ABOGADOS DE ANTAÑO, EN EL 36, Y DE HOGAÑO, EN ESPAÑA
De cuanto he podido leer sobre aquel aciago año de 1936, en mi Granada
natal, además de la inmensa pérdida de García Lorca, lo que más me ha llamado
la atención siempre es aquel día en el que José Rosales, apodado Pepiniqui,
fuerza la entrada del despacho del entonces Gobernador Civil, el nefasto José Valdés Gúzman, (cuya memoria y restos vaguen
por la eternidad en los infiernos) de la calle Duquesa , junto
al Jardín Botánico y hoy pertenecientes a la Universidad de Granada, y se
encuentra a este sanguinario junto a los
dos hermanos abogados Jiménez de Parga, el policía Julio Romero Funes y, de
nuevo otro abogado, el jefe local de Falange, Díaz Plaja. Aquello sucedió un 16
de Agosto, a las diez y media de la noche.
En una gran sala, haciendo antesala, cien personas se habían sorprendido
antes de la inopinada entrada de Pepiniqui, su hermano Luis (otro poeta) y
Cecilio Cirre, vestidos con su camisa azul y una pistola al cinto, profiriendo
amenazas contra la “sierpe” del “obrero amaestrado” de Ruíz Alonso, que se
había encargado de la detención de Federico en la casa de la familia Rosales ,
en la calle Angulo
número 1, entre la Plaza Los Lobos
y La Trinidad.
Mis pasos infantiles recorrieron millares de veces aquellos lugares, sin
saber de aquel drama. Cuántas veces pasé por la calle Duquesa donde
confinaron a Federico, en un despacho, en el pasillo frontero con el de Valdés.
Cuántas primaveras el dulce aroma de las flores del jardín botánico no supieron
decirme que allí también hubo quien se tiró por una ventana para intentar
evadirse. Ni de cómo torturaban en aquella covachuela. Suspendían del techo a
la víctima, atada por los omóplatos, haciéndola girar en el espacio, lo
llamaban “el avión”.
Cuántas veces desde la Placeta de la
Universidad atravesé los patios renacentistas de ésta, bajo el murmullo del
agua que borbotea y llora en sus fuentes, para salir a la Duquesa, cerca de lo
que había sido un antro de exterminio.
Hoy, no sólo me lacera que entre el 20 de julio de 1936, momento de la
cobarde sublevación en Granada, hasta el día 1 de marzo de 1939, 2137
de mis paisanos, entre hombres y mujeres, vieran truncada su vida por
tener otros anhelos o por querer salir de la miseria y el escarnio de entonces.
O simplemente por tener otras creencias, distintas esperanzas o una aspiración
social de verdadera justicia y fraternidad. “Oficialmente” sus nombres estén
reflejados en el registro del cementerio: “causa de la muerte: orden del
tribunal militar”.
Estos granadinos que dejaron de ver la luz en Granada y de sentir el tañido
de la campana de la Vela, debieron su muerte también a la firma de un puñado de
abogados granadinos que nada hicieron por salvarlos, que asesoraban al siniestro Valdés o
posteriormente al otro asesino de Casas Viejas, el capitán Rojas, mientras
ellos y sus descendientes han alcanzado cotas económicas y de relevancia social
que nunca deben hacernos olvidar sus antecedentes y cómo ellos se han visto
beneficiados, mientras los “vencidos” perdieron la vida o sus descendientes
penaron lejos de su patria. ¡Habrán sabido reconciliarse y hacerse perdonar de
la suerte que a ellos les deparó las fechorías y asesinatos de sus próceres más
cercanos!
Estos abogados que estuvieron cuando la inesperada y explosiva aparición de
Pepiniqui o cerca del Gobernador Civil y del Gobernador Militar, en esos años
que se sublevaron frente al poder constituido y votado por el pueblo español,
fueron:
Francisco Angulo Montes. Llegó a ser presidente de la Audiencia valenciana.
Se encargó de organizar en la cárcel un duro régimen interior en el cual las
palizas con rotura de huesos alternan con fuertes y prolongados palmetazos en las plantas de los pies. Algunos presos terminaban abriéndose las arterias o
ahorcándose por cualquier procedimiento para evitar la tortura
Manuel Pérez Serrabona. Abogado de la familia Lorca , por
quienes nada hizo, salvo embolsarse buenas sumas por la partición de los bienes
de Federico y poner a su hijo en el solio del Ayuntamiento de Granada
Conocido también porque a Valdés le pedía siempre “¡hagamos un papelito!”,
para así poder justificar sus actuaciones.
Los hermanos Jiménez de Parga
Mancebo. Manuel, José y Antonio.
