sábado, 30 de noviembre de 2019

MICHAEL IGNATIEFF Y SUS PARALELISMOS CON LA POLÍTICA ESPAÑOLA ACTUAL


MICHAEL IGNATIEFF. FUEGO Y CENIZAS. ÉXITO Y FRACASO EN POLÍTICA

En una brillante crónica laudatoria sobre el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, una de esas personas que ha sabido darse cuenta de la gran pérdida que para los españoles suponía la desaparición de este dirigente político, como consecuencia de su derrota y de sus mismas manifestaciones, como de su propio convencimiento de sólo estar en política mientras su discurso mereciera la aprobación del electorado, que leí en un diario nacional, el autor de esa crítica, señalaba como fiel exponente de lo que estaría padeciendo y pasando el derrotado líder de Ciudadanos, hacía referencia a un libro y a un autor, el que da título a esta nota.

Quise saber, además de coincidir plenamente con el autor de aquellos comentarios, del que ahora no recuerdo su nombre, quién era sin embargo la fuente de su inspiración y por qué recomendaba la lectura de este libro, por lo que no dudé en que en mi librería favorita, Metáfora de Roquetas de Mar, se encargaran de buscármelo, pues no lo tenían en sus anaqueles, y ya en mis manos, después de su rápida lectura, sólo puedo refrendar el elogio y la recomendación hecha por ese pasajero redactor público.

Michael Ignatieff es un intelectual canadiense, de antepasados ucranianos y vinculados a la administración del Zar, por parte de sus bisabuelos paternos, y, años después cuando hubieron de emigrar al Canadá, también su padre, relacionados con la administración pública canadiense.

No obstante, Michael Ignatieff estará muy vinculado al vecino mastodonte norteamericano, los USA, por sus estudios en Harvard, como profesor en una universidad estadounidense, todo lo cual le granjería a su regreso a su tierra natal y,  en sus primeros pasos allí en política, a ser considerado un extranjero.

Su doctrina política siempre estuvo en el centro, razón por la que formó parte del partido Liberal, que ya había gobernado en el Canadá, y cuyo mayor opositor era el partido conservador o NPD.

Su libro es su propio y personal relato sobre lo que él vivió en su lucha por alcanzar la presidencia de gobierno, después de haber llegado al Parlamento, que podría extrapolarse perfectamente a personas como Albert Rivera y, quizás, aunque con otras connotaciones más lejanas y dramáticas, al mismo Manuel Azaña.

Por sus páginas,  uno va descubriendo la sordidez de los profesionales de la política, como también los paralelismos tan cercanos con España, ellos por las intemperancias de los habitantes del Quebec, nosotros por el catalanismo y los nacionalistas vascos, como por la sinuosidad y los egos de los dirigentes, así como de sus organizaciones partidistas.

También, por esa misma conjunción de problemas, tan cercanos a la situación actual española, con otros nombres, aparece Pedro Sánchez en la mente del lector y de lecciones que esos políticos profesionales debieran tener en cuenta y que, quizás, él nunca tuvo, salvo su pasión por la unidad del Canadá y la democracia.

“Yo había supuesto que en la política había un espacio para los aficionados, pero me había equivocado”. Acaso Pedro Sánchez, la todo poderosa Susana en Andalucía, como otros muchos cargos del PSOE y PP, acaso no se han formado en las “covachuelas del partido”, como hubiera dicho Azaña. Este nunca fue el caso de Ignatieff, como tampoco de Albert Rivera, quienes antes de entrar en política habían ejercido sus empleos, uno como profesor, el otro en un banco.

Michael Ignatieff, como otrora Azaña, son grandes partidarios del Parlamento, que, sin embargo, cada día más está ocupado por mediocres, caso de los Rufianes y toda la parafernalia de “perrosflauta” que van detrás del “marqués de Galapagar", el ex de Vallecas, Pablo Manuel Iglesias y la cajera Irene Montero, como de políticas de gobierno que tratan de eludirlo y de una feroz disciplina partidista, que Ignatieff quisiera que las votaciones no estuvieran sujetas a disciplina alguna y sí a la conciencia y consideración de cada parlamentario.

Cuando hace referencia a un jefe de gobierno conservador, su declaración podría servirle al mismo Pedro Sánchez, pues dice: “Por algo es el primer ministro: posee tenacidad, disciplina y crueldad en grandes dosis. Da la impresión de tener convicciones fijas y estables, cuando en realidad está dispuesto a echar por la borda cualquier política cuando le conviene”. ¿Acaso no nos suena esto en España y es innato al doctor Fraude, más conocido como Pedro Sánchez Castejón?

Y añade, lo mismo que quizás el día que presentó su renuncia a la política, Albert Rivera, se diría: Así que en vez de conseguir la democracia que se merecen, los votantes terminan pagando el precio de su propia desilusión y sólo obtienen la democracia que sus políticos les imponen”. En España se hace por medio de televisiones como la Sexta y TVE, radio como la cadena Ser y prensa como El País, además de un colosal ejército de “abrazafarolas”, “estómagos agradecidos” y gente que ha conseguido su “paguita”, un despacho, un empleo, una subvención, gracias al carnet del PSOE, a la amistad con los socialistas o a la palmada en el hombro y la sonrisa flatulenta para congraciarse con el político que le proveerá la solución económica a su familia, a su negocio, a la enseñanza o alguna de las innumerables empresas que ellos montan para colocar a sus afines y devotos, como se ha demostrado con los ERES en Andalucía, o en Valencia con Ximo Puig.

En Canadá, como en España, los políticos iban a las zonas anglosajonas y hablaban de la unidad del Canadá, mientras que cuando lo hacían en Quebec, expresaban su respaldo a la autonomía, incluso su reconocimiento como nacionalidad. “Aquí estaba un líder político con principios y una excelente reputación por combatir la retórica separatista en Quebec queriendo firmar un acuerdo secreto con el líder de un partido separatista” ¿Acaso no es lo mismo que hace Pedro Sánchez, o Zapatero, con Otegui o con los golpistas de Esquerra?

Sigue convencido de que logran más unidos que cada uno por su lado, lo que no parece que los socialistas españoles actuales entiendan eso, sobre todo cuando el PSC y Podemos son dos elementos de ruptura a ese axioma.

Y en su capítulo del “derecho de ser escuchado”, amargamente se queja de que “ya no se atacan las ideas o posturas de un candidato. Se ataca lo que el candidato es”. Pero acaso, en España, sabemos lo que quiere Pedro Sánchez, lo que pretende Podemos, como no sea la destrucción de España como unidad de ciudadanos con un principio común de fraternidad.

Entró en política con la esperanza y el derecho a ser escuchado, pero la maquinaria de los profesionales de la política, hicieron todo lo posible para que su discurso no llegara a las gentes y que, de una forma y de otra, fracasara, sobre todo con malas artes.

Sin embargo, termina su obra animando a quien le lea, a quienes vengan después de él, para convencerles que la política, con mayúscula, es necesaria para que no existan las guerras, para que se saque el mayor provecho al esfuerzo común de una nación y para defender mejor los intereses generales del ciudadano.

Es un libro interesantísimo, muy grato y fácil de lectura, como un ejemplo y una enseñanza para todo aquel que quiera seguir los pasos de este noble político e intelectual.

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