jueves, 26 de julio de 2018

CACERÍA REAL

CACERÍA REAL

La cacería ha empezado, de madrugada, las escopetas han sido ya dispuestas, también las trampas y repletas las cananas. Las de mejor elaboración son las de Corinna, mientras las de la viuda de Kashoggy se han deshecho entre las manos, no obstante, cuentan los escopeteros negros con las trapacerías de un lacayo policía, el vil Villarejo, que ha abandonado su celda de preso para desvelar a los cazadores los senderos y el emplazamiento de los artificios de caza, las emboscadas, las portañuelas y los accidentes del terreno.

Las rehalas y sus dueños, las hienas y los lobos, se aprestan en el patio de la masía, donde sopla la fría tramontana, a emprender el camino, después de los primeros tibios saludos de los monteros, arrieros y miserables gregarios, con alguaciles y capataces de la nombradía de Pablo Iglesias, y como espolique para aullar y animar la batida, Echenique desde su silla mecánica, seguido de las mil leches de canes, ansiosos de recibir también los hueso de tan codiciada pieza.

Cuando aún las nieblas no se han disipado y de todas las bocas presentes un halo neblinoso expelen desde el fondo de sus estómagos agradecidos, los buitres empiezan a merodear también sobre las nubes.
Apretados, ante el temor que el fantasma de Franco merodee, el dueño de la finca, el siniestro emprendedor publicitario Roures, junto al administrador del Tres por ciento, Mas, o el antiguo y mediocre plumilla catalán, Puigdemont, se frotan las manos, se sonríen cautelosamente entre ellos,  después de una noche soñando las ingentes sumas que se embolsarán si cazan al ejemplar venado.

También están presentes, para bendecir la montería, en la sombra del claustro, no lejos de la huerta, cobijados en sus sotanas de antiguos seminaristas, los gudaris del PNV, que una y otra vez, se santiguan con disimulo, acompañados a última hora de otros  sanguinarios vizcaitarras como Otegui y Santi Potros, a los que reverencian Rufián,  Carod Rovira, Luis Llach y la cínica Pilar Rahola.

Por el sendero que termina delante de la portada neoimperial de la casona, llegan lustrosas limusinas donde se cobijan los embajadores de Albión, del país de los Teutones y de los siempre circundantes y acíbar Flamencos, todos ellos de mejillas sonrosadas y nariz como rojos tulipanes por el condumio de marranos, aderezados de coles de Bruselas y toneladas de cerveza, cuyos efluvios aún permanecen en sus mustios  cerebros.

También tienen anunciada su presencia un rubicundo yankee, ayer integrante del Ku Kux Klan, más interesado por las faldas de las féminas asistentes, y un ruso, enviado éste por el sátrapa de su país, quienes quieren conocer de primera mano qué negocio realizarán en el futuro, sabiendo los antecedentes pasados con la venta hidrocarburos y telefonía, mientras que Stalin lo hacía con el oro del Banco de España.

Apostados están periodistas que portan un gorro frigio, cuando debajo del gabán, ocultan una camisa azul y las insignias del yugo y las flechas, los más mayores y aún llevan impresas en las yemas de sus dedos la tinta de sus crónicas en los diarios Arriba, Alcázar, Patria o Ya, y  los más tibios, lo hicieron en Pueblo y ABC. Otros, los menos, como el almeriense Carlos Herrera o el granadino Tico Medina, se mantienen lejos de tanto farsante y de tan falso tumulto.

La berrea tocó a su fin, los bramidos se escucharon en los confines más desolados de su vasto territorio, cuando las ciervas cargaron en su grupa y en su seno con la herencia de siglos de historia y salieron de la espesura, dejando la Corona enseñar sus deslumbrantes y envidiadas cuernas.

El gran Ciervo, tiempo ha legó una más ostentosa Corona en un preclaro descendiente, al que aún tanto cobarde escopetero no quieren acometer, prefieren atacarse con el abuelo, con el Rey Juan Carlos I, pues consideran que ya muestra signos de debilidad y será más fácil derribar esta primera presa.

La sierra y la dehesa tiemblan, en el noreste suenan tambores y clamores de guerra, no saben estos cobardes que muchos obreros, campesinos, menestrales y estudiantes, tienen claro quien ha regido el país y quien fue quien les llevó a nuevos pastizales. A pesar de su silencio y de soportar como esas nuevas élites se apoderan del país, cuando sea menester, si el nuevo portador de la Corona lo requiere, estarán ahí para defender lo alcanzado durante el mayor período de paz conocido en estas tierras y permitir que el conjunto de candiles que culmina la cuerna del Rey, reposen en paz cuando la Providencia decida llamarle a su lado.



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