martes, 23 de agosto de 2016

EL PORVENIR DE ESPAÑA. CARTAS ENTRE ANGEL GANIVET Y MIGUEL DE UNAMUNO

EL PORVENIR DE ESPAÑA. EPISTOLARIO ENTRE ANGEL GANIVET Y MIGUEL DE UNAMUNO

Cuando Miguel de Unamuno, ya posesionado de su cátedra de griego, en la docta universidad de Salamanca, tiene noticias de Angel  Ganivet, con la mediación de otro catedrático granadino y también amigo de Ganivet, el catedráticvo de Derecho Civil don José María Segura,  nos encontramos en el año aciago para España de 1898, en el que los jóvenes de esa generación que estos dos sabios pondrán título, se encuentran a una España sumida en el fracaso colonial, con una cruenta guerra en Cuba y Filipinas, como una gran distancia que les separa a ellos dos, ya que mientras el vasco lo hace desde la meseta castellana, el andaluz, reside como cónsul, en la ciudad de Helsinki

Ya ha publicado Ganivet su preciosa obra sobre Granada, Granada la bella y un libro sobre su posicionamiento político para España, Idearium español, como irán saliendo de su pluma, obras tales como Cartas finlandesas y Hombres del Norte, La conquista del reino Maya, El escultor de su alma y Los trabajos del infatigable creador Pío Cid. Unamuno no se quedará atrás en su obra literaria, de ensayos y de filosofía.  En torno al casticismo, con ribetes cercanos a las aspiraciones del Idearium .

Por ello, cuando acepta que su correspondencia con Angel Ganivet se haga pública en el diario granadino El defensor, constata la enorme evolución intelectual de aquel compañero a oposición de griego, para una plaza en Granada y él en Salamanca, de muy cercana edad y de prudente escucha allá por sus primeros paseos en el Madrid de 1841, tanto alrededor de un velador de mármol de los cafés de la calle San Jerónimo o en sus diarios paseos hasta el Retiro,  momento de la curiosa pasión del vasco  por las pajaritas de papel y los batracios, como del recuerdo de la cita de los gitanos granadinos, como de su gran pasión: Granada, que siempre aparecían en sus escasas interrupciones del muy hablador norteño.

Era pues un compañero de generación , de “hombre nuevo”, a diferencia del viejo estilo de los hombres ya instalados en la vida pública, preocupado por los mismos problemas y empeñado como él, en una misma tarea de renovación. Nuevo por su talante crítico y por su propuesta utópica acerca del porvenir de España, además de compartir en el orden práctico una misma visión, la visión de un renacimiento de España.

En ese epistolario entre el norteño y el hombre del Sur, el uno adscrito al incipiente partido Socialista Obrero Español y el otro a su tertulia de la Fuente del Avellano, se inscribe una misma resolución, España como problema y con él la voluntad de resolución. No obstante, Unamuno persigue un concepto del mundo un tanto híbrido, entre humanismo socialista y cristianismo secularizado y civil, mientras que en Ganivet, toda su batalla estará sobre la idea, antes que la economía, que preconiza Unamuno: “ciencia y trabajo”, dirá éste.

En estas diatribas epistolares, Angel Ganivet hará constar su fe en la influencia del cristianismo y lo árabe para España, de ésto último, Unamuno demonizará, ya que los considera factor influyente en el atraso sobrevenido y en el pensamiento adormecido de España. En una de esas cartas, Ganivet le dirá a Unamuno: “usted profesa antipatía a los árabes, y yo les tengo mucho afecto, sin poderlo remediar".

Estaba claro que las vivencias del granaíno, en la fuerza de la enseñanza y el legado de ocho siglos en Al Andalus, no podía dejarle sin afecto por la arquitectura, los regadíos, la alimentación, la poesía y el origen de muyas palabras, latente en cada paso que daba por su ciudad natal. Todo lo contrario de Unamuno, nacido entre valles y caseríos donde ni siquiera Roma llegó fácilmente y donde se gestó el comienzo de la Reconquista.

A pesar de esa sutileza espiritual, de percepción de las cosas, a ambos les unió el fondo, su amor inveterado por España y su regeneración.
No obstante, siempre tendrán sus diferencias. Ganivet responderá a Unamuno sobre que todas las conquistas se habían hecho por la búsqueda del dinero que: “me es antipático el mecanismo material de la vida y lo tolero sólo cuando lo veo a la luz de un ideal, así, antes de enriquecer a una nación, pienso que hay que ennoblecerla, porque el negocio por el negocio es cosa triste”

Ambos observan la naciente fuerza de los regionalismos, tanto en Vizcaya como en Cataluña, razón por la que Ganivet aspira a que la diferenciación se respete siempre que se pongan los ojos en la integración. Sobre lo cual añadirá: “yo soy regionalista del único modo en que se debe serlo en nuestro país, esto es, sin aceptar las regiones”. Ya que sabe que las regiones autónomas serán fuente de disensiones intestinas permanentes y aspira a una mayor preponderancia de los municipios autónomos.  (Es probable que si viviera en el siglo XXI, después de ver la forma en que los mismos gobernantes de Cataluña no respetan las leyes votadas por todos o se enriquecen a costa del erario público, como si fueran filibusteros, rodeados por el señuelo de una bandera y una lengua, reforzaría su pensamiento de entonces)

Hablarán pues sobre la forma de amar la Patria y el entonces cónsul dirá: “hay muchas maneras de amar la patria, y lo justo es que cada uno la ame del modo que le sea más natural y más contribuya a dignificarla”

Pensará también que la religión, a diferencia del Unamuno, socialista y requeté, tiene también en el sentimiento hispano un arraigo  artístico y que se confunde con el arte. “A su vez el fondo del arte es la religión en su sentido más elevado, el misticismo juntamente con nuestras demás propiedades características: el valor, la pasión, la caballerosidad”.

