sábado, 1 de noviembre de 2025

 


LA TÍA TULA, DE MIGUEL DE UNAMUNO

Del catedrático de griego como del Rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de Unamuno, por más señas, poco se puede añadir a esta hora que no haya sido ya publicado o dicho, por lo que obviaré una mayor presentación de quien además fuera estandarte de la democracia, de la traída de la República, como también de su decepción y su siempre férrea defensa de la libertad y la educación, bajo cualquiera de las formas de Estado. Mientras en su obra intelectual, la narrativa, novelas, poesía y filosofía, además de sus clases magistrales, como también su forzado exilio por sus siempre polémicas declaraciones e incursiones políticas que le llevaron al destierro forzado, junto a sus nueve hijos, fueron parte de su acendrada vida.

Por cuanto antecede, nos centraremos en su novela la Tía Tula, que aunque ahora en el siglo XXI con la maternidad, la herencia y los valores de abnegación femenina tengan menos preeminencia, además de mostrarnos un modo de vida bien arraigado en la generación del 98, de la que su autor está inserto, parezcan menos relevantes, al menos son en esta novela, una fuente de enseñanza de esa fraternidad que no hace distingos, también la declaración de que alguien en la familia, en este libro la misma Tía Tula, o Gertrudis, como después Manuela, la hija de su sobrino Ricardo y una hospiciana, conserven el testigo y transmitan el testimonio de esa familia, como también esas dos mujeres, guarden la “llave” y la conciencia de esa familia.

Rosa y Gertrudis, que todos llaman Tula, son dos hermanas huérfanas a cargo de un tío que es sacerdote, don Primitivo, que busca pasar desapercibido y que, como hombre, sabe que esas dos niñas, bien pronto mujeres, saben conducirse lo suficientemente bien, por la herencia transmitida en sus genes por madre y abuela, para hallar lo mejor, sobre todo gracias al duro carácter y abnegación de Tula, a quien se dirige Ricardo para declarar su amor, pero que finalmente se casa con Rosa, la hermana, gracias a la insistencia de Tula, su miedo a los hombres, la debilidad de Ricardo y los primeros escarceos con Rosa.

Pronto llegarán tres hijos, a los que Tula les dedicará toda su atención y maternidad dormida: Ricardín, Rosa y Elvira, como también el fallecimiento de su hermana, con el último alumbramiento, sin que por ello, el viudo Ricardo y ella se acerquen, a pesar de los intentos de su cuñado, quien terminará volcando sus sentimientos y sensualidad hacia una joven y enclenque sirvienta, Manuela, huérfana de padres, quien quedará embarazada y, forzados por la ya llamada Tía Tula, o Gertrudis, casarse, tener otro alumbramiento más, el de Manuela y también fallecer, como también lo hará poco después el mismo Ricardo, sin que por ello los cinco hijos de éste hayan tenido madrastra, ya que la Tía Tula siempre se ocupó de ellos como si fuera su misma madre carnal.

Manuela heredará la mirada y los sentimientos de la Tía Tula, como el armazón de la familia, que en el nuevo engrandecimiento de la familia, con la entrada de la esposa de Ricardín, Caridad, quien fuera una hospiciana y la favorita de la Tía Tula, siga pastoreando la familia como en su día hiciera la misma Tía Tula.

Unamuno, con esta novela pretende decirnos, probablemente también a sus hijos, que uno o una de ellos, tendrá que seguir llevando la bandera de las tradiciones, las enseñanzas y ser la misma clave de bóveda del entramado de hermanos, sobrinos, cuñados y demás parentela de una familia, de manera a que, las diferentes y distintas mentalidades de sus varios miembros, como en una colmena, reina y zánganos, liben las plantas de manera a producir la miel necesaria para sostenerlos unidos a todos.

Aun cuando la novela pueda, en este siglo en que la mujer ha roto su techo de cristal y la igualdad entre hombre y mujer, en occidente y nunca entre musulmanes, sea una realidad, quizás haya perdido su razón de ser, pero no está de más leerla y recordfar un tiempo pasado, como por otra parte, sacar la lección pertinente de esa unidad familiar que, a veces, pareciera perderse o que quizás, unos mentecatos, pretendieran que no exista y se rompa.

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