GUÍA DE LA GRANADA DESAPARECIDA,
DE JUAN MANUEL BARRIOS ROZÚA
En este libro, su autor, aún
cuando es bien conocedor de las magníficas guías de la ciudad que redactaron
Luis Seco de Lucena o el ilustre Antonio Gallego Burín, pretende señalar el
rico patrimonio ya desaparecido, razón por la que quien tiene la ocasión de
leer esta obra, además de soñar y entrever esos edificios en los paseos por la
ciudad, alcanza la mayor incredulidad cuando descubre de qué manera tan cruel e
ignara, los granadinos han sido desposeídos de una Granada singular, que sin
los daños y ruinas llevadas a cabo por la impericia de técnicos y el latrocinio
perpetrado por las mismas instancias del propio ayuntamiento de Granada, con
dos alcaldes que se llevan la palma, como son Manuel Sola Bolívar y Jose Luis
Pérez Serrabona, en cuanto a su depravación en relación a la conservación,
mientras que en Democracia, Antonio Jara Andréu, será otro de los enterradores
de la vega y de la sepultura de Caja Granada, en ésta última o en su Fundación,
desde 2010 hasta 2017, aunque este sea otro cantar del expolio a manos de unos
cuantos militantes del PSOE, quien también con su nombramiento y su aquiescencia
es culpable, hoy conservaríamos una medina y una ciudad sin parangón en el
universo, coronada por la joya de la Alhambra y con el dosel de Sierra Nevada,
la alfombra verde de la Vega y el discurrir de sus tres ríos: Dauro, Genil y
Beiro. Hoy, sólo nos queda soñar, pues
con el silencio ciudadano cómplice y con esos corregidores corruptos, Granada
ha enterrado su singularidad y su enorme belleza en pos de querer parecerse y aceptar las influencias de una
extraña modernidad.
Su autor, Juan Manuel Barrios,
tan descorazonado como quienes somos hijos de esta ciudad y nada hemos hecho
para impedir tanta destrucción de la Granada histórica, nos señala varios
períodos bien definidos en esa paulatina piqueta y conquista del hormigón y el
asfalto.
1º.- El Antiguo Régimen
2º.- Invasión Napoleónica
3º.- Exclaustración o fin de
la Granada conventual. Proceso de laicización de la ciudad.
4º.- Explosión anticlerical de
la IIª República
5º.- El desarrollismo sin
límite de José Luis Pérez Serrabona
6º.- En Democracia
Al final del Antiguo Régimen,
a pesar de ligeras modificaciones. Granada seguía siendo una de las ciudades
más originales y bellas de Europa, donde se podía contemplar su pasado zirí,
nazarí, mudéjar, gótico, renacentista, barroco-isabelino y neoclásico.,
perfectamente integrado todo en un hermoso paisaje. Sus barrios más antiguos
asentados sobre colinas le daban ese perfil pintoresco y agraciado, junto a una
feraz vega, cuidada con esmero, donde aparecían pequeños islotes de casas
encaladas, con las nieves perpetuas de Sierra nevada, desde cuyas cumbres se
podía discernir el espejo azul del cercano Mediterráneo.
El río Darro serpenteaba por
el mismo casco histórico, otorgándole un aspecto de alta montaña, mientras el
Genil y el Beiro, lo hacían más plácidamente y de manera menos abrupta, a pesar
de ser ignorados por sus propios vecinos, quienes preferían darle la espalda o
utilizarlos como vertedero.
Era una ciudad conventual con
fines recristianizadores y, más tarde, contrarreformista.
Su grandiosa catedral,
veintitrés parroquias, innumerables capillas, ermitas, veinte conventos y
beaterios femeninos, veintidós monasterios y cenobios masculinos.
Junto a todo ello, residencias
nobiliarias abundantes, concediendo un aire señorial a algunos barrios de la
ciudad, caso del Albayzín y la Magdalena, con portadas de piedra y patios
porticados, muy influidos por los alarifes mudéjares y la reutilización de
acarreos nasritas.
En la arquitectura popular, la
influencia musulmana será aún más imperecedera: irregularidad de los vanos,
balcones y saledizos de madera, organización en torno a un patio íntimo, pequeñez
o cuevas en el Sacromonte. No obstante, la real Chancillería, mostrará la
relevancia de la arquitectura pública de tronío.
