EL PORVENIR DE ESPAÑA.
EPISTOLARIO ENTRE ANGEL GANIVET Y MIGUEL DE UNAMUNO
Cuando Miguel de Unamuno, ya
posesionado de su cátedra de griego, en la docta universidad de Salamanca,
tiene noticias de Angel Ganivet, con la
mediación de otro catedrático granadino y también amigo de Ganivet, el catedráticvo de Derecho Civil don José María
Segura, nos encontramos en el año aciago
para España de 1898, en el que los jóvenes de esa generación que estos dos
sabios pondrán título, se encuentran a una España sumida en el fracaso
colonial, con una cruenta guerra en Cuba y Filipinas, como una gran distancia
que les separa a ellos dos, ya que mientras el vasco lo hace desde la meseta
castellana, el andaluz, reside como cónsul, en la ciudad de Helsinki
Ya ha publicado Ganivet su
preciosa obra sobre Granada, Granada la bella y un libro sobre su
posicionamiento político para España, Idearium español, como irán saliendo de
su pluma, obras tales como Cartas finlandesas y Hombres del Norte, La conquista
del reino Maya, El escultor de su alma y Los trabajos del infatigable creador
Pío Cid. Unamuno no se quedará atrás en su obra literaria, de ensayos y de filosofía. En torno al casticismo, con ribetes cercanos a
las aspiraciones del Idearium .
Por ello, cuando acepta que su
correspondencia con Angel Ganivet se haga pública en el diario granadino El
defensor, constata la enorme evolución intelectual de aquel compañero a
oposición de griego, para una plaza en Granada y él en Salamanca, de muy
cercana edad y de prudente escucha allá por sus primeros paseos en el Madrid de
1841, tanto alrededor de un velador de mármol de los cafés de la calle San
Jerónimo o en sus diarios paseos hasta el Retiro, momento de la curiosa pasión del vasco por las pajaritas de papel y los batracios, como del recuerdo de la cita de
los gitanos granadinos, como de su gran pasión: Granada, que siempre aparecían en sus escasas interrupciones del muy hablador norteño.
Era pues un compañero de
generación , de “hombre nuevo”, a diferencia del viejo estilo de los hombres ya
instalados en la vida pública, preocupado por los mismos problemas y empeñado
como él, en una misma tarea de renovación. Nuevo por su talante crítico y por
su propuesta utópica acerca del porvenir de España, además de compartir en el
orden práctico una misma visión, la visión de un renacimiento de España.
En ese epistolario entre el
norteño y el hombre del Sur, el uno adscrito al incipiente partido Socialista
Obrero Español y el otro a su tertulia de la Fuente del Avellano, se inscribe
una misma resolución, España como problema y con él la voluntad de resolución.
No obstante, Unamuno persigue un concepto del mundo un tanto híbrido, entre
humanismo socialista y cristianismo secularizado y civil, mientras que en
Ganivet, toda su batalla estará sobre la idea, antes que la economía, que
preconiza Unamuno: “ciencia y trabajo”, dirá éste.
En estas diatribas epistolares,
Angel Ganivet hará constar su fe en la influencia del cristianismo y lo árabe
para España, de ésto último, Unamuno demonizará, ya que los considera factor
influyente en el atraso sobrevenido y en el pensamiento adormecido de España.
En una de esas cartas, Ganivet le dirá a Unamuno: “usted profesa antipatía a
los árabes, y yo les tengo mucho afecto, sin poderlo remediar".
Estaba claro que las vivencias
del granaíno, en la fuerza de la enseñanza y el legado de ocho siglos en Al
Andalus, no podía dejarle sin afecto por la arquitectura, los regadíos, la alimentación,
la poesía y el origen de muyas palabras, latente en cada paso que daba por su
ciudad natal. Todo lo contrario de Unamuno, nacido entre valles y caseríos
donde ni siquiera Roma llegó fácilmente y donde se gestó el comienzo de la
Reconquista.
