GRANADA 1936, DE MANUEL AYLLON.
EDITORIAL STELLA MARIS
Aún cuando del libro Los Reyes de
la Alhambra, escrita por Francisco Bueno, sobre lo que espero hablar en fecha
próxima, sólo llevaba escasos capítulos, mi pasión bibliófila había encaminado
mis pasos, casualmente, a una modesta y
angosta librería de la calle San Jerónimo de Granada, en mis acostumbrados y
escasos paseos por mi ciudad natal, donde con el ánimo de hallar siempre alguna
inesperada sorpresa, en autor o en escrito antiguo, de pronto me tropecé con
una portada y un título que despertaron toda mi atención. Si hubiera sido un
glotón, seguro que mis papilas gustativas habrían realizado el mismo ejercicio
de salivar con fruición, ya que el título de Granada 1936, despertó toda mi
curiosidad y mi voracidad por tenerlo entre mis manos e iniciar pronto su
lectura.
Sin embargo, decidí aparcarlo
para no interrumpir la historia de los reyes de la Alhambra, aunque una tarde,
no pude resistir la tentación y empecé la lectura de la novela escrita por un
arquitecto sobre el año 36, principalmente desde el 24 de junio, que comienza
hasta el 18 de julio, en que concluye junto a una reseña de algunos de los
personajes que aparecen en este drama. Las páginas de esta obra me fueron
cautivando y como si fuera una campana doblando a difuntos, que esa es la
sensación que he tenido con cada capítulo, empecé campanada a campanada,
redoble a redoble, el hermoso relato que
volvía a adentrarme en la Granada de la venganza, la envidia y el dolor, pero con la dirección siempre de Trescastro,
despachando sobre los veladores de los distintos bares, tales como el Jandila,
Pasaje y la Alhambra, entorno a
innumerables copas de coñac, con las listas que el “obrero amaestrado”, Ramón
Ruíz Alonso (el que fuera progenitor de las actrices Penella y que tuvo que
huir a Estados Unidos para allí ser enterrado y que su tumba no fuera allanada
en Madrid, en busca de un descanso eterno, que nunca podrá tener por tantas
maldades como cometió, él y sus adláteres)) les facilitaba, cuando no los de la Calle Duquesa, servicio de la
policía, o la no menos siniestra y
cobarde camarilla de Valdés,: teniente coronel Velasco, los hermanos Jiménez de
Parga, abogados, José Mingorance, Moreno Funes y el que fuera comandante del
puesto de la Guardia Civil de Alquife, que lo tenía de guardaespaldas; el antiguo
secretario del alcalde Torres, que se había pasado con todo el equipo, como
también los ya citados Trescastro y Ruíz Alonso.
Aún cuando ya conocía la trama,
aparecieron cosas nuevas y, sobre todo, la respuesta del libro al por qué del
asesinato de Federico García Lorca, que no fueron otros, según su autor, que las luchas y afrentas entre caciques de
Asquerosa, hoy llamada Valderrubio. Los
Roldán, Benavides, Alba y García, con el soporte de un abogado mediocre y
beodo como Juan Luis Trescastro, jefe de la asociación asesina las Escuadras
negras, que llegó a estar formada por unas treinta personas, organizadas en
distintos grupos, La envidia que se
profesaban, particularmente por el reconocimiento del poeta a nivel nacional y
muy especialmente en Cuba y Argentina. Su poema sobre la Guardia Civil, en su
libro Romancero gitano. Su solidaridad con el Socorro rojo y la Unión
Soviética, sin que por ello él nunca quisiera adscribirse a ningún partido
político, a pesar de las presiones de Rafael Albertí y su, luego esposa, la
también escritora María Teresa de León, cuando él siempre decía que su único
partido eran “los pobres buenos”. Y, como no, sus inclinaciones sexuales, que
fueron numerosas: Valdivielso, Salvador Dalí, Emilio Aladrén, Rafael Rodríguez
Rapún, como también la zapatera de Mesones, Agustina, que también sería
cobardemente asesinada, con la anuencia y el visto bueno de las siniestras
listas por parte de dos corruptos abogados, los hermanos Manuel y José Antonio Jiménez de Parga, que
rápidamente acudieron al Gobierno Civil para prestar sus servicios macabros de
la manera más cruel que un letrado podía hacerlo, colaborando en señalar a
millares de granadinos que fueron “paseados” en Víznar, camino de Armilla o
delante de las tapias del cementerio de San José, por parte de esas camarillas
de desaprensivos civiles y militares, que la vida ajena, la vida de sus
coterráneos, la vida de sus vecinos, de sus paisanos, nada les importó.
Cada capítulo, desde el primero,
titulado Días de pasión, un 24 de junio de 1936, transcurre como el redoble
fúnebre de la campana de la Colegiata de San Justo y Pastor: lúgubre. Nos lleva
desde Madrid a Granada, en los momentos de la lectura de su última obra de teatro:
La casa de Bernarda Alba, en el domicilio de los condes de Yebes, la cena en la
aún existente y célebre y siempre grata sidrería de Casa Mingo, cercana a la
ermita de San Antonio, en cuyo techo están algunas de las obras murales de Goya
más celebradas; la Residencia de
estudiantes, que fuera un tiempo su primer lugar de estancia en Madrid; la
calle Mesones, en el número 6, esquina de la plaza Cauchiles, donde regentaba
una zapatería una soltera de 44 años, Agustina Mercedes González López.
Libertaria, humanista, avanzadilla femenina y el primer amor juvenil de
Federico, quien en la trastienda de su negocio adoctrinaba a algunas mujeres y
que por ello, en aquella sociedad rancia, de la “carcuncia” que llamaba a la
burguesía granadina García Lorca, nada bueno podía esperar. Calle San Antón,
donde dos banderilleros, militantes del sindicato FAI, Galadí y Joaquín Cabezas vigilaban los movimientos del
golpista José Valdés Gúzman, militar y falangista, llegado desde Logroño, cuya
tumba hoy no puede ostentar su nombre pues en Granada nunca podrá tener
descanso y sería derruida por los nietos de aquellos obreros que él mandó
fueran fusilados, cuando alcanzó el Gobierno Civil en el alzamiento militar.
El
Ministerio de la Gobernación, al igual que el Gobierno republicano, que no
supieron anteponerse a la ola de asesinatos que se producían en España, cuyo
aldabonazo fueron los disparos sobre el teniente Jose Antonio del Castillo
Sáenz de Tejada, quien estudió el bachiller en el mismo colegio que lo hizo
Federico en Granada, en la calle de Fuencarral, por parte de jóvenes
falangistas y de Calvo Sotelo, por las mismas fuerzas del orden, alguno de
cuyos asesinos días antes habían guardado las espaldas a Indalecio Priieto en
Cuenca, además de la ineptitud de Casares Quiroja, Diego Martínez Barrio o el
mismo Giral, quienes no pudieron contener as los militares golpistas cuando
eran los Jefes de Gobierno.
Calle Alcalá, Madrid, residencia
de los García Lorca. Los numerosos bares de los conciliábulos de los matones
granadinos: bar Jandilla, Pasaje, Alhambra.
Delante de la clásica tapa de aceitunas, de jamón, habas o cualquier
otra deferencia del establecimiento, en sus mesas, delante de la barra, desfilarían y
pregonarían sus atrocidades los matones de las Escuadras negras y la voz cobarde y borracha de Juan Luis
Trescastro.
Huerta de San Vicente, paraíso de
los García Lorca, que sin embargo la desidia urbana, como el caciquismo y el
desprecio de cuantos alcaldes han gobernado la ciudad, poco a poco fueron
sumergiendo este cortijo, como el vecino del Tamarit, como las cercanías de los
Callejones de Gracia, para que el ladrillo, el vidrio y el hormigón sirvieran
de pretexto y enriquecimiento a ediles y canallas, que nos despojaron y nos
siguen despojando, de la vega, Ultima morada de Federico y su familia, hoy
museo. En este lugar fueron agredidos y amenazados por las huestes que venían
de Asquerosa y gracias a la intervención de un Guardia Civil, el casero de los
García, Perea, después de atado a un árbol y apaleado, al menos no llegó a
sufrir males mayores delante de los García Lorca. En esta casa y con la
presencia de Luis Rosales, poeta que años después será encumbrado al Olimpo de
la poesía española, tomaron la decisión de que se alojara en la casa de los
padres de los Rosales, en la calle Angulo, cercana a la Plaza de la Trinidad y
de los Lobos, como también de la calle Duquesa, de siniestra memoria por los
sucesos de aquellos entonces.
