LA GUERRA QUE AÚN NO HEMOS TERMINADO
En España ,la guerra civil
terminó, aparentemente, con el bando que dictara Franco un 1 de abril de 1939,
pero fueron tan cruentas las heridas y las muertes, como la posterior represión
de la Dictadura, entre 1939 y 1948 cuando fueron ejecutados oficialmente
alrededor de 50.000 españoles que habían sido condenados en consejos de guerra,
como los genocidios en Granada y
Badajoz. En Granada en tan sólo unos días se alcanzaría la cifra de más de
6.000 asesinatos de una población de no más de 80.000 habitantes, mientras que
en Badajoz, dentro de la plaza de toros, los 4.000 prisioneros, serían
ametrallados indiscriminadamente, que a pesar del abrazo de un ex falangista,
como Adolfo Suárez, y un comunista genocida como Santiago Carrillo, que en Paracuellos
del Jarama en 1936 sentenció a muerte a 5.000 personas, entre ellas 276 menores,
hubiéramos creído que el silencio de nuestros abuelos y padres confirmaba el
olvido a tanta desdicha pasada.
Sin embargo, con la aparición del
populismo de los Iglesias, Monedero y compañía, más próximos a las disciplinas
de Stalin y de las dictaduras caribeñas, que éstos mismos hijos, uno de
terrorista, otros de militares y/o de funcionarios del régimen franquista, caso
de Zapatero, Rubalcaba, Sánchez, Calvo, quienes han hecho emerger el
sentimiento guerra civilista de las dos Españas, con leyes como la de la
Memoria Histórica, que para nada tiene presente a los hermanos maristas o los
pozos de Turón, las checas de Madrid y Barcelona, mientras su única voluntad es
desenterrar al Dictador y sus edecanes, sin buscar para nada la verdad
histórica y la reconciliación definitiva, sellada ahora por los descendientes
de aquella horrible conflagración entre hermanos. Al contrario, el PSOE junto a
la extrema izquierda representada por auténticos vividores a los pechos del Caudillo,
han desempolvado el hacha de guerra, de manera inaudita, en busca solo de sacar
a flote sentimientos de disputa, cuando la única intervención, en mi opinión,
debiera ser la de los historiadores, la libertad de enseñanza, la apertura y
disposición pública de todos los archivos y, en suma, la verdad.
Nada de eso han hecho nuestros dirigentes de izquierdas, al contrario, han desempolvado al genocida, ocultando los crímenes de su propio bando y ocultando que éstos mismos dirigentes socialistas y comunistas, como los de derechas, fueron los más beneficiados, en empleos, estudios, nivel de vida, para promocionarse a la sombra de Franco.
Alcanzaremos algún día ese
postrer abrazo de Vergara, esa reconciliación nacional definitiva, me temo que
mientras al socialcomunismo le sirva para tapar sus tropelías en ERES de
Andalucía, asuntos turbios como el del Tito Berni, las mentiras persistentes y
procaces de Sánchez y de su camarilla, algunos como su ministra andaluza Montero
también vinculada al fraude andaluz, la guerra civil y sus demoniacas
consecuencias, volverán a ser empleadas por un bando, que para nada se tuvo que
exiliar, emigrar o padecer y sí beneficiarse del franquismo.
Tendremos pues que seguir
esperando y ansiando que nazca en España un político noble, de altas miras de Estado,
elevada formación, buen conocedor de nuestra historia y geografía, que apueste
por la verdad, la igualdad y el progreso, y no que la Guerra Civil, con su
amarga enseñanza, no siga siendo la cortina de humo que un bando emplea como
cóctel molotov para arrojar a sus oponentes, sin que aquel execrable 17 de
julio de 1936, sólo sirva para el estudio y evitar volver a caer en los mismos
errores de nuestro sangriento y espeluznante pasado.
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