martes, 24 de mayo de 2016

CARTA A ELVIRITA

CARTA A ELVIRITA

Querida vecina,

Aún cuando mi felicitación no sé si te llegará, quiero congratularme doblemente, primero por ti, porque en tu lozana sonrisa y tu permanente cordialidad nunca hayan hecho mella ni los avatares de la vida , ni siquiera lo bastante que ha llovido desde que ambos llegamos al doce de Niños Luchando. Tú,  años antes,  en el regazo de la siempre severa y enlutada doña Lola,  en la escalera derecha del segundo piso, yo, en el seno de unos modestos carpinteros de la planta baja de la misma casa, y por el premio que esta nueva Alcaldía te ha concedido, para apretar el botón del encendido de la feria del Corpus 2016.

Cuando tarareabas las hermosas letras que un día escribiera Agustín Lara para Granada, con ese acento inconfundible y añorado, que a pesar del bilingüismo escolar y de la pertinaz emigración de nuestras gentes, espero  nunca  se pierda, que siempre hace llorar de emoción a mi madre y a mí ahogarme la voz, me acordé de cuantos a esa hora mágica estarían también contigo,  orgullosos de ese reconocimiento a tu abnegación, a tu esfuerzo y a la asociación de Borderline que has sabido impulsar, dedicada a ofrecer trabajo y actividades a discapacitados o personas con alguna minusvalía, de aquellos vecinos de Niños Luchando: mi padre, que buena parte de su existencia transcurrió lejos de su inolvidable Granada. Mi abuela paterna, con su gracejo veguero y siempre tan servicial.  Cada martes nos enviaría a Bruselas el Ideal para tenernos  al corriente de lo que pasaba en nuestra ciudad. Mi abuelo , que cada mañana, mientras tomaba un migado café de chicoria, en un tazón de loza, puso a diario ante mis ojos  la prensa de entonces: Ideal, Patria, Hoja del Lunes , el Caso,  que luego recogería el casero don Antonio, para  que yo empezara a deletrear sus titulares y deleitarme con las fotos de los partidos del Granada C.F,  o me entregaba una perra gorda para comprar tejeringos en Santa Paula, para luego seguir con el ajetreo sobre la madera, que impregnaría todo el patio a resina de madera, astillas o virutas. Amparito, Fito, Soledad, don Juan, el eterno  estudiante de farmacia. Mi tía María Luisa, con su profundo acerbo granaíno. MI añorado y admirado tío Paquito, o mi otro abuelo, Paco el de los niños, que a veces pasaban a vernos, sacarnos las primeras fotos o tener noticias de nuestras pertinentes enfermedades infantiles. MI abuela materna, María, con su porte majestuoso, arreglándose el moño del pelo delante de un espejo. Doña Antonia, la Chachica, Rosita,  y los paisanos de Cogollos o Deifontes  que por allí desfilaban. Y qué decir de mi madre, que había dejado su luminosa y juvenil acera Canasteros, para que entre estas mismas paredes, de esta calle de Niños Luchando, viera la luz buena parte de su numerosa prole. Todos estuvimos contigo, agradeciendo también tu simpatía y tu sacrificio, pero orgullosos de que fueras de esta ciudad y de esta calle que tantos recuerdos me trae.

No quisiera despedirme sin antes pedirte disculpas por no haberte llamado doña Elvira, pues por muchos años que pasen, bien sabes que para todos nosotros, a pesar de la distancia y de las hojas del calendario,como por tus méritos, tú siempre serás Elvirita, desearte mucha salud y que ese desgarbado taxista que conservas por esposo, de tan gran corazón como el tuyo, siga en el anonimato apoyando tus desvelos y sosteniendo también a esa guapa chiquilla de tus entrañas que os acompaña
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Con cariño,

Fernandito

Un mirlo blanco




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