TANGUY, DE
MICHEL DEL CASTILLO
Leer este libro es estar, buena
parte de su lectura, al borde las lágrimas, pues el relato es de un enorme
dramatismo de su mismo autor, aunque lo haga en tercera persona.
Es también la fatalidad humana
que se ceba (en francés hubiera dicho s’acharne)
sobre un chiquillo que nace en Madrid en la víspera de la guerra civil, fruto
de un matrimonio de una mujer comprometida con la política y con el comunismo
que se impondrá en la República a partir del 38, y de un padre cobarde, además
de nacionalidad francesa y la madre proveniente de una familia burguesa
madrileña de la alta sociedad.
En aquella sociedad española que
empezaba a desperezarse con los clichés de atraso, de atavismos y de la fuerte
presencia de la Iglesia y de las tradiciones, irrumpe un francés a quien en un
principio el desparpajo de su mujer, su belleza y su emancipada realidad, son
una trampa para quien, sin embargo, es un pobre hombre, incapaz de superar sus miedos,
el de hallarse en una tierra donde los enfrentamientos civiles son crueles y
donde no es capaz de tomar partido por el de su mujer, comprometida enormemente
con la política y con ayudar a esa clase menesterosa española cuya esperanza de
un futuro mejor había estallado un 14 de abril en la Puerta del Sol, de manera
pacífica hasta el brutal estallido rebelde del 18 de julio del 36 por parte de
los militares, de la Iglesia católica y del conservadurismo, como a no dudar,
la incomprensión republicana y los errores de gobernación que dieron al traste
con un esperanzado porvenir y naufragaron en el más atroz de los
enfrentamientos civiles.
Su madre tratará de llevar con
ella a su hijo, en ese deambular de Madrid a Valencia, incluso tras la derrota
de la República a Paris con su padre, pero las disputas no cejarán y la
felicidad de Tanguy será breve, pues pronto el matrimonio vuelve a separarse,
pues el padre sigue reprochándole a ella su integración en el partido comunista,
incluso a dudar que Tanguy pueda ser su hijo.
Desde Marsella, con la ayuda de
un catalán que trata de pasar a judíos a España, su madre retorna a Madrid,
confiando en la defensa que harán su familia aristocrática, mientras que Tanguy,
esperando también ser llevado a Madrid, es arrestado junto a los judíos y
enviado a distintos campos de concentración, donde penará y será testigo de la
atrocidad y la inmundicia humana, a pesar de que en cada uno de esos campos de
concentración, primero en Francia y después en Alemania, siempre encuentre
alguien que se apiade de él.
Una vez los aliados ganan la
guerra y reconocido, por fin, como español, ya que siempre lo habían tenido por
judío, llegará a Barcelona, donde será internado en un colegio de monjes, tan
crueles y despiadados como aquellos carceleros y kapos de los campos de
concentración, por lo que terminará escapándose con un amigo, que estaba allí
condenado por haber asesinado a su padre, y llegará a Madrid, donde tiene la
fortuna de ser puesto en manos de unos jesuitas que en Úbeda han constituido un
hogar para esos niños de la guerra, esos niños huérfanos y esos otros niños que
habían delinquido. Allí, el padre Pardo, se dará cuenta del talento de Tanguy,
que en su obsesión de reencontrarse con su padre en una Francia de la que
siempre soñó que estaba la libertad y el bienestar, verá complacido que a los
18 años se marche a Barcelona para encontrar trabajo y preparar su marcha a
Francia.
Tanto su madre como su padre,
poco o nada se habían interesado por él. La madre en su apuesta política y el
padre en el enfrentamiento con la madre y que con otra mujer ya tenía en París
formado un nuevo hogar.
Sin embargo, el padre terminará
acogiendo a Tanguy en París y en su casa, aunque los desencuentros
generacionales y la cobardía acostumbrada del padre, contribuirán para que
Tanguy termine siendo acogido en la casa de un hermano del padre, casado y sin
hijos, que lo abrazará como el hijo que nunca tuvo.
En un francés preciso, el académico
de la lengua francesa en Bruselas, Michel del Castillo, nos hace en es este
libro de bolsillo, el relato de su propia vida, de unos años de guerra atroces
para Europa y de la miseria humana cuando se ve frente a la desesperación, el
hambre y la cárcel, en este caso en campos de concentración, donde la
solidaridad es escasa y los valores humanos se derrumban en pos de sobrevivir
como sea.

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