domingo, 26 de noviembre de 2023

El sueño que un día tuviera Irene Montero

                               


    

                                             IRENE MONTERO TUVO UN SUEÑO

Por aquel tiempo en que ella trabajaba de reponedora en la sucursal de un afamado supermercado y el domingo vestía sus mejores galas,  se pintaba de rojo los labios y de rímel negro los ojos, para acudir a las asambleas del PC en su barrio obrero de Vallecas , en la trastienda, mientras apilaba cartones y después de abandonar la traspaleta  eléctrica con que había descargado el camión de aprovisionamiento, se quedó dormida fruto del cansancio y el trasnochar, sobre los sacos de patatas, cajas de cervezas Alhambra, Mahou y latas que allí se amontonaban. Soñó, por última vez en su vida, y despertándose muy agitada, fue a buscar a un greñudo y con coleta líder de una fracción comunista del barrio que daba clases, inexplicablemente, en la Complutense,  y que era afamado por sus azotes a las damas de alcurnia y de la prensa.

-He tenido una pesadilla –le dijo. En un prado estaban treinta y dos vacas gordas y de ubres bien repletas, que cuando yo quería las ordeñaba. Sólo yo podía ordeñarlas o aquellas personas cercanas a mí. De repente, las vacas desaparecieron. A mi alcance aparecieron otras escuálidas, sin ubre, y con grandes cuernos. Ya no podía ordeñarlas y me encontré muy triste. ¿Qué significan las vacas, qué de mi tristeza?

El incipiente político de coleta, a la sombra del campanario de la modesta iglesia de la polvorienta Vallecas, le puso una mano en la rodilla, la miró con excitación y repuso:

-Las vacas gordas representan treinta y dos  años de abundancia, lo que va de 1975 a 2007; las vacas flacas, representan los años de escasez y privaciones que han de venir cuando lleguen los separatistas, los populistas y el socialismo de escuela caribeña. Tu tristeza es que dejarás de ser pastora de rebaño espectral. Cuida de tener el zurrón repleto y si quieres, instálate conmigo en un palacete que voy a levantar en Galapagar.

Irene Montero siguió los consejos del amado líder de la Compluto y hoy es adinerada, poderosa y abandonó el piso cutre de Vallecas, por haber soñado a tiempo en su juventud.

Comienzan  a pasar las vacas flacas, que el cachicán Sánchez pastorea junto a su faramalla de amiguetes, correveidiles, palmeros y oscuros secuaces. Pero ella se ríe, del mismo modo que lo hiciera recientemente el Jefe de Gobierno español en las Cortes.

-¡Que me quiten lo ordeñado! –dice para su pelleja, tomando el té en la terraza junto a su amiga Belarra y los socios de ésta, Putin, Roures y Zapatero.

 

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