Aún cuando bajo este régimen
empieza la lenta destrucción de lo pintoresco, en plaza Birrambla, en puertas
de acceso a la ciudad en otros lugares o en las varias alhóndigas de Puerta
Real , la razón principal de las autoridades y de las élites, lo hacen en aras
a presupuestos ideológicos de la ilustración, es con las autoridades
Napoleónicas cuando cobre mayor fuerza esa destrucción, que se agrava con el
expolio de los tesoros en iglesias y conventos. Notable es la destrucción en el
convento de San Jerónimo como el daño infringido a los restos del Gran Capitán,
gran vencedor de los franceses allí sepultados, el paseo del Violón y su
intención de conformar una Granada más próxima los gustos Versallescos que a la
idiosincrasia granadina, amalgama de lo musulmán y lo cristiano, siendo el
colofón de las desgracias, el intento de derruir la Alhambra, cuya mecha fue
detenida por el cabo de Inválidos José García, a quien Granada le debe estar
eternamente agradecida, mientras maldice eternamente a los gabachos de
Sebastiani, que además del robo, quisieron la destrucción de sus monumentos más
célebres.
Además de los daños realizados
por el ejército invasor de Napoleón, una profunda crisis económica será motivo
del declive de la ciudad y de la imposibilidad de acometer la reedificación y
reforma de los edificios dañados.
La alianza del Trono y Altar,
llevará a la ciudadanía a colaborar con Fernando VII, incluso en las tareas
represivas del liberalismo, cuya exaltación tuvo lugar en Cataluña frente a los
liberales, respaldando a las partidas absolutistas, lo que desemboca en el
Trienio Liberal y en una guerra civil, a la que pondrá fin la invasión de los
Cien Mil Hijos de San Luis.
Con la muerte de Fernando VII
y tras los daños de la Guerra de Independencia, barrios como el Realejo y el
Albayzín, famosos por su otrora industria de la seda, pierden habitantes a la
par que el estancamiento demográfico y ven la ruina de su otrora pujante
actividad comercial.
En 1835 una serie de
sublevaciones liberales, las guerras carlistas que se extienden de Norte a Sur,
dan lugar a drásticas medidas desamortizadoras y todos los conventos masculinos
son cerrados de un día para otro.
En el proceso de laicización,
el Ayuntamiento dará el primer paso retirando balcones, guardapolvos y tribunas
de madera de la ciudad, por miedo a la propagación de incendios, a la caída de
elementos deteriorados, aunque según la Comisión de Ornato, para modernizar la
imagen de la ciudad, haciendo desaparecer hornacinas, cuadros y capillas.
A los diez años después de la
muerte de Fernando VII, Granada ha dejado de ser una ciudad conventual. Varios
conventos han sido derribados total o parcialmente, otros se emplean
secularmente o sirven como viviendas, la mayoría de ermitas son cerradas,
derribadas y pocas fachadas de edificios ya lucen imágenes religiosas y un
elevado número de casas propiedad eclesiástica han pasado a manos de
particulares.
Durante el reinado de Isabel
II se modera la destrucción, aunque con la revolución de 1868, la Gloriosa,
numerosos episodios anticlericales ocasionan el derribo de algunos centros
religiosos.
En 1884 se concluye el
embovedado entre Puente Castañeda y Plaza Nueva.
A comienzos del siglo XX, la
reformadora Granadina, empresa compuesta por la crema de cuantos se han
enriquecido con el azúcar y su producción en la vega, acomete el gran proyecto
de abrir una arteria urbana que acerque a los viajeros a la nueva estación de
ferrocarril, recientemente implantada, y le de a la ciudad un aire más moderno
y semejante a los bulevares de París, por lo que se acomete la destrucción de
palacios tales como el de Cetti Meriem, como parte de la Alcaicería, así como
en las calles adyacentes. También se destruirá la Manigua.
Durante la explosión
anticlerical de la IIª República, de nuevo numerosas iglesias serán destruidas,
a manos de los incendiarios de la federación Anarquista Ibérica, las Juventudes
Libertarias, así como de algún que otro militante de las Juventudes socialistas
y de la UGT.
La quema de conventos que en
Madrid tiene lugar el 10 de mayo de 1931, en Granada tendrá menos repercusión,
no así en agosto de 1932, con motivo del golpe de estado de Sanjurjo, que
ocasiona tras las manifestaciones en la calle, las hordas levantiscas arruinen
la iglesia de san Nicolás, todas las cruces repartidas por Granada, esta vez a
manos de los elementos vinculados a la FAI.
El 8 de febrero de 1933,
quedarán calcinados el convento de las Tomasas y la Iglesia de san Luis,
mientras que en 1936, será incendiada la iglesia del salvador en el Albayzín.
