jueves, 3 de septiembre de 2015

CARTA A UN NIÑO QUE QUEDÓ DORMIDO EN UNA PLAYA

CARTA  A UN NIÑO CUYO CUERPO QUEDÓ DURMIENDO EN UNA PLAYA
Querido y tierno ángel,

Todavía no me puedo creer que nos hayas dejado. Aún cuando te veo boca abajo, supongo que buscando estrellas y caballitos de mar, o acaso el lomo plateado del delfín de la sonrisa eterna o del pez con hocico de espada  para buscarte coquinas y abrirte conchas de nácar, o del calamar que pinta con  tinta o de la vieja tortuga que posa sobre ti su tierna mirada de vieja añeja, el pulpo que ondula sus innumerables brazos y su abollada cabeza al pairo de las olas o acaso aquella medusa  paracaidista del océano, o la lejana ballena que navegaba  dentro de su enorme barriga un carpintero y el muñeco de madera del cuento, que a buen seguro te contarían tus abuelos para aleccionarte que la nariz te crecería si decías mentiras.

Yo también quisiera que esa foto fuera una mentira, que a mí también me creciera ahora la nariz,  pero que no me sumiera en llanto tu abandono, que mi imaginación no me hiciera verte cuando todos en ese miserable bote gritabais en la oscuridad más profunda de la noche, que tu nombre Aylan y el de tu hermano Galib nunca se me hubiera grabado en lo más profundo de mi ser, por que yo también soy culpable de no arropar tus sueños, por que yo también soy culpable de que no sea un juego y sí una verdad a la que nadie pudo llamar a Jesús, en la casa de Lázaro, para resucitarte.

Que tu cuerpo infantil, ya no pueda abrigarnos la esperanza de que con vosotros los niños existe un mañana de paz y fraternidad, que el frío de la mar haya calado tus menudos huesos, tu piel rosada y que un miedo ancestral haya embargado esos últimos días de tu corta vida.

Una esperanza de vida llevó a tu padre a buscar para tu familia en Occidente una ignorada ilusión, donde ya no sabrás que levantamos altas murallas para que no vengáis, para que ese largo viaje desde tu aldea natal, cuando decías a mamá que tenías hambre o estabas cansado y que cuáando llegábamos, se haga eterno y regreséis al terror, las bombas y el odio entre hermanos.

Desde donde te escribo, un día también los niños como tú fueron bombardeados y muchos murieron en una cuneta, pasaron frío, no tuvieron de qué comer y sus madres daban a luz en mitad del camino del exilio. Después serían metidos en campos de concentración. En el país donde tu padre quería llevarte, o donde pidió asilo para vosotros y no se lo concedieron, también saben de guerras, campos de concentración y muertes. Pronto lo hemos olvidado.

Pero sabes, querido Aylan, seguimos sin aprender nada y sólo tu foto, buscando en la arena por la eternidad los juegos y los libros de aquella nana del niño de Miguel Hernández, o las lagartijas que se escondían por las dunas y los lagartos que posaban al sol su armadura de bronce, o las chicharras del estío y las laboriosas hormigas con su trasiego, quizás hubieran hecho de ti un poeta como Federico, o caso pateando piedras te hubieras convertido en un Zidane, un Ozil o un Benzema, emigrantes como tú que tuvieron una oportunidad y que a donde llegaron,  hoy les ponen a sus pies una alfombra tricolor por los triunfos que le han dado a su país de acogida.

Nosotros ya no sabremos hasta donde podrías haber llegado, te has quedado dormido para siempre en una playa remota, sin que la humanidad pudiera acogerte en su regazo y secar tus lágrimas, consolarte y acariciar tu hermosa cara, apaciguar tus sueños y disipar tus pesadillas, pero otra vez me crecería la nariz, pues en esta tierra nos seguimos peleando por un mismo Dios y con distinto nombre, por tener más posesiones, más dinero y más poder, para avasallar al hermano o disponer a nuestro antojo de su vida. Nuestras miserias y mezquindad ni siquiera las queremos compartir
.
El llanto de tu padre será inconsolable, créeme, querido niño, que a cuantos despiertas nuestras remembranzas infantiles, a cuantos podemos echar la vista atrás con nuestros hermanos, hijos, nietos, sobrinos, primos, amigos y vecinos, también nos queda una profunda amargura y una enorme tristeza por no haber podido estar a tu lado y verte crecer por la libertad y el derecho que como hombre libre eres desde que diste tu primera bocanada de aire y recibías tu primer azote.


Por eso seguiré creyendo siempre que te has quedado dormido en la arena, varado con una sirena que te arrulla canciones de amor, mecido por las olas y que sueñas con mariposas multicolores, con el borriquito de un poeta de Moguer, con el Principito de un aviador francés y que tu memoria ha quedado en esos montes de Siria, tan cercanos a los míos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario