domingo, 28 de julio de 2019

ARTURO PÉREZ-REVERTE, UNA HISTORIA DE ESPAÑA


ARTURO PÉREZ-REVERTE, UNA HISTORIA DE ESPAÑA

Arturo Pérez-Reverte, siempre inquieto, ahora se ha decidido a seguir los pasos de los historiadores, aun cuando en sus novelas él también siempre haya hecho historia.

Es probable que se haya ayudado para escribirlo, de aquel que Fernando Díaz Plaja publicó en 1971, Otra historia de España, con la diferencia de la prosa y de los calificativos que siempre aparecen en toda la obra del académico de la lengua, así como de un enorme pesimismo sobre nuestro momento actual y el porvenir de España.

Ambos harán un repaso sobre los acontecimientos más notorios de nuestra historia, que Díaz Plaja termina cuando la democracia y nuestra incorporación a Europa aparecen ya en el horizonte. Sin embargo, Pérez Reverte, como contemporáneo del siglo XXI, nos añadirá los detalles y las percepciones y hechos más notorios que nos han acontecido en estos últimos años, poniendo el colofón en su último capítulo: Epílogo triste, o no.

Si en la Otra historia de España, el relato es más historicista y destacando hechos de la historia que hemos conocido por los libros en el colegio, no obstante pone de relieve los conflictos surgidos con vascos y catalanes, para la obtención de sus respectivos estatutos y de cómo se llega a ese estado de cosas, constatando ahora, que el proceder de los vascos ayer y hoy sigue siendo muy parecido, pues su unión con los españoles es y será siempre que a ellos les de ventajas económicas y de conservar sus fueros, en los catalanes de cómo se ha ido agravando esa barrera que se iniciara cuando perdieron el negocio del comercio con las Antillas, por la derrota de 1898.

A pesar de su gran sentido de español, Pérez-Reverte no lleva la bandera del nacionalismo, si no es mostrar la grandeza de cuando las cosas se hicieron con un objetivo mayor y con un emprendimiento popular, pues de los monarcas y de sus séquitos nunca es muy partidario.

Entretenida obra, que a buen seguro no superará nunca ni la de Fernando Díaz-Plaja, ni la de un Pierre Vilar, pero que es de agradecer, pues nos pone ante nuestro propio espejo y, de manera somera y con ese verbo tan característico de don Arturo, nos muestra su visión de nuestra historia pasada y de aquella que es contemporánea, aunque en todo este libro el perfume que desprende sus capítulo sean de un porvenir muy aciago y tenebroso, que ojalá nunca veamos los españoles.


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