CACERÍA REAL

Las rehalas y sus dueños, las hienas y los lobos, se
aprestan en el patio de la masía, donde sopla la fría tramontana, a emprender
el camino, después de los primeros tibios saludos de los monteros, arrieros y
miserables gregarios, con alguaciles y capataces de la nombradía de Pablo
Iglesias, y como espolique para aullar y animar la batida, Echenique desde su
silla mecánica, seguido de las mil leches de canes, ansiosos de recibir también
los hueso de tan codiciada pieza.
Cuando aún las nieblas no se han disipado y de todas las
bocas presentes un halo neblinoso expelen desde el fondo de sus estómagos
agradecidos, los buitres empiezan a merodear también sobre las nubes.
Apretados, ante el temor que el fantasma de Franco merodee,
el dueño de la finca, el siniestro emprendedor publicitario Roures, junto al
administrador del Tres por ciento, Mas, o el antiguo y mediocre plumilla
catalán, Puigdemont, se frotan las manos, se sonríen cautelosamente entre
ellos, después de una noche soñando las
ingentes sumas que se embolsarán si cazan al ejemplar venado.
También están presentes, para bendecir la montería, en la
sombra del claustro, no lejos de la huerta, cobijados en sus sotanas de
antiguos seminaristas, los gudaris del PNV, que una y otra vez, se santiguan
con disimulo, acompañados a última hora de otros sanguinarios vizcaitarras como Otegui y Santi
Potros, a los que reverencian Rufián,
Carod Rovira, Luis Llach y la cínica Pilar Rahola.
Por el sendero que termina delante de la portada neoimperial
de la casona, llegan lustrosas limusinas donde se cobijan los embajadores de
Albión, del país de los Teutones y de los siempre circundantes y acíbar
Flamencos, todos ellos de mejillas sonrosadas y nariz como rojos tulipanes por
el condumio de marranos, aderezados de coles de Bruselas y toneladas de
cerveza, cuyos efluvios aún permanecen en sus mustios
cerebros.
También tienen anunciada su presencia un rubicundo yankee,
ayer integrante del Ku Kux Klan, más interesado por las faldas de las féminas
asistentes, y un ruso, enviado éste por el sátrapa de su país, quienes quieren
conocer de primera mano qué negocio realizarán en el futuro, sabiendo los
antecedentes pasados con la venta hidrocarburos y telefonía, mientras que Stalin
lo hacía con el oro del Banco de España.
Apostados están periodistas que portan un gorro frigio,
cuando debajo del gabán, ocultan una camisa azul y las insignias del yugo y las
flechas, los más mayores y aún llevan impresas en las yemas de sus dedos la
tinta de sus crónicas en los diarios Arriba, Alcázar, Patria o Ya, y los más tibios, lo hicieron en Pueblo y ABC.
Otros, los menos, como el almeriense Carlos Herrera o el granadino Tico Medina,
se mantienen lejos de tanto farsante y de tan falso tumulto.
La berrea tocó a su fin, los bramidos se escucharon en los
confines más desolados de su vasto territorio, cuando las ciervas cargaron en
su grupa y en su seno con la herencia de siglos de historia y salieron de la
espesura, dejando la Corona enseñar sus deslumbrantes y envidiadas cuernas.
El gran Ciervo, tiempo ha legó una más ostentosa Corona en
un preclaro descendiente, al que aún tanto cobarde escopetero no quieren
acometer, prefieren atacarse con el abuelo, con el Rey Juan Carlos I, pues
consideran que ya muestra signos de debilidad y será más fácil derribar esta
primera presa.
La sierra y la dehesa tiemblan, en el noreste suenan
tambores y clamores de guerra, no saben estos cobardes que muchos obreros,
campesinos, menestrales y estudiantes, tienen claro quien ha regido el país y
quien fue quien les llevó a nuevos pastizales. A pesar de su silencio y de soportar como esas nuevas élites se apoderan del país, cuando
sea menester, si el nuevo portador de la Corona lo requiere, estarán ahí para
defender lo alcanzado durante el mayor período de paz conocido en estas tierras y permitir que el conjunto de candiles que culmina la
cuerna del Rey, reposen en paz cuando la Providencia decida llamarle a su lado.
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