CARMEN MOLA, EL CLAN
Carmen Mola, o más bien Jorge
Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, los verdaderos autores, aprovechan
que la inmigración es un asunto de moda, en este 2024, para con su habilidad
narrativa y policial, llevarnos por el laberinto de una mafia que, según ellos
van trazando, de un lado es la modernidad y de otro el lucro, lo que corrompe a
todos los seres humanos, al igual que a todas las instituciones públicas,
particularmente a la Guardia Civil, un tanto a la policía nacional y sus
cuadros de investigación.
Todo empieza con la guerra civil de Liberia, donde el “Sipeeni”, traducido a la lengua de una tribu local, es el español, quien abastece de armas a las milicias o señores de la guerra que contienden unos contra otros, aunque los hilos de esa venta de armamento estén en Madrid y, extremada casualidad, su número tres, sea el esposo de la nueva directora de la Brigada de Análisis de Casos (BAC), que se ha convertido en un centro de corruptos que por dinero son capaces de cometer asesinatos, mientras su número dos es el mismo Director General de la Policía, que se oculta en Oporto tras el simulacro de su muerte en un accidente aéreo.
Entretenida novela, donde como es
costumbre entre españoles volvemos a mostrar nosotros mismos la España negra, a
flagelarnos y a utilizar Almería como foco de esa inmigración y, como no, de
explotación de esos inmigrantes.
“Desde los que dan cobertura a la red de tráfico de personas en Almería,…Para que no detecten la llegada de subsaharianos que en el mejor de los casos, serán explotados y, en el peor, serán despiezados como animales en el matadero para que los ricos del mundo occidental vivan con sus pulmones, con sus hígados, con sus corazones. (página 214, capítulo 31)
Ya no nos hace falta ni a los
británicos ni al Padre de Las Casas, el trío que tiene por membrete a Carmen
Mola, se erige en el justiciero y además de promocionar el restaurante de los
Sobrinos, el hotel Catedral, de mi amigo Montoya o del magnate de la telefonía
Cantón, como Roquetas y los Terreros, sutilmente, en esta novela donde todo es
corrupción y los negritos que aspiran a encontrar en Occidente un porvenir
mejor, unos benditos, que sin embargo, como Eye White, trabajador en un
invernadero de Níjar y otrora otro de los señores de la guerra en Liberia,
acabará siendo asesinado, por tanto, pagando con su muerte sus atrocidades.
En aquella Liberia de guerra
civil y drogas, donde extraen con facilidad aterradora un corazón y lo devoran
los negritos que luego harán la gran travesía hacia las costas de España,
recordándonos lo que vieron nuestros antepasados en Tenochtitlán y lograron
desterrar, el urdidor del mal es el Sipeeni, o español, de varias caras, como la
policía y la misma fábrica de Vitoria que les surte de armamento.
Novela que quizás sería más grata
si en su desarrollo no pusiera a los españoles al pie de los caballos y de
nuevo, tras 6 siglos, tres españoles vuelven a mostrarnos como los inhumanos y
los explotadores de otras razas, cuando dudo que exista otra raza como la
española para fusionarse mejor con los nativos de otros lugares.
Probablemente los tres autores ya
se habrán embolsado una gruesa suma por escribir esta novela, pero ni por el argumento, la prosa y los
actores, pasarán a la historia de la literatura, ni superarán al mismo Pérez
Reverte, a Agatha Cristie, Simenon o Conan Doyle, cuando podían haber llevado a
cabo un mejor argumento sin denigrar a sus mismos compatriotas, especialmente a
los almerienses a quienes tanto trabajo les ha costado hacer productiva su
tierra y no volver a emigrar a Cataluña, como tantos de sus antepasados se
vieron forzados a hacer.
Como conclusión, un libro de despropósitos cuyo dinero lamento haberme gastado, aunque como dijera Cervantes, hasta las hojas que el viento arrastra merecen ser leídas quienes tanta afición tenemos por los libros.

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