Volviendo a ese sentimiento contrario al depósito arábigo español, Unamuno dirá en su tercer carta a Ganivet: “De los árabes no quiero decir nada, les profeso una profunda antipatía, apenas creo en eso que llaman civilización arábiga y considero su paso por España como la mayor calamidad que hemos padecido.”
A lo cual le contesta el granadino: “Usted habla de “despaganizar” a España, de libertarla del “pagano moralismo senequista”, y yo soy entusiasta admirador de Séneca; usted profesa antipatía a los árabes, y yo les tengo mucho afecto”. No podía ser de otra forma en la base cultural de ambos.

“La influencia mayor que sufrió España después de la predicación del cristianismo, la que dio vida a nuestro espíritu quijotesco, fue la arábiga”, le volverá a recordar Ganivet

Ganivet sigue creyendo que en España existen dos fuerzas, una que tira para atrás y otra que corre hacia delante, entre medias unos ramplones y aprovechados que hacen su agosto, entre el enfrentamiento de esas dos fuerzas discordantes, parecidas al asno de Buridán. (Si hubiera conocido a la familia Pujol Ferrusola, a los Mas, los casos de corrupción en Andalucía, Valencia, Rato y un largo y penoso etcétera, estaría dando una vez más en el clavo) Mientras que estima que los gobernantes, una vez recibido en los comicios el voto, deben saber atraerse al pueblo.

En las discusiones de temas sociales, Ganivet dirá que: “si existe un medio de conseguir la verdadera fraternidad humana, éste no es de unir a los hombres debajo de organizaciones artificiosas, sino el de afirmar la personalidad de cada uno y enlazar las ideas diferentes por la concordia y las opuestas por la tolerancia” (Que lección para hoy día)

Cavite, con el fracaso naval español, trasunto de una pobre situación económica y del creciente auge de la Unión de los Estados Unidos de América, como de las leyes de Monroe y de una filosofía de América para los americanos, Ganivet considera que sigue existiendo una virtud creadora española, pero para ello es necesario “recogerse y meditar”, abandonando la lucha estéril en el que hoy se combate por un imposible, con armas compradas al enemigo.

A pesar del Desastre, afirma que “todos los intereses tradicionales y actuales de España salen heridos de la refriega, los únicos intereses que salen incólumes son los de la España del porvenir, a los que, al contrario, conviene que la caída no se prolongue más; que no sigamos eternamente en el aire, con la cabeza para abajo”

Unamuno, no obstante, insistirá en que ·hemos atendido más a los sucesos históricos que pasan y se pierden, que a los hechos subhistóricos, que permanecen y van estratificándose en profundas capas”. Son el lento transcurrir de la vida del hombre anónimo, del ciudadano, que se basa en dos ejes vitales: ” economía y religión”

“Toda nuestra historia no significa nada como no nos ayude a comprender mejor cómo vive y cómo muere hoy el labriego español, cómo ocupa la tierra que labra y cómo paga su arrendamiento, y con qué estado de ánimo recibe los últimos sacramentos”. Esta es la visión más terrenal, cercana de Unamuno, que sólo difiere de Ganivet, en que éste la idealiza, aunque la piedra que labra también es el hombre

El dinero o la economía, son para Unamuno el motor social. “No creo con usted que fuimos a evangelizar y cometer desafueros, sino a sacar oro; fuimos a sacar oro, que pasaba luego a Flandes, donde trabajaban para nosotros y a nuestra costa se enriquecían con su trabajo”

Y contemplará la efervescencia del levantamiento regional, que late tras la pérdida de las colonias. Seguirá diciendo en una de sus cartas a Ganivet: “No me cabe duda de que una vez se derrumbe nuestro imperio colonial surgirá con ímpetu el problema de la descentralización, que alienta en los movimientos regionalistas”
.
Tienen sus diferencias, pero entienden que son ideales: “Mejor que usted y yo tengamos ideas distintas, que no que yo acepte las de usted por pereza o por ignorancia, mejor es que en España haya quince o veinte núcleos intelectuales, si se quiere antagónicos, que no que la nación sea un desierto y la capital atraiga a si las fuerzas nacionales, acaso para anularlas” Sigue Unamuno, en el tema regionalista, considerando que la integración ha de hacerse sobre la diferenciación., cuando los catalanes se quejan de estar sometidos a Castilla, mientras los castellanos de que se les somete al género catalán.

Aspira a que el castellano penetre en el espíritu catalán y el catalán en el espíritu castellano, sin mantenerse a cierta distancia, llenos de mutuos prejuicios por mutuo desconocimiento íntimo. No poco ganarían uno y otro. “El conocimiento íntimo de lo ajeno es el mejor medio de llegar a conocer lo propio. Quien sólo sabe su lengua decía Goethe- ni aun su lengua sabe. Pueblo que quiera regenerarse encontrándose por completo en sí, es como un hombre que quiere sacarse de un pozo tirándose de las orejas” Y prosigue: “que se pida la vida difusa en beneficio del conjunto, que se aspire a la diferenciación puestos los ojos en la integración; que no nos estorbemos los unos a los otros para que cada cual dé mejor su fruto y puedan tomar de él los demás lo que les convenga”. (sabias palabras para un régimen de autonomías que quiere ser fracturado)

Y sigue dando lecciones magistrales, de las que nuestra Iglesia nada quiso oír. “Esa fusión que se establece entre el patriotismo y la religión daña a uno y a otra. Lo que más acaso ha estorbado el desarrollo del espíritu cristiano en España es que en los siglos de la Reconquista se hizo de la cruz un pendón de batalla y hasta un arma de combate, haciendo de la milicia una especie de sacerdocio, …por lo que con san Pablo, la ley hace el pecado... Lo cristiano es gracia y sacrificio, no derecho ni deber. ..No hay fariseísmo que pueda empañar el claro y terminante: ¡no matarás!. Y si para no infringirlo  hay que renunciar a ciudadanías históricas, se renuncia a ellas”

Nuevas lecciones, epigramas para un frontispicio, lástima que nuestros gobernantes desde los RRCC hasta nuestros días, ni con los judíos, los moriscos, con la Inquisición, la sangrienta época de Eta y sus secuaces como Otegui o ahora la Jihad de Oriente, no hayamos aprendido suficientemente a tener un mayor sentido humanitario y seguir los consejos de este gran filósofo español, don Miguel de Unamuno.

A diferencia de la vocación partidista de Unamuno, Ganivet entiende que deben existir programas y voces independientes para formar opinión

Ganivet recordará a Unamuno que lo que el llama espíritu territorial, no es sólo tierra, es también humanidad, es sentimiento de los trabajadores silenciosos de los que habla el vízcaino
.
Con respecto al enriquecimiento, difiere de Unamuno en que el “valor del dinero depende de la aptitud que se tenga para invertirlo en obras nobles y útiles”  Y que los ideales han de ser el cimiento sobre el que se forje la riqueza. “si no se tienen elevados sentimientos, la riqueza pondrá de relieve la vulgar grosería y la odiosa bajeza; y en España, cuyo flaco es la desunión , si no inculcamos ideas de fraternidad, el progreso económico se mostrará en rivalidades vergonzosas (sic para el hoy)

Sobre el nacimiento y auge del sentimiento regionalista, allá por 1898, dirá: “He estado tres veces en Cataluña y después de alegrarme de la prosperidad de  que goza, me ha disgustado la ingratitud con que juzga a España la juventud intelectual nacida en este período de renacimiento; a algunos les he oído negar a España (cuanto le dolió y cuanto nos sigue doliendo hoy día). Y, sin embargo, el renacimiento catalán ha sido obra no sólo de los catalanes, sino de España entera, que ha secundado gustosamente sus esfuerzos. En las Vascongadas sólo he estado de paso; pero he conocido a muchos vascongados; los más han sido bilbaínos, capitanes de buque, y éstos son gente chapada a la antigua, con la que da gusto hablar; los que son casi intratables son los modernos, los enriquecidos con los negocios de minas, que no sólo niegan a España (y sus descendientes le pondrían Goma 2 y asesinarían a sus compatricios) y hablan de ella con desprecio, sino que desprecian también a Bilbao y prefieren vivir en Inglaterra. El motivo de estos desplantes no puede ser más español.

Y concluirá, con palabras para tallar en mármol: “nuestra salvación económica está en la solidaridad, porque dentro de España se pueden formar con holgura los centros consumidores, exigidos por las industrias.”
“Nuestro desquite llegará el día que nos impulse un ideal nuevo, no el día que tengamos, si esto fuera posible, tanta riqueza como nuestros adversarios”

Discrepan, censuran, difieren, pero late en ellos dos, según su formación originaria, un mismo sentimiento de amor a España, razón de estas opiniones, de esas cartas y del libro que en 1905 saldría de las imprentas.
Los lectores de aquel 1898, en el excelso Defensor de Granada, leerían con gozo letras que hoy son tan verdad como ayer, labradas por el pensamiento de dos hijos de España, del Norte y del Sur, que sin embargo para el granadino serían las postreras de su vida, pues al igual que nuestra derrota colonial, la pérdida de Cuba, Filipinas, las Marianas y las posesiones que ostentamos durante cuatro siglos, también fenecerían, lo mismo que Ganivet en las frías aguas del Duina, en este caso un 29 de noviembre de 1898

No hay comentarios:

Publicar un comentario