio, un gran liberal que no quiso ninguna condecoración monárquica, o la
de su propio padre, que fuera alcalde, Esteban Azaña Catarineu y que acompañó y
mostró a Alfonso XII el gran señorío de su pueblo, que pasaría desde entonces a
ser apelado por Excelencia, en agradecimiento que los monarcas, en cada una de
sus visitas a Alcalá de Henares, le habían otorgado alguna ventaja desde
tiempos inmemoriales.
Me impregnaba de la atmósfera que
a los Azañas le había hecho amar tanto a su solar patrio, cuando me detuve en
una modesta tienda de recuerdos de Alcalá, para que me orientaran sobre mis
pesquisas, después de haber visitado la modesta casa museo de Cervantes, el
hospital de Antezana; visitado la Magistral o su antigua Universidad, con su
opulenta y magnífica fachada isabelina, la plaza donde fue erigido el monumento
al autor del Quijote, y las calles que tenía presente en mi memoria habían
recorrido en los trágicos años del 37 Azaña, que con su mirada buscaba a buen seguro
a su amigo Vicario o a aquellos de su mocedad que escribieron en el periódico
Brisas del Henares. Allí estaba también Prieto con su abrigo y su boina, la
misma que la de mi abuelo “ Paco, el de los niños”, cuando subía ya agotado las
escaleras de su casa en la Acera Canasteros y me dedicaba una sonrisa y se
mullía la boina negra con su mano mutilada de cuatro dedos sobre su calva; el entonces coronel El Campesino, el general
Miaja, y Negrín, con su clásica gabardina blanca, sus gafas de miope e intelectual. Alrededor de ellos el vecindario ocupando los
soportales y los balcones, los niños corriendo llenos de gozo y una mujer con
su mandil, el de aquellos tristes años, como lo serían luego también los del franquismo, dedicando un piropo a Prieto que se descubre ligeramente o se rasca la frente, nunca se sabe en él.. Qué poco, sin embargo, sabían ellos lo que les esperaba. Las fuerzas del mal acechaban y no iban a
descansar hasta dejar en ruinas la ciudad que más quiso aquel hombre de estado
que fuera Ximenez de Cisneros. Volverían las fuerzas moras, esta vez acompañadas por fuerzas regulares del ejército hispano que otrora los llevó más allá de Gibraltar. No respetaron ni las nobles espadañas con su
campana que llamaba de continuo a la oración, ni lo que fueron ilustres
colegios, donde se hospedaron desde Santa Teresa a San Felix, o el arzobispo
Don Bernardo, o Sancho IV; o el jerarca de la iglesia en tiempos de Isabel la
Católica, Alonso Carrillo; o las huellas de los mismos Reyes Católicos, ya que
aquí pasaron buenos períodos de tiempo; o los lugares donde vieron la luz
Catalina o el que luego sería emperador en Viena, Fernando; o Carlos II y al
mismo Cisneros, o a la memoria de los santos Niños y las sagradas Formas, o a
tantos otros que combatieron por la conquista de Orán o dieron su nombre de
manera anónima en tierras de América y de Flandes. Mientras a Esteban Azaña
Catarineu ya la parca le había puesto fecha, no sin antes alumbrar algunas modestas
obras literarias y este portentoso libro de amor a su ciudad y tres años más
tarde, con el nacimiento de una de las figuras más ilústres del siglo XX que
ha tenido España, en su hijo, Don Manuel Azaña Díaz.
Estaba yo con ese modesto
empresario, hoy emprendedor que diría nuestro actual preisdente de Gobierno, Sr. Rajoy, quien también me expresó lo mucho
que le satisfacía que ambos tuviéramos la misma pasión por su coterráneo, burgués y repúblico, razón por la que me remitió a una librería cercana donde
hallaría un libro, editado en facsímil, que en su día escribiera el padre de
Don Manuel
.
Desde esa fecha ha estado conmigo
ese libro, al que, un cierto pudor y otras prioridades, me habían impedido leer
sus páginas, en estos días lo he podido hacer, y me congratulo de la compra que
en su día hice, de la obra que poseo y de la lectura que he hecho.
En estos dos volúmenes que él
escribiera para dejarlos a la posteridad, todo es un cantar hacia su ciudad, de
la que, indudablemente, tiene razones para sentirse orgulloso. Nos hablará del Campo Laudable, de don Alonso
Carrillo de Albornoz y Acuña, arzobispo; del cardenal Cisneros, que fuera
regente de España los siglos XV y XVI y que logró frenar las divisiones que se
cernían a la llegada de Carlos V. Nos presentará al arquitecto Pedro Gumiel, de cómo se elevó a
a Magistral la colegiata de San Justo y Pastor de Alcalá. También del sucesor,
Domingo Croy, de nación flamenca, arzobispo de Cambray. De las cenizas del gran franciscano y confesor de la Católica Isabel, en
la Magistral y su cenotafio, hecho en mármol de Carrara y uno de los más
excelsos por la belleza y realismo de sus tallas, depositado en San Ildefonso.
De la visita que le hiciera a su universidad Francisco I, estando preso del
magnánimo Carlos V, que fuera apresado en Pavía por un vízcaino, Urbieta, un gallego,
Pita y un granadino, Diego Dávila. De su paso y los estudios de filosofía
hechos en las aulas de Alcalá por Ignacio de Loyola. De Fonseca, de Tavera,
ambos cardenales. Del nacimiento de Cervantes y de su certificado bautismal.
Del encargo de Cisneros para la elaboración de la Biblia, llamada la Políglota,
por estar redactada en latín, hebreo y griego. De la visita que le rinde Felipe
II y su esposa. De la residencia de los RR.CC. Del nacimiento de Catalina y el
archiduque Fernando. De las visitas de D. Juan de Austria y Alejandro de
Farnesio, en 1599. De la difteria y enorme mortandad . De San Diego, que aunque
naciera en la Bética, sintió predilección por Alcalá. De la beata María de
Jesús, que naciera en Granada y que fundó el convento de la Imagen de la
Purísima Concepción. De la hermana de Cervantes, Luisa, que fuera monja en las
carmelitas de Santa Teresa, en el convento de las Carmelitas descalzas de
Alcalá.
Desde Cisneros, todos querían
abrir colegios en Alcalá de Henares. Cada uno se identificaba por la vestimenta
que portaban, lo que les distinguía e identificaba según cada cual.
De la triste traslación en 1836 a
Madrid de la Universidad Complutense y el empobrecimiento de la villa. De los
bienes desamortizados y la ruina de los colegios y conventos
De Antonio Solís y Rivadeneyra,
historiador de Méjico, bautizado en san Justo, autor de la Historia de la
conquista de Méjico.
De los Mendosas, rico-homes de
Alcalá que recibían pendón y caldera por los reyes
Del casamiento de doña Ana de
Mendoza y la Cerda, princesa de Éboli, que casa con Ruy Gómez de Silva y desde
El Pardo, donde se encontraba, acude presuroso Felipe II. Los padres de la princesa eran
los condes de Mélito.
De muchos moradores de Alcalá que
dejan sus bienes en herencia a la Iglesia.
De la entrada triunfal de Felipe
V.
Del doctorado de una mujer, Doña
María Isidra, en 1789, como de los estudios de Jovellanos en Alcalá, también
del saqueo de España en 1812 por parte de los franceses y de la victoria de Juan Martín el Empecinado,
en Alcalá, derrotando a las fuerzas imperiales de Napoleón con sus guerrillas.
Un bisabuelo de Manuel Azaña,
Esteban Azaña Hernández, hace la lectura del código liberal.
Triste época la de 1820 a 1840.
Los embajadores de las potencias
de entonces, Austria, Rusia, Prusia y Francia, abandonan el país en oposición a
nuestra Constitución del 12.
Luis XVIII envía a los Cien Mil
hijos de San Luis para sostener en el absolutismo a su pariente, Fernando VII,
según dice: “para conservar el trono de España a un nieto de Enrique IV, y
preservar aquel hermoso país de la ruina y reconciliarlo con Europa”. (me supongo que algo aprecido diría en el siglo XXI la Merkel o los truts financieros si el poder en España lo llegan a alcanzar quienes no se pliegan a los designios de los centros económicos y financieros del mundo en Frankfurt, Lóndres o Nueva York.)
Enfrentamientos entre
absolutistas y liberales, al grito de “Vivan las caenas”, se desatan los
motines contra los liberales.
En Alcalá se lleva a cabo el
capítulo de los Franciscanos, el año 1830.
Intento de llevar los restos de
Cisneros a Madrid, a un panteón nacional, a lo que se oponen las fuerzas vivas
de la ciudad de Alcalá, llevándolo a la Magistral, en el crucero de la Iglesia.
También las del arzobispo Carrillo.
