MANUEL CHAVES NOGALES. EL MAESTRO
JUAN MARTINEZ QUE ESTABA ALLÍ
Uno de los grandes
descubrimientos literarios y periodísticos recientes ha sido a Manuel Chaves
Nogales.
Este periodista sevillano, que alcanzó la fama y el éxito en Madrid
como reportero, también como director del periódico Ahora, próximo a Manuel
Azaña, durante los años de la Segunda República, en este libro, presentado por
Libros del Asteroide, en su décima edición, en el momento de su publicación, al
igual que hoy día, nos muestra que fue lo que le ocurrió a un español que la
rebelión bolchevique en Rusia de 1917 le pilló allí, mientras se ganaba la vida
con su espectáculo flamenco en compañía de su esposa Sole.
Ambos habían nacido en Burgos y
mientras él era un experto bailarín de flamenco y guitarrista, a su compañera sentimental
logró enseñarle los fundamentos del baile flamenco, como también del tango,
razón por la que desde Francia, pasando por Constantinopla, viajó a la Rusia de
los Zares en el momento que ese imperio caía bajo la sublevación revolucionaria
orquestada por Lenín y las doctrinas de Marx y Engels.
Es curioso señalar que todo
cuanto pone en boca de nuestro paisano Juan Martínez, no sirvió nada para
que, años después, la misma tragedia, el mismo hambre, la misma guerra civil
que describe minuciosamente Manuel Chaves Nogales, según él, reseñada por el
flamenco Juan Martínez, en sus días en Petrogrado, en Moscú, en Kiev o en
Odesa, sirviera como aldabonazo de lo que podía ocurrirnos, como así fue en el
36.
Las hambrunas en Rusia, la
especulación, el robo, el poder de los comités sindicales, los enfrentamientos
civiles, las luchas entre los bolcheviques; los blancos, los rojos, los
partidarios de Kerenski, Trosky, los forajidos, los asesinatos, las checas, las
detenciones arbitrarias, la ejecución de judíos, la invasión de la caballería
polaca, así como la personalidad de muchos de los dirigentes de aquellos
comités, ejércitos locales, nos enseñan lo mucho que tuvo que padecer para
sobrevivir y la manera en que moría de inanición o por un simple tiro en la
nuca, cualquiera de los seres humanos a quienes les tocó en suerte vivir en
aquellos lugares.
El estraperlo, el verse obligado
a ganarse la vida como croupier, el juego, los casinos, la ausencia de pan, la
enorme inflación. Todo lo que nos muestra es un infierno que en Rusia ocurrió a
partir de 1917, pero que en España también se dio, sin que por ello, las
descripciones, el relato y el ejemplo de Juan Martínez, que estaba allí,
sirviera para nada, si acaso, para que el gran periodista Manuel Chaves
Nogales, en el momento que el gobierno de Madrid, comandado entonces por Largo
Caballero, ante la inminente entrada de los nacionales en Madrid, prefirió
llevar el gobierno de la República a Valencia, momento en el que Chaves Nogales
se exiliaría, mereciendo la crítica injustificada del vicepresidente y
contertulio de Azaña, el deprimente y enfermizo Casares, cuando lo único que
hacía era estar convencido que España se encaminaba a la misma penuria, al
mismo abismo que le contó Juan Martínez cuando le tocó verse en esa situación
en la Rusia de la revolución comunista, que daría origen a la Unión de
Repúblicas Socialistas.
Aparecen también otros españoles, artistas como él, Zerep, la Catalanita, los Fernández, que él socorrerá como compatriota, como también se entrevistará con el anarquista Casanellas, entonces al servicio de los bolcheviques y que lo muestra como un delator al servicio del poder bolchevique, a quien logra eludir, ya que creían que él era un espía. Al menos, la solidaridad, la confraternización de estos españoles lejos de su patria, nos alienta a creer que el español no es el peor enemigo de otro compatriota, por lo menos cuando se encuentran en el extranjero, ya que las muestras de apoyo y de ayuda entre ellos es elocuente.
Bello relato, que, al igual que
la enorme biografía de Juan Belmonte, nos pone delante de la obra de un
grandísimo escritor, rápido, certero, de la majestad de Josep Plà, aún cuando
este último abundara en sus imágenes coloristas, en el magnífico empleo de los
calificativos y en la descripción con adjetivos llenos de riqueza, luces y metáforas, mientras que
Chaves Nogales se hace más certero, más humano, menos mediterráneo, quizás, más
castellano, más duro, pero también más elocuente en la desgracia.
El libro, después de cuantas
descripciones penosas nos muestra la condición humana, en todos sus matices,
desde la picaresca, hasta la ignominia, se cierra en el último capítulo con la
triste y emotiva reseña de que Sole y él, no encontrarían a su hijita que
después de nacer en su primer viaje a Estambul y puesta al cuidado de una
campesina italiana, por las vicisitudes que tuvieron que pasar y por su
aislamiento en Rusia, nunca lograrían recuperarla y tuvieron que contentarse con creer verla hecha una mozuela, hija de una señora adinerada, que se había hecho cargo
de ella, huyendo de la posibilidad de que sus padres naturales, pudieran dar
con su paradero, perdiéndola para siempre, lo que había sido su único anhelo
íntimo vital
.
La guerra incivil española
también enterró para el conocimiento y disfrute de sus contemporáneos, a
autores como Chaves Nogales, que hoy, por suerte, renacen y, aunque ya sea
tarde para ellos, podemos recoger sus enseñanzas de pan y paz, como del
disfrute de una prosa que nos reconcilia con tanto desastre como España
padeció, que esperemos sea el aviso para que nunca vuelvan los jinetes del
Apocalípsis que tanto se han cebado sobre los españoles a lo largo de su
historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario