lunes, 30 de julio de 2018

GUÍA DE LA GRANADA DESAPARECIDA

GUÍA DE LA GRANADA DESAPARECIDA, DE JUAN MANUEL BARRIOS ROZÚA

En este libro, su autor, aún cuando es bien conocedor de las magníficas guías de la ciudad que redactaron Luis Seco de Lucena o el ilustre Antonio Gallego Burín, pretende señalar el rico patrimonio ya desaparecido, razón por la que quien tiene la ocasión de leer esta obra, además de soñar y entrever esos edificios en los paseos por la ciudad, alcanza la mayor incredulidad cuando descubre de qué manera tan cruel e ignara, los granadinos han sido desposeídos de una Granada singular, que sin los daños y ruinas llevadas a cabo por la impericia de técnicos y el latrocinio perpetrado por las mismas instancias del propio ayuntamiento de Granada, con dos alcaldes que se llevan la palma, como son Manuel Sola Bolívar y Jose Luis Pérez Serrabona, en cuanto a su depravación en relación a la conservación, mientras que en Democracia, Antonio Jara Andréu, será otro de los enterradores de la vega y de la sepultura de Caja Granada, en ésta última o en su Fundación, desde 2010 hasta 2017, aunque este sea otro cantar del expolio a manos de unos cuantos militantes del PSOE, quien  también con su nombramiento y su aquiescencia es culpable, hoy conservaríamos una medina y una ciudad sin parangón en el universo, coronada por la joya de la Alhambra y con el dosel de Sierra Nevada, la alfombra verde de la Vega y el discurrir de sus tres ríos: Dauro, Genil y Beiro.  Hoy, sólo nos queda soñar, pues con el silencio ciudadano cómplice y con esos corregidores corruptos, Granada ha enterrado su singularidad y su enorme belleza en pos de querer  parecerse y aceptar las influencias de una extraña modernidad.

Su autor, Juan Manuel Barrios, tan descorazonado como quienes somos hijos de esta ciudad y nada hemos hecho para impedir tanta destrucción de la Granada histórica, nos señala varios períodos bien definidos en esa paulatina piqueta y conquista del hormigón y el asfalto.

1º.- El Antiguo Régimen
2º.- Invasión Napoleónica
3º.- Exclaustración o fin de la Granada conventual. Proceso de laicización de la ciudad.
4º.- Explosión anticlerical de la IIª República
5º.- El desarrollismo sin límite de José Luis Pérez Serrabona
6º.- En Democracia

Al final del Antiguo Régimen, a pesar de ligeras modificaciones. Granada seguía siendo una de las ciudades más originales y bellas de Europa, donde se podía contemplar su pasado zirí, nazarí, mudéjar, gótico, renacentista, barroco-isabelino y neoclásico., perfectamente integrado todo en un hermoso paisaje. Sus barrios más antiguos asentados sobre colinas le daban ese perfil pintoresco y agraciado, junto a una feraz vega, cuidada con esmero, donde aparecían pequeños islotes de casas encaladas, con las nieves perpetuas de Sierra nevada, desde cuyas cumbres se podía discernir el espejo azul del cercano Mediterráneo.
El río Darro serpenteaba por el mismo casco histórico, otorgándole un aspecto de alta montaña, mientras el Genil y el Beiro, lo hacían más plácidamente y de manera menos abrupta, a pesar de ser ignorados por sus propios vecinos, quienes preferían darle la espalda o utilizarlos como vertedero.

Era una ciudad conventual con fines recristianizadores y, más tarde, contrarreformista.

Su grandiosa catedral, veintitrés parroquias, innumerables capillas, ermitas, veinte conventos y beaterios femeninos, veintidós monasterios y cenobios masculinos.

Junto a todo ello, residencias nobiliarias abundantes, concediendo un aire señorial a algunos barrios de la ciudad, caso del Albayzín y la Magdalena, con portadas de piedra y patios porticados, muy influidos por los alarifes mudéjares y la reutilización de acarreos nasritas.

En la arquitectura popular, la influencia musulmana será aún más imperecedera: irregularidad de los vanos, balcones y saledizos de madera, organización en torno a un patio íntimo, pequeñez o cuevas en el Sacromonte. No obstante, la real Chancillería, mostrará la relevancia de la arquitectura pública de tronío.

