CAPITÁN VENENO, DE PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN
Allá por el siglo XIX, el que fuera periodista, crítico y
uno de los primeros corresponsales de guerra en Marruecos, deseando entrar en
la Real Academia de la Lengua, escribió este pequeño librito, ejemplo de las
novelas de amor que por entonces se vendían en las distintas apariciones de los
diarios de la época.
Pocos son los actores en esta obra, que empieza por una
presentación de los protagonistas, de manera escalonada, cuando las asonadas y
los enfrentamientos entre Carlistas y Cristinos, estaban al orden del día, o
entre Conservadores y Liberales.
Una viuda, su bella hija y su fámula gallega, que viven en
la calle Preciados de Madrid, ven cómo cae herido un joven militar en la lucha
por las calles de Madrid en aquellos alzamientos que de continuo se llevaban a
cabo.
Recogido en la casa de estas tres mujeres, cuya dueña es
viuda de un militar que participó en las guerras carlistas y en los conciertos entre Maroto y las fuerzas
leales a la Regente, socorren a este joven, huérfano, pero apadrinado por un
marqués y de rango capitán.
Aún cuando el joven sueña con seguir luchando y nunca
enamorarse de mujer alguna, quedará prendado de la hija de su Dueña, a pesar de
los equívocos y los diálogos de oposición que ambos llevan a cabo de manera
disimular sus verdaderos sentimientos, además de las costumbres y tradiciones sociales de entonces.
El epílogo es fácil de conocer, cuando un antiguo amigo lo
visita y descubre que aquel lejano capitán Veneno, antipático y que nunca se
plegaría a una mujer, hoy juega con dos vástagos de aquella hermosa hembra que
lo socorrió en la calle Preciados, a desprecio de su propia vida y entre el
fragor de las balas y las barricadas.
Obrita donde lo más relevante es el hermoso empleo de la
lengua castellana y un poco de historia de los frecuentes alzamientos y luchas
civiles de una época, que frenaron el desarrollo español e hicieron fácil que
nuestras colonias se empezarán a desatar de los lazos con la Madre Patria.
Obra de ninguna pretensión educativa ni histórica, sólo del
empleo del modo de emplear las palabras, las oraciones de la herrmosa y
grandiosa lengua castellana.
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