HUMO EN LOS ZAPATOS, DE
ENRIQUE MARTÍNEZ LEYVA
Antes que nada, debo confesar que
me ha gustado enormemente el libro de Humo en los zapatos, del gran publicista
y empresario Enrique Martínez Leyva, a
pesar que discrepe y no esté plenamente
de acuerdo con algunos hechos y logros
relatados por este ilustre
almeriense del mundo de la comunicación, que más abajo expondré, en este
análisis que en mi blog acostumbro a llevar a cabo de los libros que por mí
pasan, entre otros avatares y que, además en el caso presente, me siento
concernido, pues creo haber seguido un camino tan acelerado como el suyo y en
el mismo entorno geográfico por donde su autor logra sus hazañas, por lo que
espero que una vez hecha mi particular y personal valoración, no le incomode ni perdamos por ello la amistad
que un día brotó cuando yo también seleccioné su empresa de Plataforma (Después
de haberlo hecho antes con su oponente y familia Estrategia Creativa) para un
proyecto de expansión empresarial, del que no obstante y desgraciadamente, con
el paso del tiempo no guardo buen recuerdo, quizás por llevarlo a cabo cuando
según Rodríguez Zapatero estábamos en la “Champios League”, se nos echaba encima la crisis de las
Hipotecas subprime y todo a nuestro alrededor se desmoronaba, pero esto es ya
otra historia que el caso no viene ahora a cuento.
Decir que lo he leído a la
carrera, como si de un cabo gastador legionario tras la cabra se tratara, no es
mentir, pues todo en él es ir con la lengua fuera y el azogue constante, por lo
que no tuve más remedio que acompasar mi lectura a su desenfrenada marcha, pareciera que no iba a ser capaz de subir al
tren de los innumerables recuerdos que por las páginas de esta obra se
sucedían, al toque de la corneta de
órdenes, en este caso de continuos y variados y accidentados capítulos, por lo
que mi rigor también pueda haber sufrido la vorágine de tan desenfrenada
maratón, en cuyo caso ya adelanto mis disculpas previas.
Nos dice que en el año 2013 se
jubiló, contaba 65 años, tres hijas brillantísimas, una experiencia profesional
y empresarial extraordinaria y otra matrimonial y en pareja de cohetes y petardos,
de noches de bodas, que no se ponga la
luna de miel y terremotos, a no dudar, por lo que creo que como esos
presidentes de los EEUU que cuando finalizan el mandato se recorren el planeta
dando conferencias, su inagotable bagaje de hombre de negocios y humano, como
su contundente voz de barítono, la calidez de su expresividad corpórea y su
larga trayectoria en tantos escenarios de nuestro país y frente a un elenco de
primeros espadas en el mundo de la empresa, la publicidad y la radiodifusión,
desde los más linajudos a los más modestos, le harían el profesor idóneo para esos jóvenes que se internan en el
tablero de la conquista de un cliente y/o, simplemente, para que no desanimen
quienes fracasaron o para que quienes anhelan ser funcionarios, apuesten antes
por el emprendimiento y el comercio, en un país como el nuestro donde el
empresario siempre ha sido y sigue siendo denostado, aunque sean de la talla y
la generosidad consumada de un Amancio Ortega o de un Francisco Cosentino, en
nuestros lares almerienses.
Hecho este exordio floreado, sin
que falte mi más sincera felicitación por la valentía en que nos relata su
discurrir, con una memoria prodigiosa:
recordando a colaboradores, clientes, operaciones, fechas, dichos, sentencias, amigos, enemigos y algún que
otro familiar nada digno, mostrando así que es una biografía muy bien
pergeñada, tanto por él como por su negro Juan Tortosa, me veo en la obligación
de entrar al ruedo, valga como metáfora su afición a la tauromaquia, para tratar de sortear al morlaco que son esos recuerdos y que ambos, lidiador y
fiera salgamos despedidos con pañuelos blancos por la afición, en este caso
quien esta página lea:
1º.- Alguien que se precie
apostar por el tejido local no puede ir a que le imprima su libro una multinacional
como Amazon. Si todos seguimos este camino los locales comerciales de nuestras
ciudades y pueblos y el emprendimiento serán una entelequia y una hipocresía de
la misma publicidad que decimos en el libro: Tenemos que reconstruir la credibilidad desde la base. Obramos como
esos políticos que en su programa nos venden una cosa y cuando gobiernan hacen
lo contrario que dijeron. Aunque en esta España nuestra queramos venderlo como
una mentira piadosa que diría un jesuita, quien se formó en un Seminario y
cualquier español que se precie nunca debiera admitir que nadie ni tampoco en
las altas esferas sigan a quienes conculcan su palabra, aunque las
multinacionales ya formen parte de nuestras vidas y nuestra cesta de la compra.
