Por qué dejé de ser
simpatizante del socialismo
Antes que nada, debería hacer mi
propia confesión de cómo y por qué llegué a simpatizar con el socialismo y
cuáles fueron las razones que me hicieron creer que esta corriente política era
la más digna para el mejor reparto de la justicia, la libertad y el progreso
del proletariado y los menestrales.
En mi humilde ambiente familiar, de
carpinteros y chófer de señoricos, aún cuando mi padre, por sus lecturas y su
pasado, tenía bastante conocimiento de los partidos políticos, ni él ni mis
abuelos, éstos porque sufrieron en sus carnes los avatares de una guerra civil,
con la gravedad de los sucesos que acontecieron en Granada allá por el 18 de julio
del 36 y las restantes secuelas de “paseos”, odios y enfrentamientos larvados y
notorios que conocieron, y mi progenitor por verse obligado a emigrar y temer
que el régimen pudiera impedirle el reencontrarse cada verano con sus ancianos
padres y con la ciudad que le vio nacer, gradualmente creció su simpatía por el
Caudillo, ante los avances que en la sociedad española el veía, aunque en nada
le beneficiaran en su exilio. Nunca pues me hablarían nada, salvo pequeños detalles
que con el paso de los años pude desentrañar que hacían referencia disimulada a
aquel pasado incivil, como de descubrir que, ambos, por parte materna y
paterna, habían sido para mí unos héroes, pues con su valiente, anónimo y desinteresado comportamiento, salvaron vidas
ajenas, pero esto ya es otra historia.
Por todo ello, es a mi regreso de
Bruselas, abandonados los estudios, ya a
finales de los setenta y con la llegada de la democracia, sucediendo a la
muerte de Franco y tras el servicio militar voluntario, una vuelta al mundo y
cinco años maravillosos en Madrid introduciendo los productos cerámicos que
representaba, entonces residiendo en Sevilla y trabajando para una empresa radicada
en Castellón, con predominio directivo de catalanes, cuando empiezo a
vislumbrar lo que sería bueno para la prosperidad de Andalucía y, por ende, la
del conjunto de España, así como por las lecturas anteriores de Proudhom y de
Marx, con su magna obra el Capital, como por los libros que eran
asignatura obligada años antes en la Uned
de Madrid, de cuya época siempre conservo un gran amor por la capital del reino y sus gentes, con el impactante descubrimiento de Azaña, cuando me convenzo que es
al Partido Socialista Andaluz, de Alejandro Rojas Marcos, que debieran ir mis
inclinaciones, pues el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, o el PSP, de
Morodo y Tierno Galván, mostraban un elevado nivel cultural, pero escasa presencia
y fuerza en Andalucía, mientras el PSOE no parecía prestarle la suficiente
atención a los andaluces, a pesar de que sus cuadros dirigentes estaban
plagados de ellos.
España, poco a poco, se va
transformando, también mis objetivos personales y profesionales, al igual que
mi residencia, iniciando mi andadura laboral en Almería como empresario, mientras
por la prensa empiezan a desfilar las denuncias de corrupción: caso Filesa, la
Autovía del 92, los desembolsos en los Juegos Olimpicos de Barcelona, los
atentados de ETA que no cesan, el crecimiento de la implantación en el País
Vasco del PNV, favorecido por el PSOE, en Cataluña el ascenso de Jordi Pujol,
tras la desaparición de Tarradellas, y la insolidaridad se va haciendo más
notoria con vascos y catalanes, sin que ni socialistas o conservadores del PP,
hagan nada para remediarlo.
Se suceden diferentes crisis económicas,
la más dura la del petróleo, que sin embargo en Almería sorteamos bien,
mientras se siguen sucediendo las corrupciones en la gobernación de España,
caso Mariano Rubio, y en Andalucía el
clientelismo alrededor del PSOE se hace cada vez más notorio, mientras que el
PP también se maneja con enchufismo, palmeros, estómagos agradecidos, de la
misma forma que el PSOE, en ayuntamientos, diputaciones, Junta de Andalucía y
Gobierno de España, universidades e instituciones públicas de todo calibre.
Se agrava la presión sobre
quienes en Cataluña no quieren que el castellano sea marginado; Andalucía con
un eterno gobierno del PSOE sigue ostentando las peores cifras de progreso y
sólo constatas que los únicos que sobreviven y cada día disfrutan de mayor
poder y ventajas, son los políticos de PSOE y PP.
Asesina ETA a Miguel Angel
Blanco, el mismo día que poníamos la bandera a las nuevas instalaciones de mi
negocio y entre zozobras y éxitos llegamos al trágico día que alcanza el poder Rodríguez Zapatero, el más nefasto
de los gobernantes españoles, quien en cuatro años hace desaparecer a buena
parte de la clase media española y termina de sepultar a las cajas de
ahorros y montes de piedad, en cuyos consejos de administración se sentaban
políticos de izquierdas y sindicalistas de UGT y CCOO, llevando a España a uno de los
momentos más delicados de su reciente historia.
Si con las lecturas de las biografías
de Indalecio Prieto, Largo Caballero y los diarios de Azaña, como toda su obra,
me había sentido próximo al PSOE, voy progresivamente dándome cuenta que este
PSOE desde Zapatero, que se agravará con la llegada al poder de Pedro Sánchez,
sólo puede llevarnos a una ruina aún peor y cercana a la economía venezolana.
Periodistas como Inda, Federico
Jiménez los Santos o comunistas como Pío Moa o Juan Carlos Girauta, y la
llegada de Ciudadanos, en la persona del valiente Albert Rivera, me hacen ver que España cuenta con otra corriente política
que puede sacarnos del marasmo que PSOE y PP nos habían llevado desde el inicio
de la democracia y la Constitución del 78, mientras Rajoy logra levantarnos de
la enorme ruina y las escandalosas cifras de paro de Zapatero, aún cuando su
Ministro de Economía, un andaluz para más señas, se ceba incluso con los
escuálidos capitales de los emigrantes o de los jubilados, en aras de llenar
las arcas de la hacienda pública que el socialismo de Rodríguez Zapatero había
dejado al borde del rescate por la CEE.
Mientras tanto, en ese período de
ruina de la clase media, en la Puerta del Sol, brota un movimiento cívico que
profesores de la Complutense de Madrid sabrán liderar, pero que una vez que
pisan las alfombras de las tertulias televisivas, los despachos y Las Cortes,
dejan de luchar contra la “casta” que tanto habían demonizado, se compran un “casoplón”,
disfrutan de hipotecas, salarios y rentas sólo al alcance de unos pocos y
logran embaucar a la “masa neutra”, a los descontentos, con el señuelo de la
progresía, mientras ellos también son denunciados por sus prácticas de corrupción
en su partido, en sus maneras oligárquicas y en la guerra que desatan contra
todo aquel que les critique.
En ese transcurrir de los años,
de las vivencias personales y profesionales, como de un golpe de Estado dado
desde la misma Generalidad de Cataluña, después de haber vivido en la misma
Plaza Neptuno el otro golpe que diera Tejero y presencié con amargura, me convenzo que el PSOE ya no es
aquel que soñó su fundador Pablo Iglesias, ni aquel que permitió en la casa del
pueblo de Alcalá de Henares, a Azaña, pronunciar su primer discurso político.
Ni el de las puertas abiertas a la esperanza que anunciaran González y Guerra. Sus egregias figuras, aún con el lado oscuro
de las puertas giratorias, los hermanos Guerra, la condena a Barrionuevo , Roldán
y otros percances más siniestros que jalonan la marcha de los Gurtel y los Eres,
como la imposición en la universidad de Almería de personas simpatizantes con
el socialismo, sin méritos para regentar la plaza o la cátedra y con el premio
a sus afiliados de cargos injustificados, me convenzo que el socialismo español
sólo es útil para quienes ostenten el carnet del partido, nada para la
generalidad de la población española.
No obstante, no puedo, al menos, expresarles mi
agradecimiento cuando desde Cáceres a Madrid, después de visitar a los clientes
que tenía en Extremadura, oír que Andalucía, salvo Almería, había logrado ser
considerada por votación popular una más de las regiones históricas, ahí había
estado el enorme esfuerzo del partido socialista y de la UCD de Adolfo Suárez y su ministro andaluz del "café para todos", sin embargo, con el paso de
los años, a ese partido de Julián Zugazagoitia, de Cruz Salido, de Besteiro, de
Fernando de los Ríos, quienes le siguieron con Zapatero y tras él Pedro Sánchez
y sus vergonzantes ministras, especialmente la de Justicia, sólo habían llegado
al poder para su vanagloria personal y sus propios fraudes, nada por la justicia, la fraternidad de
los españoles, nuestra prsoperidad y el freno al separatismo, por tanto dejaba
de ser simpatizante socialista.
Cuando esto escribo, el panorama
español, con un gobierno en funciones, sigue siendo muy negro, pues los aliados
que el socialismo español se ha buscado para gobernar son populistas, dopados
por el sucio dinero de Maduro e Irán; golpistas catalanistas que quieren la
destrucción de la unidad de España y que desde la cárcel manejan los
presupuestos y hasta la misma Justicia; los antiguos jesuitas del PNV y con unos
líderes execrables como Sabino Arana, un napoleonchu Aguirre o el demoníaco
Arzallus, siempre con su juego sucio de cabildeos y su pasado cercano a asesinos
y qué decir de aquellos como Otegui, en Bildu, que también quieren otorgar su
confianza a Pedro Sánchez.
Con este bagaje, en el que el socialismo español ha
entregado su dignidad, su pasado y sus valores, nadie que tenga un mínimo de
sentido común y la “cabeza sobre los hombros”, como dijera Azaña, puede seguir
simpatizando con este socialismo, razón por la que yo he dejado de ser de esa
izquierda mentirosa y abyecta.

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