CARTA A IRENE MONTERO, LA QUE
FUERA MINISTRA DE PODEMOS
Muy Señora mía,
Me tomo la libertad de dirigirle
la presente, ya que, si los hados no lo remedian, vd. viajará y vivirá próximamente
en la que fuera mi apreciada ciudad escolar: Bruselas, razón por la que, además
de felicitarla por este presumible logro, lo haga también ahora con admiración
por su trayectoria política, ya que desde un humilde hogar obrero de Vallecas y
una profesión de reponedora en un supermercado, alcanzara vd. el cénit desde el
nadir de su escasa formación, estimulando así a cualquier español o española
(siguiendo su dicterio y su personal lenguaje) para abrazar la política y, en
el camino algún macho alfa dirigente
que te enchufe, llegar a poder disfrutar
de un palacete en la sierra madrileña, como la maternidad, y vivir felizmente
sin los agobios y la dificultad de llegar a fin de mes de buen número de mujeres españolas. Si en el camino han quedado
leyes que ni vd. misma ni sus
asesores/as entienden, pero que han permitido que pederastas logren una menor
condena, algo más a su favor para recordarla, en un país donde vd. diría que es
envidiada por haberse alzado hasta el pináculo de la política española ¿o no,
señora?
Valga este exordio para en su
memoria, enseñarle que un 1 de octubre de 1931, en las Cortes, en el mismo lugar donde años
después, sin que muchos de esos atrabiliarios admiradores/as aún se lo
expliquen, vd. posara su agraciado pompis, nada menos que en el banco azul. Se debatía si bajar la edad de votación a los
veintiún años o permanecer, como así fue, a los veintitrés y, además, más relevante aún, se discutía si se daba o no
el derecho electoral a las mujeres, en suma aceptar el voto femenino, hasta entonces negado para las hembras de este país.
El diario de sesiones del uno de
octubre, como en los Diarios de Azaña, podemos sumergirnos en esa destacada
tarde, ya que la sesión de Cortes se abrió a las cuatro y cuarenta minutos,
prolongándose hasta la una de la madrugada, con el colofón de 161 votos a favor frente a los 121 en contra de la aprobación de ese
voto femenino. Entre medias, mucho griterío, chocarrerías, que diría Azaña, y el combate oratorio entre la
señorita Victoria Kent (1892-1987, malagueña, abogada y militante del partido
de izquierdas Radical Socialista, cuyo líder era el sevillano Martínez Barrios)
que votaría, junto a la mayoría de sus compañeros del partido Radical de
Lerroux, en contra, ya que no estimaban que la mujer de entonces estuviera
capacitada para votarles a ellos y, probablemente según la Kent, votarían antes
por las derechas, dado el posible influjo de curas y frailes.
La Campoamor (1888-1972, abogada y escritora, Acción Republicana), con brillante criterio y razones, defendió su votación favorable, incluso enfrentándose a la mayoría de su partido, el Radical.
De acuerdo con el relato de Azaña, la Kent hablaba para su canesú y acciona con la diestra sacudiendo el aire con giros violentos y cerrando el puño como si cazara moscas al vuelo. Clara Campoamor, más lista, más elocuente, pero más antipática a juicio de Azaña, entonces formaba parte del partido Radical, por poco tiempo, cuyos votos eran contrarios a ese sufragio femenino, que, sin embargo, Campoamor supo defender y, junto a socialistas y las derechas, de Niceto Alcalá Zamora, Presidente provisional, y Miguel Maura, ministro de la Gobernación, además de los vasconavarros y los catalanistas como Formiguera y Companys, abanderar esa derrota de la Kent y los contrarios al voto femenino, ganando así en la Cámara el voto para las mujeres.
Por todo cuanto antecede, señora
Montero, acuérdese de la Kent y Campoamor, únicas dos mujeres que entonces estuvieron
presentes en el Hemiciclo de San Jerónimo, especialmente de la escritora que,
con la defensa que brillantemente hizo del voto femenino, logró vencer la
resistencia de esas otras mujeres y de esos particulares intereses de partido,
para otorgar igualdad a la mujer, como de buen número de varones que sabían que
era injusta esa oposición y que, hombres y mujeres somos iguales, con la única
diferencia del talento y el aprovechamiento escolar que cada uno y una de
nosotros hayamos podido lograr antes.
Mientras se va diluyendo su
partido y el caciquismo del que su pareja y sus líderes hicieron gala en
Podemos, bien aprovechado ahora por la rubia
platino de Yolanda, le recomiendo en Bruselas que lleve a los mellizos y
Aitana a un colegio privado e internacional, de los muchos, buenos y costosos
que existen en las cercanías del Bois de la Cambre. Si después de sus
agotadoras y maratonianas reuniones parlamentarias quiere saber dónde los
emigrantes paseaban a sus hijos, allá por los años 70, no dude en acudir al
Jardín Botánico y disfrute de la gran variedad de flores allí cultivadas. Y
cuando el apetito sexual se le despierte o quiera rememorar sus pasadas orgías
del piso de Vallecas, no dude en visitar el Hotel Metropole, donde también
residió Azaña en su visita a Bruselas, en la place de Brouckère, lugar éste que
cada día uno de mayo Carrillo y los comunistas españoles exiliados desfilaban
junto a sus compañeros de infortunio, pero eso sí festejando después, en la
calle Boulangers, alrededor de una gran
mesa repleta de mejillones cocidos al vapor, endivias, patatas fritas en grasa
de buey, aderezado de coles de Bruselas con costillas de cerdo bien chamuscadas
y toda la gran variedad culinaria belga, donde no puede faltar la cerveza. Eso
sí, cuidado con pasearse por el barrio du Midi, o des Marolles, la podrían
confundir y requerir en amores. En aquellos años 70, judíos y españoles
convivieron en la modestia de aquel pintoresco barrio, a los pies del
monumental palacio de Justicia y del mercado ropaovejero de las Pulgas en la plaza del Sablon, hoy
atestado de marroquíes.
Y si le queda tiempo para buscar
algún vestigio de nuestro pasado imperial, aparte el Ayuntamiento en la bella y
dorada Grand Place, algunas de las iglesias, en sus lápidas, podrán mostrarle
el nombre de próceres españoles del tiempo de la Regente de Flandes, la sabia
Margarita de Austria, o el Duque de Alba.
Y si el eterno cielo de plomo
belga la agobia, no dude en pedirle el Falcón a Sánchez, que gustoso la traerá
a Mojácar para disfrutar días de sol, un buen vino español y un plato de jamón
de la Alpujarra.
Por último, próxima señora
eurodiputada, que le quiten lo bailao, no mire pa´tras, que la vida son dos días y ya quisieran ocupar su sitio
todos aquellos enfervorizados del Congreso de Vista Alegre, aquellos brigadistas
y anticapitalistas oliendo a sudor y a ajo; ahora vd. tan fina, con su
vestuario de Lorenzo Caprile o Carolina Herrera, su chófer y los guardaespaldas
hercúleos y sin leyes del sí es sí, que
fue historia.
Y cuando definitivamente regrese,
no dude en contarle al Selu, por carnaval, que los políticos ya no comen langostas
a disgusto para poder llevar a su casa un plato de lentejas, que están a dieta
y sus ahorros, como los de Zapatero, son custodiados en Venezuela por la prima
Delcy Rodríguez o en las cuentas bancarias que posee Maduro en Suiza.
Que lo pase bien y se despide de
vd. el Mirlo Blanco, un admirador, un esclavo, un amigo, un
ciervo y un compatriota, de los de antes.
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