sábado, 1 de octubre de 2016

GRANADA 1936, de Manuel Ayllón. Editorial Stella Maris

GRANADA 1936, DE MANUEL AYLLON. EDITORIAL STELLA MARIS

Aún cuando del libro Los Reyes de la Alhambra, escrita por Francisco Bueno, sobre lo que espero hablar en fecha próxima, sólo llevaba escasos capítulos, mi pasión bibliófila  había encaminado mis pasos, casualmente,  a una modesta y angosta librería de la calle San Jerónimo de Granada, en mis acostumbrados y escasos paseos por mi ciudad natal, donde con el ánimo de hallar siempre alguna inesperada sorpresa, en autor o en escrito antiguo, de pronto me tropecé con una portada y un título que despertaron toda mi atención. Si hubiera sido un glotón, seguro que mis papilas gustativas habrían realizado el mismo ejercicio de salivar con fruición, ya que el título de Granada 1936, despertó toda mi curiosidad y mi voracidad por tenerlo entre mis manos e iniciar pronto su lectura.

Sin embargo, decidí aparcarlo para no interrumpir la historia de los reyes de la Alhambra, aunque una tarde, no pude resistir la tentación y empecé la lectura de la novela escrita por un arquitecto sobre el año 36, principalmente desde el 24 de junio, que comienza hasta el 18 de julio, en que concluye junto a una reseña de algunos de los personajes que aparecen en este drama. Las páginas de esta obra me fueron cautivando y como si fuera una campana doblando a difuntos, que esa es la sensación que he tenido con cada capítulo, empecé campanada a campanada, redoble a redoble,  el hermoso relato que volvía a adentrarme en la Granada de la venganza, la envidia y el dolor,  pero con la dirección siempre de Trescastro, despachando sobre los veladores de los distintos bares, tales como el Jandila, Pasaje y la Alhambra,  entorno a innumerables copas de coñac, con las listas que el “obrero amaestrado”, Ramón Ruíz Alonso (el que fuera progenitor de las actrices Penella y que tuvo que huir a Estados Unidos para allí ser enterrado y que su tumba no fuera allanada en Madrid, en busca de un descanso eterno, que nunca podrá tener por tantas maldades como cometió, él y sus adláteres)) les facilitaba, cuando no  los de la Calle Duquesa, servicio de la policía,  o la no menos siniestra y cobarde camarilla de Valdés,: teniente coronel Velasco, los hermanos Jiménez de Parga, abogados,  José Mingorance,  Moreno Funes y el que fuera comandante del puesto de la Guardia Civil de Alquife,  que lo tenía de guardaespaldas; el antiguo secretario del alcalde Torres, que se había pasado con todo el equipo, como también los ya citados Trescastro y Ruíz Alonso.

Aún cuando ya conocía la trama, aparecieron cosas nuevas y, sobre todo, la respuesta del libro al por qué del asesinato de Federico García Lorca, que no fueron otros, según su autor,  que las luchas y afrentas entre caciques de Asquerosa, hoy  llamada Valderrubio. Los Roldán, Benavides, Alba y García, con el soporte de un abogado mediocre y beodo como Juan Luis Trescastro, jefe de la asociación asesina las Escuadras negras, que llegó a estar formada por unas treinta personas, organizadas en distintos grupos,  La envidia que se profesaban, particularmente por el reconocimiento del poeta a nivel nacional y muy especialmente en Cuba y Argentina. Su poema sobre la Guardia Civil, en su libro Romancero gitano. Su solidaridad con el Socorro rojo y la Unión Soviética, sin que por ello él nunca quisiera adscribirse a ningún partido político, a pesar de las presiones de Rafael Albertí y su, luego esposa, la también escritora María Teresa de León, cuando él siempre decía que su único partido eran “los pobres buenos”. Y, como no, sus inclinaciones sexuales, que fueron numerosas: Valdivielso, Salvador Dalí, Emilio Aladrén, Rafael Rodríguez Rapún, como también la zapatera de Mesones, Agustina, que también sería cobardemente asesinada, con la anuencia y el visto bueno de las siniestras listas por parte de dos corruptos abogados, los hermanos  Manuel y José Antonio Jiménez de Parga, que rápidamente acudieron al Gobierno Civil para prestar sus servicios macabros de la manera más cruel que un letrado podía hacerlo, colaborando en señalar a millares de granadinos que fueron “paseados” en Víznar, camino de Armilla o delante de las tapias del cementerio de San José, por parte de esas camarillas de desaprensivos civiles y militares, que la vida ajena, la vida de sus coterráneos, la vida de sus vecinos, de sus paisanos, nada les importó.

Cada capítulo, desde el primero, titulado Días de pasión, un 24 de junio de 1936, transcurre como el redoble fúnebre de la campana de la Colegiata de San Justo y Pastor: lúgubre. Nos lleva desde Madrid a Granada, en los momentos de la lectura de su última obra de teatro: La casa de Bernarda Alba, en el domicilio de los condes de Yebes, la cena en la aún existente y célebre y siempre grata sidrería de Casa Mingo, cercana a la ermita de San Antonio, en cuyo techo están algunas de las obras murales de Goya más celebradas;  la Residencia de estudiantes, que fuera un tiempo su primer lugar de estancia en Madrid; la calle Mesones, en el número 6, esquina de la plaza Cauchiles, donde regentaba una zapatería una soltera de 44 años, Agustina Mercedes González López. Libertaria, humanista, avanzadilla femenina y el primer amor juvenil de Federico, quien en la trastienda de su negocio adoctrinaba a algunas mujeres y que por ello, en aquella sociedad rancia, de la “carcuncia” que llamaba a la burguesía granadina García Lorca, nada bueno podía esperar. Calle San Antón, donde dos banderilleros, militantes del sindicato FAI, Galadí y  Joaquín Cabezas vigilaban los movimientos del golpista José Valdés Gúzman, militar y falangista, llegado desde Logroño, cuya tumba hoy no puede ostentar su nombre pues en Granada nunca podrá tener descanso y sería derruida por los nietos de aquellos obreros que él mandó fueran fusilados, cuando alcanzó el Gobierno Civil en el alzamiento militar. 

El Ministerio de la Gobernación, al igual que el Gobierno republicano, que no supieron anteponerse a la ola de asesinatos que se producían en España, cuyo aldabonazo fueron los disparos sobre el teniente Jose Antonio del Castillo Sáenz de Tejada, quien estudió el bachiller en el mismo colegio que lo hizo Federico en Granada, en la calle de Fuencarral, por parte de jóvenes falangistas y de Calvo Sotelo, por las mismas fuerzas del orden, alguno de cuyos asesinos días antes habían guardado las espaldas a Indalecio Priieto en Cuenca, además de la ineptitud de Casares Quiroja, Diego Martínez Barrio o el mismo Giral, quienes no pudieron contener as los militares golpistas cuando eran los Jefes de Gobierno.

Calle Alcalá, Madrid, residencia de los García Lorca. Los numerosos bares de los conciliábulos de los matones granadinos: bar Jandilla, Pasaje, Alhambra.  Delante de la clásica tapa de aceitunas, de jamón, habas o cualquier otra deferencia del establecimiento, en sus mesas,  delante de la barra, desfilarían y pregonarían sus atrocidades los matones de las Escuadras negras y  la voz cobarde y borracha de Juan Luis Trescastro.

Huerta de San Vicente, paraíso de los García Lorca, que sin embargo la desidia urbana, como el caciquismo y el desprecio de cuantos alcaldes han gobernado la ciudad, poco a poco fueron sumergiendo este cortijo, como el vecino del Tamarit, como las cercanías de los Callejones de Gracia, para que el ladrillo, el vidrio y el hormigón sirvieran de pretexto y enriquecimiento a ediles y canallas, que nos despojaron y nos siguen despojando, de la vega, Ultima morada de Federico y su familia, hoy museo. En este lugar fueron agredidos y amenazados por las huestes que venían de Asquerosa y gracias a la intervención de un Guardia Civil, el casero de los García, Perea, después de atado a un árbol y apaleado, al menos no llegó a sufrir males mayores delante de los García Lorca. En esta casa y con la presencia de Luis Rosales, poeta que años después será encumbrado al Olimpo de la poesía española, tomaron la decisión de que se alojara en la casa de los padres de los Rosales, en la calle Angulo, cercana a la Plaza de la Trinidad y de los Lobos, como también de la calle Duquesa, de siniestra memoria por los sucesos de aquellos entonces.

Los nombres de cuantos inocentes fueron asesinados, simplemente por haber militado en un partido contrario a la CEDA, o no ser de Falange. No respetaron  a catedráticos, ni médicos, ni militares amigos del mismo Franco, caso del gobernador militar, general Campins, que el cosuegro del presidente de la República, Alcalá Zamora, fusilaría en Sevilla, tras un consejo de guerra ridículo. La lista es increíble: Manuel Fernández Montesinos Lustau, médico, cuñado de Federico, padre de tres hijos, esposo de la hermana mayor del “eximio poeta”, como gustara tildarle su hermana Isabel. Concha, y alcalde en funciones de Granada. Apresado y conducido a la cárcel provincial, desde donde sería conducido esposado a su postrer destino. Virgilio Castilla, presidente de la Diputación Provincial de Granada y así un largo rosario de víctimas inocentes. (Hoy también esta cárcel ha sidoderribada, para esconder nuestras propias vergüenzas y que no sirviera de museo del horror.

Casa de los Morla. Madrid. Lugar de tertulia y fraternidad literaria.

En los tristes anales de Granada quedarán para la eternidad los nombre de golpistas y asesinos, como de sus publicistas y correveidiles, de mayor o menor grado, pero también culpables de este nuevo genocidio: coronel Basilio León Maestre, comandante Miralles, comandante Francisco Rosaleny, Queipo de Llano, coronel Antonio Muñoz Jiménez, capitán de infantería Jose María Nestares Cuellar, capitán médico Eduardo López Font, Joaquín Pérez y Martínez de Victoria. Juan Luis Trescastro, abogado íntimo de los Roldán, José Moreno Dávila, periodista; Ramón Ruíz Alonso, Luis García Alix, Antonio Fernández Sánchez, colaborador militar de Valdés.Julio Romero Funes, Rafael Martínez Fajardo, Velasco Simarro, Manuel Martínez Bueso,  Mariano Ajenjo, Díaz Plaja, secretario de la Falange en Granada. Cecilio Cirre, Enrique Iturriaga. Hermanos Rosales, Gerardo Afán de Rivera, Antonio Robles Jiménez,  Patricio González de Canales, Santiago Cardel, Evaristo Páez, Romero de la Cruz, Emilio Entrala. El panaerillo: Eduardo López Peso. (Este canalla no sólo participó en el asesinato de Federico, del maestro de Pulianas y físicamente cojo, además de republicano, y de los dos banderilleros, sino que fue con un recibo firmado por Federico en sus últimos momentos de vida para que al día siguiente su padre, con su hijo ya tendido en una cuneta  en el barranco de Víznar, le entregara 1.000 pesetas como donativo)  El chato de plaza Nueva, el Pajarero, el Mono de Tarquina, el Tío de la Pasta, el Jamuga, y así hasta más de treinta criminales a los que Trescastro organizó en cinco grupos y que el inefable Ruíz Alonso quiso controlar.

Rector Salvador Vila, catedrático de Cultura Arabe e Instituciones Islámicas; Rafael García Duarte Salcedo, catedrático de Pediatría. Jesús Yoldi Bereau, catedrático de Química General; Joaquín García Labella, catedrático de Derecho político. Jesús Megías Manzano, profesor de la facultad de Medicina, otros de cuantos sufrieron la cárcel o el crimen que se organizaba desde el despacho de Valdés o en los calabozos de la calle Duquesa
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Caso de José Palao, Engracia Tuero, esposa, la traición y Juan Palao. Conmovedora historia de dos hermanos originarios de Orgiva, el uno chivato, el otro militante socialista que socorrió a los hijos de Nestares y que sin embargo, sería asesinado por su conocida y modesta militancia de izquierdas, mientras el mismo Nestares se encontraba en Víznar como responsable de aquella zona y de la Casa de Colonias donde iban a parar quienes después serían asesinados entre Víznar y Alfacar. Nunca se interesó por los tres hijos que dejaba Juan Palao, cuando él en su modesto hogar en la cercanía de la calle Elvira, le prestó socorro a su familia, mientras los suyos regentaron conocidos negocios de Granada y tuvieron la fortuna de seguir junto a sus padres. Los de este obrero de la construcción, perdieron al padre y tuvieron que marcharse de su ciudad natal. Esta fue otra de las grandes tragedias de Granada. Innumerables inocentes eran asesinados y sus delatores y asesinos, pudieron dejar en herencia a sus descendientes algo que quienes vieron cómo eran arrastrados de su hogar a sus familiares y tuvieron que exiliarse, no tuvieron esa suerte.

Bar Pasaje (la pajarera), bar Jandilla, café Alameda, La Figuería, La Granja, la Montillana, la Alhambra, lugares de las francachelas de los asesinos.y también de trabajo para algunos de los personajes que desfilan por esta obra.

Constantino, director de El Defensor de Granada, amigo de Federico, también asesinado y cerrado un medio de prensa que fundara don Luis Seco de Lucena y que tanto había hecho por el desarrollo, la libertad  y la cultura de Granada. Y cuya cabecera nunca ha vuelto a ver la luz a pesar de la relevancia e importancia de este periódico para la ciudad y su entorno.

Camarilla de Valdés: teniente coronel Velasco, los hermanos Jiménez deParga, José Mingorance, Moreno Funes y el que fuera comandante del puesto de la Guardia Civil de Alquife que lo tenía de guardaespaldas, el antiguo secretario de Torres, que se había pasado con todo el equipo. Trescastro y Ruíz Alonso

3.600 asesinatos delante de las tapias del cementerio

José Palanco Romero, catedrático y católico. Asesinado
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Prisión de Granada diseñada para 400 internos la ocupaban más de 2.000 presos políticos

Causa 47/36 tribunal que dictó la infame sentencia: formado por los coroneles Rafael Lacal, Santiago Taboada y Manuel Fernandez Labrada, asistidos por el comandante Francisco Rosaleny Burguet y por el capitán Rafael Ruíz Algar

Ingeniero Santa Cruz. Asesinado, se casó en la misma cárccel con su gran amor, una gitana, a pesar de ser él de familia aristocrática y no haberlo hecho con la destacda aristocrática Francisca Gómez de las Cortinas. Diseñó la carretera de Sierra Nevada.

Arzobispo Parrado. Que poco hizo por frenar esa locura de odio y muerte. Franco lo recompensó dándole un asiento en sus Cortes.

Calle Duquesa. Donde estuvo el Gobierno Civil, delante del Jardín Botánico y el edificio de la Policía, hoy cerrado y que espero que siga de pié para guardar la memoria de tanta barbarie como allí se cometió.

Capitán Rojas Feingespan. Después de disparar a campesinos y quemar sus chozas, en Casas Viejas, cuyo asunto y mala gestión de Azaña y su equipo, le llevó a la dimisión como presidente de Gobierno, Granada tuvo el infortunio de acoger a este siniestro y esperpéntico  personaje.

Juan Palo junto a un joven carpintero, cuando era aprendíz de fontanero, asesinado.

Alejandro Roldán Benavides, gran cacique de Asquerosa, Horacio Roldán Quesada, Miguel Roldán Quesada, el marquesito, Enrique García Puerta, alcaldía de Pinos Puente y apodado el Marranero. Asesinos.

Los Linares, los Perea. Disputas por la tierra.

Alfredo Rodríguez Orgaz, arquitecto municipal, que logró evadirse gracias a la ayuda de los García Lorca  a su paso por la Huerta de san Vicente.

Greta Adler, esposa de Moreno Vila, con nacionalidad austriaca, asesinada.

Conductor un tal Ureña, de Asquerosa, José Benavides Peña, el  Marranero, asesinos

Calle Angulo, últimos días de Federico en Granada. Hoy existe un hotel, que por desgracia no conserva el pavimento de mármol blanco y se ha transformado bastante, sin embargo en la atmósfera de sus arcos interiores queda la huella y el perfume del poeta y de sus entrañables "carceleras".

Joaquín Espigares, falangista e incondicional de Nestares. ¡Culpable!
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Jefe de la escolta de Valdéz, Federico Díaz Esteve, hijo del general Díaz Barrientos

Manuel Matínez Bueso, falangista en Víznar

Piquete de ejecución: mandado por Mariano Ajenjo Moreno, guardias, Salvador Baro Leyva (Salvaorillo) Juan Jiménez Cascales, Fernando Correa Carrasco, Silvio Rodríguez y Antonio Hernández Martín ¡ASESINOS!


José Jover Tripaldi, que ayudó en su última oración al Gran Poeta Universal. Al más grande de los Granadinos: Federico García Lorca

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