LA CONCIENCIA DE UNA
COMARCA Y EL VALLE DEL ALMANZORA DE ALMERÍA
FRANCISCO MARTÍNEZ
COSENTINO Y FAMILIA.
En la provincia de Almería,
allá por 1975, los índices de pobreza
alcanzaban los peores registros, dentro de una España donde Franco agonizaba y
terminaría, ese mismo año, cediendo su poder omnímodo a una monarquía
democrática, en la figura del entonces príncipe de Asturias, don Juan Carlos de
Borbón, quien sería nombrado rey y auspiciaría un nuevo régimen orientado por
las formas y postulados de gobierno y parlamento de una democracia, con la
inestimable ayuda de los jóvenes jerarcas y funcionarios públicos de la ya
extinta Dictadura, caso del carismático Adolfo Suárez, que liderará el CDS, y
la repentina aparición de partidos políticos, en su mayoría, excepción hecha
del siempre beligerante PCE del exilio y de Santiago Carrillo y la Pasionaria
como algún grupúsculo universitario en la clandestinidad, de donde surgirían
Alfonso Guerra y Felipe González en el PSOE, restos de exiliados de la
fracasada República y con casi nula audiencia en suelo español. Todos ellos con
mínima adhesión por parte de la ciudadanía, más preocupada por la emancipación
de su juventud, la compra de un piso, de un Seat 600, la Marcha Verde promovida
por el monarca Alauita de Marruecos, el “opio”
del pueblo que diría del futbol un líder socialista, las oleadas de turistas y suecas que invadían
las costas españolas, mientras los millones de emigrantes españoles en Europa,
con sus transferencias, seguían contribuyendo en lo que se daría a conocer como el “milagro español” del resurgimiento
económico, gracias también a ministerios
del Opus Dei que apostaron por los polos de desarrollo en Cataluña, donde
habían llegado millares de almerienses; Madrid y el cinturón vasco, con su industria
siderúrgica, que financiábamos obligatoriamente por orden del Régimen los
andaluces con el ahorro depositado en las Cajas de Ahorros y Montes de Piedad,
y sus dos grandes bancos: Vizcaya y Bilbao,
como la decidida apuesta empresarial de modestos emprendedores que desde
la humildad de sus orígenes, como fuera el caso de los Sáez de Tejada en Granada, los Soriano en Castellón, José Manuel Lara en
Barcelona y la editorial Planeta,
Gozalbo en Villarreal, Rossell en Roquetas de Mar, o Cosentino en Macael, por
citar algunos que tuve la fortuna de conocer, que empezaron a cimentar lo que a
no mucho tardar serían grandes emporios empresariales, con la dispar suerte y
la rueda de salud y fortuna que a cada uno dispensaría, con sus logros y
desaciertos como con sus luces y sus sombras, su propia andadura.
En esta tesitura, los
descendientes de una hembra italiana de sonoro apellido como Cosentino, que
quizás por el siglo XIX emigraran a España, en esos flujos continuos que
siempre la Corona hispana y católica, desde tiempos inmemoriales, mantuvo con
Italia, como hicieran mis antepasados los Orero desde el golfo de Génova y
desde ese mismo pueblo de Orero, artesanos éstos de la madera y aquella otra
estirpe transalpina, probablemente, expertos conocedores de los recursos y el
arte de la piedra, ennoblecida en el valle del río Almanzora, donde se estableció a la sombra del fulgor de los rayos de sol que
espejeaban desde las canteras del mármol, que ya extrajeron para sus palacios
los mismos emires de la Alhambra, uniéndose posteriormente a un hidalgo
castellano, de nombre Martínez, y que habría tomado posesión del lugar con los
mismos tercios que comandara don Juan de Austria, cuando la guerra de las
Alpujarras o la expulsión de los moriscos.
Si esta fue la génesis de la
familia Martínez Cosentino Justo, solo los anales de la historia y los viejos
legajos de las escribanías reales podrán certificarlo, lo que sí es cierto y
verdad que en ese incipiente despertar de la sociedad española, de norte a sur
y de este a oeste, tras las silenciadas amarguras de una nada lejana guerra
civil, una atroz postguerra, los padres de tres varones del matrimonio Martínez
Cosentino: Francisco, José y Eduardo, en una comarca paupérrima, lejos de rutas
comerciales y con la minería como único sustento, sus gentes utilizadas como la
mano de obra barata que pudiera contribuir en el desarrollo de Cataluña,
abandonaban la comarca o tenían que soportar en Almería el estrago del mayor
desamparo que una tierra pudo aguantar, y mira que en España y en el Sur no fueron los únicos donde la Corona, el brazo
político de las Cortes y los distintos Gobiernos liberales, conservadores y
caciquiles, nada hicieron por cambar tan nefasto signo de abandono. Sin
embargo, la contumaz resistencia y laboriosidad del matrimonio Martínez Cosentino, como su enorme apego a esta tierra,
sirvieron de ejemplo para que sus tres vástagos: Francisco, José y Eduardo, de
manera solidaria y fraternal, acometieran una de las empresas más singulares y
épicas que pudieron conocer estos lares, amén de ejemplar y orgullo para esa
misma España que tuvo olvidado este rincón, cuyos paisanos para acudir a una
simple gestión administrativa desde Macael a Almería, necesitaban cuatro horas
en ir por desvencijadas carreteras y caminos.
