CARTAS FINLANDESAS Y HOMBRES DEL
NORTE, DE ANGEL GANIVET
Ya ha llovido, desde que mi compatriota Angel Ganivet escribiera para el periódico El
Defensor de Granada aquellas letras que mostraban el carácter y la geografía escandinava,
especialmente la finlandesa, cuando aún esta tierra del Norte pertenecía a
Rusia, tras su victoria sobre los suecos, y ostentaban una cierta autonomía.
Allá por 1897.
En estas brillantes cartas,
escritas por un gran intelectual, que en poco tiempo fue capaz de aprender in situ
la lengua sueca, nos irá describiendo las casas, el frío paisaje como la
psicología y la mentalidad norteña, que años después irá imperando, ¡quien lo
diría!, también en España.
Muchas de sus reflexiones
intentan manifestar una enseñanza para sus lectores granadinos, como también ser
el espejo de su sentimiento meridional, como de su cultura hispana.
Pienso que aquellos lectores de
finales del siglo XIX, como sus contertulios del Avellano, recibirían con
regocijo y profunda consternación, al igual que sus hermanas en el desaparecido
molino natal, no lejos del Realejo, las noticias que de tan lejano lugar les
remitía, quien antes fuera vice-cónsul en Amberes y ahora en las riberas del mar Báltico, ya que su trabajo de cónsul en la Helsingfors, hoy Helsinki, les resultarían un tanto folclóricas y
sumamente sorprendentes, sobre todo en lo relativo a la emancipación de la
mujer, como a la libertad en las relaciones entre hombre y mujer, todavía, sin
embargo, muy atrasadas y profundamente religiosas en España, además de
aferradas a la tradición.
Redescubrir nuevamente estas
cartas del gran escritor finisecular Ganivet, nos pintará escenas de su vida
cotidiana, del arte culinario finlandés, de cómo se comportan con los muertos y
de cómo pasan su tiempo de ocio, en el que el alcohol y el trabajo tienen su
prioridad. El uno para ayudarles los días festivos a expandirse socialmente y
su laboriosidad como ejemplo de su mismo axioma de país: trabajo e innovación.
También nos deleitará con
detalles sobre la política finlandesa y la española, con anécdotas sobre la
enseñanza en España, o por medio de la guía de la ciudad, descubrir en los
apellidos los orígenes o filiaciones de los mismos, si suecos, finlandeses o
rusos
Como siempre lleva a Granada en
su corazón, no puede por menos que hacer referencia al jamón de Trevélez,
frente a la manteca finlandesa, publicitada en todos los diarios, como también
la anécdota de aquel muchacho de sus
recordadas algarabías estudiantiles, encaramado
a una reja lanzando sonoras soflamas, a lo que un compatricio le diría
–“ese muchacho llegará a ministro, me lo da el corazón -¿En qué lo fundas, le
contesta su compadre, porque yo creo que lo que está diciendo es una sarta
de disparates” –No importa, le replica de nuevo el anciano granadino, dice
disparates, pero los dice bien, y además tiene una agilidad sorprendente para
encaramarse a sitios altos, repito que ministro tenemos-.
De cuantas cosas tienen su
reflejo en la sociedad española de entonces, algunas persisten aún hoy en el
siglo XXI, en la sociedad granadina, mientras el exitoso periódico El Defensor,
sigue desaparecido, llegan los nuevos botarates que se encaraman para vivir de
la política o vender el patrimonio de la ciudad, como el antiguo alcalde y su
concejala de urbanismo, amén de los chanchullos económicos que nunca
conoceremos suficientemente o la siembra de “ladrillos, vidrio y hormigón” de
la vega.
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