Con profusión de publicidad y con la obtención del premio de novela año
2012, Fernando Lara, otorgado a ésta, Ian Gibson se sumerge, de manera
cinematográfica, en desvelarnos los autores intelectuales, o quienes pusieron el
dinero para la ejecución un triste 27 de diciembre de 1870, de este magnicidio
del entonces gobernante D. Juan Prim, el que fuera el héroe de Castillejos allá
por las montañas del Atlas de los Beréberes. Quien tras la Gloriosa, aquella
revolución que destronó a Isabel II, se hizo con el poder en España e impulsó la
venida para reinar de la casa de Saboya, en la persona de Amadeo.
Como un sabueso policial, por medio de la figura del joven Patrick, hijo
ilegítimo de una joven andaluza y del irlandés Robert Boyd, fusilado en Málaga
junto a Torrijos y cincuenta compañeros, se entrega Ian Gibson en los
entresijos policiales de cómo se llevó a cabo dicho asesinato y de quien fuera
el principal ordenante, que no quedará nada claro si lo hicieron el general
Serrano y el Duque de Montpensier, al alimón, cada uno con sus propios
intereses personales.
Para darle un mayor atractivo a la novela, introduce la figura de una
marquesita, Araceli, con hechuras parecidas a las andanzas de la Duquesa de
Alba con el pintor Goya, en sus devaneos amorosos y en sus inquietudes mundanas
de aquella época. También incorpora la figura del abuelo y del padre del poeta
Antonio Machado, conocidos por su cultura y el impulso que le dieron al
registro del folklore existente.
De nuevo nos trae a la memoria su otro libro sobre los ánsares y Doñana, en
los capítulos de desenlace, un guiño más a distintos elementos que le son
fáciles insertar en la novela por el dominio que posee y las obras ya editadas
anteriormente sobre Machado, el paisaje andaluz o el mismo Madrid.
Obra cómoda de leer en este verano y pequeño escarceo para “desentumecer”
las meninges en la enorme tarea que desde un tiempo a esta parte lleva en
silencio el maestro Gibson sobre la biografía del cineasta Luis Buñuel.
Entretenida, amena, aunque sin la fuerza literaria de Galdós y sin la
brillantez que adornaron sus trabajos de investigación sobre Lorca, donde
realizó un verdadero trabajo de titán, que nunca le sabremos estar lo bastante
agradecidos.
De cualquier manera, como acostumbra siempre, aunque ahora por tratarse de
una novela pase más desapercibido, de nuevo profundiza seriamente en la
búsqueda de los personajes que intervinieron en aquel luctuoso día, como en
quienes estaban en la conspiración y en la sombra de su ejecución, sacándolos a
la palestra con bastante oficio y con el ánimo de hacer más liviana la lectura.
Quizás lo que más me haya cautivado de este libro es su epílogo, pues ya
había yo leído antes las obras de Galdós sobre Prim y la de un paisano suyo de Reus
que también realizó un librito como resultado de sus investigaciones, donde
muestra una vez más el gran cariño y la pasión que le merecen España, pero
también, como no podía ser de otra forma, se lamenta, como tantos de nosotros,
en el abandono y el olvido de hechos memorables de nuestra historia, como que
en el puente de Alcolea, a las puertas de la ciudad de Córdoba, no exista mención alguna sobre las casi mil
víctimas mortales que dieron su vida por la Primera República
española y en Madrid nadie sepa hoy donde estuvo la calle del Turco, ni placa
alguna recuerde el lugar del crimen.
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