Todo cogió velocidad de
crucero cuando Francisco Martínez Cosentino, desde el modesto negocio de mármol abierto en
Macael, que a duras penas había
alimentado a esta familia en la comarca del valle del Almanzora, junto a
numerosos otros empresarios del lugar, invitados por los siempre avispados
industriales italianos, a conocer sus
establecimientos de las proximidades de Bolonia y firmar los pedidos de compra
de maquinaria, en cuya ingeniería son expertos y, tanto en la piedra como en la
cerámica, tenemos con ellos una enorme
dependencia, se convenció que tenía que dar un giro al negocio familiar, además
de orientarlo hacia el resultado de una mezcla de cuarzos, resinas y diversos pigmentos, que un fabricante de
terrazo, a las puertas de Granada, trataba de introducir con escaso acierto, pero
cuya patente rentada por los italianos, haría posible la introducción del
Silestone y una nueva vía de salida para lo que era ya su propia empresa y de sus
hermanos: Mármoles Cosentino, como una menor dependencia del mármol blanco de
Macael, con canteras en clara regresión e innumerables obstáculos para su
explotación ante la enorme presión de los movimientos ecologistas y la pesada y
desesperante burocracia.
Eran los felices años 80,
Felipe González y su vicepresidente Alfonso Guerra, desde las filas del PSOE,
tomaban el poder y llevaron a cabo una desenfrenada apuesta por incorporar a
España al Mercado Común e instituciones como la OTAN, además de dar
oportunidades a todo aquel que tuviera algo en mente y fuera laborioso, cuando
nuestro mayor competidor Italia puso todas las trabas habidas y por haber,
mientras nuestras ventas se habían siempre visto frenadas por pesados y
arbitrarios aranceles en la UE, que sin embargo habían hecho más fácil la
penetración en los mercados de los productos Made in Italy, amén de su innegable
destreza para el comercio, la publicidad y la ingente masa de emigrados
presentes, tanto en Europa como en
América, extraordinarios embajadores de los productos de su siempre añorada
Italia.
Aun cuando Silestone diera
algún que otro dolor de cabeza a los Cosentino, pues no fueron pocas las
reclamaciones que recibieron, bien por descolorarse algún que otro modelo o por
no cumplir los estándares necesarios en suelos de alto tránsito, su éxito fue
en vertiginoso aumento en el mundo de las encimeras de cocinas, a la vez que la
conquista del mercado exterior se hacía realidad, principalmente en Estados
Unidos, donde la famosa cadena Wall Mart acogía sus manufacturados para
encimeras y en España, la venta de mármol para peldaños decrecía y también se
hacía fuerte en las cocinas de alto standing, ocupaban pues su espacio en
pavimento otros competidores de la comarca, caso de Tino Mármoles, que se unía
con un magnate de la construcción y Presidente del Atlético Madrid, en el
escandaloso y especulativo desarrollo
urbano de Marbella.
Una planta industrial en
Brasil, la continua transformación de su factoría de producción en Fines (Almería,
España), con una envidiable exposición, modernas oficinas y sala de
conferencias, diseñadas por un brillante estudio de arquitectura amigo de
Almería, a semejanza de la pirámide del Louvre en París; su paso por la
política de centro; la representación de la Cámara de Comercio de Almería y
numerosos galardones, fueron jalonando los pasos de este magnífico empresario
autodidacta, respaldado ciegamente por sus dos hermanos y a cuya sombra, nunca
expuesta a los focos de la prensa, su fiel esposa iba llevando las riendas del hogar y la
educación de tres hijos que, a no mucho
tardar, tomarían también las riendas del emporio Cosentino.
