jueves, 4 de diciembre de 2025

ASÍ EMPIEZA LO MALO, DE JAVIER MARÍAS

 


                     ASÍ EMPIEZA LO MALO, DE JAVIER MARÍAS

Terminada de escribir en 2014, sin que él supiera que aún le quedaban ocho años de vida, Javier Marías, en su novela de Así empieza lo malo, tomado el título de algún texto de Shakespeare, quien él tanto admiraba y leyó en inglés; en su primer capítulo, como si fuera un exordio, nos presenta aquella España, particularmente aquel Madrid del año 1980, en el que los españoles se van adentrando ya en democracia y en expansión social, económica y de moeurs o hábitos, iniciado progresivamente diez años antes de la muerte de Franco, que se va haciendo más presente en el estallido de cambio humano que sin reparos la juventud española iba implantando a pasos agigantados.

Desde los primeros párrafos del libro, su autor nos `presenta al matrimonio de Eduardo Muriel y a su mujer, Beatriz Noguera, dos de los principales protagonistas,  como una larga e indisoluble desdicha, que Juan de Vere, secretario de Muriel y unos veinte años más joven que ellos, recién terminada su carrera de filología inglesa, nos irá relatando y se pregunte cómo es que la gente se atrevía a contraer matrimonio (El divorcio llegaría en España en 1981), a pesar de que él mismo contraerá nupcias con Susana, hija mayor de Eduardo y Beatriz, ya en las últimas páginas del libro.

Así empieza lo malo, además de ser un excelente relato literario y se desarrolle por los vericuetos del Madrid de la movida y el cine, ya que Muriel es director de producciones cinematográficas y acostumbra a contar en sus películas con mitos norteamericanos. Es sobre todo la narración de la pasión y el amor de una clase social que ha visto irrumpir la democracia y el brusco cambio social, ya ellos bien asentados, bajo la mirada de un joven nacido tras la Guerra Civil y que, se percata, inducido por su mismo jefe cuando lo aloja en su piso de la calle Velázquez, que esa generación de vencedores y derrotados, ocultan un pasado nada honroso; los primeros porque estuvieron inmersos en situaciones deleznables y, los segundos, porque sufrieron en silencio la humillación con tal de conservar lo logrado.

Los vencedores, caso del doctor amigo Van Vechtens, pediatra,  o su compañero de profesión Arranz, por los años 40, se aprovecharon del miedo de los derrotados para explotarlos, amén de ellos conseguir subirse a la cucaña del poder, teniendo empleo en varias clínicas, caso de la Ruber, (fundada por dos franquistas) y teniendo su consulta propia, habiendo vendido a la sociedad que había ayudado, silenciosamente, a antiguos republicanos, cuando en la realidad era que se había aprovechado sexualmente de sus mujeres o de sus hijas.

Entre tanto, Eduardo ya no siente ningún amor por su esposa Beatriz, pero siguen juntos por la costumbre y porque cada uno de ellos, fuera del ámbito conyugal, encuentran su propio desahogo carnal, cuya ruptura y lo malo, empezó cuando su esposa le informó que aquella carta que le enviaba para informarle de que él rompería su promesa de matrimonio, pues había encontrado en la ausencia de su prometida Beatriz, otro gran amor, a quien se vería forzado Eduardo a no seguir prestándole atención, pues entendió que tras la muerte del padre de Beatriz, exiliado en los EEUU, a donde ella tuvo que acudir urgentemente, a su regreso a España quedaba desamparada.

En ese viaje por la España de la transición, Javier Marías nos muestra la personalidad de muchas de las personas que se encumbraron, como fue el doctor Vechtens, también de ese cambio de chaqueta que hicieron: falangistas de la pistola al cinto, milicianos de la escopeta al hombro, delaciones nada más acabar la Guerra, denuncias de conocidos y por sustraerse a una deuda, matones, ordenantes de asesinatos, en suma, carniceros, todos ellos, de un bando y de otro, dispuestos a pasar página y a olvidar el pasado.