Los nombres de cuantos inocentes
fueron asesinados, simplemente por haber militado en un partido contrario a la
CEDA, o no ser de Falange. No respetaron a catedráticos, ni médicos, ni militares
amigos del mismo Franco, caso del gobernador militar, general Campins, que el
cosuegro del presidente de la República, Alcalá Zamora, fusilaría en Sevilla,
tras un consejo de guerra ridículo. La lista es increíble: Manuel Fernández
Montesinos Lustau, médico, cuñado de Federico, padre de tres hijos, esposo de
la hermana mayor del “eximio poeta”, como gustara tildarle su hermana Isabel.
Concha, y alcalde en funciones de Granada. Apresado y conducido a la cárcel
provincial, desde donde sería conducido esposado a su postrer destino. Virgilio
Castilla, presidente de la Diputación Provincial de Granada y así un largo
rosario de víctimas inocentes. (Hoy también esta cárcel ha sidoderribada, para esconder nuestras propias vergüenzas y que no sirviera de museo del horror.
Casa de los Morla. Madrid. Lugar
de tertulia y fraternidad literaria.
En los tristes anales de Granada
quedarán para la eternidad los nombre de golpistas y asesinos, como de sus
publicistas y correveidiles, de mayor o menor grado, pero también culpables de
este nuevo genocidio: coronel Basilio León Maestre, comandante Miralles,
comandante Francisco Rosaleny, Queipo de Llano, coronel Antonio Muñoz Jiménez,
capitán de infantería Jose María Nestares Cuellar, capitán médico Eduardo López
Font, Joaquín Pérez y Martínez de Victoria. Juan Luis Trescastro, abogado
íntimo de los Roldán, José Moreno Dávila, periodista; Ramón Ruíz Alonso, Luis
García Alix, Antonio Fernández Sánchez, colaborador militar de Valdés.Julio
Romero Funes, Rafael Martínez Fajardo, Velasco Simarro, Manuel Martínez
Bueso, Mariano Ajenjo, Díaz Plaja,
secretario de la Falange en Granada. Cecilio Cirre, Enrique Iturriaga. Hermanos
Rosales, Gerardo Afán de Rivera, Antonio Robles Jiménez, Patricio González de Canales, Santiago Cardel,
Evaristo Páez, Romero de la Cruz, Emilio Entrala. El panaerillo: Eduardo López
Peso. (Este canalla no sólo participó en el asesinato de Federico, del maestro de
Pulianas y físicamente cojo, además de republicano, y de los dos banderilleros,
sino que fue con un recibo firmado por Federico en sus últimos momentos de vida
para que al día siguiente su padre, con su hijo ya tendido en una cuneta en el barranco de Víznar, le entregara 1.000
pesetas como donativo) El chato de plaza
Nueva, el Pajarero, el Mono de Tarquina, el Tío de la Pasta, el Jamuga, y así
hasta más de treinta criminales a los que Trescastro organizó en cinco grupos y
que el inefable Ruíz Alonso quiso controlar.
Rector Salvador Vila, catedrático
de Cultura Arabe e Instituciones Islámicas; Rafael García Duarte Salcedo,
catedrático de Pediatría. Jesús Yoldi Bereau, catedrático de Química General;
Joaquín García Labella, catedrático de Derecho político. Jesús Megías Manzano,
profesor de la facultad de Medicina, otros de cuantos sufrieron la cárcel o el crimen que
se organizaba desde el despacho de Valdés o en los calabozos de la calle
Duquesa
.
Caso de José Palao, Engracia
Tuero, esposa, la traición y Juan Palao. Conmovedora historia de dos hermanos
originarios de Orgiva, el uno chivato, el otro militante socialista que
socorrió a los hijos de Nestares y que sin embargo, sería asesinado por su
conocida y modesta militancia de izquierdas, mientras el mismo Nestares se
encontraba en Víznar como responsable de aquella zona y de la Casa de Colonias
donde iban a parar quienes después serían asesinados entre Víznar y Alfacar.
Nunca se interesó por los tres hijos que dejaba Juan Palao, cuando él en su modesto hogar en la cercanía de la calle Elvira, le prestó socorro a su familia, mientras los suyos
regentaron conocidos negocios de Granada y tuvieron la fortuna de seguir junto
a sus padres. Los de este obrero de la construcción, perdieron al padre y
tuvieron que marcharse de su ciudad natal. Esta fue otra de las grandes
tragedias de Granada. Innumerables inocentes eran asesinados y sus delatores y
asesinos, pudieron dejar en herencia a sus descendientes algo que quienes
vieron cómo eran arrastrados de su hogar a sus familiares y tuvieron que
exiliarse, no tuvieron esa suerte.
