Todo modo, de Leonardo Siascia
“Ermita de Zafer a 3 kilómetros”, bajo este cartel en una
probable zona de la Toscana italiana, un importante pintor que deambulaba
pacientemente en su automóvil por las enrevesadas carreteras del interior del
país transalpino, se siente atraído y descubrirá la enorme maraña que el monje
Gaetano, con la colaboración de políticos, empresarios y representantes de la
curia vaticana, tiene lugar en lo que, a unas horas es Ermita y en otros
momentos un hotel donde tienen lugar ejercicios espirituales, que implantara
san Ignacio de Loyola, y cuya deriva era motivo para cerrar negocios o comprar
voluntades en aquellas vigilias y en aquel apartado lugar.
Nuestro célebre pintor y crítico con la iglesia católica, al
igual que su mismo autor, el escritor Leonardo Siascia, descubre a cinco
mujeres, hecho extraño en este encierro ecuménico, que en las cercanías de un
bosque y de un lago, vecino a la Ermita de Zafer, pasan el tiempo hasta
encontrarse en las habitaciones de la hospedería con alguno de sus huéspedes,
sin que por ello el apdre Gaetano se escandalice, quien además posee otro buen
número de este tipo de residencias.
El padre Gaetano con su elevada inteligencia y cultura,
simpatiza con la voz crítica del pintor, sosías del autor de la novela, razón
por la que acepta que participe en esos ejercicios espirituales.
En los almuerzos, sentado a la diestra del padre Gaetano y
con diferentes invitados en los días que dura este encierro, el pintor constata
la alta inteligencia de gaetano y la corrupción de los asistentes, con la
connivencia y el conocimiento del propio padre organizador.
La situación se pone crítica cuando por la noche, en los paseos
y rezos ante la puerta central de la hospedería, observado a lo lejos con
inusitada curiosidad y bonhomía del pintor y del jefe cocinero, se oye un
disparo ahogado y, de la primera fila de los orantes, un cuerpo cae al suelo.
La llegada de la policía, el juez, un antiguo amigo de
estudios del pintor y un inspector, reanudan esta novela al modo policial,
sobre todo cuando desde el quinto piso, otro de los huéspedes es arrojado y
muere instantáneamente, deduciéndose que conocía al autor del primer crimen y
le había hecho chantaje.
No sólo un cardenal y un primer ministro están en este
encierro, que al aparecer realizan cada año, sino que, de repente, el grito de
un sirviente los pone a todos camino de un claro y de una antigua piedra de
moler de molino, donde se encuentra al padre Gaetano, muerto como si él mismo
lo hubiera hecho.
La novela no trata de dar respuestas a los crímenes,
sino de mostrar la cara de una sociedad corrupta, que se precia de católica y
que bajo la cobertura religiosa lleva a cabo sus negocios y sus componendas con
las élites sociales.
Esto que ha sido característico de Italia, en España, en
estos últimos años, también lo hemos conocido y, posiblemente ha sido la razón
del desencanto social general, que seguro se ha llevado a cabo en los salones
del Opus, en otros encierros de cristiandad, en las sedes de los partidos
políticos clásicos, en depravadas Oeneges, en las rutilantes escuelas de
negocios y en numerosos cenáculos empresariales
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