MIS
PASEOS POR GRANADA
CAPÍTULO SEGUNDO: LA
REJA DE LA CAPILLA REAL
Las guías turísticas de la Capilla Real, como los libros que
sobre ella se han escrito, ya nos tienen de sobra documentados sobre su
iconografía, su autor Bartolomé de Jaén, y la magnificencia del hierro forjado,
a modo de retablo y de corte plateresco, repleta de grutescos, elementos
vegetales, medallones con bustos y figuritas desnudas, rematado todo con la
Pasión de Cristo y, en su centro, el escudo de los Reyes Católicos, con la
heráldica en su seno de las posesiones más destacadas.
Pero lo que de verdad me ha llamado la atención, como
curioso transeúnte de esta Granada y en este lugar de reposo para nuestros
Reyes y sus hijos y nieto, de esta cancela, que diría un granaíno, no es tanto
la harmonía y la insuperable belleza de todo el conjunto tallado sobre el
metal, sino el propio escudo y, de ese escudo, los dos leones que lo custodian
en su base, que, sin recato alguno por parte de la Iglesia o de quienes
tuvieran que revisar este encargo, ostentan una bien medida verga, un cipote
que diría Camilo José Cela, y eso que el animal se encuentra de guardia.
Por ello, honremos a quienes no fueron remilgados a la hora
de que la naturaleza y el arte impusiera su criterio en esta obra, cuando desde
tiempo inmemorial, sabido es que la Iglesia y su feligresía más pazguata nunca
han visto bien este celo de mostrar desnudos y adminículos para diversos
menesteres animales, en esta obra claramente cincelado en el lugar que
corresponde al fiero león que custodia el grandioso escudo y su águila,
presente en la Capilla Real de Granada.
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