LA BOLCHEVIQUE ENAMORADA, DE MANUEL CHAVES NOGALES. EDICIONES ESPUELA DE PLATA. NARRATIVA
Trabajo ha costado que el talento
literario y periodístico de este sevillano del siglo XX, traspasara los umbrales del XXI como un
notable escritor de relatos, que logra
hacer brillantes por su vena periodística y por su sensibilidad, así como por
las enseñanzas que siempre se desprenden de sus obras.
La primera que me hizo lamentar
la gran pérdida de este autor, como su ostracismo en los anaqueles de las
librerías, fue su biografía sobre Juan Belmonte, ese torero que allá por el
Sur, a orillas del Guadalquivir y en noche de luna, iría forjando su leyenda en
la tauromaquia. Luego vendrían otros sobre sus viajes por Europa, especialmente
en París y la Rusia de Stalin y qué decir sobre nuestra incivil guerra del 36.
Como tantos grandes autores del
exilio, al que fue empujado por su republicanismo y su cercanía con Manuel
Azaña, y el asalto al poder de la Otra España, de Chaves Nogales solo pudimos
conocer recientemente que tuvo una gran presencia en los diarios de Madrid y
Argentina, donde era también habitual que en distintas tiradas, como hiciera
Galdós con sus exitosos Episodios Nacionales, fuera presentando sus relatos,
que más tarde serían agrupados en libros.
Uno de éstos que, tanto el
Heraldo, Ahora o la Estampa, desde 1924 hasta 1932, llevaron a sus páginas,
para deleite de suscriptores y de compradores al vuelo por las calles, en
varias entregas, es el libro La bolchevique enamorada y otros relatos, como el
hombre equívoco, El marido de la fea, Juan Ramón y el otro y Narraciones
maravillosas y biografías ejemplares, o El gobernador y sus siete mujeres.
En todo este libro, el permanente
sentimiento humano, con sus miserias y sus enseñanzas vitales, a modo de breves
historias, es una delicia, a veces mostrándonos la sordidez del sistema
bolchevique, tan aclamado ayer por los comunistas españoles, como hoy mismo en
el siglo XXI por populistas tan indecentes como ministras y edecanes del
retrocomunismo del XXI y del terrorismo, integrados en un partido político que
junto al socialismo ha alcanzado el gobierno.
De cómo un anciano que busca la
verdad es reprobado, por la banca y la autocracia, cuando manifiesta ser él el
responsable de una falsificación monetaria apenas detectable, en El hombre
equívoco.
El marido de la fea, que no duda
en acudir a un amigo para despertar con el engaño la libido amorosa de su
esposa, que la espera en el taxi donde quisiera encontrarse con su amante y
abandonar al esposo.
O aquella pordiosera pedigüeña, a
quien un buen samaritano le brinda un hogar, que ella desecha en sus ansias de
seguir recolectando limosnas y cuyas sumas oculta en sus faldas, que ya le permitirían tener un techo y no la
calle.
De cómo un feto, en el seno de
una embarazada, relata la existencia de sus creadores, que no son otros que un
pastor, enamorado de la amante del cacique del lugar, que tarde descubren que
ella es la madre y su amante engendrador del cigoto del incesto.
Por encima de la voluntad, relato
de una viuda y su hija, que rechazan a un pariente mayor para casarse con la
menor, mientras la madre, con la complicidad de la hija, viven del robo y la
extorsión, rechazando por asco y una particular probidad, las propuestas de
matrimonio de un adinerado familiar, a pesar de la cárcel a la que finalmente
será llevada la viuda.
La mujer a quien robaron el alma.
Después de seis años de noviazgo, el novio comprometido con la hermana mayor,
termina enamorándose de la hermana menor de la casa. Bajo una bien orquestada
simulación y engaño, la hermana menor y el novio de la casa, se casarán lejos
del hogar de las mujeres, mientras la hermana mayor envejece rezando al amor
que se supone había fallecido en la superchería montada por su hermana menor y
su novio.