2º.- En diversos apartados, que
ahora no recuerdo, recurre a que se quedó un tanto frustrado sin que le dieran
las gracias por su trabajo. Bien debiera
saber, mejor que nadie, que en este torbellino de la rueda de la fortuna,
bastante es si logras fidelizar a tus clientes y, él demuestra hacerlo como
pocos y tras diversas vicisitudes: burbuja inmobiliaria en España (2007 ó 2008),
traición interna y familiar, Covid, expansión, inversiones atípicas, etc, etc.
Si además te han pagado cumplidamente lo contratado, miel sobre hojuelas y a
volver a empezar.
3º.- Me he arrepentido a veces de invertir en amigos, clientes y gentes que
no se lo merecían. Así se anda el camino, aprendiendo de los errores. ¿Pero
te has preguntado si esos clientes que
depositaron su confianza en ti, o en tu
empresa de Plataforma, también salieron satisfechos con tu trabajo? ¿De verdad
te habías puesto en la piel del cliente, aplicando vuestra máxima, según
declaras en la página 296? Recibieron esos clientes: cuando acuden a una agencia de publicidad rentabilidad, ergo…hay que
darles rentabilidad. Punto. En esa tenaz carrera, en el fragor de tantas
batallas y viajes tuviste ocasión de hacer ese análisis, pues de la palmada,
del amigo, del correveidile, consciente eres que solo podía anestesiarte,
quizás aprenderías más del descontento o del cliente insatisfecho, pues alguno
habría, como todo emprendedor siempre tuvo, tiene y tendrá, pero cuánta
enseñanza nos transmite si sabemos oírle, aunque estemos en la cumbre de la
cucaña.
4º.- “Austericidio” del gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy. Aun
cuando mis sentimientos políticos estén más cerca de los liberales (De corte
Albert Rivera) y ayer del PSA (partido Andalucista, de Rojas Marcos, Uruñuela y
Arredonda) y cuanto he aprendido de Azaña (todo lo que él y sobre él se ha
publicado), aunque yo sea monárquico como el gran Manuel Martin Ferrand, me
sorprende que no cites al socialista que le precedió, quien nos tuvo al borde
del rescate y cuya endiablada herencia y ruina el gallego tuvo obligatoriamente
que enderezar, además de caerle encima, poco después, un golpe de Estado
catalanista, cuyos ramalazos aún padecemos y cuyo prófugo de la ley, además de
residir como un príncipe en Waterloo, es quien sostiene al nefasto, mentiroso y
corrupto presidente que hoy sitia en Moncloa con su camarilla, Pedro Sánchez
Castejón. ¡Al César lo que es del César!
5º.- Bebiendo del mar. Después de leer este episodio, quedé pasmado de
no haberme enterado para nada de esa campaña: + agua para siempre, cuando además el siniestro Rodríguez Zapatero
y el funesto charnego Montilla nos dejaron sin el trasvase del Ebro, que ya
Chaves había celebrado con una fuente a los pies de Torrecardenas, contando con el respaldo financiero de la UE,
y que de verdad habría resuelto definitivamente el problema del agua para el
sudeste español, que hoy día sigue padeciendo y que le puede aclarar mejor Paco
Cosentino y los mismos habitantes del Levante, cuando este verano han vuelto a tener
restricciones. Un mojón pues, que
dijera un gaditano en su celebérrimo carnaval, donde sin embargo, saber que
Enrique y su gente eran los responsables del anuncio de Coviran en el Falla, me
llenó de orgullo por su patente y su presencia entre el enorme talento que
desfila por ese grandioso escenario.
6º.- Les habría pagado veinte días de indemnización. Quién tuvo la
fortuna de indemnizar a un trabajador con esos días, nunca lo escuché. Como muy
benévolo y con un abogado/a brillante, quizás alguien consiguiera 31 días, pero
lo normal en ese cruel período de zozobra empresarial en Almería, si no sufrías
la feroz persecución del abogado de turno del trabajador, que llegaba hasta el extremo de culpar al patrono
por una supuesta depresión del empleado o enfermedad, validada por el corrupto
galeno de turno, que casi condenaba al emprendedor si no a galeras casi a su
ruina y desaparición, fue 41 días por
año trabajado como indemnización laboral lo que prevaleció. Siempre se dijo que
el obrero era la parte débil del entramado social y el empresario quien se
había enriquecido a su costa, máxima que solían hacer suya buen número de jueces
en los contenciosos. Por lo que se reducía y, aún hoy día se reduce, a paga y calla.