Los habitantes reúnen 90.000
reales que pagan al conde de Quinto para recuperar la escuela de Cisneros que
iba a ser demolida, en escritura otorgada el 12 de enero de 1851 ante el
notario don Gregorio Azaña, abuelo de don Manuel y padre de Esteban, gracias a
una sociedad de condueños que se creó a tal efecto, con el compromiso de que
nadie pudiese poseer más de 10 acciones de un valor de 100 reales cada una.
D. Ramón María Narvaez, llamado
también el espadón y originario de Loja en Granada, en febrero de 1857, como
presidente del Consejo de Ministros, firmaba la restauración del mausoleo de
Cisneros de la Magistral. A las nuevas exequias del cardenal Ximenez, asisten
entre otros: Martínez de la Rosa, granadino, ministro y escritor, Mesonero
Romanos, gran escritor costumbrista de Madrid, Amador de los Ríos, insigne
escritor de la historia de España y sobre los judíos, era el 16 de abril de
1857, en agradecimiento a quien en el siglo XVI fue el impulsor del siglo de
oro de las letras hispanas, gracias también, a los desvelos del Marqués de
Morante, en la inhumación de Cisneros.
Revolución de Setiembre, llegada
al poder de Prim. Visita del rey Amadeo a Alcalá.
Proclamación de la Iª república
con poco lucimiento y entusiasmo.
Llegada de la Restauración. Es
padrino de bodas de Don Esteban, Cánovas del Castillo. Visita la ciudad el
nuevo monarca, Alfonso XII, que le otorga el título de excelencia.
D. Antonio Seraldi construye la
plaza de toros, fuera de la puerta de los Mártires, toda ella en ladrillo, en
su fachada exterior, con once gradas. Costó unas cincuenta mil pesetas y tenía
cabida para unas 6.000 personas que en el día de su inauguración, un 30 de
julio de 1879, vieron la lidia de Rafael Sánchez (a) Frascuelo, otro granaíno.
Las localidades costaron veinte duros los palcos, 24 reales las delanteras de
grada, tabloncillo 20 reales, meseta de toril, 28; sobrepuerta, 20 reales; barreras,
24 reales, tendido de sombra, 14 como 11 reales el de sol.
Nuevos intentos de traslación de
nuevo a Alcalá de su Universidad, apoyados por Narvaez. En 1879, bajo los
auspicios de su alcalde don Esteban Azaña, que no menciona en este libro, se
inaugura la estatua de Cervantes, año 1879. La del Empecinado, que había sido
destruida cuando los absolutistas que dieron muerte cruel a este héroe siendo
ya brigadier realista, en 1835.
Se fundan los Escolapios en el
antiguo de san Ildefonso, donde estudiará el mismo Esteban Azaña, interno.
La ciudad es ahora lugar de
cuarteles militares y de una cárcel.
El Sr. Vinader, en las Cortes,
hace una hermosa disertación para el retorno de la Universidad a Alcalá.
En 1872 fundan una asociación
protectora de adultos. Se inscribieron alumnos desde trece hasta los cuarenta
años.
Aparición de numerosos periódicos
de escaso recorrido: El Heraldo, El Eco de Camarmilla, el Complutense, el Tío Camarmilla.
Siempre existieron imprentas en
Alcalá, aunque con la traslación de su Universidad y la desaparición de sus
colegios y conventos, desaparecieron muchas.
Industria del ladrillo y la
forja. Campos fértiles. Aguas salutíferas y clima saludable.
Esto es a grandes rasgos, el
libro que me ha hecho ver por qué razón la estirpe de los Azaña es tan grande,
por qué su hijo más preclaro, don Manuel, alcanzó la cima, aún cuando sus
restos descansan en Montauban y que tuvo que ver cómo sus compatriotas se
enfrentaban en una guerra sin cuartel que nada ni a nadie respetó.
He tardado en abrir sus páginas,
pero me ha reconfortado su lectura y espero que allá en el azur del éter, en el
cénit de los cielos, Esteban Azaña Catarineu, se sienta reconfortado, pues su
obra, su libro, sus dos volúmenes, por lo menos a mí, me han hecho darme cuenta
de la grandeza de un linaje, de un paisaje entrañable, de unos castellanos de
bien y de una ciudad que guardo en el recuerdo por sus espadañas, sus cigüeñas,
sus soportales y su singulares bóvedas que en el llano de Madrid a Guadalajara, alumbran el
paisaje y una historia tan grande como la de Oxford o como la de la misma
Granada, como faro de cultura, que en este caso, ha tenido la fortuna de hallar
en Esteban Azaña, el desinteresado trovador.
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