A pesar de esa sutileza
espiritual, de percepción de las cosas, a ambos les unió el fondo, su amor
inveterado por España y su regeneración.
No obstante, siempre tendrán sus
diferencias. Ganivet responderá a Unamuno sobre que todas las conquistas se
habían hecho por la búsqueda del dinero que: “me es antipático el mecanismo
material de la vida y lo tolero sólo cuando lo veo a la luz de un ideal, así,
antes de enriquecer a una nación, pienso que hay que ennoblecerla, porque el
negocio por el negocio es cosa triste”
Ambos observan la naciente fuerza
de los regionalismos, tanto en Vizcaya como en Cataluña, razón por la que
Ganivet aspira a que la diferenciación se respete siempre que se pongan los
ojos en la integración. Sobre lo cual añadirá: “yo soy regionalista del único
modo en que se debe serlo en nuestro país, esto es, sin aceptar las regiones”.
Ya que sabe que las regiones autónomas serán fuente de disensiones intestinas
permanentes y aspira a una mayor preponderancia de los municipios autónomos. (Es probable que si viviera en el siglo XXI,
después de ver la forma en que los mismos gobernantes de Cataluña no respetan
las leyes votadas por todos o se enriquecen a costa del erario público, como si
fueran filibusteros, rodeados por el señuelo de una bandera y una lengua,
reforzaría su pensamiento de entonces)
Hablarán pues sobre la forma de
amar la Patria y el entonces cónsul dirá: “hay muchas maneras de amar la
patria, y lo justo es que cada uno la ame del modo que le sea más natural y más
contribuya a dignificarla”
Pensará también que la religión,
a diferencia del Unamuno, socialista y requeté, tiene también en el sentimiento
hispano un arraigo artístico y que se
confunde con el arte. “A su vez el fondo del arte es la religión en su sentido
más elevado, el misticismo juntamente con nuestras demás propiedades
características: el valor, la pasión, la caballerosidad”.
Volviendo a ese sentimiento
contrario al depósito arábigo español, Unamuno dirá en su tercer carta a Ganivet: “De los árabes no quiero decir nada, les profeso una profunda
antipatía, apenas creo en eso que llaman civilización arábiga y considero su
paso por España como la mayor calamidad que hemos padecido.”
A lo cual le contesta el
granadino: “Usted habla de “despaganizar” a España, de libertarla del “pagano
moralismo senequista”, y yo soy entusiasta admirador de Séneca; usted profesa
antipatía a los árabes, y yo les tengo mucho afecto”. No podía ser de otra
forma en la base cultural de ambos.
“La influencia mayor que sufrió
España después de la predicación del cristianismo, la que dio vida a nuestro
espíritu quijotesco, fue la arábiga”, le volverá a recordar Ganivet
Ganivet sigue creyendo que en
España existen dos fuerzas, una que tira para atrás y otra que corre hacia
delante, entre medias unos ramplones y aprovechados que hacen su agosto, entre
el enfrentamiento de esas dos fuerzas discordantes, parecidas al asno de
Buridán. (Si hubiera conocido a la familia Pujol Ferrusola, a los Mas, los
casos de corrupción en Andalucía, Valencia, Rato y un largo y penoso etcétera,
estaría dando una vez más en el clavo) Mientras que estima que los gobernantes,
una vez recibido en los comicios el voto, deben saber atraerse al pueblo.
En las discusiones de temas
sociales, Ganivet dirá que: “si existe un medio de conseguir la verdadera
fraternidad humana, éste no es de unir a los hombres debajo de organizaciones
artificiosas, sino el de afirmar la personalidad de cada uno y enlazar las
ideas diferentes por la concordia y las opuestas por la tolerancia” (Que
lección para hoy día)
Cavite, con el fracaso naval
español, trasunto de una pobre situación económica y del creciente auge de la
Unión de los Estados Unidos de América, como de las leyes de Monroe y de una
filosofía de América para los americanos, Ganivet considera que sigue
existiendo una virtud creadora española, pero para ello es necesario “recogerse
y meditar”, abandonando la lucha estéril en el que hoy se combate por un
imposible, con armas compradas al enemigo.
