domingo, 19 de octubre de 2025

LUCES DE BOHEMIA, DE RAMÓN DE VALLE-INCLÁN. Una denuncia de ayer, presente todavía en el siglo XXI

 


         LUCES DE BOHEMIA, DE DON RAMÓN DEL VALLE-INCLÁN

Luces de Bohemia, aparecida su publicación en 1924, con el subtítulo de Esperpento, que en el diccionario de la RAE encontraríamos su definición como estrafalario, grotesco o simplemente ridículo, es en puridad una obra escrita para el teatro,  muestra del talento del gallego manco, de inconfundible presencia por las costanillas y tertulias de Madrid de principios del siglo XX,  con su luenga barba blanca, su montura de cristal redonda y su ácido humor, alter ego del mismo Marqués de Bradomin en las Sonatas, como también del paseo por el Camposanto con el poeta Rubén Darío, tras enterrar a Max Estrella, un poeta ciego, por culpa de Venus o del deleite sexual, de inmaculados ideales, aunque nada ayuden para que su mujer Collet y su hija Claudinita, puedan ni siquiera vivir dignamente, o para que su amigo Don Latino, a quien él llama su “perro”, se aproveche, además de hacerle compañía para sufragar su depravación y el continuo latrocinio que sobre Max y su ceguera este supuesto amigo saca partido.

En ese siglo XIX, como en los albores del XX, Valle-Inclán, como cuando se pasea por el famoso callejón del Gato, no lejos de la Puerta del Sol de Madrid, donde los distintos espejos que allí lucen reflejan grotescamente el perfil del transeúnte, lleva a cabo en este libro, como en su propósito después de levantar el telón, mostrarnos la miseria de un tiempo, de una España que aparenta una hidalguía y un imperio que es ruina, a la vez que alberga los mismos valores de estupro, abuso y violación de los poderes públicos, tan semejantes ayer como hoy en la España del siglo XXI, cuando en la escena decimacuarta, otro sepultero exclama: En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.

Cuando uno lee esto, extraído de la poderosa imaginación, experiencia y cultura de don Ramón del Valle-Inclán, que viera la luz en Vilanova de Arousa un 28 de octubre de 1866, recordando lo sucedido a Santos Cerdán, Ábalos, Koldo, el Tio Berni, los Eres de Andalucía, Jordi Pujol y el tres per cent en Cataluña, o acaso a los rufianes, originarios de la emigración,  al servicio de las elites catalanas, con presidentes de Gobierno como Rodríguez Zapatero, comisionista de un dictador y un cártel de droga,  o el mismo Pedro Sánchez Castejón, que ha hecho de la mentira pertinaz su modus vivendi en su férrea voluntad de asirse al poder,  uno se da cuenta que nada hemos avanzado, que con el ropaje de los corderos, los lobos y los tahúres siguen presentes en España.

Son ese mismo Paco ministerial, el Excelentísimo Señor Ministro de la Gobernación que recibe a Max, su amigo de la bohemia y de los pasos perdidos por París ayer, ahora encumbrado, que le dice a su secretario y licenciado  Dieguito: …las pesetas que hemos de darle a Máximo Estrella las tomaremos de los fondos de Policía, el mismo “fondo de réptiles” que empleara el socialista que mandó en la Guardia Civil, Roldán; el mismo fondo de reptiles que utilizan para los sobornos, para las Jessicas de Abalos, para que la mujer del Presidente de Gobierno, Begoña Gómez, no sea un mero florero y pueda, desde la Moncloa, labrar su futuro, sin perder las enseñanzas recibidas en la administración de los burdeles del padre.

Luces de bohemia de unos sueños que ayer sucumbieron, enterrados en el fango, en cloacas donde el hedor se cubre con mascarillas trufadas de oportunidades para el negocio de políticos y empresarios corruptos, que mientras todos los ciudadanos estaban obligados a no salir de su domicilio, esa misma élite política socialista organizaba zambras y orgías en paradores, tasaba las comisiones que iban a recibir y nombraban a los testaferros que pudieran ocultar el desfalco, del mismo modo que se hizo con las Cajas de Ahorros, sin que por ello la sociedad no se levante en armas y acabe con esta lacra, la misma que socavó el Imperio español y que hoy, en el siglo XXI, todo lo contamina, sin que ni los intelectuales, la prensa y la misma ciudadanía, se percate que repetimos la misma hecatombe y el mismo despropósito que, con una maestría inconmensurable, el gran escritor español don Ramón de Valle-Inclán, en su prodigiosa obra Luces de Bohemia, denunció y que, por desgracia, pocos son los que han debido leerla y proponerse no volver a reeditar lo que mereció su excelsa denuncia.

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