Antonio Gallego Burín, durante
el perído de 1938 a 1951, realizará un enorme esfuerzo en la ordenación de la
ciudad y de sus monumentos, caso de la calle Ganivet, la plaza de Alonso Cano,
como de cambios en la ubicación de fuentes y esculturas a lugares más
apropiados y de mejor visibilidad, aún cuando el embovedado entre Puente
Castañeda y su desembocadura en el genil, serán obra de él, no tan afortunada,
como tampoco la progresiva destrucción de la Manigua o San Matías.
Manuel Sola seguirá ampliando
la calle recogidas y un nuevo plan de alineaciones, destruyendo los barrios de
San Lázaro y San Matías.
Nacen los barrios de la Chana
y el Zaidín, que empiezan a quemar el cinturón verde de la ciudad, mientras los
atascos de coches empiezan a notarse.
En los años 60, se da vía
libre a la expansión de la ciudad, mientras el entorno paisajístico sufre una
vertiginosa destrucción. Calles estrechas y tortuosas , elevadas alturas.
Las calles de Pedro A. de
Alarcón, Camino de Ronda y Arabial, se erigen en murallas entre la ciudad y la
vega.
J.L. Pérez Serrabona, toma la
vara de mando y se desentiende de la ciudad histórica y da vía libre a los
especuladores, que a buen seguro le agradecieron cumplida y generosamente los
favores que concedió.
Crece el parque
automovilístico, se suprimen los tranvías, se talan los árboles y cualquier
calle por recóndita que sea, se abre al tráfico rodado o como aparcamiento.
Se lleva a cabo el derribo en
el Albayzín de la casa de la Lona, la casa nº 100 en la calle Elvira, la de los
7 moros en el Realejo, mientras el preclaro e iluminado Jose Luis Pérez
Serrabona, cede al hotelero Van de Walle, el Carmen de los Mártires.
En 1994, el Director general
de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, Lorenzo Pérez del campo, es
denunciado como prevaricador y renuncia a su cargo.
Se acometen con escasa fortuna
y poco gusto, las obras en el Paraje del rey Chico, como en la Chumbera.
Y ya el “despelote”, la
megalópolis con el edifico de El Cubo en la vega, el Museo de las Ciencias y
cantidad de edificios “pantalla” alrededor de la antigua residencia de campo de
García Lorca, siguen con mayor crudeza la destrucción de la vega y del paisaje
de Granada, entre estos, el más meritorio y aprovechado, ha sido Antonio Jara
Andréu, también del PSOE, partido que se suponía era progresista, y que ha
realizado la misma tarea de destrucción de la ciudad que sus antepasados, ahora
bien, para pasar después a regir los destinos de una entidad financiera de
Granada, que con las Sociedades participadas, los consejeros que cada jueves se
llevaban 300 euros, cuando no viajaban con mayor estipendio, amén de
innumerables otras desafortunadas gestiones, han hecho que quiebre una entidad
que fue creada como Monte de Piedad y que sólo ha servido para enriquecer a
unos cuantos privilegiados que, después de la política, se sentaron en la
poltrona de esta institución económica granadina o de su Fundación, en ambos
casos ya sin peso ni presencia de interés para la ciudad de la Alhambra ni de
sus ciudadanos.
Jesús A. Quero Molina, también
del PSOE, y alcalde de 1991-1995, pasará a regir Caja Granada durante 10 años,
de 2004 a 2014.
De 2003 a 2016, el partido
conservador PP, sentará en la plaza del Carmen a José Torres Hurtado,
defenestrado por el caso Nazarí, y que con
las obras del tranvía, contribuyó a que numerosos comercios del camino
de Ronda, se fueran a la ruina.
Pudiera parecer por estas
últimas líneas que preceden, una antipatía hacia el socialismo, nada cierto,
cuando además siento una profunda admiración y reverencia por el cuñado de
Federico, el doctor que fuera asesinado como sustituto del alcalde, pero
convendrán conmigo que quienes llegaron a la poltrona del ayuntamiento
granadino, desde tiempo inmemorial, poco o nada han hecho por preservar o
mejorar el patrimonio histórico y artístico de esta ciudad, salvo los esfuerzos
de Gallego Burín, con sus limitaciones económicas. Sin embargo, con el
desarrollismo, Pérez Serrabona y ya en democracia, Jara, durante 12 años, bien
podían haber hecho más y mejor, además de no haber contribuido con su actuación
después, en la ruina y desaparición de Caja Granada, tanto él como Quero Molina.
La relación de edificios que
ya no están y que J.M. Barrios nos descubre, son numerosísimos y bien merecería
el lector de este blog, seguir leyendo el libro que presento y que me ha
servido a mí para describir algunos de los desaciertos y desastres en Granada,
mi Granada.
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