sábado, 9 de febrero de 2013


CARTA A UN ALCALDE DE LA ALPUJARRA

Excmo. Sr. Alcalde,

Quien le escribe esta carta es un enamorado de esa tierra que descubrieran en el siglo noveno los hijos de Abu, venidos desde el lejano Oriente, concretamente desde Yemen, dándole nombre de Montaña de Abu o Abuxarra. Como años antes se habían prendado godos y también algún que otro romano y siempre todos los hispanos. Aunque sabido es que los musulmanes estos parajes los convirtieron  en huertos y vergeles, que regaban por medio de acequias y aprovechando la variedad de manantiales y el agua que mana de la cercana Sierra Nevada.

Si el paisaje montañoso de estos parajes, ásperos y frondosos a la vez, a mi como a Gerald Brenam, Pedro Antonio de Alarcón, Lorca y cuantos ilustres viajeros han tenido la fortuna de conocer, siempre nos cautivó, no es menos la belleza de sus pueblos y su abandono secular lo que motiva la presente carta.

Y es de sus gentes, de sus vecinos, de lo que quisiera hablarle, cuando como en otras ocasiones hoy padecemos una crisis económica que en esa atalaya de sublime belleza natural puede sumirla una vez más en un mayor abandono.

Allá por 1900, en los distritos de Orgiva y Albuñol, feudos que luego serían centro político del singular y preclaro hijo albuñolense Natalio Rivas Santiago, cuya memoria me gustaría que siempre fuera honrada en esos lares por el gran amor que sintió por Granada y en especial por la Alpujarra, su población contaba con 55.449 almas, según el libro de Pedro Vargas Lorente, Diputados a Cortes por las Alpujarras, Natalio Rivas. En ese año emigrarían a Argentina, Brasil y Orán, 7.367 de sus hijos, es decir un 13% de sus pobladores. Hoy, en el siglo XXI, en el año 2013, los habitantes de esta comarca de ensueño geográfico, no superan  los 35.656. Quiere decir esto que ha perdido un 36% de la población desde el pasado siglo veinte, a pesar de la mejoría en las comunicaciones y en la sanidad.

Si en los distintos libros escritos por Don Pedro Vargas Lorente sobre Albuñol no deja uno de sobresaltarse por la tragedia que ha tenido que padecer esta comarca: nieves que arruinan cultivos, filoxera, la fuerza del mar inundando Mochilas en la Rábita, paro, hambre, forzada emigración, caciquismo local, promesas de ferrocarril y de puerto refugio nunca cumplidas, también le sorprende a uno la pasividad de sus gentes ante tanta mentira y tanta falsa promesa.

Contaron como políticos que los representaran en las Cortes con eminencias como Alberto Aguilera, magnífico alcalde de Madrid; Segismundo Moret, eminente liberal que fue Jefe de Gobierno; Santiago Alba  y, siempre, a Natalio Rivas, brillante embajador y representante en la Corte de Madrid de las aspiraciones, anhelos e inquietudes de esta tierra, además de mecenas de toreros y escritores, caso del escultor de Ohanes y amigo de Lorca, Juan Cristóbal.

Año tras año desde aquel 1900 les hicieron innumerables promesas para sacarles de la más profunda pobreza. Subvenciones para caminos, para ayudas a los campesinos, para un puerto pesquero en la Rábita, para un ferrocarril hasta Zurgena, en vano todo.

Del vergel de los árabes, tras sus revueltas y expulsión, los castellanos venidos a repoblar de Asturias, Castilla, Santander, la Rioja, poco lograron mejorar, ya que con la derrota en 1568, en la rebelión de las Alpujarras, bajo el reinado de Felipe II, cuando se expulsaron 80.000 moriscos, sus nuevos pobladores tardarían en sentir el aprecio y el cariño por estos valles que otrora los musulmanes sintieran.

Pero no es de pasado de lo que quiero hablarle, es de futuro, es de animarle a que como aquel Fernando de Válor o Aben Humeya,  enarbole la bandera de una nueva rebelión para que ese paraíso que es la Alpujarra no quede yerma ni despoblada  Vuelva en una asamblea como aquella de Cádiar a reunir a todos los representantes políticos y sociales para sentar las bases del futuro de la Alpujarra.

En esa nueva asamblea de Cádiar, de Albondón, de Berja o de Albuñol, lo primero sería exponer por parte de los intervinientes cuáles son las necesidades de esta tierra y su problemática. Una vez registrado, buscar a cada una de ellas las posibles soluciones y el calendario para su arreglo, como los encargados para el control de esos propósitos.

Todo con la finalidad de crecer, de prosperar y de frenar el deterioro de estos pueblos. Dando prioridad al respeto del medio ambiente, su arquitectura y la riqueza de sus trovos.

¿Y qué se puede impulsar? Todo lo que tenga que ver con la agricultura ecológica. Las viñas, los almendros. La industria cárnica, alrededor del jamón ibérico.La miel, las confituras, como resultado de la recogida de higos y otros productos de la zona. En turismo un parador. Un sanatorio. Centros geriátricos para el descanso de nuestros mayores.

Con todo ello, las comunicaciones en caminos, electricidad y nuevas tecnologías, tendrían que ser la apuesta continua y que tan deficiente ha sido siempre en la Alpujarra.

Y para todo ello, grite, grite. Clame, que tiene todo el derecho, que su tierra siempre fue engañada y que sus pobladores fueron siempre corderos que callaron  las injusticias que les otorgaban los caciques o el abandono en que le han sumido desde antiguo todos nuestros gobernantes. Hora es por cuantos hoy quedan, como por la memoria de cuantos se vieron obligados a abandonar este rincón montañoso inigualable, como por aquellas 50.000 pesetas que enviaban desde Argentina los emigrados en solidaridad  para cooperar en las catástrofes, como por sus hijos hoy, que se haga justicia a los hombres y mujeres de la Alpujarra y que en España y  allá en América, los descendientes de la Alpujarra y cuantos queremos a esta tierra y a sus gentes, sentirnos orgullosos de su recia estirpe.

Dándole las gracias por la atención que pueda merecer la presente y expresándole toda mi solidaridad y aliento para la Alpujarra, como dijera Fernando de los Ríos en su visita allá por el 31, “bello y desgraciado pueblo”, quedo suyo atento servidor,

El Mirlo Blanco
Fernando Orero Sáez de Tejada


   

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