jueves, 26 de diciembre de 2019

POR QUÉ DEJÉ DE SER SIMPATIZANTE DEL SOCIALISMO


Por qué dejé de ser simpatizante del socialismo


Antes que nada, debería hacer mi propia confesión de cómo y por qué llegué a simpatizar con el socialismo y cuáles fueron las razones que me hicieron creer que esta corriente política era la más digna para el mejor reparto de la justicia, la libertad y el progreso del proletariado y los menestrales.


En mi humilde ambiente familiar, de carpinteros y chófer de señoricos, aún cuando mi padre, por sus lecturas y su pasado, tenía bastante conocimiento de los partidos políticos, ni él ni mis abuelos, éstos porque sufrieron en sus carnes los avatares de una guerra civil, con la gravedad de los sucesos que acontecieron en Granada allá por el 18 de julio del 36 y las restantes secuelas de “paseos”, odios y enfrentamientos larvados y notorios que conocieron, y mi progenitor por verse obligado a emigrar y temer que el régimen pudiera impedirle el reencontrarse cada verano con sus ancianos padres y con la ciudad que le vio nacer, gradualmente creció su simpatía por el Caudillo, ante los avances que en la sociedad española el veía, aunque en nada le beneficiaran en su exilio.  Nunca pues me hablarían nada, salvo pequeños detalles que con el paso de los años pude desentrañar que hacían referencia disimulada a aquel pasado incivil, como de descubrir que, ambos, por parte materna y paterna, habían sido para mí unos héroes, pues con su valiente, anónimo y desinteresado comportamiento, salvaron vidas ajenas, pero esto ya es otra historia.


Por todo ello, es a mi regreso de Bruselas, abandonados los estudios,  ya a finales de los setenta y con la llegada de la democracia, sucediendo a la muerte de Franco y tras el servicio militar voluntario, una vuelta al mundo y cinco años maravillosos en Madrid introduciendo los productos cerámicos que representaba, entonces residiendo en Sevilla y trabajando para una empresa radicada en Castellón, con predominio directivo de catalanes, cuando empiezo a vislumbrar lo que sería bueno para la prosperidad de Andalucía y, por ende, la del conjunto de España, así como por las lecturas anteriores de Proudhom y de Marx, con su magna obra el Capital, como por los libros que eran asignatura  obligada años antes en la Uned de Madrid, de cuya época siempre conservo un gran amor por la capital del reino y sus gentes, con el impactante descubrimiento de Azaña, cuando me convenzo que es al Partido Socialista Andaluz, de Alejandro Rojas Marcos, que debieran ir mis inclinaciones, pues el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra, o el PSP, de Morodo y Tierno Galván, mostraban un elevado nivel cultural, pero escasa presencia y fuerza en Andalucía, mientras el PSOE no parecía prestarle la suficiente atención a los andaluces, a pesar de que sus cuadros dirigentes estaban plagados de ellos.


España, poco a poco, se va transformando, también mis objetivos personales y profesionales, al igual que mi residencia, iniciando mi andadura laboral en Almería como empresario, mientras por la prensa empiezan a desfilar las denuncias de corrupción: caso Filesa, la Autovía del 92, los desembolsos en los Juegos Olimpicos de Barcelona, los atentados de ETA que no cesan, el crecimiento de la implantación en el País Vasco del PNV, favorecido por el PSOE, en Cataluña el ascenso de Jordi Pujol, tras la desaparición de Tarradellas, y la insolidaridad se va haciendo más notoria con vascos y catalanes, sin que ni socialistas o conservadores del PP, hagan nada para remediarlo.


Se suceden diferentes crisis económicas, la más dura la del petróleo, que sin embargo en Almería sorteamos bien, mientras se siguen sucediendo las corrupciones en la gobernación de España, caso Mariano Rubio,  y en Andalucía el clientelismo alrededor del PSOE se hace cada vez más notorio, mientras que el PP también se maneja con enchufismo, palmeros, estómagos agradecidos, de la misma forma que el PSOE, en ayuntamientos, diputaciones, Junta de Andalucía y Gobierno de España, universidades e instituciones públicas de todo calibre.


Se agrava la presión sobre quienes en Cataluña no quieren que el castellano sea marginado; Andalucía con un eterno gobierno del PSOE sigue ostentando las peores cifras de progreso y sólo constatas que los únicos que sobreviven y cada día disfrutan de mayor poder y ventajas, son los políticos de PSOE y PP.


Asesina ETA a Miguel Angel Blanco, el mismo día que poníamos la bandera a las nuevas instalaciones de mi negocio y entre zozobras y éxitos llegamos al trágico día que alcanza el poder Rodríguez Zapatero, el más nefasto de los gobernantes españoles, quien en cuatro años hace desaparecer a buena parte de la clase media española y termina de sepultar a las cajas de ahorros y montes de piedad, en cuyos consejos de administración se sentaban políticos de izquierdas y sindicalistas de UGT y CCOO, llevando a España a uno de los momentos más delicados de su reciente historia.


