MI POSTRERA CARTA A UN DIVINO CATETO
Entrañable amigo y paisano,
Hoy,
por vez primera, me he sentido avergonzado por utilizar ese término que, como
dardos, acostumbrábamos a lanzar contra todos aquellos que el día del Corpus
Christi, como cuando desfilaba por las calles de Granada su patrona, la Virgen
de las Angustias, un puñado de golfillos de las calles Boquerón, santa Paula,
Mano de Hierro, San Jerónimo o la misma calle de Niños Luchando,
acostumbrábamos a mofarnos de todos aquellos de chalina negra, sombrero
cordobés de ala ancha, botas de cuero a media pantorrilla y pantalones de pana,
acostumbraban a bajarse delante de las tartanas en las posadas de San Juan de
Dios, la misma plazoleta de la Encarnación, esquina con el bar de don Antonio y
la tienda de maderas Bonal, o en la última parada de Tranvías Eléctricos que
tenían en el Triunfo, con la pretensión de hacerles sentir nuestra arrogancia y
preeminencia por tener nuestro natalicio en aquellos domicilios de tan recia
raigambre, venidos entonces a menos, aunque
de la vega viniera a menudo nuestro sustento y el gracejo de las conversaciones
o las nanas que arroparon nuestros primeros sueños. La Rosita, maestra de
escuela, o la misma Colorina de los García Lorca.
Así es la ignorancia infantil y,
a menudo, el legado que arrostramos desde entonces, que sin ánimo nunca de
herir conscientemente, pero con la consabida actitud de “marcar territorio” y
enseñorear a tirios y troyanos nuestro pretendido y ya adormecido abolengo, cuando sabido es que quien más ríos de
tinta ha logrado que sobre él y sus orígenes se escribieran, quien con más
orgullo habló de Granada y de su natal Fuente Vaqueros, quien más nos honró a
todos, no fue ni más ni menos que otro genial cateto, el más sublime de la Generación del 27, Federico García
Lorca.
Si a todo ello añado que mi
abuela paterna se crió a orillas del río Cubillas, en medio de alfalfa, heno y
la enorme variedad de árboles frutales que es capaz de brotar en nuestra vega y
que su esposo, mi abuelo, cuando le conocí aún conservaba su canturriado acento
iliturgitano de Andújar, convendrás conmigo que yo también soy ese otro
descendiente de catetos, de quien tan
orgulloso me siento.
Por todo ello, cateto de Maracena, Chauchina, la Zubia, Padul, Baza,
Guadix, Motril, Deifontes, Polopos, Ugíjar …hermano mío de quimeras juveniles,
perdona a este lenguaraz, que por no
tener la suerte que tú has tenido de nacer entre olivos, parrales, acequias y
mariposas, todavía emplee epítetos que ni ayer ni hoy pretendieron atacar los
más profundos sentimientos de sus conterráneos, y conserva y transmite esa raíz campestre que
los urbanitas envidiamos, y que tantas páginas de gloria ha dado a nuestra
patria común que es Granada.
Un abrazo enorme y que, las
ninfas que aún pueblan nuestros montes y lo que todavía queda de vega, nos
permitan seguir divagando sobre el ayer, que lejos queda, y el hoy que nos
atenaza con la guadaña que deseamos lejos de nosotros todavía permanezca.
El Mirlo blanco.
F.O.S.T
Granada, 17.V.2025
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