El primero padre de los catedráticos de Derecho, Manuel y Rafael
Manuel fue un destacado dirigente de la derecha granadina durante la
República y quien presentó en un mitin en la plaza de toros a Gil Robles.
Antonio participó en el Frente de Sierra Nevada y en Aragón. José fue
posteriormente teniente de alcalde, de 1936 a 1948
Los primeros ejecutados de una larga cadena fueron Antonio Rus, directivo de la Casa del
Pueblo y obrero de la fábrica de pólvora. Virgilio Castilla, presidente de la Diputación
de Granada. Le seguirían millares, entre ellos el cirujano y profesor en la facultad
de Medicina de la Universidad de Granada, Víctor Escribano. Pérez Funes,
abogado de UGT. Manuel Fernández Montesinos, nombrado alcalde por su
apoliticidad y cuñado de Federico por su matrimonio con Concha García Lorca.
Será fusilado junto a otros treinta delante de las tapias del cementerio, el
mismo día que apresaban a Federico. Joaquín García Labella, catedrático de
Derecho Político, Constantino Ruíz Carnero periodista,…
Hoy, en el siglo XXI, también me cuesta trabajo comprender, que igual que ayer,
en este aciago y crítico 2012, haya abogados que puedan dejar sin hogar a una
familia, apoyando el siniestro poder de la Banca, cuya única patria es el
dinero. Que no les quede el más mínimo remordimiento cuando es desahuciada una
persona mayor por no poder pagar la hipoteca de su casa, cuando hay miles,
cientos de miles de casas vacías en poder de los bancos. Qué estómago, qué
conciencia les ampara. Probablemente, como aquellos de sus colegas del 36,
comulgarán o saldrán a pasear al perro o a la esposa y los hijos, orgullosos de
su “victoria”, de cumplir la ley, mientras España se desangra en un torrente de
parados que se despeña por los caminos de los seis millones.
En aras del mercado, en aras de los dictados políticos de “Bruselas”, que
hoy todo lo amparan, dejamos a nuestros vecinos en la calle, cerramos las
empresas y, hoy como ayer, ahora sin llevar a los opositores al paredón,
desalojamos de sus casas y de sus raíces a quienes han fracasado, mientras el
mayor fracaso de nuestra historia, el Señor Zapatero y sus innumerables
asesores viven en la holganza.
Por qué eximios abogados en vez de desahuciar a esas gentes, a esos
compatriotas, a esos hermanos, no demandáis a Zapatero y a todos aquellos que
se han llevado hasta la esperanza de un pueblo.
-¡No podéis! ¡Qué sería de la ley! Que la redacten de otra forma los
políticos, vosotros estáis para hacerla cumplir.-
¡Qué tristeza! En Alemania, también otros miraron para otro lado, mientras
en su cercanía se exterminaba al hermano, a veces a nuestro propio paisano
nacido en Sefarad, probablemente de antepasados de aquella Gärnata al yahud.
También han mirado para otro lado cerca de nosotros, los valientes gudaris
del país Vasco. Incluso sacerdotes, amparaban el exterminio del otro.
¡No te extrañes! También la Iglesia española llevaba a Franco bajo palio o
el mismo cardenal Llundaín, llamaba cruzada la lucha entre hermanos.
-¡Qué defiendes, letrado!
Como ayer, al más fuerte frente al débil.
¡Qué triste!-
La bibliografía para conocer mejor este pasado es fácil de encontrar en los
relatos de Vila San Juan, Antonia Rodrigo y la magnífica obra de Ian Gibson. Lo
que hoy acontece, no hay necesidad de leer la prensa, escuchar la radio o ver
un telediario, con recorrer las calles de nuestras ciudades, donde todo está en
“venta” o “se alquila”, mientras día tras día un comercio, un bar, una tienda,
echa el cerrojo o pasa a manos de un banco, o las enormes colas ante las
oficinas de empleo de los parados, nos dan muestra del terror que sufre una
parte de nuestros convecinos, mientras buen número de nuestros jóvenes se ven,
ahora también, obligados a emigrar, ya que nuestras clases dirigentes:
abogados, políticos, banqueros y empresarios, son incapaces de hallar una
solución solidaria y fraterna para esta nueva sangría que padece ahora España.
Ayer, por alcanzar un bienestar que sólo estaba al alcance de unos pocos.
Hoy, por una justicia y el derecho a un puesto de trabajo para poderse
alimentar, del que cada día son más los que lo han perdido y no ven cómo alcanzarlo.
¡Acaso tendría que haber otra revolución, ayer del campesino, y hoy del
trabajador y los autónomos!
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