LA CALLE DE VALVERDE, DE MAX
AUB
Desde el exilio del Méjico
hermano y en el año 1961, Max Aub escribió sobre sus recuerdos madrileños como
si siguiera en la ciudad del Oso y el Madroño, pero en esta novela lo hace
recordando aquella ciudad que tanto amó y que tan bien conoció antes de la
Guerra Civil, centrándose particularmente sobre esos sencillos ciudadanos que
se aprestan a dar entrada a una nueva República, hacer caer una monarquía
secular y soportar una Dictadura, de corte popular y algo esperpéntica, como
fue la del general Primo de Rivera.
Aun cuando también aparecen por
sus páginas los grandes nombres que pasarán poco después a los anales de la
historia, como son Azaña, Besteiro, Araquistaín o escritores como Valle Inclán,
el mismo Pío Baroja, entre otros, es la
gente sencilla, con sus amores y desamores: estudiantes, concursantes a
oposiciones, obreros, pensionistas de todo pelaje, son particularmente los
vecinos del año 1927 los que formarán parte de la historia y el verbo de esta
obra, que, a mi entender, toma el nombre de la calle Valverde por ser esta
céntrica calle de Madrid, a unos pasos de la Gran Vía y Fuencarral, nada lejos
de Cibeles y la calle Alcalá, el lugar donde sería tiroteado el capitán
Castillo, socialista, y en cuya represalia, los mismos guardaespaldas del
socialista Indalecio Prieto, acabarían con la vida de Calvo Sotelo y sería la
espoleta de esa horrible guerra entre hermanos, que a su autor, Max Aub, le
llevaría a una peregrinación en campos de concentración y terminar con el
auxilio de México.
Quizás ya esté este libro d Max
Aub contado antes en este blog, hecho éste que no he verificado, pues no gusto
de releer aquellos trabajos que ya fueron dados a la “imprenta”, pudiera haber
sido descrito de otro modo, pues, en este momento, se trata de la última
relectura de la calle de Valverde, la primer obra de Max Aub que tuve en mis
manos y que me enganchó a su autor, pues en su relato, en las descripciones, en
los personajes y el brillante empleo de la lengua española, se me presentó como
un clásico.
Ya he hablado en otras ocasiones
del autor, por lo que no me tendré en esta página y sólo añadir la visión que
nos muestra de un Madrid decadente, un tanto sórdida y lastimera, pero con esa
chispa que los “gatos” tienen, con una profusión de palabras un tanto arcaicas,
pero con la complacencia y el acervo de un gran conocedor de la “calle”, las
gentes y la palabra.
Libro siempre vivo, candente y
fiel reflejo de una época de una España que aspiraba a deshacerse de sus
andrajos y de un Madrid en los albores de la modernidad, pero anclado todavía
en las mismas correderas, los patios de vecinos y los adoquines de aquel que
fue capaz de hacer frente a un invasor francés.
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