7º.- Como el de caballería,
programa musical de Miguel Bosé o la leyenda cinematográfica contra Sioux y
Cheyennes por las praderas de Montana, el Museo Casa Anita, en Roquetas,
lamentablemente, además de que el ascensor en mi visita estuviera estropeado
(no me imagino cómo podrían subir o bajar personas mayores o impedidas), me ha
resultado DEPLORABLE y todo un despropósito, que se inició por parte de mi
admirado y longevo alcalde Gabriel Amat, con un presupuesto de 630.761 euros,
supuestamente financiado el 80% con Fondo Europeo (504.608,80 euros), con una
inversión final de 1.268.459,38 euros, soportando las arcas municipales
(pagando los ciudadanos roqueteros que a duras penas llegamos a fin de mes y
con un IBI que nunca baja, mientras los sueldos de los políticos suben y suben,…¡
y ahí me quedo!) un 60,65 %, quiere esto decir que 769.320,61 euros.
Si a esto le añadimos que sobre
la fachada original se han sobrepuesto tres plantas, suprimiendo toda
originalidad y respeto a su perfil histórico,
que la documentación que se exhibe en el interior es tediosa, cuando el
mismo autor del libro nos habla que: algunos
estudios aseguran que, en los últimos veinte años, nuestra capacidad de
atención se ha reducido de dos minutos y medio a cuarenta segundos, de una
exhibición muy austera, de maquetas
indescifrables y, en suma, de una simpleza, pobreza y ambiente museístico memo, no hay quien
entienda cómo es que ahí se han podido gastar más de un millón de euros.
Tampoco veo o leo mención alguna
a los Cortijos de Marín y la barriada san Julián, donde se supone que es una
visión global de Roquetas de Mar y un
observatorio urbano.
Ignorado pues quedó el día de la moragas, la
inauguración del Campo de los Bajos, el ascenso del Roquetas a Tercera
división, las 100 horas del deporte, que ideó el regidor Julio Ortiz; la
llegada de los vascos huyendo de ETA, el turismo de alemanes, las salinas y sus
flamencos rosa, hoy desaparecida; Playa Serena y su desarrollo, el Puerto y su
fiesta de santa Ana, los primeros pobladores de la Pachanga, los
alhondiguistas, “el correo” de Marín Amat, y tantos hitos, hombres y mujeres
que han hecho realidad el milagro del pueblo de Roquetas de Mar.
Si terminada la breve y
desamparada visita, por las calles
traseras paseamos, entre la umbría, la
desolación y la desaparición del encalado característico de una ciudad con mar
como Roquetas, nos topamos con una obra de la saga de los Cara, compitiendo en el mismo propósito
museístico, esta familia militante histórico del PSOE y el promotor del nefando
museo de Anita, en el PP., hay que convenir que Enrique Martínez Leyva tiene
mucha razón sobre las envidias seculares de Almería y los oscuros propósitos
que siempre alberga la disputa local, para quienes no existe aquella máxima de
que la unión hace la fuerza, cuando los enconos y los agravios seguro siguen
latentes entre estos dos hemisferios pueblerinos.
Si al amigo Enrique en Serón no
le dieron las gracias por el museo que allí también llevó a cabo bajo su
batuta, me ha de perdonar si yo tampoco se las doy por éste, y quizás deba
seguir dedicándose a la publicidad, las vallas, los eslóganes y la radio, la
tutoría o la música, donde es el número Uno, pero en el campo de los museos y
la política que hay tras ellos, lo deje en otras manos o aprendan sus mentores
de don Antonio Gallego Burín.
Comprendo que esta crítica es
subjetiva y confío que nada de lo manifestado antes al gran publicista que es y
seguirá siendo Enrique Martínez Leyva,
pueda parecerle una razón despechada y en nada minar nuestra amistad, pues sobre colores
bien sabemos que existe una ancha paleta y él ya ha alcanzado el olimpo de las
artes en publicidad y su herencia nada tiene que envidiar al legendario rey de
Lidia por su riqueza, ganada merecidamente a pulso y forjada sin descanso.
La presentación del libro en
Granada, donde me honró con su firma y dedicatoria, fue todo un éxito de organización y una
muestra de su enorme poder de convocatoria, amén de cumplir el objetivo de
venta de sus memorias y contemplar como acudían al evento numerosos de sus
clientes, ya veteranos, por lo que toda su faz rebosaba orgullo y contento.
Sabía que había logrado poner una pica en Flandes y su vida todo un alarde de
conquistas.
¡Enhorabuena y gracias, maestro!
P.S.: Con el inefable pero de un
siempre polémico y malafollá granaíno.

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