LUCES DE BOHEMIA, DE DON RAMÓN DEL
VALLE-INCLÁN
Luces de Bohemia, aparecida su
publicación en 1924, con el subtítulo de Esperpento, que en el diccionario de
la RAE encontraríamos su definición como estrafalario, grotesco o simplemente
ridículo, es en puridad una obra escrita para el teatro, muestra del talento del gallego manco, de
inconfundible presencia por las costanillas y tertulias de Madrid de principios
del siglo XX, con su luenga barba blanca,
su montura de cristal redonda y su ácido humor, alter ego del mismo Marqués de
Bradomin en las Sonatas, como también del paseo por el Camposanto con el poeta
Rubén Darío, tras enterrar a Max Estrella, un poeta ciego, por culpa de Venus o
del deleite sexual, de inmaculados ideales, aunque nada ayuden para que su
mujer Collet y su hija Claudinita, puedan ni siquiera vivir dignamente, o para
que su amigo Don Latino, a quien él llama su “perro”, se aproveche, además de
hacerle compañía para sufragar su depravación y el continuo latrocinio que
sobre Max y su ceguera este supuesto amigo saca partido.
En ese siglo XIX, como en los
albores del XX, Valle-Inclán, como cuando se pasea por el famoso callejón del
Gato, no lejos de la Puerta del Sol de Madrid, donde los distintos espejos que
allí lucen reflejan grotescamente el perfil del transeúnte, lleva a cabo en
este libro, como en su propósito después de levantar el telón, mostrarnos la
miseria de un tiempo, de una España que aparenta una hidalguía y un imperio que
es ruina, a la vez que alberga los mismos valores de estupro, abuso y violación
de los poderes públicos, tan semejantes ayer como hoy en la España del siglo
XXI, cuando en la escena decimacuarta,
otro sepultero exclama: En España el
mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se
premia todo lo malo.
Cuando uno lee esto, extraído de
la poderosa imaginación, experiencia y cultura de don Ramón del Valle-Inclán,
que viera la luz en Vilanova de Arousa un 28 de octubre de 1866, recordando lo
sucedido a Santos Cerdán, Ábalos, Koldo, el Tio Berni, los Eres de Andalucía,
Jordi Pujol y el tres per cent en
Cataluña, o acaso a los rufianes, originarios de la emigración, al servicio de las elites catalanas, con
presidentes de Gobierno como Rodríguez Zapatero, comisionista de un dictador y
un cártel de droga, o el mismo Pedro
Sánchez Castejón, que ha hecho de la mentira pertinaz su modus vivendi en su
férrea voluntad de asirse al poder, uno
se da cuenta que nada hemos avanzado, que con el ropaje de los corderos, los
lobos y los tahúres siguen presentes en España.
Son ese mismo Paco ministerial,
el Excelentísimo Señor Ministro de la
Gobernación que recibe a Max, su amigo de la bohemia y de los pasos perdidos
por París ayer, ahora encumbrado, que le dice a su secretario y licenciado Dieguito: …las
pesetas que hemos de darle a Máximo Estrella las tomaremos de los fondos de
Policía, el mismo “fondo de réptiles” que empleara el socialista que mandó
en la Guardia Civil, Roldán; el mismo fondo de reptiles que utilizan para los
sobornos, para las Jessicas de
Abalos, para que la mujer del Presidente de Gobierno, Begoña Gómez, no sea un
mero florero y pueda, desde la Moncloa, labrar su futuro, sin perder las
enseñanzas recibidas en la administración de los burdeles del padre.
Luces de bohemia de unos sueños
que ayer sucumbieron, enterrados en el fango, en cloacas donde el hedor se
cubre con mascarillas trufadas de oportunidades para el negocio de políticos y empresarios
corruptos, que mientras todos los ciudadanos estaban obligados a no salir de su
domicilio, esa misma élite política socialista organizaba zambras y orgías en
paradores, tasaba las comisiones que iban a recibir y nombraban a los
testaferros que pudieran ocultar el desfalco, del mismo modo que se hizo con
las Cajas de Ahorros, sin que por ello la sociedad no se levante en armas y
acabe con esta lacra, la misma que socavó el Imperio español y que hoy, en el
siglo XXI, todo lo contamina, sin que ni los intelectuales, la prensa y la
misma ciudadanía, se percate que repetimos la misma hecatombe y el mismo
despropósito que, con una maestría inconmensurable, el gran escritor español
don Ramón de Valle-Inclán, en su prodigiosa obra Luces de Bohemia, denunció y
que, por desgracia, pocos son los que han debido leerla y proponerse no volver
a reeditar lo que mereció su excelsa denuncia.

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