Si cuantos aconteceres que
precedieron darían para escribir un libro o su ejemplar biografía personal, no
se detendrá ahí. Hace una incursión en la hostelería, adquiriendo el Hotel La
Tejera de Olula, donde tienen lugar las galas que organiza para seguir
difundiendo el trabajo de él y sus vecinos industriales de la comarca, también
con su aparición publicitaria en el mayor evento deportivo de los USA, la Super
Bowl, y ya en el siglo XXI, se adentra en el campo de los aplacados y revestimientos
con su marca Dekton, mezcla ahora de minerales, vidrio, porcelana y cuarzo, compitiendo
de inmediato en el mismo campo de la potente y polarizada industria azulejera
española. Trata de imitar a Porcelanosa, con su posicionamiento de Centros de Ciudad, o
City Center, desterrando así a la Distribución, que antiguamente respetó, sostuvo
y le sirvió, ya que se dirigen directamente al cliente final, terminando, muy
recientemente y, al parecer, a instancias de su hija Pilar, por adentrarse en el mundo de la construcción,
comprando al Sareb, seguro como una ganga, un proyecto abandonado en la playa
de Macenas, Mojácar, convertido ahora en lujoso complejo turístico y donde
poder posicionar sus propios productos sin que nadie estorbe.
Si de cifras de negocio habláramos,
podríamos decir que en 2024 facturó 1.464 millones de euros, el 95% en Estados
Unidos; acaba de comprar un solar para la nueva industria que proyecta levantar
en Jacksonville, Florida; cuentan con más de 6.000 empleados, buen número de
ellos en su fábrica de Almería, además de contribuir en el sustento de otro
elevada cifra de empresas y autónomos auxiliares de la comarca del mármol y un
elenco de los más preparados profesionales, técnicos, comerciales e ingenieros, que no dudan en asentarse en la
comarca, aunque la misma carezca de atractivos, colegios de élite y centros
médicos relevantes, amén de unas comunicaciones que para nada ayudan en la
captación y atracción de talento, a no ser los altos emolumentos que perciben.
No gusta alardear de su
filantropía y altruistas actividades para ayudar a cuantos en la comarca le
requieren, para un puesto de trabajo u otros menesteres, aunque están muy
presentes en el museo Casa Ibáñez de Olula y en el de reciente apertura en Almería del Museo del Realismo español
Contemporáneo, como también en su colaboración con el nuevo proyecto del
Instituto San Telmo para una cátedra comarcal, que fomente la aparición de
nuevos empresarios y les facilite suficientes herramientas para su
desenvolvimiento, en todos los ámbitos y con sede preferente en el mismo valle
del Almanzora.
Y para el futuro del Valle del
Almanzora y de Francisco Martínez Cosentino qué les espera o deparará el porvenir.
Seguro que seguir clamando para que el
agua por fin llegue al sudeste español, tras la oposición del PSOE de Rodríguez Zapatero y su charnego
camarada José Montilla, que se negaron frontalmente al trasvase del Ebro. Que
las inversiones en comunicaciones: autovía, AVE, electricidad, internet, o
educación y sanidad, se hagan realidad definitivamente para toda Almería y
particularmente en esta comarca, lo que permitirá un mayor asentamiento de
población, a la vez que nuevos emprendedores se implantan en la zona, amén de
un turismo que en la costa tengan un mayor poder adquisitivo y una mayor
prolongación de su estancia.
En lo personal, y tras la dura
pérdida de su hermano Eduardo, a pesar de los ligeros retoques de la cirugía
estética y los inexorables estragos del paso del tiempo que por desgracia poco
se pueden ocultar, y la pesada carga
emocional que soporta a buen seguro desde su más tierna infancia , y que no por
ello han restado un ápice a su férrea voluntad, su apasionado discurso y conciencia, Francisco Martínez Cosentino tiene delante retos nada desdeñables y que
gravitan sobre su persona, a saber:
1º.- El daño que económica y
de imagen golpean a su empresa por las denuncias de silicosis en distintos
juzgados y con antiguos trabajadores.
2º.- El fracaso de su intento
de salida a bolsa, que quizás hiciera más fácil sus inversiones, así como
asegurar financieramente su industria y la herencia de sus descendientes.
3º.- El ser consciente de que
hoy por hoy no puede fallar a una comarca que tanto depende de su timón, de su
creatividad y de su Industria.
4º.- Que nunca olviden sus
herederos y panegíricos que tres veces estuvo al borde de la ruina, y como
dijera Winston Churchill: El éxito no es
definitivo, el fracaso no es fatal: lo que cuenta es el coraje de continuar, que
hiciera suyo y que, por desgracia la banca española nunca ha entendido, tampoco
nuestros políticos, amantes de enterrar al desahuciado y poner alfombras,
paraguas y dar palmadas en el hombro, al que aparenta triunfar, aunque sea
mediante el robo y la extorsión.
