lunes, 28 de octubre de 2024

UNO DE NOVIEMBRE, DÍA DE TODOS LOS SANTOS, CON EL RECUERDO DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

 


UNO DE NOVIEMBRE, DÍA DE TODOS LOS SANTOS, Y DE LA MEMORIA DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

A TODOS LOS SANTOS

(1 de noviembre)

Patriarca que fuisteis la semilla

del árbol de la fe en siglos remotos,

al vencedor divino de la muerte

rogadle por nosotros.

 

Profetas que rasgasteis inspirados

del porvenir el velo misterioso,

al que sacó la luz de las tinieblas

rogad por nosotros

 

Almas cándidas, Santos Inocentes,

que aumentáis de los ángeles el coro,

al que llamó los niños a su lado

rogadle por nosotros.

 

Apóstoles que echasteis en el mundo

de la Iglesia el cimiento poderoso,

al que es de la verdad depositario

rogadle por nosotros.

 

Mártires que ganasteis vuestra palma

en la arena del circo, en sangre rojo,

al que os dio fortaleza en los combates

rogadle por nosotros.

 

Vírgenes semejantes a azucenas

que el verano vistió de nieve y oro,

al que es es fuente de vida y hermosura

rogadle por nosotros.

 

Monjes que de la vida en el combate

pedisteis paz al claustro silencioso,

al que es iris de calma en las tormentas

rogadle por nosotros.

 

Doctores cuyas plumas nos legaron

de virtud y saber rico tesoro,

al que es raudal de ciencia inextinguible

rogadle por nosotros.

 

Soldados del Ejército de Cristo,

Santas y santos todos,

Rogadle que perdone nuestras culpas

A Aquel que vive y reina entre vosotros.

 

En otoño, cuando llega el día de Todos los Santos y los Difuntos, es fácil acordarse del gran poeta sevillano, que con sus rimas y sus cuentos nos pone delante de la muerte, la melancolía y el amor desesperado.

Allí a Sevilla, allá por el siglo XVI, cuando España era un imperio y Flandes formaba parte de la España donde no se ponía el sol, un flamenco, como otros tudescos, genoveses y borgoñones, buscaban en Sevilla hacer fortuna.

 

Uno de esos antepasados de Gustavo Adolfo Bécquer, quien trocaría su apellido Domínguez Bastida por el de sus antepasados Bakker o Bäcker,  en español Bécquer, que abandonaron las húmedas y planas tierras de la Mar del Norte, de innumerables canales y de un cielo de plomo que se funde con el tapiz verde de sus prados infinitos, donde el pincel de Velázquez, en su cuadro la rendición de Breda,  condensó la caballerosidad de los Tercios de Flandes y del alma hispana, con el plácido discurrir de sus anchos ríos, para prosperar y hallar la luz, la alegría y el sol eterno de la Andalucía bética, en cuya ciudad,  la Torre del oro abre los brazos a los nuevos descubrimientos que nos llegan desde las Indias, mientras les enviamos caballos, azúcar de caña, uvas,  plátano, naranjas, limón, café, pollo, cerdo, cabras, ovejas, toros, vacas, como también ingentes reatas de hombres y mujeres que se fundirían con el crisol allí existente o el que también se iba atemperando desde las costas de Guinea, también desembarcado por portugueses y españoles.

 

Desde la opulencia, hasta encontrarse huérfano y siempre ayudada la familia por compatriotas de las tierras del norte, Gustavo Adolfo Bécquer y su inseparable hermano pintor, Valeriano, se irán a Madrid para mostrar el talento que ambos atesoran y que han dado muestras incipientes en su Sevilla natal.

 

El paso de ambos por esta tierra no será largo, ni plenamente afortunado, sujeto a menudo a los avatares de la política de ese siglo, con sus numeroso vaivenes entre liberales y conservadores, como a las muchas revueltas que se sucedían en la capital del reino y para ocupar el poder. Tampoco en el amor, Adolfo Gustavo Bécquer será agraciado por las flechas de Cupido, aun cuando se casa con Casta Esteban navaro, con quien tendrá tres hijos, y alguna que otra separación matrimonial y frecuentes disputas.

 

Es con treinta y cuatro años, y a las puertas de la Navidad, un 22 de diciembre de 1870, que la tuberculosis se apoderará de su cuerpo, cuando empezaba a ser conocido, a pesar de que su obra se había ido publicando en las páginas de un diario y que sus amigos lograrán que se imprima todo el enorme caudal posromántico que su obra atesora y unas leyendas que son una obra maestra de la literatura en lengua española.

 

Vaya aquí un breve muestrario de esas rimas,  que siglo tras siglo, los enamorados tratan de memorizar para conquistar el corazón de la persona amada, al igual que unos destellos poéticos de quien en su alma y en su ser supo albergar y dar a luz una obra engendrada desde las dunas y las olas, con brumas insondables y cuyas catedrales son las únicas montañas, en caminos de lluvia de un país plano, junto a la flor del azahar, un cielo azul que todo lo inunda sobre la piel morena, íntimamente abrigadas en el corazón del poeta.

 

Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

y en el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista

 

mientras la humanidad, siempre avanzando,

no sepa a do camina

mientras haya un misterio para el hombre

¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen

los ojos que los miran;

mientras responda el labio suspirando

al labio que suspira;

 

mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas;

mientras exista una mujer hermosa,

¡habrá poesía!

 

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Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala eb sus cristales,

jugando llamarán;

 

pero aquellas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha al contemplar;

aquellas que aprendieron nuestros nombres,

ésas…¡no volverán!

 

 

Al brillar de un relámpago nacemos,

y aún dura su fulgor cuando morimos,

¡Tan corto es el vivir!

 

 

Despertaba el día

y a su albor primero,

con sus mil ruidos

despertaba el pueblo.

Ante aquel contraste

de vida y misterio

de luz y tinieblas,

medité un momento:

Dios mío, qué solos

Se quedan los muertos!

 

La piqueta al hombro

el sepulturero

cantando entre dientes

se perdió a lo lejos

La noche se entraba,

reinaba el silencio;

perdido en las sombras,

medité un momento:

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

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