martes, 28 de mayo de 2024

TODOS FUIMOS CULPABLES, DE JUAN-SIMEÓN VIDARTE. Un socialista que nos cuenta un horrible momento de nuestra historia más reciente.

 


TODOS FUIMOS CULPABLES, DE JUAN-SIMEÓN VIDARTE

En esta enorme memoria de uno de los períodos más tristes y desventurados de España, el diputado socialista, originario de un pueblo de Badajoz, que tuvo grandes responsabilidades en la IIª República española, Juan Simeón-Vidarte, tocayo de su compañero y gran amigo y último presidente de gobierno, Juan Negrín, nos relatará todo lo que fue asumiendo su culpa como la de cuantos le rodearon, aunque conforme va desgranando su lucha y tarea pública, pareciera que sólo es un título, pues en casi todo, los principales responsables del desastre, para Vidarte, son los franceses, del mismo Frente Popular, como el socialista León Blum, en la creación del Comité de No Intervención,  las fuerzas enviadas por Hitler y Mussolini, como las facilidades dadas por Portugal, y unas milicias populares valientes, pero sin tiempo para formarse y con ausencia de dirigentes.

En esta y brillante obra, que a él escribirla en el exilio de la fraterna nación mejicana, debió parecerle abrir sin anestesia la herida que nunca se cerraba, pues su sufrimiento personal, el de su esposa Francesca y el de tantos millares de compatriotas, de un bando y de otro, no se desvanecía.

Nos desvela también  la enorme presencia de los rusos, los únicos que quisieron ayudar con armamento y un número reducido de técnicos, eso sí, bien cobrado por Stalin con el oro que Prieto y Negrín embarcaban en Cartagena, destino el puerto de Odessa, de la segunda nación con mayores depósitos en oro en el año 1936 y los avisos de Trotski de que el georgiano podría abandonar a los españoles cuando menos éstos esperaran, como así sucedió.

Sin embargo, el lector, como es mi caso, se pregunta por qué este desafortunado político no es capaz de preguntarse cuáles eran los apoyos sociales de los rebeldes, de los militares, que no todos se sumaron al alzamiento de Sanjurjo y Mola, muyos siguieron siendo files a la Republica, lo mismo que la Guardia Civil.

Si en infinidad de declaraciones y en prensa, como en el mismo Parlamento, las incitaciones a la guerra civil eran continuas, nadie tuvo la lucidez de convencerse que ese no podía ser el camino y que sólo podía llevarnos a derramar la sangre y a la ruina.

El mismo Indalecio Prieto, uno de los principales dirigentes socialistas de la corriente más centrista, pues en la más extrema se encontraba Largo Caballero, mientras que el catedrático de Lógica y presidente de las Cortes, don Julián Besteiro, que nunca quiso abandonar Madrid ni a los madrileños, lo era de corte más científico y un tanto conservador de izquierdas, decía lo que sigue tras la muerte de Calvo Sotelo, llevada a cabo por la Motorizada, jóvenes socialistas guardaespaldas del mismo Prierto:

Si la reacción sueña con un golpe de Estado incruento, como el de 1923, se equivoca  de medio a medio. Si supone que encontrará al régimen indefenso, se engaña. Para vencer habrá que saltar por el valladar humano que le opondrían las masas proletarias. Será, lo tengo dicho muchas veces, UNA BATALLA A MUERTE, porque cada uno de los dos bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel.

Frases de violencia incontestable en una asamblea que debiera cuidar mucho más el veneno de sus expresiones y elevar su dignidad como Padres de la Patria. La réplica de Calvo Sotelo, bien conocida y divulgada después por el Franquismo como espoleta de esa guerra civil, a la que Franco se sumó en el último momento de una soterrada fractura de las élites y de la sociedad en general, dirá poco antes de ser asesinado:

Bien, señor Casares Quiroga. Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas si son para bien de la patria y para gloria de España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: “Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis”. Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio. Pero a mi vez invito al señor Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, puesto que es hombre de honor, estrechamente, día a día, hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla. Piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos.

Estos dos grandes oradores se pronunciaban así desde la tribuna de las Cortes españolas en la Carrera de San Jerónimo, un 16 de junio de 1936. Calvo Sotelo sería sacado de su casa engañado,  y asesinado en el mismo vehículo en el que le habían dicho que era conducido para una declaración días después de la muerte del socialista Castillo y de continuos asesinatos, un 13 de julio de 1936 y arrojado su cuerpo delante de las puertas de un cementerio de Madrid.

Cierto es también que Casares Quiroga no merece ningún reconocimiento por parte de Vidarte, es más, a menudo, es increpado en la calle por sus errores, aunque, erróneamente, Azaña, por su gran amistad con él, lo defendió a ultranza y confió siempre en él, equivocadamente como se ha demostrado.

En ese esfuerzo de evitar la conflagración que todos advierten, el 19 de julio de 1936, mientras las fuerzas españolas africanistas y otras dentro de la península, tratan de alcanzar el poder, reunidos están Azaña, Martínez Barrio, Giral, Prieto, Besteiro, Viñuelas, Amós salvador, Fernando de los Ríos y Sánchez Román, tras la negativa de Maura de unirse a ellos, ya que entiende que el tiempo se ha terminado y la guerra ha empezado.

Portugal reconocerá a Franco oficialmente el 12 de mayo de 1938, aunque siempre cooperó con los rebeldes.

Vidarte, por encargo directo y confidencial de Negrín, recorrió toda Europa en busca de armas, como también terminaría siendo enviado en 1938 a México para que Lázaro Cárdenas supiera que posiblemente la derrota de la España republicana obligaría a millares de compatriotas a emigrar, por lo que este hermano de los españoles, les abrirá los brazos y espera que cuando quieran allí tienen su casa, como así fue  y sigue siendo en el fraterno México.

Vidarte era también un relevante masón, como también innumerables políticos según él, no solamente en España sino en Gran Bretaña y Estados Unidos, como el gran político belga Emilio Vandervelde que intervino siempre en favor de la masonería española, recordándonos también que la Universidad Libre de Bruselas fue fundada por la masonería. También estuvo presente en las filas de Franco, lo que permitió salvar a muchos hermanos.

Hace observar sobre el error de invadir las islas Baleares, aunque en su libro no lo muestra como lo presenta el mismo Azaña, un intento del catalanismo de un nuevo imperio, lo que Vidarte oculta por su gran amistad con Companys.

La ayuda rusa se inició en octubre del 36, con la llegada del embajador Rosemberg que acabará pugado por Stalin a su regreso a Moscú y, según él, la FAI estaba infiltrada por fascistas.

Gabriel Morón, en Almería, se encontrará presente cuando la agresión alemana desde el Deutschland, pues España era el territorio ideal para probar su armamento en pos de la conquista de Europa, como así se verificó.

Cuando el Estatuto vasco, que se otorgó a Vizcaya y Guipúzcoa,  la capital era Bilbao, no como ahora Vitoria y estuvo vinculada a los rebeldes, siendo Aguirre y el clero vasco los principales mentores.

El comunismo, tan denostado por las fuerzas rebeldes, tenía escasa presencia en las Cortes y creció su influencia y el número de afiliados conforme la República iba perdiendo, aunque siempre estuvo orquestado desde Moscú. Togliatti, orlov, Codovila, Rosemberg fueron los principales dirigentes y el Komintern quien implantó sus directrices.

Todo esto último servirá a Vidarte para formular una feroz crítica de Stalin, cuya marioneta era España.

El 26 de abril de 1937 la fuerza aérea nazi bombardeaba un pueblo indefenso y cuando había mercado en Guernica. Antes lo habían hecho sobre un colegio de Getafe, donde murieron más de cien niños.

El canto a la resistencia y lo inexpugnable de Madrid es inapelable por parte de Vidarte.

Nos dirá que Juan de Ajurriaguera, líder del PNV se entregó al general italiano Mancini y que el Pacto de Santoña, firmado por las fuerzas de ocupación italianas y los gudaris vascos, fue una de las grandes traiciones a España, como la negociación de éstos a través del Vaticano y su deserción para defender el frente de Santander. La cobardía de estos vascos no tendría parangón con los asesinatos que años después los nietos de estos cobardes gudaris llevaría a cabo y de lo que se avergonzará en su tumba mexicana Vidarte.

Las luchas internas entre los mismos socialistas o contra los comunistas serán una cuestión permanente y razón de la derrota, sobre todo entre los máximos dirigentes como Largo Caballero, apodado el Lenín; Prieto y Negrín.