Nos encontramos en España bajo la dirección de gobierno de Adolfo Suárez, quien como funcionario franquista y militante de Falange, él y el resto de los jerarcas y funcionarios públicos de entonces, se hicieron el harakiri en Las Cortes: “Nadie pida cuentas a nadie”. Ni de los ya muy distantes desmanes y crímenes de Guerra, cometidos por ambos bandos en el frente y en la retaguardia, ni en los infinitamente más cercanos de la dictadura…Tan tentador era el futuro que valía la pena sepultar el pasado, el antiguo y el reciente, sobre todo si ese pasado amenazaba con  estropear aquel futuro tan bueno en comparación. Leeremos.

Un historiador se jactaba de sus “años de exilio en París”, cuando esos años los había pasado nada menos que con un cargo en la embajada española, representando a Franco, claro está…Tras la instauración de la democracia, no tenían empacho en fraguar fábulas y colgarse inexistentes medallas, en fabricarse un conveniente pedigrí.

(Unos y otros, allá por los años 80, intentaron tomar posición, sobre todo en el seno de los partidos llamados de izquierda, ya que pocos fueron quienes se exiliaron por defender sus ideales o tenían clara su posición política, excepción de un buen puñado de anónimos militantes del PCE. Sin embargo, años después, o en fechas en las que se publicó esta novela, supimos de siniestros personajes como Rodríguez Zapatero y la caterva de los alumnos aventajados del socialista Pepe Blanco, Sánchez, Abalos y un largo etcétera, que desde su más tierna infancia eran de izquierdas, cuando en el seno de sus familias, el sentimiento franquista estuvo muy arraigado y, además, vivieron de los pechos de ese mismo régimen de Franco, aunque después intentaran negarlo, pero la hemeroteca los delata, como también les ocurrió a los hoy furibundos nacionalistas catalanes, como Pujol, grandes banqueros al amparo del dictador).

Cuanto antecede entre corchetes es lo mismo que Eduardo le dice a Juan: Seguirás oyendo hablar de la insoportable Guerra durante más tiempo del que imaginas (Que lo pregunten a los españoles tras desenterrar Sánchez a Franco) Sobre todo a los que no la vivieron que serán los que la necesiten más: para encontrar un sentido a su existencia, para rabiar, para apiadarse, para tener una misión, para convencerse de que pertenecen a un bando ideal, para buscar venganza retrospectiva y abstracta a la que llamarán justicia, cuando póstuma no la hay…para sacar provecho sentimental de los pobres que murieron, para figurarse sus penalidades…para reclamar sus herederos. Una guera así es un estigma que no desaparece en un siglo ni en dos, porque lo contiene todo y afecta y envilece a la totalidad…Esa guerra se amortiguará en algunos periodos, como empieza a suceder ahora, pero será como uno de esos pleitos entre familias que se perpetúan a lo largo de generaciones, y te encuentras con que los tataranietos de una odian a los de la otra sin tener ni idea de por qué; sólo porque se les ha inculcado ese odio desde su nacimiento.

(Sabias palabras que en el año 2025 siguen muy presentes y que abandera el socialcomunismo que ostenta el poder en España, con Sánchez y su camarilla como espoliques de este sentimiento, quizás para ocultar la corrupción y la rapiña en la que han convertido su paso ministerial)

En lo relativo al desdichado matrimonio, Javier Marías lo aclara, del siguiente modo: Personas que se eternizan juntas por mero acostumbramiento, porque la una forma parte del existir de la otra tanto como el aire que respiran, o al menos como la ciudad en que habitan y que jamás se plantearían abandonar por insufrible que se les hubiera hecho.

Novela pues que emplea a sus protagonistas y al narrador, para relatarnos distintas situaciones amorosas y pasionales, mientras aprovecha para hacernos discurrir por las calles y la atmósfera de un Madrid que se iniciaba en democracia, tratando de olvidar el pasado para tener un futuro mejor.

 

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