Aún cuando bajo este régimen empieza la lenta destrucción de lo pintoresco, en plaza Birrambla, en puertas de acceso a la ciudad en otros lugares o en las varias alhóndigas de Puerta Real , la razón principal de las autoridades y de las élites, lo hacen en aras a presupuestos ideológicos de la ilustración, es con las autoridades Napoleónicas cuando cobre mayor fuerza esa destrucción, que se agrava con el expolio de los tesoros en iglesias y conventos. Notable es la destrucción en el convento de San Jerónimo como el daño infringido a los restos del Gran Capitán, gran vencedor de los franceses allí sepultados, el paseo del Violón y su intención de conformar una Granada más próxima los gustos Versallescos que a la idiosincrasia granadina, amalgama de lo musulmán y lo cristiano, siendo el colofón de las desgracias, el intento de derruir la Alhambra, cuya mecha fue detenida por el cabo de Inválidos José García, a quien Granada le debe estar eternamente agradecida, mientras maldice eternamente a los gabachos de Sebastiani, que además del robo, quisieron la destrucción de sus monumentos más célebres.

Además de los daños realizados por el ejército invasor de Napoleón, una profunda crisis económica será motivo del declive de la ciudad y de la imposibilidad de acometer la reedificación y reforma de los edificios dañados.

La alianza del Trono y Altar, llevará a la ciudadanía a colaborar con Fernando VII, incluso en las tareas represivas del liberalismo, cuya exaltación tuvo lugar en Cataluña frente a los liberales, respaldando a las partidas absolutistas, lo que desemboca en el Trienio Liberal y en una guerra civil, a la que pondrá fin la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Con la muerte de Fernando VII y tras los daños de la Guerra de Independencia, barrios como el Realejo y el Albayzín, famosos por su otrora industria de la seda, pierden habitantes a la par que el estancamiento demográfico y ven la ruina de su otrora pujante actividad comercial.

En 1835 una serie de sublevaciones liberales, las guerras carlistas que se extienden de Norte a Sur, dan lugar a drásticas medidas desamortizadoras y todos los conventos masculinos son cerrados de un día para otro.

En el proceso de laicización, el Ayuntamiento dará el primer paso retirando balcones, guardapolvos y tribunas de madera de la ciudad, por miedo a la propagación de incendios, a la caída de elementos deteriorados, aunque según la Comisión de Ornato, para modernizar la imagen de la ciudad, haciendo desaparecer hornacinas, cuadros y capillas.

A los diez años después de la muerte de Fernando VII, Granada ha dejado de ser una ciudad conventual. Varios conventos han sido derribados total o parcialmente, otros se emplean secularmente o sirven como viviendas, la mayoría de ermitas son cerradas, derribadas y pocas fachadas de edificios ya lucen imágenes religiosas y un elevado número de casas propiedad eclesiástica han pasado a manos de particulares.

Durante el reinado de Isabel II se modera la destrucción, aunque con la revolución de 1868, la Gloriosa, numerosos episodios anticlericales ocasionan el derribo de algunos centros religiosos.

En 1884 se concluye el embovedado entre Puente Castañeda y Plaza Nueva.

A comienzos del siglo XX, la reformadora Granadina, empresa compuesta por la crema de cuantos se han enriquecido con el azúcar y su producción en la vega, acomete el gran proyecto de abrir una arteria urbana que acerque a los viajeros a la nueva estación de ferrocarril, recientemente implantada, y le de a la ciudad un aire más moderno y semejante a los bulevares de París, por lo que se acomete la destrucción de palacios tales como el de Cetti Meriem, como parte de la Alcaicería, así como en las calles adyacentes. También se destruirá la Manigua.

Durante la explosión anticlerical de la IIª República, de nuevo numerosas iglesias serán destruidas, a manos de los incendiarios de la federación Anarquista Ibérica, las Juventudes Libertarias, así como de algún que otro militante de las Juventudes socialistas y de la UGT.

La quema de conventos que en Madrid tiene lugar el 10 de mayo de 1931, en Granada tendrá menos repercusión, no así en agosto de 1932, con motivo del golpe de estado de Sanjurjo, que ocasiona tras las manifestaciones en la calle, las hordas levantiscas arruinen la iglesia de san Nicolás, todas las cruces repartidas por Granada, esta vez a manos de los elementos vinculados a la FAI.

El 8 de febrero de 1933, quedarán calcinados el convento de las Tomasas y la Iglesia de san Luis, mientras que en 1936, será incendiada la iglesia del salvador en el Albayzín.

Antonio Gallego Burín, durante el perído de 1938 a 1951, realizará un enorme esfuerzo en la ordenación de la ciudad y de sus monumentos, caso de la calle Ganivet, la plaza de Alonso Cano, como de cambios en la ubicación de fuentes y esculturas a lugares más apropiados y de mejor visibilidad, aún cuando el embovedado entre Puente Castañeda y su desembocadura en el genil, serán obra de él, no tan afortunada, como tampoco la progresiva destrucción de la Manigua  o San Matías.

Manuel Sola seguirá ampliando la calle recogidas y un nuevo plan de alineaciones, destruyendo los barrios de San Lázaro y San Matías.

Nacen los barrios de la Chana y el Zaidín, que empiezan a quemar el cinturón verde de la ciudad, mientras los atascos de coches empiezan a notarse.

En los años 60, se da vía libre a la expansión de la ciudad, mientras el entorno paisajístico sufre una vertiginosa destrucción. Calles estrechas y tortuosas , elevadas alturas.

Las calles de Pedro A. de Alarcón, Camino de Ronda y Arabial, se erigen en murallas entre la ciudad y la vega.

J.L. Pérez Serrabona, toma la vara de mando y se desentiende de la ciudad histórica y da vía libre a los especuladores, que a buen seguro le agradecieron cumplida y generosamente los favores que concedió.

Crece el parque automovilístico, se suprimen los tranvías, se talan los árboles y cualquier calle por recóndita que sea, se abre al tráfico rodado o como aparcamiento.

Se lleva a cabo el derribo en el Albayzín de la casa de la Lona, la casa nº 100 en la calle Elvira, la de los 7 moros en el Realejo, mientras el preclaro e iluminado Jose Luis Pérez Serrabona, cede al hotelero Van de Walle, el Carmen de los Mártires.

En 1994, el Director general de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, Lorenzo Pérez del campo, es denunciado como prevaricador y renuncia a su cargo.

Se acometen con escasa fortuna y poco gusto, las obras en el Paraje del rey Chico, como en la Chumbera.

Y ya el “despelote”, la megalópolis con el edifico de El Cubo en la vega, el Museo de las Ciencias y cantidad de edificios “pantalla” alrededor de la antigua residencia de campo de García Lorca, siguen con mayor crudeza la destrucción de la vega y del paisaje de Granada, entre estos, el más meritorio y aprovechado, ha sido Antonio Jara Andréu, también del PSOE, partido que se suponía era progresista, y que ha realizado la misma tarea de destrucción de la ciudad que sus antepasados, ahora bien, para pasar después a regir los destinos de una entidad financiera de Granada, que con las Sociedades participadas, los consejeros que cada jueves se llevaban 300 euros, cuando no viajaban con mayor estipendio, amén de innumerables otras desafortunadas gestiones, han hecho que quiebre una entidad que fue creada como Monte de Piedad y que sólo ha servido para enriquecer a unos cuantos privilegiados que, después de la política, se sentaron en la poltrona de esta institución económica granadina o de su Fundación, en ambos casos ya sin peso ni presencia de interés para la ciudad de la Alhambra ni de sus ciudadanos.

Jesús A. Quero Molina, también del PSOE, y alcalde de 1991-1995, pasará a regir Caja Granada durante 10 años, de 2004 a 2014.

De 2003 a 2016, el partido conservador PP, sentará en la plaza del Carmen a José Torres Hurtado, defenestrado por el caso Nazarí, y que con  las obras del tranvía, contribuyó a que numerosos comercios del camino de Ronda, se fueran a la ruina.

Pudiera parecer por estas últimas líneas que preceden, una antipatía hacia el socialismo, nada cierto, cuando además siento una profunda admiración y reverencia por el cuñado de Federico, el doctor que fuera asesinado como sustituto del alcalde, pero convendrán conmigo que quienes llegaron a la poltrona del ayuntamiento granadino, desde tiempo inmemorial, poco o nada han hecho por preservar o mejorar el patrimonio histórico y artístico de esta ciudad, salvo los esfuerzos de Gallego Burín, con sus limitaciones económicas. Sin embargo, con el desarrollismo, Pérez Serrabona y ya en democracia, Jara, durante 12 años, bien podían haber hecho más y mejor, además de no haber contribuido con su actuación después, en la ruina y desaparición de Caja Granada, tanto él como Quero Molina.

La relación de edificios que ya no están y que J.M. Barrios nos descubre, son numerosísimos y bien merecería el lector de este blog, seguir leyendo el libro que presento y que me ha servido a mí para describir algunos de los desaciertos y desastres en Granada, mi Granada.


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