A pesar del Desastre, afirma que
“todos los intereses tradicionales y actuales de España salen heridos de la
refriega, los únicos intereses que salen incólumes son los de la España del
porvenir, a los que, al contrario, conviene que la caída no se prolongue más;
que no sigamos eternamente en el aire, con la cabeza para abajo”
Unamuno, no obstante, insistirá
en que ·hemos atendido más a los sucesos históricos que pasan y se pierden, que
a los hechos subhistóricos, que permanecen y van estratificándose en profundas
capas”. Son el lento transcurrir de la vida del hombre anónimo, del ciudadano,
que se basa en dos ejes vitales: ” economía y religión”
“Toda nuestra historia no
significa nada como no nos ayude a comprender mejor cómo vive y cómo muere hoy
el labriego español, cómo ocupa la tierra que labra y cómo paga su
arrendamiento, y con qué estado de ánimo recibe los últimos sacramentos”. Esta
es la visión más terrenal, cercana de Unamuno, que sólo difiere de Ganivet, en
que éste la idealiza, aunque la piedra que labra también es el hombre
El dinero o la economía, son para
Unamuno el motor social. “No creo con usted que fuimos a evangelizar y cometer
desafueros, sino a sacar oro; fuimos a sacar oro, que pasaba luego a Flandes,
donde trabajaban para nosotros y a nuestra costa se enriquecían con su trabajo”
Y contemplará la efervescencia
del levantamiento regional, que late tras la pérdida de las colonias. Seguirá
diciendo en una de sus cartas a Ganivet: “No me cabe duda de que una vez se
derrumbe nuestro imperio colonial surgirá con ímpetu el problema de la descentralización,
que alienta en los movimientos regionalistas”
.
Tienen sus diferencias, pero
entienden que son ideales: “Mejor que usted y yo tengamos ideas distintas, que
no que yo acepte las de usted por pereza o por ignorancia, mejor es que en
España haya quince o veinte núcleos intelectuales, si se quiere antagónicos,
que no que la nación sea un desierto y la capital atraiga a si las fuerzas
nacionales, acaso para anularlas” Sigue Unamuno, en el tema regionalista,
considerando que la integración ha de hacerse sobre la diferenciación., cuando
los catalanes se quejan de estar sometidos a Castilla, mientras los castellanos
de que se les somete al género catalán.
Aspira a que el castellano
penetre en el espíritu catalán y el catalán en el espíritu castellano, sin mantenerse
a cierta distancia, llenos de mutuos prejuicios por mutuo desconocimiento
íntimo. No poco ganarían uno y otro. “El conocimiento íntimo de lo ajeno es el
mejor medio de llegar a conocer lo propio. Quien sólo sabe su lengua decía
Goethe- ni aun su lengua sabe. Pueblo que quiera regenerarse encontrándose por
completo en sí, es como un hombre que quiere sacarse de un pozo tirándose de
las orejas” Y prosigue: “que se pida la vida difusa en beneficio del conjunto,
que se aspire a la diferenciación puestos los ojos en la integración; que no
nos estorbemos los unos a los otros para que cada cual dé mejor su fruto y
puedan tomar de él los demás lo que les convenga”. (sabias palabras para un
régimen de autonomías que quiere ser fracturado)
Y sigue dando lecciones
magistrales, de las que nuestra Iglesia nada quiso oír. “Esa fusión que se
establece entre el patriotismo y la religión daña a uno y a otra. Lo que más
acaso ha estorbado el desarrollo del espíritu cristiano en España es que en los
siglos de la Reconquista se hizo de la cruz un pendón de batalla y hasta un
arma de combate, haciendo de la milicia una especie de sacerdocio, …por lo que
con san Pablo, la ley hace el pecado... Lo cristiano es gracia y sacrificio, no
derecho ni deber. ..No hay fariseísmo que pueda empañar el claro y terminante:
¡no matarás!. Y si para no infringirlo hay que renunciar a ciudadanías
históricas, se renuncia a ellas”
Nuevas lecciones, epigramas
para un frontispicio, lástima que nuestros gobernantes desde los RRCC hasta nuestros
días, ni con los judíos, los moriscos, con la Inquisición, la sangrienta época
de Eta y sus secuaces como Otegui o ahora la Jihad de Oriente, no hayamos
aprendido suficientemente a tener un mayor sentido humanitario y seguir los
consejos de este gran filósofo español, don Miguel de Unamuno.
