lunes, 10 de abril de 2017

A UN NIÑO QUE UN DÍA SOÑÓ CON SER TORERO

Me cuentan que ya el sueño eterno te ha vencido, que el cansancio se había apoderado de tu frágil cuerpecillo y te has abandonado en los brazos de Morfeo para que te deje a los pies de Tanatos.

De nada te han servido tus sueños de torero, de vestirte de luces, rodeado de terciopelo verde y cargado de alamares, coronado con tu montera, con la que brindarías a la afición la muerte de aquel morlaco de tus juveniles ensoñaciones, mientras hacías el paseíllo, seguido de tu cuadrilla y recogías las rosas de las encopetadas damiselas de los tendidos.

Ya la taleguilla, el capote, las banderillas, el estoque de matar, la camisa blanca, el corbatín, tus medias de seda y las zapatillas de charol, no volverán a acompañarte cuando te ponías el mundo por montera, contrariando a aquellos otros amigos de tu misma edad que mientras tanto imitaban parecerse a CR7 o al mismo Messi corriendo detrás de una pelota, o recibías los denuestos de cuantos paseaban a sus mascotas que irían orinando en cada esquina o depositando por todas partes sus excrementos, sin que a sus dueños nada le importara el decoro de la acera.

Tú tuviste el mismo sueño  que aquellos otros niños españoles y de las Américas que allá por los años veinte sólo soñaban con llegar a ser matador de toros, que desde La Coruña, hasta la plaza de Vera, pasando por Barcelona, Bilbao, las Ventas, la Maestranza o la Monumental de México, en la plazoleta de su barrio, en el patio de su casa, ante la tierna mirada del abuelo, daban pases y componían la figura ante un toro hecho de cartón piedra a modo de ensayo.

Picasso seguro que se habría inspirado en tus pases de pecho, en tus verónicas o en unas apretadas chicuelinas o cuando te disponías a esperar al toro delante de los chiqueros, a portagayola, con un molinete de rodillas que ni el mismo Belmonte, hubiera mejorado.

Los críticos como Chaves Nogales, o los poetas como Antonio Machado y Miguel Hernández, literatos como Rivas Cherif,  políticos como Indalecio Prieto,  te habrían subido a los altares mientras abrías la Puerta del Príncipe y eras llevado a hombros hasta tu hotel, en medio del torbellino de la feria del lugar
.
Me dicen que ya nunca más podrás cumplir tu sueño, pero quien esto me cuenta nada sabe de ti, ahora es cuando de verdad tú podrás hacerlo realidad, esta vez solamente unos privilegiados podrán  verte torear nubes de algodón en un azur infinito y además, mientras yo y otros buenos aficionados sólo podemos disfrutar del arte de tus lances en ocasiones, tú, sin embargo, ya lo harás para siempre, el único capaz de oír los clarines, de bailar al toro bajo un pasodoble del maestro José Padilla y con el traje de luces con el que te abriga el Hacedor de todo, mientras aquellos grandes maestros que desde antiguo viajan por las mimas plazas que tú ahora, los Manolete, Paco Camino, Armillita, Paquirri, Gitanillo de Triana, Ordóñez,  Antoñete o el mismísimo Gallo, entre los incontables, porfiarán en acompañarte para seguir contigo la misma pasión que a ellos, también niños, un día les embargó, como tú cuando quisiste decirles a todos que tu juego preferido, era ser torero.


Yo que vengo de una familia que ama los animales, que ni siquiera somos capaces de matar una mosca,  y que no haría ningún esfuerzo por acudir a un ruedo, entiendo que tú, a tu manera, también los amas, además de que has sido conquistado por la belleza de la plástica entre la bestia y el hombre con la sola defensa de una simple franela, razón por la que nunca he ido a una Plaza, pero admiro tu valentía, como también tu sueño infantil, que sólo merece que siempre te acompañe allá por donde vayas, en esa libertad y respeto que siempre se le debe otorgar a la infancia, cualquiera que sean sus aspiraciones y sueños, en este caso, el ser Torero.

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