CARTA A UN NIÑO CUYO
CUERPO QUEDÓ DURMIENDO EN UNA PLAYA
Querido y tierno ángel,
Todavía no me puedo creer que nos hayas dejado. Aún cuando
te veo boca abajo, supongo que buscando estrellas y caballitos de mar, o acaso
el lomo plateado del delfín de la sonrisa eterna o del pez con hocico de
espada para buscarte coquinas y abrirte
conchas de nácar, o del calamar que pinta con tinta o de la vieja tortuga que posa sobre ti
su tierna mirada de vieja añeja, el pulpo que ondula sus innumerables brazos y
su abollada cabeza al pairo de las olas o acaso aquella medusa paracaidista del océano, o la lejana ballena
que navegaba dentro de su enorme barriga
un carpintero y el muñeco de madera del cuento, que a buen seguro te contarían tus
abuelos para aleccionarte que la nariz te crecería si decías mentiras.
Yo también quisiera que esa foto fuera una mentira, que a mí
también me creciera ahora la nariz, pero
que no me sumiera en llanto tu abandono, que mi imaginación no me hiciera verte
cuando todos en ese miserable bote gritabais en la oscuridad más profunda de la
noche, que tu nombre Aylan y el de tu hermano Galib nunca se me hubiera grabado
en lo más profundo de mi ser, por que yo también soy culpable de no arropar tus
sueños, por que yo también soy culpable de que no sea un juego y sí una verdad
a la que nadie pudo llamar a Jesús, en la casa de Lázaro, para resucitarte.
Que tu cuerpo infantil, ya no pueda abrigarnos la esperanza
de que con vosotros los niños existe un mañana de paz y fraternidad, que el
frío de la mar haya calado tus menudos huesos, tu piel rosada y que un miedo
ancestral haya embargado esos últimos días de tu corta vida.
Una esperanza de vida llevó a tu padre a buscar para tu
familia en Occidente una ignorada ilusión, donde ya no sabrás que levantamos altas
murallas para que no vengáis, para que ese largo viaje desde tu aldea natal,
cuando decías a mamá que tenías hambre o estabas cansado y que cuáando
llegábamos, se haga eterno y regreséis al terror, las bombas y el odio entre
hermanos.
Desde donde te escribo, un día también los niños como tú
fueron bombardeados y muchos murieron en una cuneta, pasaron frío, no tuvieron
de qué comer y sus madres daban a luz en mitad del camino del exilio. Después
serían metidos en campos de concentración. En el país donde tu padre quería
llevarte, o donde pidió asilo para vosotros y no se lo concedieron, también
saben de guerras, campos de concentración y muertes. Pronto lo hemos olvidado.
Pero sabes, querido Aylan, seguimos sin aprender nada y sólo
tu foto, buscando en la arena por la eternidad los juegos y los libros de
aquella nana del niño de Miguel Hernández, o las lagartijas que se escondían
por las dunas y los lagartos que posaban al sol su armadura de bronce, o las
chicharras del estío y las laboriosas hormigas con su trasiego, quizás hubieran
hecho de ti un poeta como Federico, o caso pateando piedras te hubieras
convertido en un Zidane, un Ozil o un Benzema, emigrantes como tú que tuvieron
una oportunidad y que a donde llegaron, hoy les ponen a sus pies una alfombra
tricolor por los triunfos que le han dado a su país de acogida.
Nosotros ya no sabremos hasta donde podrías haber llegado,
te has quedado dormido para siempre en una playa remota, sin que la humanidad
pudiera acogerte en su regazo y secar tus lágrimas, consolarte y acariciar tu
hermosa cara, apaciguar tus sueños y disipar tus pesadillas, pero otra vez me
crecería la nariz, pues en esta tierra nos seguimos peleando por un mismo Dios
y con distinto nombre, por tener más posesiones, más dinero y más poder, para
avasallar al hermano o disponer a nuestro antojo de su vida. Nuestras miserias
y mezquindad ni siquiera las queremos compartir
.
El llanto de tu padre será inconsolable, créeme, querido
niño, que a cuantos despiertas nuestras remembranzas infantiles, a cuantos
podemos echar la vista atrás con nuestros hermanos, hijos, nietos, sobrinos,
primos, amigos y vecinos, también nos queda una profunda amargura y una enorme
tristeza por no haber podido estar a tu lado y verte crecer por la libertad y
el derecho que como hombre libre eres desde que diste tu primera bocanada de
aire y recibías tu primer azote.
Por eso seguiré creyendo siempre que te has quedado dormido
en la arena, varado con una sirena que te arrulla canciones de amor, mecido por
las olas y que sueñas con mariposas multicolores, con el borriquito de un poeta
de Moguer, con el Principito de un aviador francés y que tu memoria ha quedado
en esos montes de Siria, tan cercanos a los míos.
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