GRANADA, UN SIGLO DE ANÉCDOTAS
(1890-1990), DE JOSÉ LUIS ENTRALA
Este granadino de gran vocación y
conocimiento del turismo, en este entrañable libro nos va describiendo las
numerosas anécdotas que él consideró dignas de llenar las páginas de tan
singular obra, aparecidas en la prensa de Granada, la misma que llegó a contar
con siete diarios y dos revistas (¡qué gozada sería aquello!, aún cuando la
cultura sólo estaba al alcance de las clases privilegiadas.
Por estas páginas conoceremos a
los primeros turistas, aquellas norteamericanas del siglo XIX que le arrancaron
los botones de plata a un guardia municipal, las frecuentes discusiones del
comercio hotelero para que el turismo se detuviera aquí algo más tempo del que
lo hacía, la precariedad de los hospedajes, la necesidad de nuevos hoteles, las
demandas para la explotación de las cumbres de Sierra Nevada, las dos plazas de
toros que otrora estuvieron. La del Triunfo, donde murió el Atarfeño y que dio lugar
a que su mujer se lanzara a la aventura del toreo, y la nueva vecina del estadio de los Cármenes.
También surgirán las guerras del
taxi, la apertura del camino de Ronda, la expansión hacia la estación de
ferrocarril, las innumerables visitas de celebridades políticas y del mundo del
arte, como el último viaje del tranvía de la Sierra, un 19 de enero de 1974,
que quien esto firma pudo también ser testigo del adiós a un recorrido de
majestuoso ensueño y aquel tranvía, del que hoy no habría dinero suficiente
para pagar un billete y viajar en él. Y cómo no los pedigüeños y la singular corte de los milagros, que en el siglo XXI será reemplazada por los visitantes norteños y los cochambrosos grafitis.
También quedará reflejado el mitin
que Blas Piñar daba en Granada el día 23 de febrero de 1981, mientras el
Congreso de los Diputados en Madrid era asaltado por Tejero, la misma
tarde-noche que yo venía de visitar a un cliente en San Martín de Valdeiglesias,
mi amigo Pablo, y me disponía a recoger
mi equipaje para desplazarme a Cáceres, a visitar al amigo Mariño, en la misma plaza Neptuno, quedaba yo
encerrado con los muchos curiosos y algún que otro político menos conocido, con
el alma en vilo, siguiendo las noticias de los improvisados transistores allí
presentes, llorábamos el probable fin de una democracia joven. Que por suerte y
la valentía de don Juan Carlos I, no sucedió.
Las diferentes situaciones de la
cafetería Granada, más conocida como Suizo y los numerosos otros bares y cafés.
De los alcaldes de Granada de esa
centuria, los Sola, Pérez Serrabona, o Jara, todos ellos nefastos para
conservar el patrimonio y la grandiosidad de la ciudad. Como muestra y
escarnio, el edificio Santander, aprobado por Pérez Serrabona, siendo teniente
de alcalde Morales Souvirón, secretario Alcázar Olalla y arquitecto municipal,
Olmedo Collantes, todos ellos pusieron un baldón en la historia de nuestra
ciudad que hasta que no sea derribado, seguirá pesando sobre ellos y sobre
cuantos granadinos han seguido consintiendo tan deleznable obra. También el silencio del entonces alcalde Antonio Jara, contra la construcción en los Alijares, mejor defendida la Alhambra por el entonces consejero de la Junta, Torres Vela. Este alcalde de origen murciano, años después daría sepultura a la Caja de Ahorros de Granada, mientras él seguía en la poltrona de la fundación.
De esta obra sólo se salva la
laboriosidad de los emprendedores de hostelería, agencias de viaje, guías y,
como no, el hijo del único gran alcalde que ha tenido Granada, Gallego Burín,
el catedrático, Gallego Morell, que además tuvo que soportar al gobernador
civil dedicó a Lorca, cuando iban a inaugurar el parador Nacional de Turismo de
Sierra Nevada, a saber: “menos mal que no ha querido la familia porque yo, como
falangista y gobernador de Granada, no hubiera consentido que se pusiera al
Parador el nombre de ese maricón”. Eso era allá por los años sesenta, a pesar
de la anuencia de Fraga para que ese parador llevara el nombre del gran poeta y
dramaturgo granadino. Este execrable personaje se llamaba Soler Bans.
Así seguían presentes en Granada
las fuerzas oscuras, las mismas que despreciaron a Juan Carlos en su primera
visita, mientras al carpintero de la calle de Niños Luchando, a su hijo y al
aprendiz, les daba las gracias por los
trabajos realizados para su descanso en el palacete de la calle Colegios, de un
gran aristócrata de la ciudad. La única recompensa que este artesano de la
madera sacó fue ver marchar al hijo a la
emigración y que le quitaran su casa en la calle Galicia del Zaidín.
Así era la Granada de entonces,
la misma que todavía en el año 1972, según el diario Ideal, ocupaba el lugar 45
entre 50 provincias españolas en la renta per cápita. Seguía siendo una de las
principales abastecedoras de mano de obra barata emigrante, cuando las élites
granadinas tenían inmovilizados enormes caudales en los bancos y seguía siendo
donde los salarios eran más bajos.
En el ayuntamiento, plaza del Carmen,
se hospedó Franco en su primera visita como Generalísimo, aquellas estancias se
decoraron con el mobiliario cedido por don Ramón Contreras, gran prócer
Requeté, que obligado por las circunstancias se vería obligado, como otras
distinguidas familias, los Pérez de Herrasti, Sres. De Prieto y viuda de Carazo,
a ceder sus vajillas.
Aún cuando en este libro no
aparece, yo sí puedo decir que en pago de esa generosa acogida de don Ramón
Contreras, el mismo que en el 36 con una llamada de teléfono, hizo posible que
un vecino de Niños Luchando 12, de UGT, pudiera salir libre de la cárcel,
gracias a las peticiones hechas por aquel modesto carpintero y vecino, don
Francisco Orero Montoro. Aquel Ugetista pudo rehacer su vida en Almería gracias
a estos dos corazones, cuando la barbarie estaba desatada en Granada, este don
Ramón, perdería a su hijo más preciado, Fernando de Contreras y Gómez de las
Cortinas, Pérez de Herrasti y Atienza, en la Academia de Valladolid, un viernes
29 de noviembre de 1940. Fue el padrino de mi padre, mientras su hermana, María Luisa, la madrina de mi tía, sería una de las
impulsoras del convento de las Siervas del Evangelio, cerca de su antigua residencia
en la calle Puentezuelas y de su casa, el palacio de las Columnas, hoy Escuela
de Traductores, en la calle Obispo Hurtado.
En 1979, dos catedráticos de la
Facultad de Letras de Granada son trasladados a Madrid y en su última lección,
denuncian que Granada ha dejado de ser una ciudad monumental por culpa del
proceso de destrucción sufrido en los
últimos años. Estos son los profesores Jose Manuel Pita Andrade y Joaquín
Bosque Maurell. (Y eso que seguro no ha podido ver lo que hasta este siglo XXI
vienen haciendo).
En 1983 en Granada existían 13
cines, entre ellos una sala X dedicada al cine porno. Hoy sólo cabe echarse a
llorar para quienes hemos disfrutado del cine en salas majestuosas como el Olympia, Goya,
Regio, Palacio del cine, Aliatar y tantos otros.
Visita e Dalí, que almuerza en el
restaurante Sevilla, hoy, como el de Los leones y tantos otros entrañables,
desaparecido, a pesar de que allí iba Federico y uno de los camareros recitaba las Soledades de Góngora, que impresionaba a sus visitantes, para después saborear la mejor tortilla del sacromonte que se pudiera, a pesar de lo poco que le gustaría a nuestro Rey emérito.
A Granada , vitoreado por
cualquier sitio donde pasa, llegará Agustín Lara, el mejicano autor del himno
de Granada, a quien se le regalará un solar para que se haga una casa y residirá en el Palace de la Alhambra.
La reina Fabiola y Balduino serán asiduos visitantes de la costa granadina, concretamente de Motril.
Los problemas de tráfico en la
ciudad, la dificultad en las comunicaciones con el resto de España, ayer como
hoy, seguirán siendo otro de los problemas que sirven de anécdota de este
libro.
Como también el mes de diciembre
de 1973, cuando el almirante Carrero Blanco, presumible sucesor de Franco,
vuela por los aires en uno de los atentados de ETA más sonados, mientras
aterrizaba en el nuevo aeropuerto de Granada, pocos años antes inaugurado,
quien esto firma después de darle la vuelta al mundo, representando a Azulejera
Granadina, e intentando desde su juventud e inexperiencia introducir los
azulejos que en el camino de Víznar se fabricaban, en otra industria que
también desaparecería.
Cientos, miles de anécdotas de
este granadino, José Luis Entrala, que además de su amor por su tierra, hizo un
enorme trabajo por el turismo de Granada y provincia.
Recomendado para todo aquel que
quiera saber algo más de la Granada eterna.
Gracias al autor por tantos elogios a mi libro. No lo he hecho antes porque acabo de leer el extenso texto donde recoge tantas partes de este siglo de historia. Le animo a que lea el próximo libro, todavía en preparación, que espero publicar a mediados del año 2019.
ResponderEliminarUn abrazo y repito mi agradecimiento por todo lo que dice sobre mi y sobre el libro.