EL DEBATE DEL ESTATUTO DE
CATALUÑA EN LAS CORTES REPUBLICANAS DE 1931
A finales de septiembre del 31,
en las Cortes republicanas de la Carrera San Jerónimo, entre otros muchos
debates, como el de la Ley Agraria, tan necesaria para poner orden en el aro
español y en particular en el andaluz y extremeño, se debatía el del Estatuto
de Cataluña.
Algunos de sus intervinientes
fueron Unamuno, el famoso escritor vasco y rector de la Universidad de
Salamanca; Sánchez Román, famoso e influyente letrado, que trataría el caso
como abogado y muy contrario; el socialista Jiménez de Asúa; el catalanista
Carrasco Formiguera que además había representado a Esquerra Republicana en el
Paco de san Sebastián y hoy casado con una rica barcelonesa muy cercana a los
jesuitas, mientras Julián Besteiro presidía la tribuna del parlamento.
La impresión general era que los
catalanes son nacionalista, aunque
muchos los consideraban separatistas, siendo muchos de ellos ciertamente, que
no podían separarse o no les convenía
Por todo ello, la cuestión era
saber si había que imponerse a la fuerza, transigir con moderación, tratando de
estar cómodos todos. Azaña, sin embargo, creía que la asimilación de Cataluña
era ya imposible, ni por la fuerza ni por la expansión del Estado. Y se
preguntaba por entonces, si tenerlos sojuzgados de qué podía servir. Contando
los antecedentes con primo de Rivera que ayudó a envenar aún más la cuestión,
exterminarlos tampoco traería nada bueno, por muy unitario y españolista que se
sea. En estas condiciones, lo prudente ea tratar un acuerdo que sirviera de
principio de una reconciliación, sin dudas problemática, razón por la que esa
mayoría españolista debería ejercer alguna torsión en los puros principios
jurídicos. Tal era el fondo del pensamiento del alcalaíno, que reproduce en su
diario correspondiente al día 26 de septiembre de 1931.
En la tribuna, el catalanista
Carrasco Formiguera, que en un mitin habló de declarar la guerra a España,
antecedente en las expresiones desafortunadas que lustros después evacuaría el
vicario de Puigdemont en la Generalidad, un alumno aventajado de los neonazis,
un tal Torrá, como Carner, lo hicieron de manera muy impolítica.
Largo caballero, o el mismo
Indalecio Prieto, de la dirección del PSOE, siempre opuestos a este Estatuto
catalán, siempre se opusieron a que la legislación social pudiera estar en
manos de los catalanes autónomos, fruto sobre todo del antagonismo de la UGT
contra la CNT, entonces con mayor representación por aquellos lares, razón por
la que nunca se daría traslado a la autonomía y la legislación social sería
siempre cuestión del estado.
El mismo partido de Azaña, Acción
republicana, siempre fueron en su mayoría contrarios al estatuto de Cataluña y
muy hostiles al catalanismo, aunque lo que predominaba en los enfrentamientos
era la cuestión sindical, muy candente en esos tiempos.
“Prieto se desató contra los
catalanes, diciendo que en 32 años de vida política, no ha conocido un caso de
deslealtad semejante al de aquéllos, en cuanto se refiere al cumplimiento del
Pacto de San Sebastián. Y ha desfogado toda la cólera que desde abril viene
almacenando contra la política de Macià y compañía, así como contra la política
del Gobierno”, del que él era entonces Ministro de Hacienda.
“Que los catalanes se
aprovecharon de la proclamación de la República para crear un hecho consumado
es innegable”, dirá Azaña. Si ahora estos hombres levantaran la cabeza, cuando
sus descendientes catalanes han dado un golpe de estado, después de haber
logrado concesiones inconcebibles, seguro que hubieran deseado volver a
bombardear Barcelona, como señalan los tópicos y la historia.
El mismo Maura estaba dispuesto,
según sus propias confesiones, “a tirar de la manta”, en el asunto del Pacto de
San Sebastián, para mostrar la inmoralidad y deslealtad de los catalanes, que
se ve lo llevan en la sangre, ayer y hoy.
Al menos, azaña se congratulaba
que se hubiera votado que el idioma oficial de la República española era el castellano, que debía ser conocido y
respetado por todos. Cosa que hoy en el siglo XXI muchas de esas comunidades de
ascendencia catalana no respetan.
No sé si queda mucho o poco por
hacer, si algún día se logrará un entendimiento saludable para cuantos
habitamos España, sin exclusión de ningún territorio, ni de ninguno de sus
ciudadanos, cualquiera que sea su credo, su idioma natal, sus creencias
religiosas o su atracción sexual, pero que hoy en Cataluña quienes quieren que
el castellano sea respetado y no agredido, como empiezan en Baleares y Valencia,
siguiendo el ejemplo catalán, están siendo perseguidos es una obviedad de la
que el estado no puede abjurar de su compromiso, ni de desamparar a esos
ciudadanos y menospreciar las leyes que todos hemos de respetar, amén de la
igualdad que en España debe existir para todos en el conocimiento y dominio del
idioma común que nos permita a todos comunicarnos en un mismo plano.
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