Si con las lecturas de las biografías de Indalecio Prieto, Largo Caballero y los diarios de Azaña, como toda su obra, me había sentido próximo al PSOE, voy progresivamente dándome cuenta que este PSOE desde Zapatero, que se agravará con la llegada al poder de Pedro Sánchez, sólo puede llevarnos a una ruina aún peor y cercana a la economía venezolana.


Periodistas como Inda, Federico Jiménez los Santos o comunistas como Pío Moa o Juan Carlos Girauta, y la llegada de Ciudadanos, en la persona del valiente Albert Rivera, me hacen ver  que España cuenta con otra corriente política que puede sacarnos del marasmo que PSOE y PP nos habían llevado desde el inicio de la democracia y la Constitución del 78, mientras Rajoy logra levantarnos de la enorme ruina y las escandalosas cifras de paro de Zapatero, aún cuando su Ministro de Economía, un andaluz para más señas, se ceba incluso con los escuálidos capitales de los emigrantes o de los jubilados, en aras de llenar las arcas de la hacienda pública que el socialismo de Rodríguez Zapatero había dejado al borde del rescate por la CEE.


Mientras tanto, en ese período de ruina de la clase media, en la Puerta del Sol, brota un movimiento cívico que profesores de la Complutense de Madrid sabrán liderar, pero que una vez que pisan las alfombras de las tertulias televisivas, los despachos y Las Cortes, dejan de luchar contra la “casta” que tanto habían demonizado, se compran un “casoplón”, disfrutan de hipotecas, salarios y rentas sólo al alcance de unos pocos y logran embaucar a la “masa neutra”, a los descontentos, con el señuelo de la progresía, mientras ellos también son denunciados por sus prácticas de corrupción en su partido, en sus maneras oligárquicas y en la guerra que desatan contra todo aquel que les critique.


En ese transcurrir de los años, de las vivencias personales y profesionales, como de un golpe de Estado dado desde la misma Generalidad de Cataluña, después de haber vivido en la misma Plaza Neptuno el otro golpe que diera Tejero y presencié con amargura, me convenzo que el PSOE ya no es aquel que soñó su fundador Pablo Iglesias, ni aquel que permitió en la casa del pueblo de Alcalá de Henares, a Azaña, pronunciar su primer discurso político. Ni el de las puertas abiertas a la esperanza que anunciaran González y Guerra.  Sus egregias figuras, aún con el lado oscuro de las puertas giratorias, los hermanos Guerra, la condena a Barrionuevo , Roldán y otros percances más siniestros que jalonan la marcha de los Gurtel y los Eres, como la imposición en la universidad de Almería de personas simpatizantes con el socialismo, sin méritos para regentar la plaza o la cátedra y con el premio a sus afiliados de cargos injustificados, me convenzo que el socialismo español sólo es útil para quienes ostenten el carnet del partido, nada para la generalidad de la población española.


No obstante,  no puedo, al menos, expresarles mi agradecimiento cuando desde Cáceres a Madrid, después de visitar a los clientes que tenía en Extremadura, oír que Andalucía, salvo Almería, había logrado ser considerada por votación popular una más de las regiones históricas, ahí había estado el enorme esfuerzo del partido socialista y de la UCD de Adolfo Suárez y su ministro andaluz del "café para todos", sin embargo, con el paso de los años, a ese partido de Julián Zugazagoitia, de Cruz Salido, de Besteiro, de Fernando de los Ríos, quienes le siguieron con Zapatero y tras él Pedro Sánchez y sus vergonzantes ministras, especialmente la de Justicia, sólo habían llegado al poder para su vanagloria personal y sus propios fraudes, nada por la justicia, la fraternidad de los españoles, nuestra prsoperidad y el freno al separatismo, por tanto dejaba de ser simpatizante socialista.


Cuando esto escribo, el panorama español, con un gobierno en funciones, sigue siendo muy negro, pues los aliados que el socialismo español se ha buscado para gobernar son populistas, dopados por el sucio dinero de Maduro e Irán; golpistas catalanistas que quieren la destrucción de la unidad de España y que desde la cárcel manejan los presupuestos y hasta la misma Justicia;  los antiguos jesuitas del PNV y con unos líderes execrables como Sabino Arana, un napoleonchu Aguirre o el demoníaco Arzallus, siempre con su juego sucio de cabildeos y su pasado cercano a asesinos y qué decir de aquellos como Otegui, en Bildu, que también quieren otorgar su confianza a Pedro Sánchez.

Con este bagaje, en el que el socialismo español ha entregado su dignidad, su pasado y sus valores, nadie que tenga un mínimo de sentido común y la “cabeza sobre los hombros”, como dijera Azaña, puede seguir simpatizando con este socialismo, razón por la que yo he dejado de ser de esa izquierda mentirosa y abyecta.




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