En la órbita, una sevillana de
ojos y cuerpo de diosa, desde su miserable corrala, conoce pronto a un abogado
que la llevará a Madrid, donde en un hotel ejercerá, con la ayuda de su chulo,
el oficio más viejo del mundo, cuando tres acaudalados burgueses quieren
hacerla su esposa. Esta meretriz, a pesar del futuro que se le prometía,
terminó volviendo a su tierra y, en una modesta casita, con sus geranios y
claveles en el balcón, será acogida como la benefactora del barrio, la señora
que junto a quien fuera su chulo, van viendo pasar los años, desmemoriando
aquel pasado de meretriz. No hay, pues, nadie en el mundo lo suficientemente pobre
para que se considere desdichado. A la vida le basta con muy poco, casi nada; todo lo demás es
superfluo.
Azucena. Relato de una niña ciega
que pronto es asaltada por su belleza sobre los mismos terrones de los olivares
donde nació y que lo palpa todo como algo natural, cuando, primero, el amo,
luego los gañanes y vecinos copulan con ella en el campo o tras una mísera
tapia. Del burdel del pueblo, donde hará los trabajos más miserables por un
trozo de pan, y contentará con su cuerpo a jayanes como a señoritos, una
buscadora de carne humana la encontrará y la llevará a un lustroso lupanar,
donde las alfombras, las sábanas de lino, los perfumes y las manos tibias, de
cuerpos flácidos y decrépitos, la harán desdichada, olvidadas ya las manos
recias y el desenfrenado abrazo de los paisanos. Abandonada en el parque,
sintiendo marchitarse su cuerpo y alimentada por la colación de niños y transeúntes,
Azucena se irá extinguiendo tumbada en el banco de un parque de la ciudad.
La tía Conchita, es la clásica
tita que todos hemos tenido en esa España del pasado; poco agraciada y
compuesta para “vestir santos”, la familia toda irá viendo cómo se marchita el
poco lustre que la naturaleza le ha otorgado, razón por la que a un pariente
militar, acaudalado y siempre expuesto a perder la vida en la guerra, le
proponen que le haga la corte para animarla. Como era de esperar, el pariente
militar perderá la vida, la tendrá a ella como heredera y, la la tía Conchita,
sin embargo, nada habrá sabido del amor.
El autor de todos los crímenes,
es aquel sujeto que nada recuerda y fácil para que todos le endilguen cualquier
crimen, pues nunca nada recuerda de su pasado.
En El viejo enamorado, su autor
nos desvela las artes que este viejo emplea para que su joven amada, conforme
pase el tiempo, cada vez esté más enamorada de él, a pesar de lo que puedan
pensar los demás y lo fácil que podría ser que por su juventud ella se
enamorara de un joven.
En El guarda Pérez, la estrechez
de una casa cuartel, las disputas infantiles de unos contra otros y la cizaña
de las esposas, terminan con el compañerismo, la obediencia militar, cuando el
guarda Pérez, por la espalda, asesina a su compañero,
En La obligación de odiar vemos
la forma que su autor tiene de resaltar a quien no responde a los golpes que
recibe, mientras es abandonado por su novia y sus amigos, quienes le culpan de
cobarde, cuando no repele los golpes que recibe.
Borrón y cuenta nueva. En una
familia numerosa y pobre, uno de los hijos sólo ve el trabajo de sus
progenitores y la sordidez de su vivir, por lo que cuando él es capaz de
empezar a trabajar, no lo hará como su padre, sino en la delincuencia, que, en
un principio hará mejorar la vida de la madre viuda, pero que lo terminará
llevando a presidio y ante la infamia del nombre de esta familia.
Necrofilia es el relato sobre su
abuela, beata siempre adorando a los santos, a las almas del purgatorio y a los
difuntos que, cuando muere, su autor descubrirá en su rostro el pasmo y el
horror, no la felicifdad de la que tanto había oído hablar.
Los zarcillos robados a una niña
y cómo espera su devolución, el empleado de banca que siempre hizo lo mismo, el
camarero que se murió sin conversar y sólo supo preguntar: ¿Sólo? ¿Mucha leche?
¿Así?
Variopintos, amenos y pedagógicos
son los relatos de este libro de un gran
autor de España.

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