Orlov y la NKVD se encargaban de asesinar o hacer desaparecer la disidencia, como fue el caso de un alto dirigente sindicalista en Alcalá de Henares, sin que se se`pa donde fue asesinado o enterrado.

Encomiable y continuos elogios a los milicianos, a Madrid y al general Rojo.

En conversaciones con Besteiro, éste le dirá: ¡Cómo estamos recogiendo el fruto de tantas y tantas equivocaciones. Quizás no hubiera venido esta república y tampoco hubiéramos vivido esta guerra civil, defendiendo un régimen que no es el nuestro.

Sabemos que Negrín acostumbraba a viajar frecuentemente de incognito y con frecuencia a París o Ginebra, por lo que sabía que más pronto que tarde los alemanes contendrían con Rusia y España podría ser salvada, a lo que se oponía Azaña que era consciente que aún sería peor y más trágico, pues pasaría a segundo plano, cuando él clamaba por negociar la paz, ya que, desde el primer momento, supo que los republicanos tenían la guerra perdida, como también pronto supo Indalecio Prieto.

Vidarte tiene muy presente la fecha del 25 de julio de 1936, cuando en un borrascoso consejo de ministros en París, León Blum terminaba incumpliendo sus compromisos firmados con España para abastecerla de armamento y ponía en marcha el Comité de No Intervención, apoyado también por el presidente británico Baldwin y su ministro Anthony Eden, como los ministros franceses Ivan Delbos y Daladier, al igual que el estado Mayor francés, proclive a los nazis.

En esa República española, 470 fueron los diputados, de los que en la última reunión de Cortes en el castillo de Figueras, los discursos, el escenario y el número presente fue deprimente. En la actual democracia española, 350 son los diputados y 266 los senadores, entonces no existía la Segunda Cámara, que tanto anheló Alcalá Zamora.

Nos revela también un intento descabellado de prieto por entregarle a Gran Bretaña diferentes lugares para que instalen sus fuerzas navales si ayudan a España.

La enorme publicidad desarrollada por los comunistas durante la guerra civil nunca puso en valor a militares republicanos y sí a los muchos que ostentaban el carnet de ellos, como Líster, el campesino, Modesto, entre los más reconocidos.

Insiste en el exterminio llevado a cabo por los rebeldes y obvia el de los mismo republicanos.

También nos señala que algunos dirigentes franceses, como Georges Bonet, estaban pagados por Alemania y con qué desdén Hitler, Mussolini, Chamberlain y Daladier deciden la suerte de Checoslovaquia.

La presencia de las Brigadas Internacionales, con intelectuales y la solidaridad de intelectuales como Malraux, Hemingway, Orwell, Dos Passos o el mismo actor Errol Flynn, venidos de todos los confines del mundo, han dejado bien patente que la solidaridad humana y la vida no tenían valor si no era en defensa de los oprimidos y merecía la pena ofrendarla en España.

La frontera francesa solo estuvo abierta del 17 de julio al 8 de agosto 1936; 20 octubre 37 a enero del 38; junio 1938 a enero 1939, siempre sujeta a las inspecciones y vigilancias de los miembros del Comité de Control.

El dinero que España tenía depositado en Mont de Marsan, 8 millones de libras esterlinas, fue entregado a Franco, a pesar de todos los esfuerzos republicanos para recuperar ese dinero en ayuda a los exiliados.

Vidarte será enviado a Tánger y un 2 de marzo de 1936, cuando el sultán de Marruecos reconoce a Franco, expiró su mandato y su lucha en innumerables puestos para la defensa de la libertad, la democracia y, por qué no decirlo, la República. casado se sublevará en Madrid, donde aún quedaban 500.000 milicianos, rodeados de las fuerzas de Franco y siguió siempre formando parte de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista.

En ese continuo desgranar de hechos terribles, poco es el tiempo que Vidarte dedica a analizar el por  qué de esas DOS ESPAÑAS que llevaron a cabo una lucha entre hermanos sin cuartel, escasa es la presencia de Azaña, aunque él siempre lo tiene como el mayor y mejor orador castellano y quien esto firma, se sigue preguntando si los españoles del siglo XXI habremos aprendido algo de tan desaforados días y de tanta desdicha.

¡El tiempo lo dirá!

 

 

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