A diferencia de la vocación
partidista de Unamuno, Ganivet entiende que deben existir programas y voces
independientes para formar opinión
Ganivet recordará a Unamuno que
lo que el llama espíritu territorial, no es sólo tierra, es también humanidad,
es sentimiento de los trabajadores silenciosos de los que habla el vízcaino
.
Con respecto al enriquecimiento,
difiere de Unamuno en que el “valor del dinero depende de la aptitud que se
tenga para invertirlo en obras nobles y útiles”
Y que los ideales han de ser el cimiento sobre el que se forje la
riqueza. “si no se tienen elevados sentimientos, la riqueza pondrá de relieve
la vulgar grosería y la odiosa bajeza; y en España, cuyo flaco es la desunión ,
si no inculcamos ideas de fraternidad, el progreso económico se mostrará en
rivalidades vergonzosas (sic para el hoy)
Sobre el nacimiento y auge del
sentimiento regionalista, allá por 1898, dirá: “He estado tres veces en
Cataluña y después de alegrarme de la prosperidad de que goza, me ha disgustado la ingratitud con
que juzga a España la juventud intelectual nacida en este período de
renacimiento; a algunos les he oído negar a España (cuanto le dolió y cuanto
nos sigue doliendo hoy día). Y, sin embargo, el renacimiento catalán ha sido
obra no sólo de los catalanes, sino de España entera, que ha secundado
gustosamente sus esfuerzos. En las Vascongadas sólo he estado de paso; pero he
conocido a muchos vascongados; los más han sido bilbaínos, capitanes de buque,
y éstos son gente chapada a la antigua, con la que da gusto hablar; los que
son casi intratables son los modernos, los enriquecidos con los negocios de
minas, que no sólo niegan a España (y sus descendientes le pondrían Goma 2 y asesinarían a sus
compatricios) y hablan de ella con desprecio, sino que desprecian también a
Bilbao y prefieren vivir en Inglaterra. El motivo de estos desplantes no puede
ser más español.
Y concluirá, con palabras para
tallar en mármol: “nuestra salvación económica está en la solidaridad,
porque dentro de España se pueden formar con holgura los centros consumidores,
exigidos por las industrias.”
“Nuestro desquite llegará el día
que nos impulse un ideal nuevo, no el día que tengamos, si esto fuera posible,
tanta riqueza como nuestros adversarios”
Discrepan, censuran, difieren,
pero late en ellos dos, según su formación originaria, un mismo sentimiento de
amor a España, razón de estas opiniones, de esas cartas y del libro que en 1905
saldría de las imprentas.
Los lectores de aquel 1898, en el excelso Defensor de
Granada, leerían con gozo letras que hoy son tan verdad como ayer, labradas por
el pensamiento de dos hijos de España, del Norte y del Sur, que sin embargo
para el granadino serían las postreras de su vida, pues al igual que nuestra
derrota colonial, la pérdida de Cuba, Filipinas, las Marianas y las posesiones
que ostentamos durante cuatro siglos, también fenecerían, lo mismo que Ganivet
en las frías aguas del Duina, en este caso un 29 de noviembre de 1898
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