Bar Pasaje (la pajarera), bar Jandilla,
café Alameda, La Figuería, La Granja, la Montillana, la Alhambra, lugares de
las francachelas de los asesinos.y también de trabajo para algunos de los personajes que desfilan por esta obra.
Constantino, director de El
Defensor de Granada, amigo de Federico, también asesinado y cerrado un medio de
prensa que fundara don Luis Seco de Lucena y que tanto había hecho por el
desarrollo, la libertad y la cultura de
Granada. Y cuya cabecera nunca ha vuelto a ver la luz a pesar de la relevancia e importancia de este periódico para la ciudad y su entorno.
Camarilla de Valdés: teniente
coronel Velasco, los hermanos Jiménez deParga, José Mingorance, Moreno Funes y
el que fuera comandante del puesto de la Guardia Civil de Alquife que lo tenía
de guardaespaldas, el antiguo secretario de Torres, que se había pasado con
todo el equipo. Trescastro y Ruíz Alonso
3.600 asesinatos delante de las
tapias del cementerio
José Palanco Romero, catedrático
y católico. Asesinado
.
Prisión de Granada diseñada para
400 internos la ocupaban más de 2.000 presos políticos
Causa 47/36 tribunal que dictó la
infame sentencia: formado por los coroneles Rafael Lacal, Santiago Taboada y
Manuel Fernandez Labrada, asistidos por el comandante Francisco Rosaleny
Burguet y por el capitán Rafael Ruíz Algar
Ingeniero Santa Cruz. Asesinado, se casó en la misma cárccel con su gran amor, una gitana, a pesar de ser él de familia aristocrática y no haberlo hecho con la destacda aristocrática Francisca Gómez de las Cortinas. Diseñó la carretera de Sierra Nevada.
Arzobispo Parrado. Que poco hizo
por frenar esa locura de odio y muerte. Franco lo recompensó dándole un asiento
en sus Cortes.
Calle Duquesa. Donde estuvo el
Gobierno Civil, delante del Jardín Botánico y el edificio de la Policía, hoy
cerrado y que espero que siga de pié para guardar la memoria de tanta barbarie
como allí se cometió.
Capitán Rojas Feingespan. Después
de disparar a campesinos y quemar sus chozas, en Casas Viejas, cuyo asunto y
mala gestión de Azaña y su equipo, le llevó a la dimisión como presidente de
Gobierno, Granada tuvo el infortunio de acoger a este siniestro y esperpéntico personaje.
Juan Palo junto a un joven
carpintero, cuando era aprendíz de fontanero, asesinado.
Alejandro Roldán Benavides, gran
cacique de Asquerosa, Horacio Roldán Quesada, Miguel Roldán Quesada, el
marquesito, Enrique García Puerta, alcaldía de Pinos Puente y apodado el
Marranero. Asesinos.
Los Linares, los Perea. Disputas
por la tierra.
Alfredo Rodríguez Orgaz, arquitecto
municipal, que logró evadirse gracias a la ayuda de los García Lorca a su
paso por la Huerta de san Vicente.
Greta Adler, esposa de Moreno
Vila, con nacionalidad austriaca, asesinada.
Conductor un tal Ureña, de
Asquerosa, José Benavides Peña, el Marranero,
asesinos
Calle Angulo, últimos días de
Federico en Granada. Hoy existe un hotel, que por desgracia no conserva el pavimento de mármol blanco y se ha transformado bastante, sin embargo en la atmósfera de sus arcos interiores queda la huella y el perfume del poeta y de sus entrañables "carceleras".
Joaquín Espigares, falangista e
incondicional de Nestares. ¡Culpable!
.
Jefe de la escolta de Valdéz,
Federico Díaz Esteve, hijo del general Díaz Barrientos
Manuel Matínez Bueso, falangista
en Víznar
Piquete de ejecución: mandado por
Mariano Ajenjo Moreno, guardias, Salvador Baro Leyva (Salvaorillo) Juan Jiménez
Cascales, Fernando Correa Carrasco, Silvio Rodríguez y Antonio Hernández Martín ¡ASESINOS!
José Jover Tripaldi, que ayudó en
su última oración al Gran Poeta Universal. Al más grande de los Granadinos:
Federico García Lorca
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