sábado, 15 de noviembre de 2014

LOS BUDDENBROOK, DE THOMAS MANN. PREMIO NOBEL AÑO 1929

Los Buddenbrook de Thomas Mann. Nobel de literatura, año 1929

Los Buddembrook es una novela cuyo epicentro gira en torno a una familia, los Buddenbrook, quienes a lo largo de cuatro generaciones, irán desfilando por la voluminosa obra que este gran novelista terminara de escribir en Roma, a la edad de veintiséis años, pues había nacido en la ciudad de Lübeck, un mes de junio del año 1875, en el seno de una acomodada familia de comerciantes de cereales.

Cada una de sus páginas es de una elocuencia literaria que sobrecoge el ánimo, no sólo cuando describe la fisionomía de los numerosos personajes que por ellas desfilan, si no cuando se detiene también en las calles, en la descripción de las viviendas o,  cuando alcanza un alto paroxismo descriptivo del oleaje en su retiro en las playas de Panemunde, o cuando describe la enfermedad del tifus y deja, al entendimiento del lector, el próximo fallecimiento del último de los descendientes de los Buddenbrook, el joven Johan. Es con éste, en sus postreras páginas, de un alma nada propensa a los negocios como deseara su padre, Tom, el cónsul y también senador, cuando detalla con elocuencia y de manera hermosa, el valor de la música, el sentimiento que le produce y cómo lo va puntualizando cual un mismo arpegio, como una nota, en crescendo o en piano, de los sonidos que corriendo sobre las teclas logra extraer aquel lejano niño lloroso y sensible, hijo de la holandesa Gerda y de Thomas Buddenbrook

En sus once capítulos y sus 595 páginas, el libro que editara Plaza & Janés, allá por 1971, Thomas Mann nos irá gradualmente, conforme cada paso generacional, presentando el auge de esta familia de comerciantes, como también su declive, su orgullo, sus creencias religiosas y sus emociones más íntimas.

En la obra destacan Tony, diminutivo de Antonie,  una de las hijas que mayores atenciones recibe por parte del autor, pues sigue, de alguna manera, los mismos pasos que a él le llevaron de Lübeck, su ciudad natal, a Munich, donde estudió, sin llevar a término ninguna de las carreras que quiso emprender, y que asumió los fracasos sobre su persona, con dos matrimonios fallidos, aún cuando conservara el orgullo del blasón de los Buddenbrook.

Es una obra donde la muerte planea con sigilo y va cogiendo su presa cuando ya toca dejar paso a un nuevo personaje, con sonoridades que seguro vienen de su amor por la música de Wagner, la escuela de Goethe y la filosofía de Kant, Nietzche y Shopenhauer.

Curiosamente, cuatro veces, hará mención, por medio del personaje Gloch, el corredor a quien la familia tiene que acudir para vender sus propiedades en cada deceso o infortunio económico, de su admiración por Lope de Vega.

También nos muestra cómo esa sociedad, al principio, perteneciente a una ciudad libre, se va incorporando al imperio prusiano, aunque en los momentos finales, mostrará también, en el instituto al que acude con 15 años, el vástago Johan y su amigo Kai, su desprecio hacia lo militar y el nacional socialismo, que posteriormente se impondría y que a él le obligó a abandonar su país.

En otros pasajes, ya late la gran obra de sensualidad y dudoso sentimiento amoroso, como fue también su magna obra de Muerte en Venecia o como sería su postrera y suprema, La Montaña Mágica.

Se le otorgó por la academia sueca, en 1929, un merecido premio Nobel, cuando estaba en plenitud de su obra creativa, se había desengañado del militarismo y cesarismo de los prusianos y seguía buscando en la literatura escribir obras que tomaran el pulso a los burgueses que tanto conocía, como al fuego de su alma interior y de esa dualidad personal que le corroía, ya que su padre era alemán y su madre brasileña, por tanto, una fuerte lucha interna entre dos sentimientos, el uno de control, mientras que el otro aspiraba a vagar y a las ensoñaciones.

Todo ello aparece en su obra, trasunto de su persona, pues Christian, su hermano, es un bohemio, mientras que la desfavorecida Tony, aún cuando lucha denodadamente con orgullo por su pasado, nada puede hacer, y conserva una fidelidad y amor a su hermano Thomas, que quisiera que nunca se extinguiera
.
Ya en ese siglo 19, la enseñanza alemana, en la institución del comercio, tenía claro la necesidad del conocimiento del inglés, de las pautas empresariales, como de la relevancia de estos mercaderes para su sociedad, motivo por el que dirigían la política del ayuntamiento y eran elegidos como los próceres del consejo que regía la municipalidad.


Con Johan, hijo único de Thomas, de la cuarta generación,  el cónsul y senador, se extingue la saga de los Buddenbrook, y unas viejas, todas de luto, en la enorme casona que construya el patriarca en los momentos de su auge comercial, las notas de un armonio soñadas en la noche, pondrán punto final, mientras alrededor de una mesa, sus tías, rememorarán la grandeza de antaño de la familia y, su madre, la bella Gerda, cuyos ojos siembre marcados por una sombra, abandonaban la que fuera su hogar, ya desmoronado.

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