CARTA A ELVIRITA
Querida vecina,
Aún cuando mi felicitación no sé si te llegará, quiero
congratularme doblemente, primero por ti, porque en tu lozana sonrisa y tu
permanente cordialidad nunca hayan hecho mella ni los avatares de la vida , ni
siquiera lo bastante que ha llovido desde que ambos llegamos al doce de Niños
Luchando. Tú, años antes, en el regazo de la siempre severa y enlutada
doña Lola, en la escalera derecha del
segundo piso, yo, en el seno de unos modestos carpinteros de la planta baja de
la misma casa, y por el premio que esta nueva Alcaldía te ha concedido, para apretar
el botón del encendido de la feria del Corpus 2016.
Cuando tarareabas las hermosas letras que un día escribiera
Agustín Lara para Granada, con ese acento inconfundible y añorado, que a pesar
del bilingüismo escolar y de la pertinaz emigración de nuestras gentes, espero nunca se pierda, que siempre hace
llorar de emoción a mi madre y a mí ahogarme la voz, me acordé de cuantos a esa
hora mágica estarían también contigo, orgullosos
de ese reconocimiento a tu abnegación, a tu esfuerzo y a la asociación de Borderline
que has sabido impulsar, dedicada a ofrecer trabajo y actividades a
discapacitados o personas con alguna minusvalía, de aquellos vecinos de Niños
Luchando: mi padre, que buena parte de su existencia transcurrió lejos de su
inolvidable Granada. Mi abuela paterna, con su gracejo veguero y siempre tan
servicial. Cada martes nos enviaría a
Bruselas el Ideal para tenernos al
corriente de lo que pasaba en nuestra ciudad. Mi abuelo , que cada mañana,
mientras tomaba un migado café de chicoria, en un tazón de loza, puso a diario
ante mis ojos la prensa de entonces:
Ideal, Patria, Hoja del Lunes , el Caso, que luego recogería el casero don Antonio,
para que yo empezara a deletrear sus
titulares y deleitarme con las fotos de los partidos del Granada C.F, o me entregaba una perra gorda para comprar
tejeringos en Santa Paula, para luego seguir con el ajetreo sobre la madera, que
impregnaría todo el patio a resina de madera, astillas o virutas. Amparito, Fito,
Soledad, don Juan, el eterno estudiante
de farmacia. Mi tía María Luisa, con su profundo acerbo granaíno. MI añorado y
admirado tío Paquito, o mi otro abuelo, Paco el de los niños, que a veces
pasaban a vernos, sacarnos las primeras fotos o tener noticias de nuestras
pertinentes enfermedades infantiles. MI abuela materna, María, con su porte
majestuoso, arreglándose el moño del pelo delante de un espejo. Doña Antonia,
la Chachica, Rosita, y los paisanos de
Cogollos o Deifontes que por allí
desfilaban. Y qué decir de mi madre, que había dejado su luminosa y juvenil
acera Canasteros, para que entre estas mismas paredes, de esta calle de Niños
Luchando, viera la luz buena parte de su numerosa prole. Todos estuvimos
contigo, agradeciendo también tu simpatía y tu sacrificio, pero orgullosos de
que fueras de esta ciudad y de esta calle que tantos recuerdos me trae.
No quisiera despedirme sin antes pedirte disculpas por no
haberte llamado doña Elvira, pues por muchos años que pasen, bien sabes que
para todos nosotros, a pesar de la distancia y de las hojas del calendario,como por tus méritos, tú
siempre serás Elvirita, desearte mucha salud y que ese desgarbado taxista que
conservas por esposo, de tan gran corazón como el tuyo, siga en el anonimato
apoyando tus desvelos y sosteniendo también a esa guapa chiquilla de tus entrañas
que os acompaña
.
Con cariño,
Fernandito
Un mirlo blanco
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