sábado, 31 de marzo de 2018

CRÓNICA DE LA GUERRA EUROPEA 1914-1918

CRÓNICA DE LA GUERRA EUROPEA 1914-1918, DE VICENTE BLASCO IBÁÑEZ.
EDICIÓN ABREVIADA DE JOSÉ MANUEL LECHADO

Un entrañable amigo del bocho, que sabe de mi pasión por la lectura, hace unos días, tuvo el feliz detalle de dejarme uno de los libros que hicieron las delicias de su mocedad a orillas del Nervión, mientras él intentaba entre sus libros de ingeniería, distraer su tiempo de ocio en una antigua biblioteca, cuyos fondos, según me cuenta hoy, desgraciadamente una riada posterior acabó con aquella magna biblioteca.

El que yo he leído y el que él pudo rescatar de su memoria juvenil, no son iguales, pues se trata de la obra que Vicente Blasco Ibáñez, en nueve tomos publicó sobre la primera guerra mundial, ahora sabiamente extractado por el periodista José Manuel Lechado.
En la introducción de este libro, José Manuel Lechado, nos relata de qué modo en la villa zaragozana de Cetina, un coleccionista local había donado esta auténtica enciclopedia de esa primer Guerra, donde él la descubre en los anaqueles polvorientos de aquel pequeño lugar. El mismo pueblo que cita el poema de mío Cid y que fue hogar nupcial de Francisco Quevedo, allí estaba este casi “incunable” que haría las delicias de su padre y de aquel niño, incipiente futuro periodista.

Si para el infante José Manuel Lechado, las fotos en blanco y negro de aquellos soldados, de los “poilus”, de los cascos de los boches coronados con una pica, de los mapas, las caricaturas, de los mismos chistes de los periódicos de la época ya le hicieron atractiva la lectura de tan extraordinaria obra, en mi caso, me volvía a recordar mis primeras lecturas en francés de autores españoles en aquella Bruselas de mediados de los sesenta, cuando Blasco Ibáñez, junto a Jules Verne, Victor Hugo o Ernest Hemingway, me hacían soñar con viajes o con mi misma añorada y lejana patria.

No es de extrañar pues que ese gran escritor valenciano y republicano, cuyas obras tenían una enorme acogida en el cine yanqui, y que por entonces era muy famoso, exiliado en Francia, unas veces por enfrentarse al rey Alfonso XIII y otras por lo mismo con el dictador Primo de Rivera, fijó su residencia en la ciudad francesa de Menton y, además, fuera un magnífico prosélito de la cultura francesa como de sus libertades, aunque siempre tuviera presente lo español en su mente y en su obra.

“Dos de agosto de 1914… En este día terminó materialmente la paz de Europa. Un minuto después de las 12 de la noche, o sea, al iniciarse el día 2, empezaron en toda Francia los trabajos de movilización general. Los hombres acudieron en masa. Se había calculado al empezar la movilización una merma en los contingentes de un 10%, por enfermos, ausentes y desertores. La movilización duró veinte días. Cuando hubo terminado, se vio que no llegaba al 1% el número de los que faltaban a la patriótica llamada. Jamás pueblo alguno dio un ejemplo tan rápido y unánime en el cumplimiento del deber”

De esta forma, tras habernos hablado del atentado de Sarajevo, el valenciano, nos muestra el patriotismo y la fe en la defensa de sus libertades que movilizaba a los franceses.
“La guerra de 1914 empezó en una forma nunca vista. Todos los pueblos en las diversas edades de la Historia, han considerado que la guerra tiene sus prácticas, su cortesía y faltar a ellas es una deshonra. Jamás entraron en lucha naciones sin avisarse previamente con una declaración formal o con la retirada de sus representantes. Hasta las tribus salvajes, cuando desean combatirse, lo anuncian por medio de emisarios.

Alemania implantó un procedimiento nuevo en 1914. Sus tropas invadieron el territorio de Francia cuando aún no había hecho ninguna declaración de guerra y su embajador estaba todavía en parís…En las primeras horas de la mañana del 2 de agosto llegaron a parís noticias de la frontera anunciando el avance de los alemanes. Penetraron por varios puntos…Por la tarde llegó a París la noticia de que los alemanes había violado la neutralidad del Gran Ducado de Luxemburgo. A las siete de la tarde el ministro de Alemania en Bruselas entregó al gobierno belga un ultimátum de su país.”

El Imperio alemán, cuyos Estados se agrupaban en torno a la capitalidad de Berlín y la fuerza militar de los prusianos, regidos por el despiadado Káiser Guillermo II, de la familia Hohenzollern, consideraron que tras la derrota de Napoleón y el despliegue de Inglaterra y Francia en Africa, ellos con unas cifras de natalidad extraordinarias y una pujante industria, no podían ser un mero convidado en ese nuevo colonialismo, amén de un pangermanismo creciente que desde todos los frentes, incluso la misma Iglesia católica o los luteranos, las instituciones universitarias, la prensa y la aristocracia, a quienes en el último momento también se sumarían los socialistas al igual que los judíos, aún cuando éstos ya sufrían alguna que otra persecución y exclusión.

Un príncipe de la Iglesia alemana, cardenal Von Hartmann, arzobispo de Colonia, dice, en una de sus homilías: “Es la conciencia de nuestra misión que nos permite alegrasrnos y ser dichosos con el corazón lleno de gratitud, cuando nuestras máquinas de guerra abaten a los hijos de Satán y nuestros maravillosos submarinos, instrumentos de la venganza divina. Envían al fondo de los mares a millares de no elegidos.” Y concluía, “debemos combatir a los malos por todos los medios posibles, sus sufrimientos deben sernos agradables, sus gritos de dolor no deben conmover a los sordos oídos alemanes”

Esta sesuda eminencia de la iglesia alemana, poco o nada había aprendido de las enseñanzas del Nazareno sobre la cruz, se asemeja su discurso al que treinta años después otros de sus compatriotas pronunciaran en Nuremberg o en los campos de extermino que levantaron en la Europa central, o en el mismo siglo XX la iglesia católica española bajo la llamada de la Cruzada ponía bajo palio a un Dictador y ya en el siglo XXI, en Cataluña, en la misma Montserrat, o en Iglesias de la región, levantaban con sus homilías en catalán el hecho diferencial, como también hiciera antes un arzobispo en San Sebastián, mientras en algunas sacristías del País Vasco, eran ocultados los etarras o la Goma 2 que atentaría contra otros indefensos seres humanos.

También los protestantes alemanes se sumaron a ese coro, por medio de las Devociones de guerra, el pastor Johan Rump o el catedrático de Teología de la Universidad de Berlín, Rheinold Seeberg.
La prensa también se encaramaba a ese aliento mesiánico de guerra, presentando los gases asfixiantes como una medida humanitaria, en la Gaceta de Colonia, utilizado por vez primera en Ypres (Bélgica), donde ningún alemán pudo hollar en esta guerra este diminuto territorio.

Los alemanes ansiosos por llegar a París, nunca lo logaron, fueron detenidos en los frentes que otrora conocieron los Tercios españoles de Flandes, donde sus victorias fueron sonoras, mientras los alemanes destruían todo a su paso.

Arrasada quedaría la ciudad de Arras, Lille, la catedral de Reims, mientras los frentes de Occidente poco se movieron en una guerra de trincheras.

En oriente, Blasco Ibáñez, entra en menor número de pormenores, aunque los Imperios Centrales, formados por Bulgaria, Alemania, Austria-Hungría y Turquía, tuvieron que hacer frente a Francia, Inglaterra, Italia, siempre pésima en su mediación militar, Serbia y Rumanía; Portugal en el año 1917.

Estados neutrales eran España y Suiza, quienes al termino de la guerra tuvieron un destacado papel en la mediación y en el regreso de los prisioneros de guerra.

Españoles son también los que combaten como voluntarios y procedentes de Argelia, bajo el apelativo de los Turqs en el bando francés, con quienes se encuentra mientras compran tabaco en París.
Famosos serán los frentes del Marne, Verdún, Aisne, el Sambre, como también los generales Joffre y Foch, mientras que entre los alemanes, el más conocido sería Hindenburg.

La guerra de submarinos con el ataque alemán de navíos no militares, dará lugar a la desaparición de innumerables vidas inocentes como fue la del famoso compositor granadino Granados, que viajaba de Francia a Gran Bretaña y cuyo barco fue torpedeado en el canal de la Mancha.

La aviación tendrá también un gran protagonismo, siendo Georges Guynemer el as de la aviación francesa y el Barón Rojo por parte alemana, mientras los dirigibles iban perdiendo protagonismo.

Con la entrada de los Estados Unidos, en 1977, la guerra cobra un nuevo brío, no tanto por la fuerza humana de los jóvenes yanquis, bastante inexperta, sino por el material bélico que se recibe. Entra en escena pues quien será el nuevo árbitro en el escenario mundial.

En el tomo IV, Blasco Ibáñez, que probablemente no fuera íntegramente escrito por él, manifiesta la enorme admiración que le produce el pueblo belga y cita las fuentes periodísticas y militares de la época. Un epígrafe entero será dedicado a los belgas y a la batalla del Yser, firmado por el periodista belga Pierre Nothomb. Es la única inserción de este tipo en toda la obra, justificada por la enorme admiración que Blasco sentía por este autor y por el pueblo de Bélgica. A pesar de su republicanismo, también profesará enormes elogios a la persona del rey de los belgas, Alberto I
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El 11-11-1918, a las 11 horas, hora oficial de París, los Aliados darán por terminada la guerra con su victoria. La línea de frente iba desde el canal de Terneuzen, Gante, Sottegem, Grammont, Ath, Mons, maubeuge, Chimay, Rocroi, Charleville, Sedan, Montmedy, Danvilliers, Etain, Fresnes-en-Woevre y Pagny-en-Moselle.

Todo empezó por la solicitud de armisticio de Bulgaria, poco después Turquía, le seguiría Austria-Hungría y finalmente, Alemania, mientras su Kaíser huía a Holanda, país neutral, desde donde por telegrama, años después felicitaría a Hitler por su entrada en París.

Los acuerdos firmados en Bucarest y Brest-Litovks, que los mismos alemanes nunca respetaron, de nada servirían a los Aliados frente a la desaparición de los Imperios centrales.

El presidente de los Estados Unidos, Señor Wilson, viajaba por vez primera para encontrarse con sus homólogos europeos en París, de manera a impulsar la Liga de Naciones, más tarde la Sociedad de naciones con sede en Ginebra, que de nada serviría para detener una nueva agresión alemana e italiana en Libia y en España

Se fijan en Europa nuevas fronteras y surgen nuevos Estados, mientras el nuevo canciller alemán, Max de Baden, acepta todas las condiciones que le imponen los Aliados, entre las principales la evacuación de Bélgica, su restauración y su soberanía.

Yugoslavia nace como nación que pretende unir a los pueblos eslovenos, croatas y serbios. Hoy sabemos que fue un vano esfuerzo.
Austria-Hungría y Turquía serán desmembrados, mientras Rusia tampoco sale bien parada y los maximalistas de Lenin, como entonces era conocido el partido Comunista, empiezan a apoderarse del poder gradualmente frente a los bolcheviques
.
En esta aciaga hora para Alemania, los militares tratan de eludir sus responsabilidades.

Foch, asistido por el almirante Weings, primer lord naval, junto a Erzberger, Uberndorff, general von Winterfeld, capitán de navío Von Below, con los poderes y consentimiento del canciller alemán, firman la paralización de las hostilidades y las condiciones que el mando Aliado imponen, regresando entren especial a Spa
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En los 25 puntos de este acuerdo, no todos se cumplieron y además del cese inmediato de hostilidades, quedaba claro que Alemania perdía Alsacia y Lorena, tenía que evacuar la orilla izquierda del Rin y los Aliados contarían con puntos de apoyo en suelo alemán, en las ciudades de Maguncia. Coblenza y Colonia. También se reservaban una zona neutral en la orilla derecha del Rin, como  , como todo el armamento, aviones, submarinos y barcos, en este último caso, la flota alemana fue hundida voluntariamente para evitar su entrega.

La multitud parisina llenó los bulevares, mientras vitoreaba a su héroes, los Clemenceau, Foch o el mismo rey Alberto de Bélgica. En Lóndres, Lloyd George y el Rey, lo hacían en Downing Street , mientras Italia aprovechaba para ocupar el Tirol e Istria.

En suelo alemán, la revolución y los desórdenes se sucedían, a la par que el derribo de las estatuas de Guillermo II y todas las dinastías alemanas eran barridas por la revolución y la república.

El 22 de noviembre, en la Gran Plaza de Bruselas , los reyes belgas hacían su entrada triunfal y una multitud contenida soportaba el enorme frío y la alegría por la enorme contribución y valentía de su rey Alberto en la defensa de la soberanía de los belgas desde el pequeño rincón de Ypres, que nunca legó a ser expugnado.
A primeros de diciembre de 1918, yanquis, ingleses y franceses ocupan por vez primera Alemania.

Los bávaros tratan de culpar a Berlín como responsables de la guerra de 1914, mientras el nuevo Estado alemán trata de copiar la democracia de los USA con dos cámaras, la popular y la de los Estados, un presidente elegido por el pueblo. Se fijan los límites del estado y Alemania se anexiona los Estados alemanes de Austria., mientras los privilegios de los nobles quedaban abolidos
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Constantinopla, los Dardanelos antes, reciben a los franceses y los alemanes que asesoraban al gobierno y al ejército turco, son expulsados.

Lo que tanto tiempo había anhelado el valenciano Vicente Blasco Ibáñez, la paz, se cumplía, lo mismo que el fin de su magna obra, que debiera estar a la altura de la Enciclopedia Francesa, el Quijote y las obras de Lorca, por la relevancia de lo que en la misma nos relata, como lo que supondría para una nueva conflagración mundial pocos años después, sin que nadie le hubiera prestado la suficiente atención para evitar nuevos errores y nuevos dramas.

   

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