LUIGI PIRANDELLO, SEIS
PERSONAJES EN BUSCA DE AUTOR
He de confesar, primero, que la
atracción por esta obra me viene por el libro que recientemente ha escrito mi
admirado amigo José Luis Aguilera, aunque él se haya centrado en tres
personajes y el azul sea el paraíso
donde los lleve, y en el trasunto de su libro también se dilucide la ficción y
la realidad, como la misma lucha del ser y de lo que siempre queda oculto,
voluntariamente o no, en nosotros, lo que hace posible que se interrogue y, a
su vez, sus protagonistas, tres eximios escritores de diversas épocas y
escenarios, contiendan, respondan a preguntas casi metafísicas, pero entrar en
este campo, ya lo he hecho anteriormente y ahora debo poner punto final.
En las obras completas de Azaña,
en su volumen número 2, ya había leído, también releído, como, quien luego será
la figura magna de la IIª República española, allá por el 29 de septiembre de
1923, en Revistas, nos hable de Mussolini y también de Pirandello, de quien nos
dice lo siguiente:
El nombre de Pirandello comparte con el de Mussolini la fama de las
nuevas afirmaciones italianas ante el mundo. El éxito obtenido por la
traducción a la escena francesa de Seis personajes en busca de autor constituyó
la novedad por excelencia y la comidilla en los círculos teatrales de París, a
fines de la última temporada. Gabriel Marcel, que viene dedicando en L’Europe
Neuvelle una serie de artículos a “La crisis actual del teatro de Francia”, ha
planteado el problema fundamental del pirandelismo frente a la disolución del
teatro psicológico.
“La desaparición de los caracteres, ha podido decir acertadamente
Adriano Tilgher (eminente crítico italiano) en sus profundos estudios sobre el
teatro contemporáneo, es un hecho ya, en la literatura más reciente.
“La obra de Pirandello es, en este punto, de una importancia capital:
en ella se realiza la disolución sistemática de la individualidad fluida,
inaprehensible, de una parte, y de otra,
las formas parciales siempre y falaces hasta cierto punto, que reviste para
hacer frente a las diversas situaciones en que se ve comprometida”
Pero –concluye-: “La esencia del teatro reside en su condición de arte
discontinuo…
En otra página volverá a hablar
de él, por lo que ya en esa época era un autor muy valorado, a pesar de que en
Roma, en su primera puesta en escena de Seis personajes en busca de autor,
sufriera las iras del respetable, mientras que, poco después, en Milan, el
público allí presente la acogió con entusiasmo, que también conocerá Lorca y
que, quizás, le influirá para su obra póstuma el público, que también buscaba, como Pirandello, cambiar las
formas y estructura de un teatro que parecía anquilosado.
Dicho cuanto antecede y habiendo
tenido la fortuna de conocer que Azaña ya se interesaba por este autor, hay que
decir que en un escenario, de repente, el director que se disponía a ensayar
una obra con sus actores, recibe a seis personajes, que forman parte de una
familia, cubiertos con una máscara, que le exponen su desventura, de manera que
ésta, si logran encontrar un autor, sea representada.
Es una tragedia que el mismo
director que ensayaba El juego de los
papeles, sin embargo se percata que es una buena ocasión para ser él el
autor de una nueva obra, en este caso una tragedia.
En la sencillez de los diálogos,
como en el trasunto de la obra teatral, en la que los espectadores se ven
comprometidos con los sucesos que acontecen sobre las tablas, Pirandello logra
introducir una nueva operativa desde la misma platea, mientras que en el escenario,
donde todo parece un ensayo, Padre, Hijastra o la misma madre, entre los más
destacados participantes de la obra, lleven al espectador a un paroxismo por
los sucesos que se exponen en esta obra teatral.
Si hermoso es leer el texto de
esta obra, seguro que su complejidad y la doble ejecución, por parte de actores
y máscaras, o Seis personajes, en escena merezca el aplauso y la coronación de
un autor a quien la vida no le fue fácil.

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