CARTA A UN ALCALDE DE LA
ALPUJARRA
Excmo. Sr. Alcalde,
Quien le escribe esta
carta es un enamorado de esa tierra que descubrieran en el siglo noveno los
hijos de Abu, venidos desde el lejano Oriente, concretamente desde Yemen,
dándole nombre de Montaña de Abu o Abuxarra. Como años antes se habían prendado
godos y también algún que otro romano y siempre todos los hispanos. Aunque
sabido es que los musulmanes estos parajes los convirtieron en huertos y vergeles, que regaban por medio
de acequias y aprovechando la variedad de manantiales y el agua que mana de la cercana Sierra
Nevada.
Si el paisaje montañoso
de estos parajes, ásperos y frondosos a la vez, a mi como a Gerald Brenam,
Pedro Antonio de Alarcón, Lorca y cuantos ilustres viajeros han tenido la fortuna
de conocer, siempre nos cautivó, no es menos la belleza de sus pueblos y su
abandono secular lo que motiva la presente carta.
Y es de sus gentes, de
sus vecinos, de lo que quisiera hablarle, cuando como en otras ocasiones hoy
padecemos una crisis económica que en esa atalaya de sublime belleza natural
puede sumirla una vez más en un mayor abandono.
Allá por 1900, en los
distritos de Orgiva y Albuñol, feudos que luego serían centro político del
singular y preclaro hijo albuñolense Natalio Rivas Santiago, cuya memoria me
gustaría que siempre fuera honrada en esos lares por el gran amor que sintió
por Granada y en especial por la Alpujarra, su población contaba con 55.449
almas, según el libro de Pedro Vargas Lorente, Diputados a Cortes por las
Alpujarras, Natalio Rivas. En ese año emigrarían a Argentina, Brasil y Orán,
7.367 de sus hijos, es decir un 13% de sus pobladores. Hoy, en el siglo XXI, en
el año 2013, los habitantes de esta comarca de ensueño geográfico, no superan los 35.656. Quiere decir esto que ha perdido
un 36% de la población desde el pasado siglo veinte, a pesar de la mejoría en
las comunicaciones y en la sanidad.
Si en los distintos
libros escritos por Don Pedro Vargas Lorente sobre Albuñol no deja uno de
sobresaltarse por la tragedia que ha tenido que padecer esta comarca: nieves
que arruinan cultivos, filoxera, la fuerza del mar inundando Mochilas en la
Rábita, paro, hambre, forzada emigración, caciquismo local, promesas de
ferrocarril y de puerto refugio nunca cumplidas, también le sorprende a uno la
pasividad de sus gentes ante tanta mentira y tanta falsa promesa.
Contaron como políticos
que los representaran en las Cortes con eminencias como Alberto Aguilera,
magnífico alcalde de Madrid; Segismundo Moret, eminente liberal que fue Jefe de
Gobierno; Santiago Alba y, siempre, a
Natalio Rivas, brillante embajador y representante en la Corte de Madrid de las
aspiraciones, anhelos e inquietudes de esta tierra, además de mecenas de
toreros y escritores, caso del escultor de Ohanes y amigo de Lorca, Juan
Cristóbal.
Año tras año desde aquel
1900 les hicieron innumerables promesas para sacarles de la más profunda
pobreza. Subvenciones para caminos, para ayudas a los campesinos, para un
puerto pesquero en la Rábita, para un ferrocarril hasta Zurgena, en vano todo.
Del vergel de los árabes,
tras sus revueltas y expulsión, los castellanos venidos a repoblar de Asturias,
Castilla, Santander, la Rioja, poco lograron mejorar, ya que con la derrota en
1568, en la rebelión de las Alpujarras, bajo el reinado de Felipe II, cuando se
expulsaron 80.000 moriscos, sus nuevos pobladores tardarían en sentir el
aprecio y el cariño por estos valles que otrora los musulmanes sintieran.
Pero no es de pasado de
lo que quiero hablarle, es de futuro, es de animarle a que como aquel Fernando
de Válor o Aben Humeya, enarbole la
bandera de una nueva rebelión para que ese paraíso que es la Alpujarra no quede
yerma ni despoblada Vuelva en una
asamblea como aquella de Cádiar a reunir a todos los representantes políticos y
sociales para sentar las bases del futuro de la Alpujarra.
En esa nueva asamblea de
Cádiar, de Albondón, de Berja o de Albuñol, lo primero sería exponer por parte
de los intervinientes cuáles son las necesidades de esta tierra y su
problemática. Una vez registrado, buscar a cada una de ellas las posibles
soluciones y el calendario para su arreglo, como los encargados para el control
de esos propósitos.
Todo con la finalidad de
crecer, de prosperar y de frenar el deterioro de estos pueblos. Dando prioridad
al respeto del medio ambiente, su arquitectura y la riqueza de sus trovos.
¿Y qué se puede impulsar?
Todo lo que tenga que ver con la agricultura ecológica. Las viñas, los
almendros. La industria cárnica, alrededor del jamón ibérico.La miel, las confituras,
como resultado de la recogida de higos y otros productos de la zona. En turismo un
parador. Un sanatorio. Centros geriátricos para el descanso de nuestros
mayores.
Con todo ello, las
comunicaciones en caminos, electricidad y nuevas tecnologías, tendrían que ser
la apuesta continua y que tan deficiente ha sido siempre en la Alpujarra.
Y para todo ello, grite,
grite. Clame, que tiene todo el derecho, que su tierra siempre fue engañada y
que sus pobladores fueron siempre corderos que callaron las injusticias que les otorgaban los caciques
o el abandono en que le han sumido desde antiguo todos nuestros gobernantes.
Hora es por cuantos hoy quedan, como por la memoria de cuantos se vieron
obligados a abandonar este rincón montañoso inigualable, como por aquellas
50.000 pesetas que enviaban desde Argentina los emigrados en solidaridad para cooperar en las catástrofes, como por
sus hijos hoy, que se haga justicia a los hombres y mujeres de la Alpujarra y
que en España y allá en América, los
descendientes de la Alpujarra y cuantos queremos a esta tierra y a sus gentes,
sentirnos orgullosos de su recia estirpe.
Dándole las gracias por
la atención que pueda merecer la presente y expresándole toda mi solidaridad y
aliento para la Alpujarra, como dijera Fernando de los Ríos en su visita allá
por el 31, “bello y desgraciado pueblo”, quedo suyo atento servidor,
El Mirlo Blanco
Fernando Orero Sáez de
Tejada
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