lunes, 21 de diciembre de 2015

MANUEL CHAVES NOGALES. EL MAESTRO JUAN MARTÍNEZ QUE ESTABA ALLÍ

MANUEL CHAVES NOGALES. EL MAESTRO JUAN MARTINEZ QUE ESTABA ALLÍ

Uno de los grandes descubrimientos literarios y periodísticos recientes ha sido a Manuel Chaves Nogales.

 Este periodista sevillano, que alcanzó la fama y el éxito en Madrid como reportero, también como director del periódico Ahora, próximo a Manuel Azaña, durante los años de la Segunda República, en este libro, presentado por Libros del Asteroide, en su décima edición, en el momento de su publicación, al igual que hoy día, nos muestra que fue lo que le ocurrió a un español que la rebelión bolchevique en Rusia de 1917 le pilló allí, mientras se ganaba la vida con su espectáculo flamenco en compañía de su esposa Sole.

Ambos habían nacido en Burgos y mientras él era un experto bailarín de flamenco y guitarrista, a su compañera sentimental logró enseñarle los fundamentos del baile flamenco, como también del tango, razón por la que desde Francia, pasando por Constantinopla, viajó a la Rusia de los Zares en el momento que ese imperio caía bajo la sublevación revolucionaria orquestada por Lenín y las doctrinas de Marx y Engels.

Es curioso señalar que todo cuanto pone en boca de nuestro paisano Juan Martínez, no sirvió nada para que, años después, la misma tragedia, el mismo hambre, la misma guerra civil que describe minuciosamente Manuel Chaves Nogales, según él, reseñada por el flamenco Juan Martínez, en sus días en Petrogrado, en Moscú, en Kiev o en Odesa, sirviera como aldabonazo de lo que podía ocurrirnos, como así fue en el 36.

Las hambrunas en Rusia, la especulación, el robo, el poder de los comités sindicales, los enfrentamientos civiles, las luchas entre los bolcheviques; los blancos, los rojos, los partidarios de Kerenski, Trosky, los forajidos, los asesinatos, las checas, las detenciones arbitrarias, la ejecución de judíos, la invasión de la caballería polaca, así como la personalidad de muchos de los dirigentes de aquellos comités, ejércitos locales, nos enseñan lo mucho que tuvo que padecer para sobrevivir y la manera en que moría de inanición o por un simple tiro en la nuca, cualquiera de los seres humanos a quienes les tocó en suerte vivir en aquellos lugares.

El estraperlo, el verse obligado a ganarse la vida como croupier, el juego, los casinos, la ausencia de pan, la enorme inflación. Todo lo que nos muestra es un infierno que en Rusia ocurrió a partir de 1917, pero que en España también se dio, sin que por ello, las descripciones, el relato y el ejemplo de Juan Martínez, que estaba allí, sirviera para nada, si acaso, para que el gran periodista Manuel Chaves Nogales, en el momento que el gobierno de Madrid, comandado entonces por Largo Caballero, ante la inminente entrada de los nacionales en Madrid, prefirió llevar el gobierno de la República a Valencia, momento en el que Chaves Nogales se exiliaría, mereciendo la crítica injustificada del vicepresidente y contertulio de Azaña, el deprimente y enfermizo Casares, cuando lo único que hacía era estar convencido que España se encaminaba a la misma penuria, al mismo abismo que le contó Juan Martínez cuando le tocó verse en esa situación en la Rusia de la revolución comunista, que daría origen a la Unión de Repúblicas Socialistas.

Aparecen también otros españoles, artistas como él, Zerep, la Catalanita, los Fernández, que él socorrerá como compatriota, como también se entrevistará con el anarquista Casanellas, entonces al servicio de los bolcheviques y que lo muestra como un delator al servicio del poder bolchevique, a quien logra eludir, ya que creían que él era un espía. Al menos, la solidaridad, la confraternización de estos españoles lejos de su patria, nos alienta a creer que el español no es el peor enemigo de otro compatriota, por lo menos cuando se encuentran en el extranjero, ya que las muestras de apoyo y de ayuda entre ellos es elocuente.

Bello relato, que, al igual que la enorme biografía de Juan Belmonte, nos pone delante de la obra de un grandísimo escritor, rápido, certero, de la majestad de Josep Plà, aún cuando este último abundara en sus imágenes coloristas, en el magnífico empleo de los calificativos y en la descripción con adjetivos llenos de riqueza, luces y metáforas, mientras que Chaves Nogales se hace más certero, más humano, menos mediterráneo, quizás, más castellano, más duro, pero también más elocuente en la desgracia.

El libro, después de cuantas descripciones penosas nos muestra la condición humana, en todos sus matices, desde la picaresca, hasta la ignominia, se cierra en el último capítulo con la triste y emotiva reseña de que Sole y él, no encontrarían a su hijita que después de nacer en su primer viaje a Estambul y puesta al cuidado de una campesina italiana, por las vicisitudes que tuvieron que pasar y por su aislamiento en Rusia, nunca lograrían recuperarla y tuvieron que contentarse con creer verla hecha una mozuela, hija de una señora adinerada, que se había hecho cargo de ella, huyendo de la posibilidad de que sus padres naturales, pudieran dar con su paradero, perdiéndola para siempre, lo que había sido su único anhelo íntimo vital
.

La guerra incivil española también enterró para el conocimiento y disfrute de sus contemporáneos, a autores como Chaves Nogales, que hoy, por suerte, renacen y, aunque ya sea tarde para ellos, podemos recoger sus enseñanzas de pan y paz, como del disfrute de una prosa que nos reconcilia con tanto desastre como España padeció, que esperemos sea el aviso para que nunca vuelvan los jinetes del Apocalípsis que tanto se han cebado sobre los españoles a lo largo de su historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario