sábado, 11 de abril de 2020

YO FUI MINISTRO DE NEGRÍN, DE MARIANO ANSÓ


YO FUI MINISTRO DE NEGRÍN, POR MARIANO ANSÓ

Libro de memorias de una época difícil en la vida de los españoles que él, con enorme elegancia, va desgranando desde su Pamplona natal, donde será elegido primer alcalde republicano, un 12 de abril de 1931.

Le seguirá su azarosa vida de republicano en Madrid, uniéndose a las filas de Izquierda Republicana de Manuel Azaña, con quien tendrá una cordial y respetuosa relación personal, tanto es así que cuando estalla el alzamiento rebelde, el 17 de julio en el Protectorado español de Marruecos, año 36, Azaña le encargará que se ocupe de dos baúles para que sean depositados en Francia, en cuya raya, Cándido Bolívar, secretario del despacho del presidente de la República, don Manuel Azaña Díaz, le hará entrega, conteniendo libros y memorias,  metiéndolo todo en uno que irá a parar a Ginebra, mientras que el otro lo conservará como recuerdo el mismo Ansó, con idénticas iniciales que las de su propietario M.A.

En el gobierno de Negrín, y sin la conformidad de su partido y a punto de que el nuevo presidente de Gobierno presentara su dimisión por ello, lo que Azaña desbarató, siendo primero subsecretario de Justicia y posteriormente Ministro, sustituyendo al vasco Irujo, del que era también amigo, Ansó irá estrechando su amistad con Negrín, a la vez que gradualmente, por lo poco que relata de Azaña, a pesar de la enorme admiración que le profesa, en los paseos nocturnos con Negrín, instalado ya el Gobierno en Valencia, la confianza y la amistad con el socialista, se harán cada vez más patentes.

De este libro, la parte que más me ha llamado la atención,  es su relato en el exilio. Las dificultades y enormes penalidades que tuvo que soportar, él, su esposa y sus cuatro hijos, una de ellos con la polio. Las veces que tuvo que ir a prisión, la persecución que sufrió con los alemanes ya posesionados de Francia, razón por la que logra huir a Suiza, donde de nuevo volverá a encontrarse con un nutrido grupo de exiliados españoles, principalmente con los catalanes Tarradellas, Ventura Gassols y Carlos Martí Feced, que residían en Lausana, lo mismo que la familia de Alfonso XIII. Primero instalados todos en la pensión Georgette. 

Es claro que Ansó no tendría idea del modo en que sus amigos catalanistas habían robado en España, ni tampoco ellos del modo en que todos habían podido eludir las pesquisas de la Gestapo, del embajador de España José Felix de Lequerica y del falangista Urraca que les buscaban, cuando, sin embargo, Luis Companys, Julián Zugazagoitia, Cruz Salido, Teodomiro Menéndez, Carlos Montilla, Miguel Salvador y Cipriano Rivas Cherif, habían sido apresados, y los tres primeros fusilados en España.

Dispuesto Negrín a entregar cuanta documentación pueda ser útil al Estado español, a pesar de estar en manos de su enemigo, el general Franco, con el concurso de Ansó, se disponen a preparar todos los bienes del trust CHADE para que pasen a manos del gobierno del nuevo Estado faccioso, ayer rebelde contra la República.

A la muerte de Portela Valladares, que fuera presidente de Gobierno antes de la entrada del Frente Popular, y que siguió siendo diputado a las Cortes de la República, aunque desde el extranjero, la CHADE que presidía, empresa que tenía la posesión de un enorme depósito de títulos financieros, con los que pudieron atender las necesidades económicas de muchos jerifaltes republicanos exiliados, tendrá a Ansó como nuevo presidente.

La CHADE poseía una gran masa de títulos que formaban parte de la cartera de los bancos, que muchos atribuían a Negrín como el poseedor de esa ingente fortuna. Esos bienes habían sido incautados por un acuerdo del Consejo de Ministros de la época como medida de guerra. Esa compañía estaba constituida por Portela Valladares, como presidente, un aristocrático suizo llamado Henri de Reding, un banquero de procedencia alemana de nombre Hans Selingman y el abogado británico y diputado laboralista Erle Fletcher como consejero jurídico.

Por esas fecha, dispuesto un programa de reconstrucción para Europa, impulsado por el presidente de los Estados Unidos, Míster Marshall, Negrín insistirá en todos los foros, principalmente por medio de varios artículos publicados en el New York Herald Tribune de 1948, que España no podía ser apartada de la beneficiosa acción de esos créditos, no sólo por el sufrimiento que seguían padeciendo los españoles, además de hacer más fácil con un mejor desarrollo económico y social, los cambios que, como se ha demostrado, llegaron cuarenta años después y que, sin embargo, ayudaron a países como Alemania e Italia, responsables principales de la tragedia española y del resto de Europa, en su renovación. Una vez más, sobre España las instituciones democráticas occidentales le daban la espalda y la sometían a nuevos vejámenes, no así a los antiguos estados nazis y fascistas.

Como colofón a esa generosidad de Negrín, se dispondrá a entregar toda la documentación del llamado “oro de Moscú", desde el momento en que se entera que España va abrir relaciones comerciales y diplomáticas con la URSS, nación que no había dado cuenta del uso del oro español depositado en sus arcas, tampoco había hecho entrega de los últimos aprovisionamientos de armamento solicitados, como de los buques que se habían apropiado los rusos con la victoria de Franco.

La muerte repentina podría haber truncado ese gesto en 1956, sin embargo, los pasos ya dados por Ansó y la fe de éste en restituir el buen nombre de Negrín, muy vilipendiado por su otrora amigo y correligionario del PSOE, Prieto, se hizo realidad bajo los auspicios del Ministro de Asuntos Exteriores de Franco, Alberto Martín Artajo, falangista.

De este libro, además del relato de momentos trágicos, crueles y pasionales, dos son las conclusiones que se pueden extraer, de un lado el perenne sentimiento de justicia de Ansó y su amor por España de Negrín. Ellos, como los que se levantaron contra el poder democrático del Frente Popular, sin embargo, en estos gestos que nos desvela Mariano Ansó, nos demuestra que las posiciones enfrentadas, las agrias discusiones, incluso la sangre vertida, no pueden detener el abrazo hermano y la necesidad de reconstruir los afectos a una historia común y a un mismo suelo para las generaciones que siguieron y han de venir.

Posiblemente, en este siglo XXI, muchos de esos nietos de esas generaciones que se enfrentaron a vida y muerte, deberían leer esta obra, que nos da lecciones de fraternidad, generosidad y perdón.

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