5º.- Si sus hijos: Pilar, hoy
ya una brillante ejecutiva de Cosentino; Eduardo, haciendo armas en el correoso
mercado yanqui, y Francisco, como los
numerosos sobrinos e hijos de sus hermanos, y por tanto integrantes del
accionariado de Cosentino, sabrán perseverar y conservar la unión de la familia
y de la empresa con el mismo grado de respeto y solidaridad mostrado por los
fundadores, además de estar a la altura en valores humanos y empresariales
atesorados por sus padres y raíces.
6º.- El grado de aceptación
del mercado a sus nuevas políticas y proyectos: nuevas marcas, ruptura con la
Distribución, competir directamente en el terreno de los azulejos y cerámicas,
sobre todo cuando la misma Porcelanosa, ejemplo en esta aventura comercial, muestra signos evidentes de cansancio en su
modelo de tiendas propias y venta directa a constructores; la hostelería; la promoción
de viviendas; sus City center o Flagship, su nueva fábrica de California.
7ª.- Qué le espera a su
Patria, España, de la que es un gran patriota, en este mundo global y en una
sociedad nacional polarizada, donde rebrotan con fuerza los antagonismos
políticos y nos retrotrae la memoria a los años previos al enfrentamiento incivil
del 36. En una Europa donde Rusia quiere seguir imponiendo su discurso de
expansión sangrienta, mientras la sigilosa China se arma hasta los dientes, es
hoy el mayor productor del planeta, silencia los disidentes y sigue a marchas
forzadas su industrialización sin que tenga conciencia alguna a la preservación
del medio ambiente o la defensa de los trabajadores, en su desordenada carrera
para erigirse en el líder mundial. Y de los EE.UU, con una democracia
sustentada en una gerontocracia de ricos empresarios de escasos valores humanos
y de fraternidad. Y la descontrolada inmigración en España, con la muy difícil
asimilación de los musulmanes, por razones atávicas y religiosas. Qué quedará
del eterno conflicto étnico entre judíos y palestinos, habrá paz alguna vez en
Tierra Santa.
Seguro que en su fuero interno
son muchas más las preguntas que Francisco Martínez Cosentino se hace, cuando
el insomnio no le deja descansar o mientras atraviesa el piélago oceánico para
celebrar una reunión con sus potenciales clientes americanos o revisar las
continuas nuevas aperturas de establecimientos marca Cosentino, repasa un
Cuadro de Mando y ve como una vez más está lejos de su Comarca y de su familia.
Es pues una conciencia
saturada, sin manchas, libre y a cuya voz seguro que acude como tribunal
objetor a quien ha de darle honrada y veraz respuesta, a pesar de que la duda
siempre colapse sus decididas y perentorias resoluciones, sobre todo cuando el
reloj vital cada vez está más presente y desgrana con parsimonia las horas que
faltan, mientras uno mira atrás las huellas cuyos pies recorrieron un largo
camino dentro del viejo canasto de mimbre, donde, lejano ya, Eduarda Justo, llevara a las
canteras a Eduardo Cosentino, el humilde pan y el frágil heredero de una
alcurnia española de la que enorgullecerse y gritar a los cuatro vientos: ¡Viva la madre que te parió!
P.S
Su autor no ha recabado nada
de fuentes autorizadas y simplemente ha llevado al papel impresiones
personales, anécdotas que quizás no se ajusten totalmente a la realidad, por lo
que espero no se tome nadie este escrito como fehaciente y sólo tiene voluntad
literaria de un héroe que César o el mismo Trajano lo hubieran querido tener
como heredero, pero que simplemente vio la luz lustros más tarde en la comarca
del mármol y emprendió una asombrosa carrera industrial, que es hoy ejemplo y referente a nivel mundial, llamase pues don
Francisco Martínez Cosentino y su saga, quizás también su próxima leyenda, de
quien espero perdone la osadía para quien esto firma y los errores que involuntariamente
pudiera haber cometido, como también todo aquel que pueda haber sido citado en este
ejercicio de juntar letras castellanas y que mi blog de Calle de Niños Luchando 12 no se
cansa de pedirme publicar, ni tampoco el mismo Mirlo Blanco que me esclaviza
como lacayo de su voluntad y de esta mazmorra donde ahogó mi voz, pero que con
mi irreverente pluma y la concurrencia de las histriónicas musas, trato de dar suelta a los
demonios que alberga mi alma y lo añosa de mi frente, que espontáneamente han brotado.
Gracias pues sean dadas por
tanta benevolencia a los intervinientes y a los lectores.
Roquetas de Mar (Almería),
24.X.2025.
F.O.S.T
Autorizado por:
El Mirlo Blanco.

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