LA TOUSSAINT O EL DÍA DE TODOS
LOS SANTOS Y LOS FIELES DIFUNTOS
De niños la Toussaint para
nosotros era un respiro en el colegio, las vacaciones, quizás el servir de
cuidador de los niños pequeños de una familia belga, allá en la playa de
Knokke, cuando también los belgas colapsaban las carreteras hacia las dunas de su
Plat Pays.
Lejos quedaba la austeridad
española, también el Día de todos los Santos y el de los Fieles Difuntos en
España, los ropajes negros, el luto o cuando se acercaban los viejos a los
cementerios, aquel lugar más allá de la Alhambra que siempre era motivo entre
nosotros de juegos de terror y cuentos de muertos.
Con el paso del tiempo, con el paso de los años, con la progresiva desaparición de familiares y amigos, de aquellas personas que formaron parte de nuestras vidas y cuyo acervo, cariño y enseñanzas uno lleva a cuestas sin percatarse o proponérselo, va tomando conciencia de ese mes de noviembre, habitualmente lluvioso y lacrimógeno, que también nos embarga y que señala los huecos que se van haciendo alrededor nuestro tantos seres que un día compartimos gratos momentos de nuestras vidas, con algún que otro desencuentro, pero que fueron jalonando nuestra andadura y, quizás, la de ellos también, aunque ya no estén presentes para ese abrazo, ese apretón de manos, esa caricia o simplemente el poder pedir perdón por no haber sabido hacerlo mejor o correspondido con más grato talante y fortuna.
Quienes hemos tenido la dicha de ver la luz en Granada, pues no deja de ser una suerte, por muchas desventuras que se tengan, haber nacido en esta tierra cuya belleza todo lo invade, a pesar de cuanto los mismos granadinos hemos hecho para desbaratarla y destruirnos a nosotros mismos, y cuando el paso del tiempo se muestra sobre nuestros hombros como un fardo pesado y queda más cercano el horizonte, quienes aún vivimos, quienes aún tenemos la fortuna de deambular por Granada, nos acordamos de aquellos seres que hoy reposan en el camposanto de San José, por cima de la Alhambra y mirando a Sierra Nevada; si ya no su cara, su obra, su amistad o su amor, al menos quede aquí constancia donde reposan para quien quiera ponerles una flor, rezarle una simple oración o conservar la memoria de quienes me precedieron y
fueron una parte importante de mi vida.
También hay quienes prefirieron ser ceniza en los predios de la Alhambra, como mi padre, o en la orilla del mar donde un día fueron felices o en el valle donde nacieron, como mis suegros, quienes también conservo siempre en el recuerdo.
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