GRANADA. El poeta y su ciudad, de
Beñat Arginzoniz. Sierpe editorial
El atractivo de la portada, el
mismo título y un libro de bolsillo, es todo un atractivo para adquirirlo y
apresurarse a leerlo. Sin embargo, a pesar de la intención poética de su autor,
que demuestra un alto nivel cultural y, sobre manera, una pasión por Lorca, el
lector avezado descubre que una gran
parte es “corte y pega” de citas, poemas, obras y cartas del gran autor
granadino, mientras que en la primeras páginas, la prosa del autor vasco muestra
un gran desconocimiento de Granada, particularmente del Albayzín, donde las
rameras y la abyección son nota predominante en su relato, así como las
frecuentes referencias a lo árabe y a la somnolencia del lugar.
Cabe, al menos, felicitarle por
el buen gusto, alguien de raíces culturales tan bárbaras como las de este autor
vascongado, por su prosa y su aventura tras Lorca, que, a mi parecer, sólo se
salva por ese interés Lorquiano como por la brillante referencia que hace al
Dauro, de esta poética forma:
El ruido del Dauro es la armonía del paisaje. Es una flauta de inmenso
acordes a la que los ambientes hicieron sonar. Desciende el aire con su gran
monotonía cargado de aromas serranos y entra en la garganta del río, éste e da
su sonido y lo entrecruza por las callejas del Albayzín por las que pasa rápido
dando graves y agudos…, luego se extiende sobre la vega y al chocar con sus
sones admirables y con las montañas lejanas y con las nueves, forma ese acorde
de plata mayor que es como una inmensa nana que a todos nos duerme
voluptuosamente…
Bella paráfrasis sobre el Dauro y
buen uso de las metáforas, por lo demás, un corto esfuerzo para desentrañar lo
que es Granada para Federico, de la que intenta impregnarse este autor y, salvo
su pasión demostrada por la obra de Lorca, a duras penas logra intimar con el
legado lorquiano y con la ciudad que le entregó el duende para alcanzar en
teatro y poesía, el cénit de los escritores españoles, no ya de la generación
del 27, si no del Olimpo cuyo reino pastorea Cervantes, pero en cuya mesa Lorca
es uno de los más preclaros y pocos vascos lo alcanzan, excepción hecha de
Unamuno, Pío Baroja y Blas de Otero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario