INSOSPECHADOS ENCUENTROS POR
LAS CALLES DE GRANADA
Deambulando por las calle de Los
Molinos, camino del Caicedero, del hotel Alhambra Palace y del inigualable
monumento que nos dejaran nuestros paisanos del reino nazarita, me sorprendió
tropezarme con la modesta invitación, en el marco de una ventana y de una
antigua vivienda de corte granadino, no ya de aquellas mozas que pegaban la
hebra con el rejileto don Juan de la época, como bien gustaba Gerald Brenan por
el dédalo de calles bajo la Alcazaba almeriense, y qué decir los mozos del
siglo XIX y principios del XX de nuestra España del Sur, si no, por el
contrario, un LIBRO. Es cierto que el anaquel, de escasa consistencia, era lo
bastante humilde y frágil como los pocos libros que soportaba, no obstante, me
pareció un gesto que sólo podía encontrar en la dignidad de una calle otrora
entrada a Granada o barrio de nuestros antepasados sefardíes, como también de
un romanticismo que se desvanece, pero que hicieron de Granada en la persona de
Washington Irving y demás viajeros extranjeros, como pintores de la talla de
Fortuny, Madrazo que Granada y su Alhambra estuvieran presentes en los sueños
de innumerables jóvenes.
Ahora las prisas, el automóvil,
la falta de tiempo para contemplar un modesto signo de generosidad, me han
sorprendido gratamente en mi ciudad natal.
Me hubiera gustado conocer de
quién fue la idea, estrecharle la mano y animarle para no desfallecer en gesto
tan sencillo y tan grande, el regalo de un LIBRO, aunque mejor sea creer que detrás
de los visillos de la ventana estaba una odalisca o la misma Carmen Bastián
añorando un tiempo pasado que ya no volverá, pero que en las páginas de un
LIBRO cualquier lector siempre podrá encontrar su sueño.
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