sábado, 30 de octubre de 2010

SOBRE LA FUNDACIÓN DE GRANADA

Desde mi más tierna infancia, en la calle Tendillas de Santa Paula, en la casa que mira a Niños Luchando, en su interior siempre me llamó la atención un candelabro con siete brazos, que con el paso de los años supe que lo llamaban Menorá y que representaba las tríbus de Israel.. Allí probablemente residió algún Agrela, es decir algún descendiente de los Aben-Nagrela.

También con el paso de los años, supe de la enorme solidaridad y de cuanto tuvieron que sufrir por mantener sus creencias, desde su diáspora en tiempos de los romanos, con la destrucción del templo de Jerusalem, los judíos.

Pero,  ¿cómo habían llegado a las costas españolas desde Oriente?
Según el esclarecido historiador Don Amador de los Ríos, junto a los fenicios en la costa de Abdera, hoy Adra en la provincia de Almería, se conocieron los primeros vestigios de los hijos de las tríbus de Leví y de Judáh, según un curioso epígrafe, grabado en piedra, descubierto en el siglo XVIII, lo que seguro muestra que en su expansión y fundación de factorías en la costa Hispana, los fenicios llevaron con ellos a los súbditos del rey David, quienes incluso llegaron al centro de la penínusla y comerciaban aquí desde el reinado de Nabucodonosor.
La naves de Hiram, aliado y amigo del rey David, visitaban con frecuencia las costas españolas, tornando a Tiro cargadas de inestimables tesoros.
De esta forma tirios y fenicios irían colonizando buena parte de nuestras costas, mientras los hijos de Israel recibían de los primitivos pobladores de Iberia la hospitalidad a su grey fugitiva.

En el Concilio Iliberitano, celebrado donde hoy está el pueblo de Atarfe, los obispos, presbíteros, diáconos y legos convocados a esta asamblea, venidos de todos los confines de aquella Hispania, además de acudir en defensa de la creencia católica, combatida por la gentilidad y la herejía, pusieron el acento sobre la raza hebrea, hecho éste que nos induce a pensar en su  notoriedad por estos lares y su nombrosa ascendencia hispana.
Mientras en Elbira ya existía una notoria población cristiana, en la vecina Garnata, entre dos ríos, Genil y Darro, en la base de lo que años más tarde será la Alcazaba de los muslimes, existía una población de judíos, quienes le darían nombre a esta ciudad: Garnata al-Yahüd, la hoy mundialmente cantada en todos los idiomas del planeta, por su historia y su belleza, Granada.
Granada, en tiempo de los mahometanos, había arrebatado a Elbira su antigua capitalidad , que tras la decadencia del Califato cordobés y de las continuas guerras civiles, vieron como la herencia de Abderraman III y Al-Halaken II, se transformaba en reino de Táifas, también llamados gualiatos o Amelias. En Valencia, Denia, Huesca, Zaragoza, Toledo, Sevilla, Niebla, Badajoz, Algarbe, Málaga, Granada y Córdoba.
En Granada, el señorío de los Ziríes, mientras que en Almería lo eran los Bení-Somadíh.

Con visigodos y muslimes, los judíos, como más tarde en los reinos cristianos,  fueron objeto de encumbramiento como de execraables persecuciones, algunas alentadas por el Patriarca de Roma.
En esta Garnata al-Yähud, donde de antiguo moraban los judíos, probablemente sobre asentamientos romanos y éstos sobre poblados íberos, fue emergiendo la ciudad de Granada, entre palacios de inusitada belleza y el rumor de las aguas de sus acequias, entre mármoles, jázmines y una feraz vega, al amparo de su Sierra nevada.
En este marco, Rabbí Samuel-Leví Aben-Nagrela, discípulo del excelso talmudista Abú-Zacarías, rodeado del inmenso pueblo hebreo, a quien hará partícipe de su fortuna como visir del sultán del nuevo reino de Granada, dirigirá la política y la consolidación del reino.
Nacido en Córdoba en el año 993, se consagró desde muy joven al estudio de la ciencia talmúdica en la escuela del famoso Rabbí Hanoch, aprendiendo la lengua hebrea, árabe, caldea y latina e iniciándose en las ciencias filosófocas bajo la dirección de Abú-Zacarías-ben-David.
Habiendo sido abandonada Elbira en 1010, tras las los extragos de la guerra civil y foritificada Granada desde tiempos de Abderramán III junto a la Villa de judíos. El emir Aben Habbús, ignorante monarca berberí, a la muerte de su canciller o visir, precisó de alguien ilustrado para despachar sus asuntos de estado, encontrando entre la grey mosáica, al brillante Samuel Leví, que alcanzaría el título de príncipe o Naguid, junto al muy honorífico de Rabbí.
Su reputada autoridad no ya en el reino de Granada, mas también en apartadas regiones, su liberalidad y su sabiduría, excitaron la admiración de poetas y oradores.
Muerto Habbús en 1038 y coronado su primogénito Badís, Samuel prosiguió su obra y el lustre del emirato granadino, a despecho de los reyes de Almería y de Sevilla.
A su muerte, acaecida en 1055, y habiendo pasado el testigo a su hijo Joseph Aben-Nagrela, los odios y la codicia del populacho, darían por tierra con la obra iniciada por su padre, en detrimento de sus hermanos judíos.

Bajo las hordas Almorávides y Almohades, sobre todo bajo el terror de éstos últimos, a quienes el ciego fanatismo impulsaba a la tríbu de los masamuda a arrasar  con todo: mozárabes y judíos, llegando a eclipsar al siniestro Suleyman que iniciara la decadencia del califato.
Cuantos pudieron escapar del odio de los sarracenos, fueron acogidos por Alfonso VIII y alcanzaron su apogeo bajo el reinado de Fernando III, el Santo, quien les otorgó tierras, heredades y fueros en su reconquista, siendo para los judíos la época más notable de su singular existir en Al-Andalus o en su Sepharad, la España de los judíos.

Si en Sepharad tuvieron gran raigambre, en Granada, tuvieron su hogar y fueron pues los fundadores de la Granada que poco después explotarían los hijos de la Berbería hasta su definitiva expulsión en 1492 por los Reyes Católicos.

Cuando de nuevo nos invaden sigilosamente y en pos de un futuro mejor los hijos del Atlas, siguiendo las enseñanzas de Mahoma, bueno sería reconocer a nuestros fundadores judíos su aportación y nuestra admiración por compartir en la paz su amor a nuestra tierra, heredado a través de los siglos y de una cruenta vida, abriéndoles nuestros brazos y permitiéndoles que en Granada vuelva a existir una sinagoga donde ellos puedan conservar la fe de sus mayores, ya que los muslimes tienen hoy una Mezquita frente a la Alhambra y parte de los fundamentos de su Corán están redactados bajo el odio y el rechazo de quienes opinan lo contrario, anclados en la edad media que el cristianismo superó en su ánimo de amor y hermandad universal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario